Hace un par de veranos me fui a la casa del pueblo para redactar el trabajo de investigación de fin de máster – digamos, para acortar, la tesina-. Rodeada por libros de teoría literaria y oscuros estudios sobre la brasileña Clarice Lispector (y, más discreta, la saga Canción de Hielo y Fuego en el e-book) me sumergí en una novela posmoderna, fluida, un remake tropical de la mística judía. Día sí, día no me levantaba a las 8 de la mañana para hacer media hora de ejercicio; aparte de eso, sólo leía y escribía. La pasión según G. H. es una novela hermosa y retorcida. Tuve que hablar sobre la unión entre la vida y la muerte, sobre la ley moral y el cuerpo, sobre lo abyecto y lo divino. Así durante un mes. Ya con el trabajo casi terminado y las fiestas locales a punto de empezar, empaqué los libros en una maleta, me puse el vestido más vistoso que tenía y allá que fui a la coronación de las reinas de la feria, el plan más interesante de esa noche.
Creo que saben a qué me refiero. Tres chicas, tres adolescentes, son escogidas como reinas según un criterio mixto de lozanía y procedencia social. Son peinadas y maquilladas, ataviadas con galas relucientes, calzadas con tacones tan delicados como han de serlo ellas. Los tacones son importantes: el corto trayecto entre la carretera donde les deja el coche y el escenario han de hacerlo agarradas del brazo de su padre. O de su novio, o de su hermano. Se apoyan en ellos para caminar más erguidas, porque de otra manera andarían haciendo equilibrios en el pavimento irregular de las afueras del pueblo. Tal vez haya que aclarar que es todo voluntario: antes de ser nombradas ellas han tenido que declararse interesadas y haber contactado con la concejalía de Festejos. Su familia corre con gastos de aperitivos e invitaciones semioficiales. En el escenario, una vez subidas solemne y cautelosamente las escaleras, las jóvenes pasan a estar acompañadas y custodiadas por el alcalde, los concejales y las reinas del año anterior. Se efectúa el traspaso de poderes y la gente aplaude. Se celebra el enlace entre el pueblo y las doncellas: un año más, nos casamos con la juventud, la femineidad y la belleza.
La fertilidad, al fin y al cabo. Es un ritual que no puede disimular sus hechuras patriarcales. La mujer joven es un objeto sagrado que intercambian los varones ante la admiración de la sociedad entera. Cada chica era presentada con su nombre, su centro de estudios, sus aficiones, a un auditorio entero lleno de caras conocidas para ellas. Los quince minutos de gloria de Warhol gracias a un cuerpo y un sexo que pasan de las manos de un padre a las de un alcalde. Se han escrito ríos de tinta sobre la subordinación femenina, y aun así, una chica de quince años, un chico de quince años, sólo aspira al reconocimiento social. ¿Quién habría sido yo si no me hubieran admirado por saber cosas, quién hubiera sido yo si en lugar de huesos robustos y carnes asentadas hubiera desarrollado la esbeltez de una señorita? ¿Dónde habría estado yo si Annie Hall no hubiera sido mi ideal de elegancia? ¿Quién puede no preferir el escenario al patio de butacas, quién puede despreciar que sus propios vecinos le aplaudan la juventud, la belleza, la femineidad?
Mientras el activismo capitalino goza ante el advenimiento de la disolución de los géneros, las chicas del pueblo siguen poniéndose coronas envenenadas. No se escandalicen, no las compadezcan. Antes que la igualdad de derechos cualquier ser humano desea ser reconocido y aceptado por sus semejantes siendo quien es: respetemos entonces la voluntad de poder de las reinas de las fiestas, ceñida por la estrecha estructura del modelo femenino. Hay otras maneras de gobernar, otras tierras en las que reinar; más allá del hombre como responsable y vigilante de la mujer, más allá de la mujer joven como objeto de conservación y salvación, hay otras formas de amar. Esto lo sé yo, que he leído a Clarice Lispector. No, en realidad no: esto lo sé porque lo necesito para que se me acepte y se me reconozca como quiero ser. Demasiado difícil es transformar las cosas como para que el cambio se presente como una renuncia. Un camino solitario hacia la tierra prometida de la justicia y la perfección – superioridad – moral: política para iniciados. Y lo que aprendí aquel verano fue que nadie aguanta más de un mes de retiro espiritual.
Mi retiro libresco consiste ahora en ir terminando un manual sencillito, pero básico, “Feminismo para principiantes”, de Nuria Varela. Se trata de informarse, pero no creo ser un principiante, porque tus razones son las mías desde hace más tiempo del que recuerdo. ¿A quién le pueden gustar las reinas de la fiesta, si puede casarse (entonces) con Harriet Taylor? Eso sí, para eso no hay por qué ser un Woody Allen de su Annie Hall. Con Woody se pasa bien, pero es invasivo a su manera, una manera demasiado plasta por hipocondriaca. Decididamente, me gusta más el modelo de John Stuart Mill, ya que soy menos optimista que tú respecto de la deriva capitalina de tanto activismo…
Y en cuanto a los retiros espirituales, que den fruto parece lo importante, lo que pasa es que no hay que esperar tanto para concederse alivios sociales, por patriarcales que resulten.
No ya Reinas tan solo. La deriva Posmoderna y tardo capitalista ha llevado la igualación a la línea de flotación del macho. Ahora en esas fiestas antañonas en multicolor, también se eligen a los respectivos Romeos como prueba del nueve de cierto igualitarismo ¿sexual o asexuado? Es lo que hay.
Yo también creo que Allen se pasa de invasivo o paternalista (como se puede ver en la escena de la misma “Annie Hall” que ilustra el artículo); en cuanto al activismo capitalino, pretendo ser irónica. Si siempre te gustó la señora Harriet Taylor será que el feminismo es un tema en el que no has sido principiante…
En cuanto al igualitarismo sexual, José, creo que entronca con otro tema: que todos los cuerpos sean mercancías visibles, parte de un proyecto individual de “éxito”. Pero aun dentro de ese paradigma las exigencias y los premios serán un poco distintos para unas y otros (o unos y otras).
En cierto modo pasa hoy como en el Imperio Romano. En principio, el mercado de carne humana no distingue entre chicos y chicas, tal como hoy se exhiben ¿por propia iniciativa? en Tuenti o en las fiestas de pueblo, y los patricios de turno gozan de ambos por igual. Después se realizaba la criba, y unos a la guerra o a la política y las otras al “domus” o al burdel. Pienso que el feminismo es más que un movimiento fragmentario, parcial, de las mujeres interesadas en su propia liberación. Es una forma de racionalidad, aquella que complementa a las que ya conocíamos porque ilumina aspectos gigantescos del mundo que estaban ignorados o pasaban desapercibidos, hablando al margen de culpabilidades. En tanto perspectiva de la racionalidad humana, debe ser compartida por todo aquel que crea en eso, en que la racionalización de las prácticas del ser humano en un mundo globalizado es deseable y necesaria o estamos bien jodidos, y punto.
“En tanto perspectiva de la racionalidad humana, debe ser compartida por todo aquel que crea en eso, en que la racionalización de las prácticas del ser humano en un mundo globalizado es deseable y necesaria o estamos bien jodidos, y punto.” Firmo, Óscar, firmo.
Creo que considerar al Feminismo como una ideología unívoca de la que se desprende necesariamente una (¿sola?) “perspectiva de la racionalidad humana, (que) debe ser compartida por todo aquel que crea en eso, en que la racionalización de las prácticas del ser humano (?) en un mundo globalizado es deseable y necesaria” es una inferencia quizá excesiva y que recuerda a otras que se desprendían de las grandes ideologías del siglo XX, (marxismo y psicoanálisis por ejemplo) de las que se nutren, junto con el constructivismo, algunas de las corrientes ideológicas que constituyen lo que actualmente se denomina movimiento feminista y que tiene, en su evolución histórica y en su seno, múltiples discursos en muchos casos contradictorios o enfrentados sobre distintas perspectivas sociales o personales.
Me parece evidente que nadie racional y honrado puede estar en desacuerdo con la igualdad de géneros (a mí me gusta más decir sexos) en relación a derechos y a roles sociales, que constituye sin duda una conquista civilizatoria humana y la gran revolución que ha triunfado, al menos parcialmente, en el siglo pasado en occidente. Otra cosa es asumir sin discusión unos u otros discursos políticos alrededor del género que, como ideologías políticas o sistemas de creencias, pueden y deben discutirse.
El artículo me parece muy interesante por muchos motivos, no sólo porque está muy bien escrito, sino porque me parece muy ilustrativo del proceso de elaboración personal de la identidad femenina de muchas mujeres y de la problemática que inevitablemente lleva añadida en este momento histórico en Occidente. El cuerpo, las emociones, las ideas, los códigos de belleza, la sexualidad y su tensión con la afectividad, la reproducción, el deseo, la necesidad de atraer, los roles sociales, las relaciones de poder en la dinámica social y la personal, las contradicciones en la realidad cotidiana cuando se llevan algunas ideas a la práctica, etc. El debate naturaleza cultura transmutado una y otra vez para explicar o legitimar, quizá cuando ya está de alguna manera superado. Muchas perspectivas más.
Todo cosas quizá esenciales para la condición humana, que pueden vivirse de muchas maneras y sobre lo que puede investigarse y escribirse mucho desde muy distintas perspectivas, pero sobre las que creo que no conviene simplificar, ni inventar catecismos normativos demasiado estrictos aunque estén presuntamente basados en buenas intenciones y pretendan una “racionalizacion de las practicas del ser humano”. De esos ya hemos tenido bastantes.
Claro, es que “racionalidad” yo no lo entiendo como normatividad. La frase importante, para mi, era la anterior: “Es una forma de racionalidad, aquella que complementa a las que ya conocíamos porque ilumina aspectos gigantescos del mundo que estaban ignorados o pasaban desapercibidos”. Racionalidad como apertura de un espacio de comprensión allí donde había un cierre opaco, injustificado, o justificado sólo como poder. Si el feminismo de los setenta, por ejemplo, descubre las relaciones microfísicas por las que también -y sobre todo- lo privado afianza un poder patriarcal (“lo personal es político”), entonces abre a la discusión algo que antes pasaba desapercibido, y lo ilumina para el uso real de la razón. Y este es el momento potente de la racionalidad, mucho mayor que aquel posterior en que eventualmente se vuelva a definir lo privado según normas y pase cerrarse otra vez a la comprensión porque se de por supuesto y se tire con él tal como está. Pues bien, ese foco capaz de abrir debates en una infinidad de campos cuya extensión es ya mundial lo es sobre todo hoy el feminismo, aparte del interés determinado que pudo guiarlo en un principio. O sea, me parece que la problemática que ha destapado el feminismo es universal, y, por tanto, racional…
He escrito muy rápido, muy temprano y muy enredado. Quería decir que en cuanto que el feminismo ha abierto muchos melones para el debate (el melón de la domesticidad, pero también, por ejemplo, el de la parcialidad en la investigación médica o el de la función política de la religión), se ha mostrado como algo así como el complemento racional que le faltaba a la secularización, todavía más: como la cara oculta y reprimida de la ilustración, y eso es ahora de interés universal…
Estoy de acuerdo contigo. Ya desde la Ilustración las mujeres comenzaron una lucha por ser incluidas en los derechos de ciudadanía que ha ayudado a demoler presupuestos ideológicos que eran falsos e injustos para ellas pero también malos para la mayoría de los hombres. Este articulo analiza el concepto de patriarcado desde ese punto de vista http://www.terceracultura.net/tc/?p=6921
Otra cuestión, como ocurre con el asunto de la desigualdad social, es que cualquier alternativa que se oponga a ese estado de cosas sea de forma automática indiscutible o que aporte una superioridad moral desde la que puedan establecerse unos nuevos valores casi de forma puritana y basados en planteamientos ideológicos al menos tan discutibles como los anteriores. Lo de “lo personal es político” de Kate Millett, por ejemplo, deja un amplio margen para eso, tanto en las relaciones personales como en los discursos ideológicos. Ya ha llovido mucho desde entonces y han sucedido muchas cosas en los dos sentidos.
Tan discutibles puedes tener razón, pero sin duda no tan dolorosos… Y, en cualquier caso, esas cosas que han sucedido nos han sucedido a nosotros en Occidente, pero en el resto del mundo no se han dado por enterados, y siguen enterrados en periodos pre-sufragistas, pese a que se han fundado (y ahogado acto seguido) movimientos feministas en Afganistán, por ejemplo, de los que aquí no nos hemos hecho ningún eco. El asunto, me parece, está en pañales…
Ese argumento de no valorar demasiado las conquistas civilizatorias solo porque son occidentales o porque no abarcan de forma “perfecta” (para lo cual siempre habrá gustos) absolutamente a todos los humanos de cualquier confín del mundo es solo una forma de ver las cosas que, me temo, siempre desvalorizará cualquier avance que pueda conseguirse y meterá la cuestión en un callejón sin salida proclive a la melancolía.
Hay otra forma de ver las cosas con cierta perspectiva histórica. Precisamente porque la vida humana puede ser tan cruel e injusta creo que merecen valorarse los avances que se han conseguido. Solo por referirse a este país y a la situación de las mujeres, los cambios han sido tan grandes de la postguerra hasta ahora que creo que hay que felicitarse, sobre todo porque podrían no haber ocurrido y porque podrían volver a desaparecer.
Por otro lado el mundo es muy grande, muy complejo, con muchas culturas y no parece demasiado fácil intervenir en él para cambiarlo todo de golpe. Porque además ¿quién tendría que intervenir y de qué manera?. ¿Con qué legitimidad?. Porque es todo muy contradictorio. Si aparece una feminista como Ayaan Hirsi Ali y cuestiona algunas costumbres todo el mundo se le echa encima, no sólo los que la persiguen para matarla sino los defensores del multiculturalismo. https://es.m.wikipedia.org/wiki/Ayaan_Hirsi_Ali
Yo diría que el multiculturalismo es una consideración antropológica previa a la globalización. Ahora hay que hablar más bien de interculturalismo. Y desde él, la intervención podría ser la correspondiente a la coexistencia pacífica: no obligar por la fuerza a los demás a adoptar nuestras costumbres, pero sí intimarles a justificar las suyas en un foro internacional. Cosas como la ablación de clítoris no sobrevivirían fácilmente a un debate multilateral…
Me temo que “intimar” (?) a ciertos elementos o ideologías en un foro internacional no sea una medida demasiado eficaz para conseguir que se vuelvan “buenos”.
Quizá mejor influjos indirectos que son los más profundos (Borges dixit) y también la fortaleza de nuestras convicciones y de nuestros límites sin demasiadas ingenuidades.
Por “intimar” se podría concretar algo así como ayudas a cambio de debate, o, al revés, o debate o coacción comercial, etc. Sería ya irresistible si el debate fuese aparentemente igualitario y también pudiesen pedirnos explicaciones de nuestras canalladas. Pero que esto sea posible dependerá de los grupos de presión como las asociaciones feministas, precisamente, y, no, desde luego, de la inspiración de Borges, que era más facha que Don Pelayo…
La verdad Oscar es que no sé si me etiquetas junto a Borges y Don Pelayo solo por atreverme a jugar con una cita, por lo demás espléndida y verdadera. No me importa, sin embargo, aunque me extraña sumamente que alguien que sabe filosofía como tú, se deje fascinar tanto por la moda culturalista y tenga que manifestar tan evidentemente que estás entre los “buenos”. El problema es que la hiperactividad de los que se creen “buenos” ( y tienen tan etiquetados a los “malos”) es que engendra, más pronto que tarde, nuevos puritanismos y nuevos inquisidores que no sé si a ti te parecen mejores o menos dolorosos que otros que hubo. Pero a mí me parecen todos iguales…de malos. Como, por cierto, la historia ha demostrado, ahora que estamos de aniversario de la Revolución Cultural que fascinó a tantos filósofos allá por el 68.
No te etiqueto en absoluto, como es natural, es que todo lo que tiene que ver con Borges me pone nervioso. Tiene frases para todo siempre y cuando no se refieran a nada serio, aunque su dicción suele ser solemne y su espíritu plagiado. Todo es ese juego de fingir inteligencia por parte de un señor que no tuvo novia hasta los 80 años, de formación caprichosa y novelera y escéptico por snobismo de todo aquello de lo que no había leído, entre otras cosas de la procreación, la vida normal y la democracia.
Pero sí, pese a que tú te burlas de mi por ello ya desde el comentario anterior (“se vuelvan buenos”, “demasiadas ingenuidades”…), debo reconocer que cada vez más se me evaporan más las grandes estructuras intelectuales y empiezo a ver las cosas como en puto El Señor de los Anillos: buenos espontáneos, malos absolutos. No te preocupes, de todos modos, que los que destacan, como Mao, son siempre de los malos, y el problema, como decía Brecht en algún sitio, es que tienen forma humana, y por tanto resulta difícil al principio distinguirlos del resto…
Sea como fuere, bueno por convicción, e ingenuo aposta, hablábamos de feminismo, que no tiene líderes, y yo proponía vías quizá inverosímiles para encarrilar un proceso futuro que saque de la esclavitud a millones de mujeres que existen realmente ahí fuera, aunque aparentemente estemos cediendo algo con las nuestras. Oigamos, ahora, las tuyas, o las de quién sea…
Paz y amor.
Lo interesante quizá sea pensar también en los sistemas de creencias en que nos movemos, también en los opacos (si eso es posible, pero lo decía el viejo Reich que a veces era muy lúcido), los que más nos sesgan la percepción del mundo. Quizá los que hacen que una frase de Borges o de Heidegger nos mejore o nos empeore o nos lleve a ampliar la mirada y la conducta para dar contenido a aquella otra frase de Italo Calvino: “Buscar y saber quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio”. Aunque admitamos que en esto nunca habrá un único acuerdo.
Por cierto no olvides cuando debatamos, que sé que eres ese hombre que también escribió aquel artículo de “Los extremos se cartean”, que contiene frases tan extraordinarias…
No mías, desde luego, como diría Borges mientras esperaba desesperadamente (oxímoron intencionado) el Nobel… XD!
Ja jajajajajajaj
Eres muuuuy grande
Pero el Nobel sería más grande si Borges lo hubiera tenido ….
Con buen criterio, los de la Academia Sueca entendieron que si Borges con sus cuentecillos medio copiaos tenía el Nobel y Galdós, Tolstoi, Proust, Joyce, Nabokov, etc. no, esto iba a ser el puto cachondeo…
Pero para grande tú.
Que digo yo… ¡quién medio copiará como Borges! Oh là là…
Una última, pequeña, provocación.
Quizá ha llegado el momento en que los varones como tú, con buena pluma, medio modernos, medio postmodernos; ni jóvenes ni viejos; occidentales y multiculturales; comprometidos y libres; masculinos y femeninos; homo y heteros; “trans”de muchas cosas pero no de todas; también un poco perdidos,como siempre, en el mundo: comiencen a pensar sobre sus auténticos deseos, sobre su sentímentalidad, sobre sus sueños de poder ( en el buen sentido de la palabra que tan bien han entendido las mujeres), sobre lo que habría que salvar o liquidar del papel histórico que tampoco fue tan fácil para los varones, ni tan diáfano; un poco desde dentro pero también desde fuera; distanciándose un poco de las ideologías que tranquilizan tanto pero que no calman ciertas zonas de la inquietud y tienen ángulos ciegos; con los ojos abiertos y con autenticidad, para que el perfil de ese nuevo varón se pudiera expresar en los gestos, en la piel, en palabras distintas que quizá nos reconciliara con algunas mujeres que también disfrutan de las diferencias (no de la desigualdad) y no sólo quieren sumisos compañeros de viaje, continuamente rasgándose las vestiduras sino “intimando” con el desconocido que tenemos más cerca.
Quizá ha llegado la hora de que los varones pensemos en los perfiles de otras aritméticas masculinas y les demos cuerpo. Eso que decía Badinter en aquel libro, ya antiguo, sobre “La identidad masculina” que me sigue pareciendo pertinente.
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Ya digo que me parece más una cuestión de racionalidad general que de mala conciencia personal…