Joan Baez, la voz que acaricia el tiempo

Cada concierto es una nueva oportunidad, un mundo que comienza, un tiempo que se detiene; una conexión con otras ceremonias similares, repetidas muchas veces, donde se cambia de lugar o de época; donde hay un público que espera vínculos, que tiene unas u otras expectativas según el contexto cultural o histórico en el que vive, la edad, las cosas que busca o la conciencia política que tiene. Al menos para los cantautores que en algún momento buscaron transformar algo con sus canciones, movilizar, oponerse, denunciar. Ser poetas y revolucionarios como se decía entonces.

 

Dylan y Joan Baez

 

Y ella fue probablemente una de las primeras, de las mejores. Muchos de los que la vieron salir anoche al escenario de los Jardines de Pedralbes, – muy discretamente, con su melena ahora corta, un blusón gris, unos pantalones blancos y dos brazaletes dorados, uno en cada muñeca,  y quedarse quieta, de pie, solo con una guitarra,  que luego iría cambiando muy frecuentemente a lo largo del concierto – no habían nacido cuando dio su primer concierto allá en 1958 en el Club 47 de Cambridge;  ni cuando tocó en el Festival de Newport en el 59 o en Woodstock en el 69; ni cuando estuvo en Hanoi en el 73 y sobrevivió a los bombarderos de la Operación Linebacker; ni quizá la que en el 89 apoyó la Carta 77 y la revolución de terciopelo. Allí estaba, ella la mujer que impulsó a Bob Dylan, la de las canciones que tantos adolescentes de todo el mundo han cantado alrededor de cualquier fuego,  la que cantó con Joplin, con Lennon, con Joni Mitchel, con Leonard Cohen, con Mercedes Sosa, con casi todos los de aquella época del Flower Power y de las siguientes. Como si 75 años no fueran nada, aunque lo hayan simbolizado todo.

 

Joan Baez

 

Y ella, la cuáquera irreductible defensora de los derechos civiles, comenzó a cantar “Freight train”, con su voz de siempre, aguda, llena de fuerza y de matices, y de pronto podía ser cualquier noche de todos esos años, en California o Barcelona. Como si el tiempo no hubiera pasado o ella hubiera retenido lo esencial de aquellos años, las respuestas que estaban en el aire, las esperanzas que, de pronto, parecían no estar del todo pérdidas.

 

Joan Baez

 

El público agradeció “Llegó con tres heridas” la canción de Serrat que cantó en un perfecto castellano que al parecer no sabe hablar;  tarareó emocionado “It’s all over now, baby blue”  la canción de Dylan y estaba ya rendido cuando unas canciones más tarde atacó “House of rising sun”. Terminó con “Gracias a la vida” y “Here’s to you” como para que no se olvidara que algunas músicas pretenden algo más que divertir o emocionar. Que intentan iluminar una forma de estar en el mundo, motivos para comprometerse aunque parezca que ya no se crea en nada o quizá por eso: para que sea posible vivir con gozo sin creer rígidamente en nada. Porque siempre habrá que seguir defendiendo la libertad en todas las playas del mundo y eso siempre precisará de una música bella. De una Joan Baez que sepa persistir en el tiempo.

 

 

 

 

 

 

 

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