No el verde del campo, ni el azul del cielo, ni el blanco de la nieve, con ser bellos. Ni las infinitas tonalidades con las que la naturaleza pone a prueba nuestra retina. Tiene que ser el rojo, ese color tan intenso y que tanto le cuesta crear a la vida. Es el color de pocos vegetales, de llamativas flores, de carnosos frutos, de acorazados animales y de vibrantes atardeceres. Es un color raro, intenso y potente, de esforzado prestigio, aposemática fama y prodigiosa influencia. Cuando se cruza con la vida su efecto puede ser violento, como el de la sangre derramada; embriagador como el del vino tinto; o amenazante como el del pimiento picante, pero nunca es neutro.
Por eso al rojo se le asocia con las luces de alarma o los arrebatos pasionales. El rojo siempre es un color vivo, vibrante y comprometido. Por eso me inspiran los atardeceres rojos, porque en ellos veo a la musa que viene vestida de pasión, irresistiblemente seductora y se larga en busca de otras tardes. Rojo también es el color de ciertas actitudes humanas, como el amor apasionado, la agresividad vital y la energía luchadora. El rojo intenso estimula la mente, aumenta la tensión muscular y la intensidad respiratoria, por eso no es afín a las personalidades introvertidas y melancólicas, y si a los extrovertidos y entusiasmados, cuya dinámica vital tiende a la potencia, el valor y el riesgo.
Pero usted se preguntará, ¿a qué viene todo esto? Sencillo, viene a que últimamente, cuando miro a mi alrededor y escucho el ruido de la actualidad, todo me parece gris, pardo, ceniciento, o a lo sumo blanco y negro. Todo relativo, tirando a regular, con arreglo, indeciso y poco más o menos. Y eso me subleva, pues se bien que en estos estados de acedia social, de aplanamiento emocional colectivo, hace falta echarle… pues eso, mucha energía para impulsar la actividad, esfuerzo para mantener el compromiso, e incluso, si me apura, un grano de pimienta y una pizca de frescura. Así los líderes como los súbditos, los políticos como los empresarios, y, por supuesto, también tú y yo siempre podemos poner un poco más de picante en la comida, de atrevimiento en el atuendo, de calor en la caricia y de pasión en el beso, y el resultado será todavía mejor de lo que ya tenemos.
Para rojo en la vida pública, toda la bancada de Podemos… XD!
También Vicente Verdú, rastrea en el cromatismo encadenado. “Efectivamente el rojo es capital y, en consecuencia, captarlo en su punto justo sería como cortarle la cabeza. Es comprensible, por tanto, que se resista una y otra vez a las operaciones que pretendan su necesario degüello. La sangre que emite el rojo y el rojo que emite la sangre forman un bucle que, -¿cómo decirlo de otro modo?- asustan. El rojo impone. Tanto como impresiona la visión de una hemorragia que proclama la tremenda herida. En consecuencia un mal cuadro en rojo será insoportable. E insoportablemente tonante a través de casi cualquiera de los tonos que rondan al rojo o ‘colorado’. Siendo el colorado, por antonomasia, el temible amo que rige en la locura del color”.
Atinados comentarios.
Hay quien se dice rojo, cuando solo es gris.
El rojo es un color con una locuacidad un tanto histérica.
Así en cuadro como en vestido, en amor como en política.
Era Indro Montanelli el que contaba (o ahí me enteré) de que en la antigüedad el rojo era la enseña de la aristocracia, no de los defensores de los pobres. Parece más intuitivo, por lo que contáis: los que mandan se cogen los primeros “el temible amo que rige en la locura del color”…
Me encanta