Mi primer contacto con el cine de Gaspar Noé no fue con ninguna de sus películas, sino con la dura crítica de una de sus espectadoras. Corría el 2002, andaba yo en la universidad, y mi simpática compañera de piso mugía y bramaba exabruptos diversos contra una horrible película. Pedía, casi a gritos, que le devolvieran el dinero de la entrada ¿Qué pésima cinta habría visto? Una sin argumento, absurda, y lo peor, terriblemente desagradable y sangrienta… ¡con una detallada y larguísima violación incluida! Sí, pensé, típica película hecha con la pretensión de conseguir taquilla solo a base de cansina provocación violenta o sexual. Es, tristemente, una práctica demasiado común en un cine, tantas veces, falto de ideas (Explíquese si no por qué tanto remake, secuela y precuela…). Véase la auto-cliterectomía del Antichrist (2009) de Von Trier o el sexo con un recién nacido de A Serbian Film (2010) de Spajosevic. Nada nuevo bajo el sol: quizá no haya nada más reaccionario que la provocación por la provocación. Para mí, romper por romper no tiene ningún sentido a no ser como preámbulo de algún tipo de resurrección.
Años después la vi: Irreversible (2002), película francesa de un director argentino. No me sonaba demasiado bien (Argentina y Francia no son, precisamente, mis referentes intelectuales. Demasiado Freud y demasiados culture studies. En fin, la poco fértil y aburridísima postmodernidad), pero nunca se sabe y, efectivamente, acerté en contra de todo pronóstico. El rodaje marcha hacia atrás (tampoco es nada nuevo pero, al menos, poco común. Nolan lo hizo insuperablemente bien en Memento (2000)), con muy pocos cortes, todo grabado en frenéticos planos-secuencia y, lo más espectacular y que será seña de identidad del cine de Noé, con unos movimientos de cámara totalmente espectaculares: la cámara rota, persigue, se acerca o se aleja hasta el cielo… baila alrededor de los personajes. En muchas ocasiones uno no sabe cómo demonios se ha rodado cierta escena, elevando el montaje a un nivel de virtuosismo pocas veces visto (y aún menos superado). Aunque no te guste nada más de las películas de Noé, aunque todo lo restante fuese lamentable (hay críticos que así lo piensan), simplemente, por el montaje merece la pena verlas.
¿Y qué se hace con ese montaje? ¿Sólo estamos ante un logradísimo envoltorio? A priori, hay un error entre separar el medio y el mensaje tal y como nos decía McLuhan. El hiperenvoltorio que nos presenta Noé consigue narrar el sexo y la violencia como no se había hecho hasta ahora (algo nuevo bajo el sol va viéndose): la pulsión y el deseo irracionales, el semen y la sangre, como motores de nuestras vidas (Eros y Thanatos, sabía yo que Freud saldría a escena). La crudeza y el horror de la violencia, el caos. Nos guste o no, el plano fijo de diez minutos de Jo Prescia sobre Monica Bellucci es la mejor escena de una violación de la historia del cine (hasta la fecha).Y esa es una forma muy eficaz de contarnos lo que, realmente, debe ser una violación. Cuando, por ejemplo, en la Apocalypse Now (1979) de Coppola, se nos habla del horror a través del comandante Kurtz, el horror se sugiere, se imagina (a lo sumo la película nos muestra algo de la locura). En las escenas de Irreversible, el horror se ve directamente. El hombre es un horrible animal.
Y luego llegó la esperadísima Enter de Void: un viaje psicodélico a Tokio. Dejo la secuencia de los títulos de entrada (otra de las virtudes de Noé) como aviso de lo que el espectador va a ver (pasen al minuto 1:07 y absténganse epilépticos).
Después drogas. Noé no se corta un pelo en hablarnos de su consumo (otra provocación que se ríe de sí misma). Pero lo interesante, de nuevo, es el montaje: toda la película está rodada en un único plano-secuencia alrededor de la ciudad de Tokio. Cuando cambia la escena o los personajes cambian de escenario, la cámara atraviesa calles, paredes, habitaciones, hasta situarnos en el lugar de la acción. Tanto es así que una gran parte del metraje de la película se basa exclusivamente en transiciones que atraviesan edificios (lo cual hará que para muchos la película sea insoportable). Sin embargo, la fotografía, la forma de narrar, los movimientos de cámara (muchísimos planos cenitales), el uso de los colores (para expresar estados de ánimo), las imágenes que constantemente vibran y parpadean, hacen de la película algo muy interesante, como mínimo, una sorprendente experiencia audiovisual (Noé dice que en la realización le influyó mucho la Tron de 1982).
Y lo último Love (2015): sexo (o porno) sin tapujos en 3D (con la primera eyaculación masculina en 3D de la historia del cine). Las críticas fueron duras con ella. Es cierto que los diálogos parecen muy infantiles, que la historia es muy simple, que, prácticamente, en el film no hay mucho más que la ruptura de una pareja. De acuerdo, pero es que Noé, al igual que en sus películas anteriores, no es nada racional, no quiere narrar un enrevesado argumento: solo quiere expresar emociones y, en este caso, quiere expresar una historia de amor. Yo creo que lo hace muy eficazmente.
Y, de nuevo, aunque aquí el montaje no llega a virtuosismos anteriores (no lo pretende), sí que hace de la película algo bastante hermoso. El manejo de los colores, los juegos de luces y de la fotografía siguen siendo magistrales: los encuadres y las simetrías son dignas de Kubrick. Todo es sensible, delicado, sutil… contrastando con lo primario de sus personajes y de las escenas sexuales.
Podrá gustarte o no (los cineastas de culto tienen eso), pero las películas de Noé pulsan teclas dentro de tu cerebro límbico con una fuerza inusitada. Noé provoca, turba, saltándose los cauces racionales y eso no es solo enseñar sexo explícito o a un hombre destrozándole la cara a otro con un extintor. La provocación de Noé está en saber cómo enseñarlo con una pericia extraordinaria. Es la provocación mediante la técnica, mediante la artesanía. Y Noé es muy bueno en eso.
Amé tu descripción acerca de las maravillosas técnicas cinematográficas de Gaspar.
Se lo ama o se lo odia, pero jamás pasa indiferente por nadie.
Yo “Irreversibe” la vi hace diez años y a los cuatro minutos de la escena de la violación, la saqué, angustiada. La volvi a ver diez años más tarde, y aunque esa escena no puedo terminar de verla, me sigue pareciendo la mejor en cuanto a encuadres, secuencias, manejo de la cámara, planos, etc.