Félix Grande: lo fugitivo permanece y dura

Creo que lo recuerdo gesticulando, muy elocuente, en el escenario del colegio mayor en uno de esos actos que se organizaban entonces, al final de los 70, donde siempre había un aire reivindicativo y algo airado. Luego me enteré que había vivido en Tomelloso y formaba parte del  triángulo de escritores de ese pueblo (Eladio Cabañero y Francisco García Pavón, eran los otros) que habían conseguido asentarse en Madrid y ser conocidos en el Gijón, donde se les veía habitualmente y eran muy abordables para los jóvenes de la tierra con gustos literarios. El otro gran referente de ese pueblo era el pintor Antonio López.

No sé por qué siempre he creído saber que a Félix Grande lo descubrió Eladio Cabañero,que lo animó a escribir cuando era un chico humilde en un pueblo perdido de La Mancha.  Lo debí leer en algún lado o quizá me lo contó Pavón  en una entrevista que le hice por entonces. Eladio tenía un aspecto muy deslucido, muy de pueblo, aunque llevara muchos años en Madrid, lo que me resultaba desagradable en aquella época en que queríamos ser modernos y que se notara en el aspecto. En cambio,  Félix Grande era y parecía un poeta, actuaba incluso demasiado como tal y creo recordar que ya tenía el pelo muy canoso lo que le daba un aspecto como de patricio romano.

 

 

Leí Las Rubáiyátas de Horacio Martín un verano, cuando todavía era muy joven, y me gustaron mucho, sobre todo porque ponía unas palabras muy bellas a un erotismo libre, intenso, lleno de muchas promesas que parecían tocarse en el aire. Luego al volver a Madrid fui a un recital del libro en La Casa de América y me defraudó un poco contemplarlo frente un auditorio que me pareció muy convencional, muy lleno de señoras de mediana edad con pieles en el cuello, al que se afanaba en agradar y que me pareció muy disonante con el espíritu del libro.

Desde entonces lo he seguido de lejos.  Algunos poemas que, en general, me parecían demasiado poéticos, un poco almibarados a veces, aunque soy consciente que quizá es muy injusto que diga una cosa como ésta sin haber leído la mayor parte de su obra en todos estos años.  Algunos buenos artículos, sobre todo referentes al flamenco, en el que era una autoridad indiscutible (recuerdo el que dedicó a la muerte de Camarón en El País donde traslucía esa melancolía última que sostenía su poesía como un duende muy oscuro e inquietante). Algunas conversaciones con un amigo común que lo admiraba mucho y que me hablaba de sus libros, de su infancia muy dura y de lo magnífico que era conversar también con Paca, su compañera de toda la vida, una mujer muy especial y también poeta.

 

 

Lo vi por última vez hace unos dos años en el Museo de la Merced de Ciudad Real en una conferencia sobre flamenco y disfruté mucho oyéndole entresacar algunas letras de esos cantes que me hubiera gustado aprenderme de memoria. Habló de nuevo de ese duende negro que a veces sube e ilumina a los cantaores, como las brasas de un volcán muy esquivo. En el fondo, veía igual la inspiración poética,como un don que había que merecerse con una determinada actitud vital, auténtica, un poco herida, que no siempre se podía conseguir, porque había que atreverse a consumirse un poco en cada intento.

Me pareció que seguía tan pinturero como siempre, con mucho color emocional, muy teatral, tratando agradar al público que lo escuchaba ensimismado. También que era un buen tipo, que me gustaba saber que estaba por el mundo, y un poeta verdadero en el sentido de que parecía imbuido de verdad en esa tradición, en esa sentimentalidad, en la vida y la obra de poetas muy importantes que realmente lo habitaban emocionalmente y le inspiraban cosas.

El niño pobre sin duda consiguió ser un poeta importante como lo atestiguan los muchos premios que ha ganado, los lectores que siguen leyéndolo y, sobre todo, sus esenciales contribuciones al estudio del flamenco.

Al parecer, ha estado enfermo poco tiempo. Imagino la profundidad de su dolor ante ese pozo oscuro que ahora le miraba definitivamente a los ojos. Espero que haya encontrado los versos que lo serenaran, que  lo alentaran en ese tránsito.

 

In memóriam

 

“En las épocas nefastas de su vida, un escritor puede distraer meses enteros sin hallar en los libros otra cosa que un desagradecido tedio y algunas voces inaudibles que aluden a desgracias o rebeldías que no despiertan su pasión. Son las épocas muertas -que otros llaman de transición o crisis- , tras las cuales quizá sobrevienen la renuncia o un libro verdadero, la resurrección o el suicidio, la generosidad o la pena, la mortificación o el rencor. Se recorren las páginas con un gesto de sibarita hastiado, con la inmensa pobreza de estar harto de las palabras. En un momento dado, esas páginas pueden ser las de un texto llamado Vidas imaginarias. Y ante ellas. el escritor casi desvanecido puede sentir de pronto que su hastío retrocede, desaparece. Vuelve a leer una frase, varias veces, con una siniestra gratitud. Y cierra el libro, fuma, camina por el cuarto, comienza a usar de nuevo su inteligencia y su dolor. Y ya no necesita, quizá no necesitará jamás, leer otra vez esas palabras: quedan en la memoria han quedado en su ser. ¿Qué dicen o que braman esos signos?: Y en todo su cuerpo sintió un pueblo invisible y discorde, ávido de separación. Cuando Marcel Schwob me abrió ese tragaluz de saber, pensé, con emoción, en algunos de cuantos se vieron compulsados a desgajarse en heterónimos -tal vez para sobrevivir: Pessoa, Machado, Onetti. El primero bautizó sus despojos y los denominó heterónimos. Machado, más paciente, les llamó los complementarios. Onetti mató a Larsen en las afueras de Santa María, pero sabemos que anda desvelado a causa de su ausencia y reflexionando en la manera de resucitarlo. En cuanto a mí, discípulo de esos creadores gigantescos, ¿cómo habría de saber qué va a ocurrir con Horacio Martín?.

 

Modo que rompe a hablar

He querido expresarme
Toda la vida he querido expresarme.
No tengo otro destino, otro afán otra ley.

Fui actos sucesivos
y el olvido que destilaban
los corroía a ellos y a mí

Sobre los actos fui palabras
y ellas buscaban una lumbre
que no me calentaba a mi.

Palabras y actos juntos
nada son sin placer del cuerpo.

Ahora regreso de esa vida umbría
buscando siempre calor de mujer.
Palabras y actos solo allí me expresan.

Tu pile junto a mi piel, eso es lenguaje.

Todo cuanto pretenda enmudecerlo
maldito sea.

La sagrada vendimia de tus ropas

Boreal: el sufrimiento es una afrenta
Y la felicidad, sólo una tregua.
Más la vacilación es un escándalo.

También lo es la certidumbre.

Absolutamente sagrado
solo hay el cuerpo, Loba,
esta fuerza del sol

que sin embargo teme y envejece.

Horribles dioses de la confusión.

Pero vacilación afrenta y furia
temor, vejez y confusión
huyen como ratones asquerosos
cuando tus ropas hermosísimas

invaden las baldosas del cuarto.

Emerges tú desnuda de tus telas

y yo de mi desgracia.

Gracias dioses, porque también

el placer es inexorable.

Vivir a cara o cruz

Carezca yo de ti
y al infortunio suceda la desgracia
y a la desgracia el cataclismo
y a todo ello asistiría con el desinterés de un muerto.

Estés conmigo tú
y por cada brizna de dicha
que pretendan arrebatarnos
avanzarían desde mi corazón
magníficos ejércitos de odio.

Tu puedes ser la espalda atroz de mi destino

O mi patria de carne.

Lo fugitivo permanece y dura

Mi recien conocida Loba
no nos pidamos groseras garantías.

Que dure un día un año un mes
es lateral en el amor
Que se acabe es su precio
que duela luego es su victoria

Seamos los servidores del amor
y jamás sus contables

Cierto que viene para irse

(Como nosotros

como nosotros)

FELIX GRANDE Las Rubáiyátas de Horacio Martín”, 1978

 

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