Son muchas las razones por las que merece la pena someter al amor a un juicio serio e inclemente. Sin embargo, la mayoría de ellas necesitan, para ser reconocidas como tales, de cierta cooperación por parte del interlocutor. El amor está protegido por una corteza de dogmas de fe, flexible y resistente, que acaba agotando la moral de prácticamente cualquier proyecto de crítica.
Hay dos argumentos, sin embargo, cuya evidencia no puede pasar por alto forma alguna de sentido común.
El primero es que el amor, paradójicamente, es una caudalosa fuente de desamor. Llámesele odio, conflicto o distancia, el amor parece uno de esos productos raros y valiosos cuya importancia para el mercado normalizara una montaña de deshechos en su elaboración. Si los sopesamos llegaremos a la conclusión de que sólo para un mercado irreflexivo tiene razón de ser responder a esta demanda. Además del odio que regularmente acompaña a la relación misma de amor, debe hacerse balance del daño causado al resto de los lazos sociales. En la nómina de los damnificados habituales del amor aparece prácticamente el conjunto de las relaciones consideradas no amorosas, en tanto que se definen, precisamente, por diferencia con respecto a la pareja. El caso más evidente es el de las relaciones de pareja anteriores, cuya incompatibilidad es de todos sabida. Pero debemos pensar también en las posibles relaciones futuras que quedan descabezadas para no amenazar al amor. Junto con ellas, el resto de las relaciones consideradas no sexuales sufren una limitación que hemos aceptado como naturalísima, pero que resulta aberrante a todas luces si consideramos la distancia en cuanto a intimidad que existe entre la relación de pareja y la que ocupa la posición inmediatamente inferior.
En definitiva: más que relaciones de amor, lo que vivimos son deforestaciones afectivas en torno a una persona a la que consideramos pareja.
Sólo obviando el recuerdo de cada una de las barreras afectivas que hemos creado o encontrado para defender nuestra relación de pareja o para no perjudicar otras, podremos pensar que el amor es una dinámica afectiva cordial.
Pero si resultara insuficiente para someter al amor a reconsideración, dispondríamos aún de un hecho mucho más persuasivo, por ser mucho más inaceptable. El amor, lejos de ofrecerse a las personas de manera indistinta e igualitaria, establece una jerarquía arbitraria pero estricta que convierte a unos cuantos en privilegiados consumidores perpetuos de sus mieles, a muchos en famélicos obsesionados, que deben conformarse con lo mínimo para su subsistencia afectiva, y a demasiados en desterrados completos, apartados del más mínimo contacto con lo que parece unánimemente reconocido como la causa de felicidad más importante que conocemos.
Si miramos con valentía a nuestro alrededor veremos que el amor nos somete a una discriminación de clase transversal a la económica, rodeándonos de unos pocos privilegiados y de un gran número de desgraciados, avergonzados de su fracaso e, incluso, de su sufrimiento.
Que un mecanismo tan universal chirríe de esta manera, y que su chirrido resulte, a pesar de todo, inaudible para una parte mayoritaria de la sociedad, parece el cuadro sintomático de una patología muy concreta y muy conocida: el sistema.
Si el amor no nos funciona y, a pesar de ello, defendemos su prestigio y asumimos con alegría su opresión, es porque alguna otra función debe de estar desempeñando, seguramente mucho más importante.
No dispongo aquí de espacio suficiente para desarrollar mi tesis al respecto, de modo que sólo la indicaré: el amor es la ideología que permite al sistema persuadirnos para realizar el trabajo reproductivo en el tiempo que nos deja libre del trabajo productivo. Esta optimización de nuestra fuerza productiva sería difícilmente alcanzable sin una maquinaria demagógica que nos convenciera sistemáticamente de que lo mejor que todos y cada uno de nosotros podemos hacer con nuestra libertad es construir una familia. Al amor le importa muy poco cumplir con lo que nos promete a nosotros. Su cometido se origina en otro lugar, y lo lleva a cabo con ejemplar eficacia.
Los cambios socioculturales de las últimas décadas han obligado al amor a adaptarse. El ateísmo, el feminismo o la revolución sexual han forzado al amor a flexibilizar su discurso. Hoy es un junco dramáticamente inclinado que, sin embargo, nos sigue conduciendo, sorprendentemente, a la misma vieja raíz reproductiva y socialmente atomizadora.
Es esta raíz la que debe ser eliminada si queremos poner nuestras relaciones al servicio de nuestra felicidad, y no a nosotros al servicio de unas relaciones que, como hemos visto, beben de fuentes muy insanas.
Con este fin nace la agamia.
La agamia es un modelo de relación aparecido el 1 de enero de este año 2014. Su presupuesto principal, aquél que le da nombre, es la renuncia a establecer el “gamos”, o vínculo matrimonial que, en nuestra cultura, recibe un sinnúmero de nombres englobables todos bajo la categoría de “pareja”.
Así, la agamia sería el libre crecimiento del conjunto de las relaciones sociales del individuo, una vez que éstas no son coartadas por la relación de pareja. La agamia entiende la vida socio-afectiva del individuo como un entramado que va creciendo e intensificándose a lo largo de su existencia, estableciendo lazos cada vez más ricos y sólidos con el entorno.
Factor clave constituyen las relaciones sexuales, que son para las parejas “gámicas” el sacramento fundacional. La pareja queda establecida por la relación sexual misma. Tras ella podrá empezar a utilizarse el lenguaje del amor. Tras ella se habrá firmado un contrato consuetudinario que cualquiera de los miembros de la pareja podrá reivindicar en su camino hacia la formación de una familia. Vivimos el sexo como un símbolo del plan familiar o de cualquiera de sus sublimaciones contemporáneas.
La agamia libera al sexo de esta función sagrada y lo devuelve al uso cotidiano, reintegrado con el resto de las actividades y diversificado libremente según el criterio personal. Lejos de trivializar el sexo, la agamia trascendentaliza las relaciones, cuya importancia no depende ya de su componente sexual. El amor sexualizaba nuestras relaciones, confundiendo y frustrando con ello nuestra vida afectiva y sexual. Para la agamia “relacionarse es relacionarse”, es decir, no un sinónimo de sexo.
Pero en una cultura cuyo ámbito privado está dominado sin resquicios por la ideología del amor, un modelo alternativo de relaciones se enfrenta con una importante cantidad de aparentes paradojas cuya resolución le conviene manejar con soltura.
A este fin se especifican para la agamia ocho presupuestos ideológicos, que son también líneas de reflexión, desarrollo y experimentación, y que pueden enunciarse así:
-Renuncia al amor.
La agamia entiende el amor como un subsistema ideológico que sirve a los intereses patriarcales y de clase. Tras su promesa de felicidad, espera la esclavitud psíquica y social.
-Reivindicación de la razón.
El dogma transversal utilizado en toda democracia que se desea convertir en sociedad de la desinformación es la sustitución de la razón consciente por la intuición, que acaba siendo pura voluntad sensual. Recuperar la razón es recuperar la libertad. La agamia devuelve el corazón a la caja torácica y pone al cerebro al volante.
-Reivindicación de las relaciones éticas.
“En el amor como en la guerra” no debería ser un aforismo que nos liberara de responsabilidad, sino el que nos abriera los ojos sobre la depravación moral del amor. Desde el momento en que el amor empieza a asumir responsabilidades al nivel de cualquier otra forma de relación social, deja de ser amor.
-Abolición del género.
Aunque sea un concepto profundamente desprestigiado, poco importa si mujeres y hombres presentamos diferencias sustanciales. Lo único que verdaderamente nos concierne es que las diferencias, sustanciales o no hoy, deben dejar de serlo. El género o el sexo son categorías tan triviales que dan absolutamente igual.
-Sustitución de la sexualidad por el erotismo.
La sexualidad es esclava de la reproducción, de la expresión de afecto, de la fusión espiritual y, sobre todo, de la objetualización posesiva. Soltemos todo este lastre y, si algo queda, veamos en qué consiste.
-Sustitución de los celos por la indignación.
Los celos son la cárcel del amor. Sin encontrar escapatoria, cualquier paso es imposible. Sobreponerse por la fuerza es algo que sólo puede lograrse en situaciones de privilegio. Sólo entendiendo cuándo nuestra indignación es justa y cuándo es injusta, podremos transformar una emoción ineficaz en una importante herramienta de socialización.
-Redefinición de la belleza según criterios libres y justos.
No es cierto que los criterios de belleza sean imposiciones naturales, como no es cierto que el oro sea más hermoso que el cobre. Determinamos nuestro gusto según funcionalidades que manejamos de modo consciente o inconsciente. Si nos hacemos cargo de ella, veremos como algo hermoso lo que es bueno, precisamente porque es bueno.
-Sustitución de la familia por la agrupación libre.
El más mezquino de los argumentos a favor del amor es que no hay otro medio que la pareja tradicional para lograr compañías estables y pactos de crianza. Las figuras “madre” y “padre” son arbitrarias y generalizables bajo la categoría de “tutor” o “tutores”, y éstos pueden ser quienes quiera que se comprometan a satisfacer las necesidades de los hijos. En cuanto a la compañía, de cara al final de la vida, hay que recordar que al menos uno de cada dos monógamos muere viudo y solo.
La agamia no es una utopía: ante todo es una declaración ideológica. Ser ágam@ no implica ejercer de ágam@, porque el trato con otr@s y con nuestro propio contexto establecerá límites. Pero la comprensión de esos límites, así como la extensión del consenso alrededor de los principios de la agamia, hará accesible su superación. A diferencia de la adhesión a una ideología política utópica, la agamia no se vive a la espera de una gran transformación, sino construyendo cotidianamente esa transformación en torno nuestro.
Ser ágam@ es ir desarrollando las ideas, herramientas y relaciones que acercan la vida a una vida ágama. Es entender que la eliminación de los lazos amorosos nos permite construir otros más coherentes, integradores y estables; que era precisamente dentro del amor, y no fuera de él, donde estábamos solos.
Brillantes tesis y buenos artículos. Quiero suscribirme. Gracias.
De verdad que a mí la agamia me parece muy bien, yo soy muy abierto para estas cosas, pero bueno, otra cosa es que la gente lo ponga en práctica. A mi santa esposa yo no le voy a decir que si ahora nos lo montamos de agamia y tal, bueno, es que me mata, y aunque la familia nuclear no sea una garantía de felicidad (nada lo es) peor es que te pidan el divorcio. (Con sus correspondientes obligaciones de pago.) Que lo del amor es una trola cultural, bueno, sí, pero yo a estas alturas me arreglo para una convivencia más o menos armónica y apañada dentro del viejo modelo familiar.
Supongo que después de todo, que me corrija quien mejor sepa, las relaciones entre personas para la actividad sexual y la agrupación social dependen tanto de factores culturales como económicos, y si hemos de creer a Marx, únicamente de los económicos. Me da un poco la impresión de que la teoría de Israel, perfectamente respetable, es reflejo de la inseguridad y precariedad económica actual, que no permite a los jóvenes hacer planes a largo plazo, lo que determina su manera de vivir la sexualidad. No es que yo quiera defender el modo clásico; solo planteo que esta precariedad determina la pulverización de las relaciones de larga duración y también la formalización de una filosofía que las justifique.
Lo que resulta muy molesto de nuestra especie es que las crías requieren un plazo muy muy largo para desarrollarse correctamente, madurar y aprender a valerse por sí mismos. Por lo general, es un proceso que requiere paciencia, cariño y estabilidad. Mi adorada esposa, especialista de la escuela primaria, te puede decir lo desorientados y descarriados que están los niños procedentes de familias postdivorciadas o con revoltijos de mayor complicación. Que sí, que está muy bien que cada uno haga y deshaga libremente, pero luego lo acaban pagando los niños. Que se crían, sí, pero con graves carencias. Y las familias monoparentales, pues, qué quieres que te diga, también me parecen muy bien, pero muy achuchadas en cuanto a recursos; tanto que es extraordinario que además no sean monofiliales. De las familias homosexuales no tengo nada que objetar; después de todo le ponen más intención e interés a la descendencia y al cuidado de los hijos que muchas parejas heterosexuales. Pero atención, que también las parejas homo sufren todas las ataduras y neurosis de parejas que ataca el concepto agamia, y les gusta jurarse amor eterno y boda vestidxs de blanco con flores y tal.
En conclusión, que agamia está muy bien, siempre que tengamos claro que aplicarla conscientemente supondría un recorte radical de los nacimientos. Si eso es bueno o malo, yo no sé qué deciros (si se les pregunta a los del FMI te dirán que sobra gente, oye). Pero bueno, eso que lo decidan los que todavía no han llegado a la edad núbil. Yo ya no estoy para andar buscando nuevas parejas, por mucho que insistan en la publicidad de Meetic y similares.
Amigo Israel, recibe un abrazo de ágape, con abolición de género, pero sin mariconadas, que decía Torrente. A tu disposición.
Querido Jaime (y señora, en caso de que a ella llegara):
Es clave evitar la dicotomía traumática entre la agamia y el gamos.
La obligación por el pronunciamiento es una característica, precisamente, de los modelos gámicos, y un mecanismo de los mismos para comprometer al individuo en su seguimiento.
La agamia no obliga a ser ágamo de una vez por todas, pues no se utiliza el recurso de una identidad sexual que descubrir en nuestro yo profundo y que debemos seguir por imperativo biológico. Nuestra vida es más o menos ágama, o lo es mucho, bastante, o muy poco. Hay que decir que difícilmente lo será nada, pues la monogamia completa, como la agamia completa, no tiene precedente histórico. Y de nuestra participación en la agamia da también cuenta nuestra opinión sobre la misma. No es un atrevimiento decir que se es más ágamo si la agamia parece muy bien que si la agamia parece muy mal.
La siguiente pregunta es: ¿se quiere ser más ágam@? Pero esta misma pregunta, tolerante con la distancia adaptativa entre pensamiento y vida, es pertinente no ya a cualquier ideal, sino a cualquier atributo de nuestra vida.
Puede ser que la agamia sea fruto de una tesitura socioeconómica. Pero su vocación no es dar soluciones a los inadaptados de esa tesitura, sino ofrecer un modelo contextualizado, universalmente válido y adaptable. La inadaptación sería su detonante, no su fin.
Es seguramente debido al par pareja-relación esporádica que las respuestas alternativas a las parejas son entendidas como ataques desde la sensibilidad de la relación esporádica, y que parecen amenazar no sólo a la tradición sino a la estabilidad misma de las relaciones, sean cuales sean. Sin embargo, un análisis detenido nos mostraría un mapa no sólo poco sincero, sino poco estable en nuestras relaciones. La agamia es, entre otras cosas, una apuesta por la estabilidad en la que el fundamento de la misma pasa del afecto a la elección libre y racional.
No soy quién para poner en duda la experiencia profesional que citas. Sí constato que los estudios realizados ofrecen siempre conclusiones en función del sesgo ideológico previo, y que contra el argumento de la desestructuración emocional del menor de tutores separados se esgrime el del grave perjuicio que constituye la conservación de una pareja opresiva. Si la razón para formar parejas es sólo (que lo es, en realidad) la crianza, entonces el único requisito debería ser, y entiendo por el ejemplo de la pareja homosexual que estás de acuerdo con esto, la garantía de dos sueldos. Comparto esta opinión, pero pienso que nos enfrenta radicalmente con la pareja tradicional, para la que la garantía es sólo un determinado estado emocional, y que rechaza, por ejemplo, las asociaciones de crianza no fundamentadas en la unión amorosa de dos personas.
Un fuerte abrazo.
También yo tengo problemas con el “ser o no ser, esa es la cuestión”. Porque si “ser” ágamo no necesariamente lleva a “ejercer” de ágamo, no entiendo muy bien que sea serlo, entonces. ¿Se actúa como un infiltrado, a la vez que se lleva una vida convencional? ¿se guarda la agamia como un último recurso, a la manera de puerta de salida de una relación en la que ya nos hemos implicado demasiado? ¿es como casarse por la iglesia pero dejando muy claro que lo que se es, de verdad, es ateo? ¿cómo le digo a un hijo que aunque ejerza de padre, en realidad no “soy” más que su tutor, para colmo indefinido de género? Me parece que, ya que se es, se es a machamartillo -es lo que tienen las identidades…-, y por tanto se cae en las dificultades sociológicas que señala Jaime. Aclárame, por favor…
Aparte, la referencia al ágape me parece muy oportuna, en lo que tiene de nueva fraternidad trans-política, y, buscando acerca de Agamben rememorando a San Pablo, encuentro este artículo en la red que abre muchas perspectivas aunque no sea precisamente fácil de leer:
http://www.foroellacuria.org/JAZam/JAZam-Texto52.pdf
…que maravillosa ingenuidad. Qué demostradamente inútil contra la naturaleza humana…
Como explica Óscar mucho mejor que yo, el concepto “naturaleza humana” puede perfectamente ser el más frecuentemente utilizado por el pensamiento conservador frente a cualquier amenaza contra sus privilegios. Se dijo que la naturaleza humana hacía inferiores a negros y a mujeres (y la frenología lo demostraba), a judíos y a neuróticos, a genios y a campesinos.
Por lo demás, el uso de este argumento siempre ha llevado, y ocurre ahora de nuevo, la semilla de su derrota, pues constituye el reconocimiento de que otra naturaleza sería más deseable. Frente al desprestigiado concepto de “naturaleza humana”, el de “cultura” pone en juego la libertad de cambiar el entorno en el que se realiza esa naturaleza y, con ello, la naturaleza misma.
Se dirá que la agamia es “antinatural”. Pero es que eso se ha dicho prácticamente de todo. Es poco más que una muletilla.
Gracias….
El amor mueve el mundo desde que existe, porque el amor es energía magnetica. Lo que lo vuelve posesivo es el ego, no el patriarcado ni el sistema. Todo es amor y todos somos amor. Incluso el odio, es amor.
Amor es el equilibrio que sostiene a los planetas dando vueltas sin salirse de la órbita.
La razon está muerta. Llegó el tiempo de amar.
http://fetish.cl/magazine/sexo-y-energia-la-explosion-del-extasis/
Sigo con lo mío y pienso que tal vez lo más sabio (a la par que postmoderno, con lo mal comprendido que está eso), sea lo contrario: ejercer pero no ser. Ejerzo mi profesión, pero, desde luego, no la soy. Ejerzo mi paternidad, pero no se me puede pedir que me defina enteramente en ella, etc. Oponer un no-ser a cada una de las identidades socialmente configuradas es la liberación buscada, tanto actual como potencialmente, y verifica parcialmente la a-gamia a la que te refieres. Por eso me cuesta admitir que otra identidad, u otro modo de subjetivación, pueda romper con alguna ganancia con las subjetivaciones previas, lo cual, por otra parte, es también mi problema teórico con los feminismos. Se diría no más que cambiar de cadenas, o de herrero que te fabrica las cadenas. Sin embargo, constantemente ejercer, sin necesariamente ser, no niega nada a la prácticas compartidas, todo lo contrario…
De otro lado, y por lo mismo, no me parece que esta propuesta vaya en contra de ninguna demostrada naturaleza humana, de nuevo una identidad puesta por el que sostiene el discurso -y cuando se habla de “demostración”, estamos ante el discurso del experto. Demasiadas veces en el pasado se ha apelado normativamente a esa esencia que poco después a resultado no estar en ninguna parte, en cuanto alguien innovador ha logrado generalizar un estilo de vida distinto.
Pienso que creamos un problema si nos preocupamos por la coherencia ideológica más allá de la coherencia en general.
La agamia no es un discurso autoritario, de modo que no exige el cumplimiento de unos principios para poder pasar una barrera que otorgue una categoría que dé acceso, además, a determinados privilegios exclusivos.
La participación en la agamia se define, como todas, en el terreno del “más” y del “menos”. Se es más o menos ágamo en cada comportamiento, incluyendo el pensamiento como una categoría particular de aquél. Y se es coherentemente ágamo en la medida en que acciones y circunstancias conserven una unidad de sentido.
Tal vez sea propio de la agamia, eso sí, frente a los modelos gámicos, el ser consciente de esta ausencia de disciplina. La agamia es una propuesta radical, y no un dogma, es decir, es profundamente real en su condición de alternativa, pero libre en la determinación racional de su aplicación.
Cada una de las situaciones particulares que planteas merece una respuesta particular y, a ser posible, contextualizada, y ajena a la preocupación de quedar dentro o fuera de la agamia.
Que determinados discursos transmitan la exigencia de la militancia extrema para dar el carnet de la ideología en la que se encuadran, ya sea feminismo, marxismo o cualquier otra, nada tiene que ver con el problema formal de la descripción de la participación o pertenencia a dicha ideología.
Pero también es importante recordar que la magnificación de las dificultades es una forma de resistencia inconsciente, es decir, un obstáculo entre lo que pensamos que debemos y podemos hacer, y lo que queremos poder hacer. La psique existe, y es compleja. Si las resistencias no existieran, ya seríamos coherentes y, en ese sentido, perfectos.
Me gusta, sí: identidades blandas. Y me recuerda a lo que Vattimo llamaba -nada peyorativamente- pensiero debole. Gracias.
“ha resultado” con “h”, claro.
La agamia como propuesta tuya quizá nació en la fecha que dices, pero proyectos similares ha habido muchos en épocas anteriores, como los falansterios de Fourier, la comunidad Oneida de John Humphrey Noyes, el Walden 2 de Skinner o los proyectos de “comunas” de los años 60. En todos ellos se estigmatiza el sistema existente con argumentos más o menos fundamentados y se ofrece una alternativa idílica basada en una legitimación ideológica que suele funcionar como un sistema de creencias cerrado en el que puede afirmarse cualquier cosa porque no se admiten objeciones científicas ni apelación a hechos objetivables, ni de ningún otro tipo de conocimiento empírico porque, ya se sabe, esos son argumentos o “relatos” del “sistema” y se da por hecho que el ser humano es sólo “cultura” y por tanto puede construirse y deconstruirse a su antojo sin tener en cuenta factores biológicos o de naturaleza. Un extremo de un dualismo que lleva evolucionando muchos siglos y que en otras ocasiones se ha deslizado al otro polo para apelar a la naturaleza como legitimación de las mismas cuestiones por otras ideologías. Un debate bastante superado en sí mismo con los conocimientos actuales donde se sabe que interaccionan múltiples factores biológicos y ambientales y que no somos exactamente una “tabula rasa”.
A lo largo de la historia y también transculturalmente el ser humano ha formado familias de distinto tipo, desde distintas formas de poligamia a diversas formas de familia nuclear tratando de cubrir funciones esenciales que tienen que ver con la subsistencia de la especie, como son la modulación de la competencia sexual, la reproducción, el apoyo afectivo, la endoculturación o la división del trabajo. En el mundo actual conviven muchas formas de relacionarse impuestas con mayor o menor vigor a los individuos en los distintos grupos sociales. No todas han tenido el mismo éxito evolutivo ni en todas los individuos tienen las mismas posibilidades de elección ya que fluctúan los márgenes entre la predominante búsqueda de un orden social y de una mayor libertad individual. (Aquí http://homepage.psy.utexas.edu/HomePage/Group/BussLAB/publications.htm pueden leerse artículos de David Buss sobre aspectos evolutivos transculturales del deseo).
Algunos conceptos básicos sobre el amor y el erotismo los escribí aquí http://hyperbole.es/2013/03/amor-y-erotismo-en-deseo-peligro-de-ang-lee/ y también pueden leerse en “La llama doble” ahora que es el centenario de Octavio Paz. Es verdad que el amor como legitimación de la pareja posibilita un gran sistema de significación y posibilidad de felicidad para los individuos pero también es cierto que tiene muchos problemas y está en constante evolución. Saber amar, el “Ars amandi”, por otro lado, es algo que debe aprenderse, conquistarse individualmente desde las posibilidades psicológicas o culturales, lo que no es un reto fácil. Muchas veces se puede vivir como una ideología tremendista o casi religiosa que hace invivibles las posibilidades reales de relación o pueden darse todo tipo de problemas. También influyen en ello muchos otros factores incluido el propio azar .
Pero es inexacto ligar el amor necesariamente con el estereotipo negativo de pareja patriarcal. El “amor entre iguales”, la posibilidad de que un hombre y una mujer (en caso de parejas heterosexuales) inevitablemente sexuados se elijan a partir de su deseo, influido por múltiples factores culturales y evolutivos, sin pensar en ninguna otra “conveniencia” y el que tengan la posibilidad de separarse cuando se termina ese amor si así lo desean, apenas tiene un siglo de historia y ha supuesto un grado de libertad individual del no que se disfruta en todas las sociedades y que ha día de hoy es un derecho humano. Ha sido el resultado del desarrollo económico, la emancipación de la mujer y de muchas cosas más. Ha evolucionado también en este siglo con parejas más o menos abiertas pero actualmente supone la mayor expectativa de independencia del entorno externo, de intimidad emocional y refugio contra las inclemencias de la vida que ofrece nuestra cultura.
En el artículo se hacen afirmaciones que simplemente no son ciertas. Decir que es irrelevante el sexo de las personas (o que puede abolirse) o la reproducción en las sociedades humanas es algo que no se sostiene en una especie marcada por la importancia del éxito reproductivo de las diferentes alternativas de organización social. De todo esto hay abundante bibliografía. El deseo, la diferentes estrategias de encontrar parejas vienen muy marcadas por condicionamientos evolutivos aunque aunque pueda haber varias que puedan serlo. Decir que hay que sustituir la sexualidad por el erotismo es no decir nada. Forman parte de la misma realidad, el hecho sexual humano y ambos conceptos nacen del deseo sexual biológico y de los significados que le atribuimos lo que determina nuestras preferencias y conductas pero siempre ligadas a la posibilidad de elección de lo deseable. (En http://www.sexologiaenincisex.com/contenidos/kiosko/articulo_n.php?id=15&cat=1#II.%20%20El%20hecho%20sexual,%20objeto%20de%20la%20sexolog%EDa
puede encontrarse un pequeño resumen de la teoría de Efigenio Amezúa).
Todo esto hace que tratar de visualizar lo que propones, verlo como una alternativa viable y deseada por las gentes sea realmente difícil. Aún así me ha parecido muy interesante tu artículo por la valentía de plantear una alternativa radical a la familia o pareja basada en el amor y posibilitar un debate que es muy necesario incluso si se está de acuerdo con ella. Sobre todo esto hay mucho conocimiento y experiencia histórica . Porque ha llovido mucho y hay que analizar las causas de por qué este sistema de organización (la familia en sus diversas formas) ha sido tan plástico y con tanta capacidad de adaptarse a los cambios sociales si es que se quiere sustituir por otro que, al menos, pueda convivir con él.
Agradezco el comentario y la abundantísima documentación, que recopilo y guardo con la intención de hojearla despacio. Contestaré obviándola de momento allí donde crea que mis razones no quedan por ello demasiado debilitadas.
Sólo conozco algunas de las utopías que mencionas, y en ninguna de ellas se propone o lleva a cabo lo que considero la estrategia clave de la agamia, esto es, la unifiación de todas las relaciones en una sola categoría, de modo que éstas dejen de estar condicionadas por el sexo como elemento decisivo. Allí donde la propuesta se ha acercado en alguna medida, el amor ha seguido protegiendo la irracionalidad afectiva que, por conservarse, abocaba irremisiblemente a la recuperación del gamos más tradicional.
Es cierto que la novedad presenta la ventaja de ser irrefutable porque carece de comprobación empírica, pero salta a la vista que ese razonamiento no nos puede conducir al escepticismo frente a ella, máxime en el caso de la agamia, dotada de la ventaja de una notable maleabilidad y adaptación al sistema, dado que puede nacer y casi alimentarse de él de una forma paulatina. La dicotomía revolucionaria del cambio total o el inmovilismo absoluto es un error especialmente innecesario aquí.
Y, hablando de dicotomías, encuentro muy pertinente la aclaración sobre la ya superada entre el condicionamiento biológico y la tabla rasa cultural. Quiero matizar, a este respecto, que la relación entre la biología y la cultura no es la de dos fuerzas simétricas entre las que se sitúa nuestra realidad. La cultura está marcada por el factor superador de la libertad. La libertad permite encarar el condicionamiento y reajustar su papel mediante decisiones creativas.
Así, es evidente que desde el punto de vista descriptivo anatómico, impulsivo, etc, el género es un factor determinante en algunas circunstancias. Pero es juicio ético el determinar que debe ser irrelevante y, por lo tanto, será convertido en irrelevante mediante el ejercicio de la libertad. Cuando digo que el género es irrelevante lo hago del mismo modo que decimos hoy que la raza es irrelevante. Es evidente que en otro momento no lo fue, pero queríamos que lo fuera porque lo juzgamos lo más justo, y hemos avanzado notablemente para conseguirlo.
Hay algo clave en lo que no puedo estar de acuerdo, si es que te entiendo bien. Hablas del amor como un hecho cultural disperso, de múltiples formas y orígenes, y con funciones útiles que deben ser ponderadas. Es lógico que todos los ámbitos del sistema desempeñen una función en la dinámica del mismo, y que muchos de ellos desempeñen funciones que sean imprescindibles para los individuos subsumidos en el sistema. Si el amor desapareciera repentinamente de nuestra vida se produciría algo así como un shock civilizatorio. Pero no buscamos describir el sistema con el fin de reforzar su subsistencia, sino de localizar las claves que permiten su transformación. El amor es una de esas claves, tal vez la que se conserva más a salvo; también tal vez, y por eso, la que lo explica de un modo más cristalino. Nuestro amor es un fenómeno contemporáneo, no cabe duda, producto evolucionado de amores pasados y circunstancias nuevas. Pero a la vez es un todo cohesionado en forma y orientación por las fuentes ideológicas del sistema (medios de comunicación, discursos oficiales…), como lo son, por poner otros ejemplos, la educación o el patriarcado, y su película protectora, su careta, debe ser rasgada como lo ha sido la de estos otros subsistemas.
En cuanto a la sustitución del sexo por el erotismo, me refiero al concepto desarrollado aquí como actividad sensual en la que prevalece el sentido del tacto, coherente con los presupuestos de la agamia.
Un saludo, y gracias de nuevo por un comentario tan detallado.
cuando decía “aquí”, me refería a aquí:
http://www.contraelamor.com/search/label/AGAMIA_6%20sexo
¿tan mal te fué (Israel)?? la primera mitad de tu artículo no dice nada y el resto es, apenas, una bola de argumentos clara y exclusivamente basados en apreciaciones personales sobre lo que son las relaciones de pareja, bajo la lupa desde luego, de quien no ha podido sentir que sus expectativas sean satisfechas ni un poco; lo cual no es del todo malo, de ahí mismo han surgido un gran número de canciones y poemas sobre lo mucho que apesta el amor.
Eres tan hedonista que prefieres creer que el amor es una idea, y además innecesaria, con tal de no tener que padecer ningún esfuerzo o molestia. Es cierto que la sociedad impone pautas y patrones de comportamiento de los que no se salvan las relaciones de pareja (que no el amor) pero eso tiene casi muy poco que ver con el amor. Para empezar, porque el amor no es una ideología en sí mismo, es por principio un sentimiento y después un concepto, uno muy complejo, tanto que poca gente lo entiende, los demás lo condenan, como tú. El amor es algo tan abstracto y tan basto, que no es exclusivo de la pareja y al no serlo resulta difícil exiliarlo de nuestra existencia en grupo, con todo y la ausencia de etiquetas, o de compromisos morales o éticos que pudieran acordarse. Salvo claro, que seas un psicópata (en el estricto sentido de la palabra) incapaz de sentir empatía por nadie (y no digo que la empatía se convierta forzosamente en afecto pero sin ella no hay lo segundo).
Lo que mucha gente no entiende es que los conceptos torcidos que se han generado sobre el amor (pérdida de la individualidad e independencia, de libertad y hasta de oportunidades) nada tienen que ver con el verdadero amor. El amor es un acto libre que requiere compromisos mínimos (los que se deberían tener con cualquier ser humano) y mutuos, es en esencia, saber compartir, y disfrutar la experiencia de crecer en compañía. El amor es libertad.
Las relaciones de pareja bajo la forma de cualquiera de los paradigmas o esterotipos que hayas dibujado en tu cabeza mientras escribías, son como la religión, una mera interpretación bajo diferentes juicios de valor, que las personas le han dado. El amor es otra cosa, cuando lo experimentes lo sabrás. Tal vez no has encontrado a alguien que comparta tu concepto de una pareja (existe, sí). Y si te quieres quedar solito también está bien, es tu libre elección (y la de todos).
Gracias por leerme, esto es sólo mi opinión, espero no lo tomes a mal.
No lo entiendo. ¿Qué necesidad hay de abolir el amor? La agamia es compatible con el poliamor.
A través de la conservación del amor, el poliamor conserva el “gamos” (en realidad se trata de una “poligamia verdadera” aplicada a ambos géneros, pues las relaciones son más integrales que sexuales), ausente ya en la agamia, y éste constituye la fuente principal de sus conflictos.
La mayor debilidad teórica del poliamor es la carencia de una estrategia eficaz frente a los celos. Pero no hay estrategia eficaz dentro del “gamos”, porque éste implica la asunción de un modelo de relación que se impone a la realidad misma, y que la sobredimensiona, conduciendo consustancialmente a la decepción, que será interpretada como traición, y a la que acompañará el complejo emocional de ira, miedo, tristeza y culpa que conocemos como “celos”.
coincido con ud.: todo el artículo no es más que una declaración de imposiciones tan tontas como imposibles. puede el interesado -que debe tener unos 12 o 13 años- ir con una libretita y anotar de los transeuntes los acuerdos de convivencia y listo, este para esto, aquella para lo otro, todos juntos o algunos de vez en cuando y decirle ¡ojo que si alguien se enamora se queda solo ¿?! y etc. etc. ¿que fácil. eh? me ha dado pena la simplificación y la ingenuidad de la “propuesta”.
Me gustaría aportar al debate las reflexiones de Mercedes de Francisco en su libro “Un nuevo amor”:
“Cuando se quiere hacer una revisión sociológica sobre el amor en la actualidad aparece, por un lado, la confusión entre sexualidad y amor, y por otro, entre amor y matrimonio”. Ella es psicoanalista en la vertiente lacaniana.
El psicoanálisis ha sido y es uno de los campos que más se ha interesado por el amor y lo ha hecho objeto de estudio desde una perspectiva muy poco o nada ingenua.
El psicoanálisis advierte de una falta de armonía ineludible entre hombre y mujer. Lo que los hombres se juegan en la sexualidad y lo que se juegan las mujeres es distinto. Esa diferencia radical es la que hace imposible la complementariedad. Es lo que Lacan quiere decir con la famosa frase “La relación sexual no existe”. A pesar de ello las relaciones siguen siendo posibles por los lazos amorosos. Es el amor lo que permite este lazo. Lacan nos dice que el amor es la suplencia de esta inexistencia.
Es interesante la lectura de:
http://www.revconsecuencias.com.ar/ediciones/010/template.asp?arts/Variaciones/Amor-liquido-Un-nuevo-amor.html
Siendo grosso y solamente mental, podría apenas opinar sobre tu artículo como “que boludo este sujeto”.
Siendo un poco mas gentil te podría decir que tus argumentos sobre el amor son totalmente inmaduros, porque no has llegado a entender que atras de la palabra “amor”, existen ciertas propiedades que se deben cumplir. La primera, es que del amor no se sirve, se da y cuando se da se quita algo de uno mismo por lo que el principio del amor es lo contrario al egoísmo. Nunca te sentiras amado a no ser que alguien te haga sentir amado. Por lo tanto, esa persona hizo algo para ti no para ella misma.
Piensa un poco sobre eso. nunca vas a poder sentir amor, puedes sentirte feliz, triste, enojado. Quiere decir que puedes “decir”o pensar … “me siento feliz”, “me siento triste”, pero nunca, nunca puedes decir “me siento amor”. Lo que si puedes decir es que te sientes amado, cuando alguien te hace sentir así…. esa es la segunda condición. Alguien voluntariamente a través de una acción voluntaria te da algo tan valioso que te “hace sentir amado”. Ahí viene la tercera condición. La persona esta libre para hacer esa entrega amorosa para otra persona.
Piensa en esos tres principios:
1.- El amor nace de abandonar el ego, de lo contrario la persona que da amor no daria nada.
2.- El amor no es un sentimiento, no te sientes amor, te sientes amado por alguien.
3.- El amor es voluntario, no es una costumbre social, ni un mecanismo oscuro de cualquier modelo social. Es el acto voluntario e individual de una persona que te dará ese momento especial en tu vida que puedes llamar “me senti amado”
Primero trata de entender esas tres características para que te cuente lo que es el amor conyugal.
Espero que mis palabras entren un poco atras de tu mente, en aquel lugar que llaman conciencia, corazón, alma, escénica, espiritu y te haga recordar algún momento de tu vida en el que te sentiste amado… cuando recuerdes lo que la persona dejo de hacer para si misma, cuando analices en detalle que esa persona no lo hizo por una obligación social y si porque fue un acto voluntario, ahí volveras a encontrar el verdadero significado del amor.
parafraseandote, Siendo grosso y solamente mental, podría apenas opinar sobre tu comentario como “que boludo este sujeto”.
Si Lacán entendía que la relación sexual no existe, entonces nos apiadamos sinceramente por Lacán…
Y, vaya, Rafa, parece que el Amor actúa igual que la Televisión…
Hola Israel, que estamos condicionados social-y culturalmente y que nuestras expectativas de pareja estan condicionadas o “programadas” no lo pongo en duda, totalmente de acuerdo. Pero en este planteamiento se intenta resolver un tema emocional exclusivamente desde un punto de vista intelectual (como dices, esta en un momento de desarrollo teorico ), es decir desde la logica, y esto, lejos de enriquecer limita nuestra experiencia vital. Como ser humano quiero vivir lo que soy en cada momento, con o sin pareja. Por supuesto que la logica es necesaria para tener un discernimiento, pero regirse exclusivamente por el intelecto quita profundidad a la vida. Puede en este momento se nos haya llevado a una confusion entre amor y pasion. Probablemete primero uno tiene que entender que es el amor hacia uno mismo para no confundirlo luego con apegos o dependencias emocionales en la pareja. El amor es generoso y alimenta el alma del que lo da, ese es su fruto. Pero quiero decir que con plantemientos sobre el “Amor Universal” que justifican el “amor libre” tampoco puedo estar de acuerdo. Tambien es responsable y comprometido, con el otro y con uno mismo.
Sorry, se ha enviado solo el mensaje, antes de que pudiera acabar.
Solo corregir la ultima frase>
El amor es responsable y comprometido, con el otro y con uno mismo.
Habría que preguntar por qué atribuimos al intelecto y a su herramienta más característica, la lógica, el limitar nuestra experiencia vital. En mi opinión se trata sólo de un prejuicio inculcado por el sistema cultural, que ha identificado desde hace tiempo la fuerza de los oprimidos con el desarrollo de su razón. La guía de la razón, y no la del apetito, al que atribuimos el nombre más amable de “emoción”, es el camino único de la libertad, dado que es la única que discrimina lo verdadero de lo falso.
Pero restablecer la jerarquía adecuada no significa obviar las emociones, sino devolverlas al papel de indicadores y motores que sí pueden desempeñar. Cuando utilizamos el lugar común crítico “regirse exclusivamente por el intelecto” estamos, en realidad, caricaturizando el funcionamiento del pensamiento y desacreditando su condición de representante psíquico de la justicia. Cualquier simplificación es burda, pero podríamos decir que las emociones informan y actúan, y la razón decide las actuaciones en función de la información. No es casualidad que consideremos esa decisión como el momento clave del proceso, y que otros quieran apoderarse de ella.
En cuanto al uso que haces del término “amor”, debes entender que hablas de un amor que tú mismo defines, pero que en ningún caso es el amor como nuestra cultura lo conoce, que es el que yo critico. Desde esa conciencia tendrás que decidir si verdaderamente quieres articular una propuesta de amor propia, adscribirte al amor tal y como lo conocemos, o negarlo de modo radical.
Voy a llorar
Está complicado. Supongamos que yo quisiera evolucionar a la agamia. Me detengo a pensar en las personas que me rodean, con las cuales me interesa establecer una relación, no necesariamente sexual, y no las veo con la disposición mínima para entrar en este nivel de juego. El deseo de la exclusividad es muy fuerte no sólo en la pareja sexual, sino en los hijos, por ejemplo. ¿La agamia significaría poner a mi hija en el mismo plano que las demás personas que me rodean? Si así fuera no le daría lo que ella me pide para formarse como una niña feliz, comprendida, atendida. Hay una ecología amorosa. Ese amor que yo le doy a ella necesito sacarlo de algún lado. Por otra parte, pienso que si quiero establecer lazos de igual importancia con las varias personas que me interesan, tendría que imponerles la condición de la agamia. Y eso podría ser una fuente de sufrimiento, para ellas (eso en el supuesto en que yo hubiera podido superar mi propio deseo de exclusividad). De cualquier manera, creo que el artículo ordena una serie de ideas interesantes, pero que el actual estado de infelicidad, de egoísmo e individualismo tienen más que ver con la dinámica política que con la afectiva, y por más que le carguemos la cuenta al amor, o a la agamia, no nos van a crear una burbuja de felicidad adentro de un mar de infelicidad social. Saludos.
Planteas una situación en la que se van añadiendo variables que hacen más difícil cada vez organizar una respuesta, de modo que desmenuzaré de nuevo los supuestos, desde la confianza de que si pasara por alto alguno de importancia no dudarás en señalármelo.
La agamia no es un nivel exigente de “juego”, sino perfectamente libre y espontáneo (la pareja sí es un nivel tremendamente exigente y reglado), de modo que no debería ser difícil establecer relaciones en condiciones razonablemente próximas a sus presupuestos. Otra cosa es que podamos olvidar de un día para otro todos los hábitos y vicios según los que acostumbramos a construirlas. Pero debemos recordar que, dado que la agamia es mucho más económica, es decir, más favorable a nuestras disposiciones espontáneas, el camino inverso, es decir, el de pasar de hábitos ágamos a hábitos gámicos, sería infinitamente más complicado.
Esto en el caso de nuevas relaciones, pero tú hablas de relaciones ya establecidas. Parece evidente que sólo pueden surgir problemas de discriminación (a los que se enfrenta cualquier planteamiento no gámico heteronormativo) o con aquellas personas con las que tenemos establecida una relación ya sexual. ¿Qué se hace cuando tenemos pareja y queremos “agamizarnos” en una u otra medida? Normalmente este paso parte ya de un significativo debilitamiento de la fe en los modelos tradicionales, de modo que los saltos no son tan traumáticos como pudiera pretenderse. En cualquier caso, actuar desde dentro de una relación implica repercutir sobre expectativas ajenas a veces legítimamente construidas (sólo a veces) y altamente variables según la idiosincrasia de la situación concreta (si quieres plantearme un caso particular en privado puedes hacerlo a través de la comunidad de Facebook o del correo del blog).
En cuanto a lxs hijxs, la agamia difícilmente podría justificar la desatención emocional de las personas dependientes. Para garantizar la existencia de compromisos y de protección no es necesario remitirse a una ecología emocional. La moral es una disciplina muy superior para ello. Esto no significa que la agamia no repercuta en nuestras relaciones con nuestrxs hijxs ni, antes la contrario, que esta repercusión implique una precarización de nuestra relación con ellxs.
Fantástico artículo, gracias
te animo a que lo pongas en práctica.
Pensé que era solo yo. Gracias por esta puerta a pensar lo alternativo desde la crítica y desde una visión que nos da herramientas para interpelar a aquello que nos han enseñado que se llama amor.
Estimado/a:
Nunca había leído un artículo tan asertivo respecto a lo que yo pienso del amor. Luego de leer detenidamente sus palabras, debo decir que me siento totalmente identificada. Tengo 20 años, y creo que nunca sentí esa necesidad que comúnmente la gente siente, de encontrar una pareja. A lo largo de mi corta vida, siempre he enfocado mis energías en la productividad, en la inversión correcta del tiempo en los asuntos y aspectos de la vida que aporten a mi desarrollo personal y al de la comunidad en el que estoy inmersa. Para mi, siempre fue primordial dedicarme a crecer como ser humano, y probar nuevas experiencias que me permitieran conocerme, y descubrir mi identidad. Puede sonar egoísta, pero lo cierto es que nunca ni siquiera se me ocurrió incursionar en esa seguidilla de eventos desafortunados que es el amor, como si lo hacían mis amigas. Y sí, hubieron muchos momentos en los que me sentí desplazada, incluso tremendamente inadecuada por no desear lo que todas las chicas deseaban: un novio que las quisiera. Aun más, los comentarios del entorno respecto a mi deficiente , por no decir inexistente, situación sentimental, y la presión que eso provocaba en mi eran de tal magnitud, que incluso me cuestioné algunas veces respecto a mi sexualidad. ¿Será que seré lesbiana? Nunca miré a las mujeres de esa forma tampoco. Simplemente, no había nada en mi ser que buscara algo que una relación romántica pudiera ofrecer. Pasaron los años, y tuve un noviazgo. La relación era estable, el tipo era muy bueno conmigo, todo era adecuado. Sin embargo, todo aquello que las películas, los cotilleos de mis amigas y la sociedad prometía respecto del amor, nunca lo sentí. Lo quería, por cierto, pero como uno quiere a un amigo. Desde esa relación, me di cuenta que no estaba mal ser autosuficiente. Y también despejó mis dudas respecto a la sexualidad. Pues, ¡yo no era asexuada!. Me gustaban los hombres, eso era seguro. ¿Pero por qué todo tenía que ser tan convencional? La sociedad me había convencido de que había que vivir ciertas experiencias para alcanzar la normalidad, que si uno no creía en ciertas cosas, como el amor de pareja o el romanticismo, te estabas perdiendo de algo, y de algo grande. No fue sino hasta que viví esa relación que me di cuenta ¡que no era verdad! Ahora vivo muy cómoda conmigo misma. Podría decirse, que vivo de forma “agámica” desde 2009 jajaja. He amado, y siento que ahora veo a la sexualidad de otra manera, sin presiones de nadie. Luego de leer este artículo he reafirmado mis perspectiva respecto de las relaciones amorosas, y del tan citado “amor”. Al final, siento que lo que hace esto concepto es modificar el curso natural de la vida a beneficio del sistema. Nuestras vidas se mueven en torno a las múltiples relaciones interpersonales que entablamos con individuos en distintos contextos. El romanticismo irrumpe en aquellos contextos como una bofetada que te deja con cierta dosis de locura. Lo mejor es que, luego de que me desprendí de esa presión constante de “emparejamiento social”, pude desenvolverme mucho mejor con el sexo masculino, y entablar relaciones que duran hasta el día de hoy. Encontré a mis mejores amigos, cuyo apoyo y cariño son mil veces mas importantes para mi que cualquier relación amorosa. Gracias por escribir este artículo. Lo cierto es que el amor, es distorsión. ¡Pensemos más con la cabeza!
así de sencillo. así de inmediato. 🙂
te invito efusivamente a que pongas este comentario en la comunidad de Facebook (o a que me des permiso para ponerlo a mí).
muchísimas gracias y enhorabuena por tu sensatez.
“Agamia”
Una de tantas invenciones.
Siempre hay gentes tratando de popularizar sus elecciones. Y siempre habrá opciones para todo y acorde a cada persona. Claro que no todos tienen la destreza idea y tiempo de publicarlo en un artículo.
Ideas sobre cada concepto hay cientos de millones…
Éxito!
Creo que lo expuesto en este artículo demuestra una pérdida total de la espontaneidad y el surgimiento del cálculo económico hasta en nuestras manifestaciones más naturales. Además, estas ideas no tienen nada de nuevo, lean Un Mundo Feliz de Huxley.
Rafa, estoy de acuerdo contigo. Abolir el amor es suprimir la belleza de la entrega, es evitar a toda costa sentirse vulnerable. Es, al fin y al cabo, miedo.
Tengo un ser amado llamado: Juan Manuel Serrano Diaz. Tiene: 22 años. Nacio el 12 de agosto de 1992. Es mi amor verdadero, lo amo, lo quiero y lo adoro mucho como a un novio y esposo, es mi mejor y verdadero amigo, el unico que realmente tengo en mi vida, los demas amigos que tengo no sirven para nada.
me gusta los hombres yo soy madura, muy dificil, no me gusta el acoso de un hombre, ni que toque seno, vagina, no me gusta que un hombre sea: Borracho, Guerrillero, narcotraficante, fumador, Secuestrador, que trabaje en las farc, auc, eln, que no sea maltratador, que no sea inmaduro, que no sea loco psicopata, ni loco, que no sea drogadicto, ni marihuanero, ni cocainero, ni basuquero, que sea maduro, inteligente, leal, sencillo, amoroso, Romantico, Amigable, gordo, obeso de 77 a 110 kilos, que sea fiel, justo, honesto, no sea humillante, no sea ofensivo, no sea insultador, no sea afeminado, no sea marica, no sea infiel, no sea ñero, no sea cuchillero, no sea criticon y no sea griton.
no me gusta que una mujer lesbiana se acerque a coquetearme porque me da rabia y ira, fastidio y estorbo, odio, detesto, le tengo asco, repulsion, ira, rabia, malgenio terrible,son mis enemigos mortales y los odio con todo mi corazon.
Resumo su artículo en dos palabras: pe dante …. lo que pasa es que no se ha enamorado nunca o simplemente está dolido, eso sí las fotografías que ilustran la entrada son muy buenas.
ReEl amor es simplemente producto de una maravillosa adicción al sexo, sentimientos de apego y protección en aquellos momentos del coito, es maravilloso en el momento mientras dura o se mantiene dura, el hombre siempre tiene en su mente hacer el salto del tigre, y la mujer accederá sólo cuando quiera, siempre va un paso adelante.
Uffff qué aridez de artículo por dios…me da mucha pena leerlo porque es un reflejo de todos aquellos que creo que por desgracia no se han sentido amados de verdad..en el sentido “amplio” de la palabra..por tus padres, abuelos, amigos, pareja/s…y que no saben amar incondicionalmente..dar sin esperar a recibir…disfrutar entregándote a otros, haciéndoles feliz..sabiendo que esos seres queridos podrían “romperte” el corazón en cualquier momento, pero que el solo hecho de amarlos hace que la vida merezca la pena vivirla…lo que incluye saber perdonarlos cuando te hacen daño porque también sabes que son humanos…en fin, me da tristeza ver que hay gente que no entiende de amar y de ser amado…de los diferentes tipos de amor…y ya encima si lo mezclas con el tema sexual..apaga y vamonos…menudo pisto manchego tienen algunos en su cabeza!!
PD: amo (y me ama) tanta gente que soy inmensamente felizzzzzzz
Este artículo no es más que un grito despechado. Un rebusque intelectual para justificar, como la fábula de la zorra y las uvas, que se abandona algo que se desea. Cuando ames y te amen, contame nuevamente tus teorías. Y si, amar muchas veces duele. Hacete hombre.
Considero que no es una renuncia al amor, sino una redefinición particular del mismo. Por supuesto que reniega del amor romántico que forma parte del sistema patriarcal, pero no por eso entiendo que renuncia a un concepto más amplio del amor.
Primero de todo, decirte que me parece muy estimulante tu tesis y me gustaría que pudieras afinar en mis preguntas y matizar en mis interpretaciones.
La agamia plantea un cambio de conceptos a nivel teórico pero en la práctica no somos personas fuera de una cultura y recibimos muchos ímputs culturales. No somos individuos neutros ni racionales en todas las situaciones por lo que una agamia también puede originar agamodramas ¿Qué ocurre si partiendo de la agamia, necesitamos más intensidad o un compromiso de durabilidad? desde la agamia solo está explicado con una disolución de ello o una vuelta a cualquier sistema. La agamia tiene también inconvenientes: el compromiso, entendido como esencial y necesario en todas las relaciones: desde la de amistad, amor (entendido como se quiera), a los animales, etc. Y ese compromiso suele tener tendencias. Por otro lado no somos estáticos, cambiamos, la agamia no da una respuesta válida a todos los momentos de nuestra vida. Habrá momentos en los que querramos tener sentimientos de durabilidad y compromiso porque no podemos huir de lo que somos, con un peso biológico y social. Y por supuesto hay quien valora el amor desde otros puntos de vista válidos con lo cual, la agamia es para los que la comparten de forma pura, tan pura que la veo como un sistema de poliamor sin la libertad para estrechar vínculos durables, (en el sentido que explico más abajo) y creo que dificilmente puede satisfacer a los que hayan probado otros sistemas. Porque habrá una tendencia a los patrones ya adquiridos, por supuesto se podrán modificar, pero en mi humilde opinión es poco interesante a nivel práctico porque volvería a los antiguos patrones quizás por una seguridad de no encontrarme con insatisfacciones, a nivel teórico es muy estimulante lo que planteas . Una cosa que no se contempla es la atracción, el sentimiento o emoción o las diferencias entre nosotros: todos no somos iguales, no valoras igual un amigo tuyo que un desconocido, no tratamos a todos por igual aunque quisiéramos, con lo cual es un poco utópico. En esa guía del apetito por encima de la razón, hay agamodramas asegurados, por supuesto también situaciones excepcionales pero de esta forma refuta la idea de ser la única opción verdadera o más amable con las personas. Un hedonismo sin control (y lo decía Epicuro) no sirve de nada. Entonces, si usamos esa racionalidad nuestros hechos apelarán a una supuesta pureza del amor que, me parece utópica e infantil.
Las relaciones reiteradas generan una tendencia o agrado, algunas tendrán más peso que otras y si no lo tienen, habrá ciertos matices en las relaciones que lo demuestren. Tampoco se contempla que el sistema de la agamia se irá modificando, ¿cómo se puede mantener una idea sobre el amor que se modifica constantemente, siendo lo más honestos y entregados en nuestras relaciones? Tendremos que ver el final de cada una como el principio de una nueva relación, siendo algo muy cansado donde invertir mucho esfuerzo y poco práctico. Entonces es como que vives a partir de ello, como una ideología, que quizás no te permita volver a otros sistemas solo por el hecho de perpetuar el tuyo. ¿Estoy equivocada?
Me resulta complicado contestar en un comentario a todas las líneas que abres, de modo que intentaré ir a las que considero claves.
La agamia es el rechazo del gamos, el vínculo de la pareja, desde la convicción de que ese vínculo es perjudicial, destructivo, de balance negativo, para el conjunto de nuestras vinculaciones. Lejos de ser un modelo en contra de los vínculos, la agamia pretende ser la puerta por la que entrar en el territorio de la vinculación, que el gamos secuestra.
Pero esto nos sitúa en una tesitura incómoda: ¿Debemos cambiar el modelo de una vinculación única y profunda por el de una múltiple y superficial o, al menos, no tan profunda?
Mi respuesta es que de ninguna manera. Frente a la vinculación prefabricada del gamos, la vinculación ágama es lenta y artesanal, porque cada aspecto de ella es conscientemente elegido y construido. A corto plazo las relaciones ágamas son superficiales. Pero es que eso es lo que puede ofrecer el corto plazo. A largo plazo, sin embargo, frente a un gamos que se cae y debe ser siempre reconstruido desde cero, la agamia permite una vinculación cada vez más amplia, consistente, flexible, multiforme y, sobre todo, confiable. La pregunta no es (aunque también): ¿Es mejor una relación gámica o una relación ágama? La verdadera pregunta a las cuestiones que planteas es: ¿Cuál de los dos modelos me ofrece mayor conexión con en el mundo dentro de un plazo medio; por ejemplo, cinco años? La agamia, evidentemente, salvo situaciones excepcionales.
Y esta mayor vinculación incluye la vinculación profunda en relaciones particulares, con la diferencia de que difícilmente podrán destruirse, porque no se han edificado sobre el espejismo precipitado del gamos.
Como ya se ha dicho anteriormente, la propuesta carece de consistencia teórica.
No entra a valorar las implicaciones y relaciones reales establecidas entre moral y amor, no tiene en cuenta los prespuestos políticos del turbocapitalismo y la sociedad de consumo, que influyen sobremanera en todas nuestras relaciones personales.
Tampoco valora los aspectos colectivos y parece quedarse en una opción más de los distintos tipos de individualismos que existen.
No se dice nada sobre la comunidad o aspectos comunitarios.
En suma, a mí me parece que es un paso más hacia la destrucción de los vínculos sociales, como algunos autores ya han señalado: fueron a por los vínculos comunales y acabaron con ellos; actuaron contra la familia extensa y también la aniquilaron; y hoy en día está ya en marcha una atomización ya más profunda: la destrucción de los vínculos primarios de sangre.
He pensado precisamente en Un Mundo Feliz cuando he leído el escrito y veo que también otros lectores lo han hecho. La criatura nace coja: apostar por la agamia sin tener en cuenta el contexto político, social y cultural es condenarla o bien al fracaso (de ser una opción benévola) o coadyuvar a una mayor atomización social (a lo que el sistema contribuirá).
Esta “ideología” (si puedo llamarla así) es, también, otra de las muchas hijas (bastardas?) del pensamiento crítico, antihumanista y nihilista, como lo es también el feminismo inhumano de Briggite Vasallo.
Lo que define al ser humano es su búsqueda de superación de la separatidad mediante el amor entendido de forma múltiple (Erich Fromm). El amor no existe sin quererlo conscientemente, sin esfuerzo, sin conocimiento y dedicación, y para muchos sin experiencias extáticas de unión. Precisamente no entender esto y situarse del lado de la agamia demuestra una gran superficialidad en la reflexión sobre el concepto “amor”: no estamos hablando de modelos “Disney”, sino del sentimiento y la actitud más profundo del ser humano. Despacharlo en el modo propuesto no lleva a ninguna parte.
realizas una crítica a la agamia desde una perspectiva conservadora, y el conservadurismo en nuestras relaciones, dado su fracaso estrepitoso, es a todas luces indefendible.
toda no monogamia cuestiona la familia tradicional y consanguínea de un modo u otro, y todas ellas caen, por lo tanto, bajo tu crítica.
el aferrarse al vínculo tradicional para no perder los lazos sociales es una reivindicación de la minoría de edad indefinida para la sociedad, y tiene su más claro antecedente en la condena al ateísmo. ¿qué hará el ser humano cuando no haya un dios que lo vigile? ¿qué haremos cuando no haya un amor que nos encadene irracionalmente?
empezaremos a decidir. decidiremos bien o mal, eso está por ver y por hacerse. Pero habremos sido, por fin, nosotrxs.
para incidir un poco más en el carácter conservador de tu argumentario te recordaré que la sacrosanta “separatidad” frommiana está explicada en un entorno teórico abiertamente sexista y homófobo (fromm nos describe cómo una separatidad mal llevada conduce a esa “enfermedad”, y nos explica generosamente cómo curarla).
una crítica a “el arte de amar” que espero satisfactoria para tus altas exigencias intelectuales aparece aquí:
http://www.contraelamor.com/2014/03/sobre-el-arte-de-amar-manual-agamo-de.html?zx=3ab08ed263cb6f40
Habiendo leído todo el artículo y todos los comentarios,se desprenden dos cosas de ello:
Una,que os comprendo a todos y cada uno,y todos tenéis razón,ya que cada uno tiene un concepto del amor y de cómo vivirlo,y dos,y precisamente por ésto último,que cada uno lo viva como sienta hacerlo,más allá de etiquetas y sin importar si ello coincide con lo que el sistema marca o no.
Por último,me gustaría dejaros un vídeo cortito que,para mí,define muy bien lo que es la felicidad,vista también porqué no,desde el paradigma de la pareja:
https://youtu.be/i7x13ymy5l0
Un abrazo!
aquellos que confundan y no logren separar “amor” de “sexo” creo nunca lograran comprender el tema del que se habla aqui
Hola Ismael! Primero quería darte las gracias por un artículo tan enriquecedor. Segundo, me gustaría preguntarte una duda que tengo. Yo soy AR y a lo largo de prácticamente todo el texto me he sentido identificada. ¿Podrías explicarme la diferencia entre la agamia y la anarquía relacional? He buscado en Google pero no he obtenido una respuesta satisfactoria.
Gracias de antemano, un abrazo.
No puedo estar más deacuerdo con la frase de cabecera
“El amor no es un sentimiento, ni una experiencia, ni un arte. El amor es la ideología que determina cómo deben ser nuestras relaciones. Y estamos contra él.”
desde cole miraba a mis compañeros inmersos en raras tribulaciones, las novelas y la música alentaban esos códigos, no sabía ni tenía la capacidad de desencincriptar el asunto, sólo sabía que algo estaba mal, algo era fuertemente deshonesto, no acoplarte a eso me granjeo insultos de todo tipo, desde “aniñado”, “inmaduro”, hasta “resentido” y “acomplejado”, cuando decías que no habías tenido pareja para quitarte la imagen de despechado por una antigua novia te encasillaban del otro lado, de que busque el amor de una y me rechazo, siempre era patologizado sin importar el resultado, si negabas el amor se te tachaba de “macho agresivo que sólo ve a las mujeres como objetos para tirar” (aún me retumba en la cabeza) pero si decías que no habías tirado, no te creén, debo estar mintiendo, ¿Qué afán hay de mostrar castidad? ¿Por qué quieres que todos los sepan? te dicen con sospecha o desconfianza, de mayor descubrí en el feminismo una crítica desarrollada de eso que yo consideraba “mi descubrimiento” juvenil, la crítica al amor romántico, me emocionó no estar solo, sólo yo disfruté de las ventajas de no estar inmerso en ese discurso hacía mis adentros, no crear en la propiedad de otra persona y no tener celos por no buscar ni esperar ser el único, siempre la crítica de “no te creo”, “a ver a ver y si”, el problema que es te quedas fuera, fuera de la red de beneficios también; si das cariño los demás lo codifican de una forma, no llega a lo que esperan o se interpreta de otras formas, siempre cayendo en tópicos o interpretando que “no se quería a alguien” y sentirse rechazadas, para parecer que ganas había que “tirar” sino sólo eras un idiota y venía de los que se llenaban la boca de que no era sólo sexo lo que se buscaba, no aceptar la dinámica de casería es tildado de perdedor, de no poder competir por ser un looser, denunciar el modelo dogmático de amar se te calla con “otra vez con lo mismo”, “yo sé a lo que te refieres, ya ya” y luego verlos destruidos por una relación y no poder decir “te lo dije” porque no lo aceptan. Creen que superarón el problema del amor romántico porque pueden tirar sin esperar una relación, cuando esa relación sigue siendo normada por el amor romántico, como cuando un creyente cree que fue ateo porque fornicaba y se drogaba y ahoya como creyente ya no lo hace. te tildan de posmoderno los mismos que orgullosos están de enajenarse irracionalmente cuando se enamoran.
hola, Lucía, siento responder tan tarde. Hacía tiempo que no me pasaba por aquí y no había visto tu comentario.
te dejo un post muy reciente en el que se trata precisamente la diferencia entre ambos modelos.
http://www.contraelamor.com/2017/12/agamia-y-anarquia-relacional-una.html
te animo, también, a entrar en contacto con la comunidad de facebook.
https://www.facebook.com/agamia2014/
Me parece un concepto muy interesante pero no acabo de entenderlo.
¿Cuando el autor se refiere al amor, a qué tipo de amor se refiere?
¿Lo que uno siente hacia un amigo o hermano no sería amor? ¿Se refiere al amor romántico o a todo tipo de amor? Esto ultimo me parecería una barbaridad. Al fin y al cabo es el amor el que hace que cuide a mi mascota, a la gente de mi alrededor o al ecosistema.
Y a todo ese tipo de cuestiones económicas, de poder y jerarquía ya les da salida, por ejemplo, la anarquía relacional que apuesta por amar sin imposiciones y libremente. ¿Cual seria entonces la diferencia entre la agamia y la anarquía relacional? ¿O podría entenderse la agamia como la actitud que se lleva a cabo en la anarquía relacional?
Me parece muy interesante la descripción que se hace del amor:
“El primero es que el amor, paradójicamente, es una caudalosa fuente de desamor. Llámesele odio, conflicto o distancia, el amor parece uno de esos productos raros y valiosos cuya importancia para el mercado normalizara una montaña de deshechos en su elaboración. Si los sopesamos llegaremos a la conclusión de que sólo para un mercado irreflexivo tiene razón de ser responder a esta demanda. Además del odio que regularmente acompaña a la relación misma de amor, debe hacerse balance del daño causado al resto de los lazos sociales.”
¿Pero no es esta, al fin y al cabo, la descripción del ‘enamoramiento’, de ese proceso fisiologico y no del amor fraternal, por ejemplo?
Tal vez sería mejor concretar a qué le llamamos ‘amor’. Tengo la impresión de que el ‘amor’ del que se habla es el amor romántico, el enamoroamiento y toda la estructura social normativa que conlleva. Pero no veo justo generalizar con un sentimiento inherente del ser humano que nos lleva a cuidar y respetar. ¿O tal vez sería cuestión de buscar otro nombre para el amor ‘fraternal’?
O tal vez es que no he entendido el concepto.
bueno, parece que he descolocado mi respuesta. no sé si lxs administradorxs pueden mover el comentario anterior para responder a Lucía. estaré al tanto de lo que sucede.
Billy, tienes toda la razón. nos encontramos continuamente con pactos entre opresores y oprimidxs. las críticas amables al amor son una modalidad de esos pactos. la propia crítica al amor romántico es un discurso que el amor más opresivo y gámico estaría dispuesto a firmar.
http://www.contraelamor.com/2016/04/el-techo-de-cristal-de-la-critica-al.html
segunda vez que cometo el mismo error. menudo desastre! en fin…
Edurne, desde la definición que se ofrece, podríamos decir que hablamos de amor cuando está presente su ideología. resumo ésta en 10 mitos del buen amor, alternativos a los mitos del amor romántico.
cuando llamamos, por ejemplo, “amor” a algún aspecto de nuestra relación con una mascota, nos podemos preguntar si esa relación ha sido invadida por esa mitología (por ejemplo, si es una relación en la que el afecto es irracional, exaltado, o está por encima de la ética).
cuanto más nos alejamos del gamos menos presentes están estos mitos, pero su importancia radica en que constituyen, con incomparable diferencia, la mayor fuente para nuestra cultura relacional, y en que son altamente invasivos con el resto de las relaciones. al final, a día de hoy, prácticamente todas nuestras relaciones son en alguna medida amorosas, en este sentido tan dañino que propongo.
http://www.contraelamor.com/2016/04/los-mitos-del-buen-amor-mas-alla-de-la.html