Perlas Eclécticas

La música es un arte, y como tal se compone con cálculo y emoción y se disfruta de una manera un poco inquieta, porque, como arte que es, nos lleva a lugares en los que en principio no queríamos estar. La música es también un objeto de consumo: una vía de escape y una seña de identidad. La música proporciona un espacio de liberadora irracionalidad incluso a las mentes más analíticas, y una dulce evasión para las vidas más sometidas a las urgencias materiales. Para profesionales liberales, señoras de barrio, hipsters e intelectuales clásicos, activistas sociales y afines, estudiantes lechuguinos, poligoneros chandaleros y el resto de fauna social la música es un símbolo de lo que somos y de lo que nos reconforta: lo artístico de la música pesa menos de lo que pensamos al darle al botón del play (nada nuevo bajo el sol, por otra parte, y si no que les pregunten a los hoy manoseados Beethoven y Wagner cómo fueron acogidos en su día por los habituales de los teatros).

 

Gustav Malher por Emil Orlik

Lo que no quiere decir que no haya música buena y mala. El gusto se educa, claro que sí, pero la mayoría de nosotros se ha educado el gusto en un determinado género y empezar a escuchar un estilo musical distinto requiere un periodo de adaptación. Un oído curioso aprende a distinguir mejores y peores resultados expresados en distintos códigos; porque en todo género hay piezas buenas y malas aunque que el individuo acomodado sólo aprecie aquellas cuyo lenguaje comprende. Y es que querer entender un lenguaje musical nuevo exige no buscar lo sublime en cada canción o aria que escuchemos. De hecho, no buscamos lo sublime en toda obra perteneciente a un estilo conocido: con frecuencia sólo queremos que nos haga sentir bien. Entrar en un estilo musical distinto pidiendo la excelencia artística es utilizar un doble rasero.

 

Janis Joplin

Como he apuntado ya, no es el arte lo que está en juego. La música en Occidente lidia con las miserias y deseos humanos. En  la monotonía de la vida burguesa, el joven comerciante alemán deja volar su alma entre los acordes de los románticos. Un coro de Verdi carga la unificación de Italia, Mahler fundamenta el terror ante el s. XX aún por suceder, y blues, soul y jazz hacen un agudo corte de mangas a la supremacía WASP. Elvis Presley centrifugó a la juventud americana, los Rolling Stones le sacaron la lengua a la moral y a las buenas costumbres, y hay que estar muy ciego para no oír en la portada de “London Calling” el ruido de una guitarra al destrozarse contra el suelo. Janis Joplin creyó que con un grito se podía expresar el placer y la rabia: para esto sirve la música. Hay quien lo oye en un verso de rap y quien lo oye en un concierto barroco. Saber oírlo en distintas voces no implica una mayor habilidad artística (cuyo elemento preeminente es, a pesar de la enseñanza tradicional, la creación), sino una mayor apertura humana.

 

The Rollins Stones

Así que les ruego abran sus oídos a estas Perlas Eclécticas. Éste ha sido mi espíritu; sean ustedes indulgentes.

 

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