¿Siempre nos quedará París?

Cualquier sátrapa con delirios totalitarios tiene especial interés en atacar y conquistar París (¡aquella foto de Hitler frente a la torre Eiffel!), que es mucho más que una ciudad de Francia, es el símbolo de la libertad de toda una civilización, el sueño y el refugio de todos los que han tratado de huir de cualquier tiranía, la memoria de todo lo que puede hacer posible la libertad de pensamiento y de vida gozosa.

Ayer París fue de nuevo atacada por los que quieren eliminar una forma de estar en el mundo, cualquier atisbo de belleza y alegría en la vida cotidiana, cualquier forma de confrontación civilizada de las que pueden darse en una sociedad abierta.

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Siempre nos quedara Paris porque París representa lo más valioso que hemos conseguido, aquello por lo que vale la pena luchar. Aquello por lo que ayer murieron los que disfrutaban de una noche de fiesta en el Boulevard Voltaire. Esos que podríamos haber sido nosotros o nuestros hijos. Esos que somos nosotros.

André Gluksman murió hace unos días y dejó escrito algo especialmente pertinente en estos momentos, una trinchera intelectual desde la que debe comenzar una Resistencia implacable …

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(…) El discurso civilizado, sin distinción de raza ni de confesión, analiza y circunscribe verdades científicas, verdades históricas y estados de hecho que no se basan en la fe sino en el conocimiento. Podemos considerarlas profanas o de menor dignidad, pero ello no impide que no se confundan con las verdades de la religión, ya seamos chiitas, sunitas, cristianos, judíos, budistas o agnósticos. Nuestro planeta no es víctima de un choque de civilizaciones o de culturas, es el lugar elevado de una batalla decisiva entre dos métodos de pensamiento. Están aquellos que declaran que no hay hechos sino solamente interpretaciones que son cuando menos actos de fe. Éstos caen o bien en el fanatismo (“yo soy la verdad”) o bien en el nihilismo (“nada es verdadero ni falso”). Del otro lado, están aquellos para los que el debate libre con la finalidad de separar lo verdadero de lo falso tiene sentido, de modo que lo político, como lo científico o el simple juicio pueden resolverse a partir de datos profanos que son independientes de las opiniones arbitrarias y preestablecidas.

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Un pensamiento totalitario no soporta que le lleven la contraria. Es dogmático, hace afirmaciones levantando el pequeño libro rojo, negro o verde. Es obscurantista, mezcla la política con la religión. En cambio, los pensamientos antitotalitarios dan los hechos por hechos e incluso reconocen los más repugnantes, aquellos que por comodidad o porque nos angustian preferiríamos ocultar. El descubrimiento del Gulag hizo posible la crítica y el rechazo del “socialismo real”. La consideración de las abominaciones de los nazis y la apertura muy real de los campos de exterminio convirtieron al europeo a la democracia después de 1945. En cambio, rechazar las verdades más crueles de la historia es el anuncio de una vuelta a la crueldad. Aunque no sea del agrado de los islamistas -que están muy lejos de representar a los musulmanes- no se mide igual la negación de hechos demostrados como tales y la crítica verbal o dibujada de múltiples creencias que cada europeo tiene derecho a cultivar o a burlarse.

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Desde hace siglos, Júpiter o Cristo, Jehová y Alá han sufrido muchas bromas y muestras de falta de respeto. Por lo demás, en este juego los judíos son los mejores críticos de Yahvé, incluso lo han convertido en una especialidad. Esto no impide que el verdadero creyente de cualquier confesión crea y deje vivir a los que no piensan como él. Éste es el precio de la paz religiosa. En cambio, bromear sobre las cámaras de gas, divertirse a costa de mujeres violadas y bebés descuartizados, santificar las decapitaciones filmadas y las bombas humanas anuncia un futuro insoportable.

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Ha llegado el momento de que los demócratas recuperen la razón y el Estado de derecho sus principios; tienen que recordar con solemnidad y solidaridad que de ninguna manera una, dos, tres religiones y cuatro o cinco ideologías decidan lo que el ciudadano tiene derecho a decir o a pensar. No se trata sólo de la libertad de prensa, sino del permiso de llamar gato a un gato y a una cámara de gas un hecho abominable, abominable cualesquiera que sean nuestras creencias y nuestra fe. Se trata del principio de toda moral: en esta tierra, el respeto a los individuos empieza por la duda universal y el rechazo común de los más flagrantes ejemplos de inhumanidad.

ANDRÉ GLUKSMAN “El choque de las filosofías”

 

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2 Comentarios

  1. says: Óscar S.

    Llego a mi instituto, que está en una ciudad al norte de Madrid y es medio francés, y además de los crespones, descubrimos que más de un profesor ha perdido algún amigo y que, por ello, va a acudir el alcalde y toda la pesca. “Occidere”, verbo que en latín signifa muerte, declinación, ocultamiento, el lado del mundo por el cual se pone el sol, da su nombre a la cultura que ha sido capaz de ir sepultando cada uno de los ídolos en los que ha creido e inventando otros para sustituirlos, que terminó incluso por matar a su Dios tradicional y lo reemplazó por la Diosa Razón, el Étre Supreme, o por lo menos eso se proclamó en la Revolución Francesa…

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