Mírame Juan.
Mírame y dime:
¿Merecía la pena todo eso?
¿Merecía la pena que Marga Gil
se pegara un tiro por ti?
¿Merecía la pena las discusiones baldías
con el Conde de San Esteban?
¿Merecía la pena casi volver loca a tu mujer,
a la que tú decías que adorabas
con todas esas torturas en nombre del dios Silencio
y su lacayo Inspiración?
¿Y todo para qué?
¿Para escribir versos como Qué ruido
tan triste hacen dos cuerpos al amarse?
Eso ya lo sabe bien cualquier puta
y cualquier chapero…
No me vengas con cuentos…
No te excuses con que la culpa es de ellas, no tuya.
Tú les pones el poema en la mesa.
Cómo se administren la dosis es cosa suya.