Alvar Aalto, Casa Experimental en Muuratsalo, 1949- 1952.

 

 

El papel de Alvar Aalto en la arquitectura del siglo XX, expresa algunas de sus vicisitudes y ejemplifica algunas de las particularidades nórdicas, por escandinavas. Incluso el contraste entre alguien considerado un héroe nacional finés, capaz de contar con museo propio, sello y billete con su efigie; y al mismo tiempo llamar a su barco Nemo propheta in patria. Con un trayecto formativo que concluye en 1921, y que se nutre de un denominado, ampliamente, como Clasicismo Nórdico. Un Clasicismo Nórdico 1910-1930, apacible e irónico, como ejemplificó la exposición homónima de 1983 en Madrid, y que marcaría las diferencias nórdicas en la década de los años 20 con Francia y con Alemania, en momentos cruciales de la construcción del Imaginario Moderno en Arquitectura. En esos años, y tras el viaje a Europa de 1928, se inicia un movimiento hacia el Funcionalismo, visible ya en el sanatorio de Paimio de 1929.

 

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Como si la elaboración intelectual del discurso nórdico, estuviera más pendiente de la Naturaleza que de la Máquina, paradigma moderno por excelencia en Le Corbusier y en la Bauhaus de Gropius. Y esta será una de las particulares lecturas de la arquitectura de Aalto, su apego a la Naturaleza y su distancia con el maquinismo triunfal. Y estas son las razones de que, la denominada como Arquitectura Orgánica, fuera vista como deserción anti moderna y como agotamiento del canon moderno de los años 20. Claro que todo ello acontece en la postguerra de 1945, cuando Bruno Zevi organiza en Italia el APAO (Asociación para la Arquitectura Orgánica), en donde una de sus banderas de enganche era el mismo Aalto junto a Lloyd Wrigth. Un Aalto que se había visualizado con dos obras emblemáticas de años anteriores, como fueran  los pabellones de Finlandia en las exposiciones de Paris (1937) y de New York (1939).

 

 

Alvar Aalto, 1945

 

Tan anti moderna se llegó a leer esa obra aaltiana, que Jencks llega a afirmar en Modern Movements in architecture que “En muchos aspectos, la personalidad y los trabajos de Aalto son la inversa de le Corbusier”, cuando bien a las claras, no todo es tan simple y sencillo, como obras y hombres inversos. No tan simplificadora es la visión que de Aalto y su obra, realizan Manfredo Tafuri y Francesco Dal Co en su Arquitectura contemporánea, al señalar que “La obra de Aalto desde 1945 en adelante, se sitúa, a la vez, como continuidad y  como alternativa”. Una continuidad y una alternativa en la que los autores detectan además otros conflictos, tras su estancia como docente en Estados Unidos entre 1946 y 1948. Por ello, afirman los autores citados que su obra está recorrida por “Elementos comunes [que] son un naturalismo genérico y una declarada fidelidad a lo que se ha llamado ‘funcionalismo psicológico’”.

 

muuratsalo_secciones

 

Aunque esa tendencia hacia la lectura orgánica de la arquitectura, como hiciera Siegfried Giedion al vincular los techos curvos de Viipuri con campos de mies y a pinturas de Miró, acaban produciendo conflictos interpretativos. Tafuri, por otra parte, habla ya de Arquitectura Neoempírica y no de Arquitectura Orgánica, y no casualmente la conecta con la experiencia de la Arquitectura Neorrealista de Italia. Además de ello,  establece otra lectura más compleja de esa arquitectura que se sale del canon estipulado en los años 20, y la ve como “una disolución sucesiva de formas voluntariamente ambiguas, polivalentes, alusivas”. Disolución formal que, líneas más abajo, Tafuri fija como que: “Aalto demuestra que emplea tales pretextos como simple materiales para discursos formales cada vez más abstractos”. En una raro viaje del naturalismo a la abstracción. Por ello, prosigue Tafuri, que finalmente “ahora descubrimos que la dialéctica entre abstracción y organicidad que habíamos reconocido como matriz de la síntesis aaltiana se transforma, en gran parte, en matriz de narraciones intencionadamente discontinuas”. Y ese es el conflicto y la razón de ser de las obras de Aalto.

 

 

 

Poco después de la muerte de su esposa y colaboradora Aino Marsio, en 1949, Alvar Aalto comenzó el diseño de un lugar apartado para sus escapadas de verano, de aquí que sea conocida también como Casa de verano. Para edificar ese refugio, Aalto escoge una isla entonces deshabitada,  a la que sólo era posible acceder en bote cruzando el lago Päijänne. Un lugar alejado e inaccesible en el que poder desarrollar sus ideas con absoluta libertad y vivir en contacto con la naturaleza. A través del proceso de diseño de la casa, este proyecto personal, se convirtió en un estudio experimental de empleo de materiales, construcción de arquitectura y filosofías del habitar.

En Muuratsalo, la arquitectura empieza con toda evidencia, en el lugar mismo, quizás incluso antes, en la elección misma del propio lugar. En Muuratsalo, es más evidente que en otras obras de Aalto, el hecho esencial de que la arquitectura está en la naturaleza y ésta, a su vez, forma parte de la arquitectura. Cada roca por tanto, cada árbol plantado, el cielo ligero, el lago abierto, todos esos elementos son con propiedad también la arquitectura.

 

 

La obra tiene además una ubicación ejemplar, heroica incluso, que nos recuerda sutilmente ciertas reminiscencias de la naturaleza capturada en los templos griegos y romanos. En contraste con los muros exteriores pintados de blanco, las paredes del patio interior son fundamentalmente de varios tipos de ladrillo rojo. Una de las características de la casa son sus paredes del patio central, que reflejan esta naturaleza de lo experimental, ya que hay más de cincuenta tipos diferentes de ladrillos que están dispuestos en varios patrones, aparejos y trabas diversas.

La distribución es sencilla. Divide el cuadrado de 14 metros aproximadamente, en una retícula de 9 cuadrados y utiliza 5 de ellos para hacer una casa en L que abraza a los 4 cuadrados restantes. Cada ala de la casa mira hacia el sur o hacia el oeste para aprovechar las pocas horas de luz que disfrutan en Finlandia. Las habitaciones de la parte principal se agrupan alrededor del patio interior, en cuyo centro encontramos un fogón al aire libre. En la parte norte se sitúan el salón y el taller de pintura de la galería y en la parte este los dormitorios. En la zona intermedia están la cocina y los aseos; desde aquí se puede acceder por medio de un ingenioso pasillo al ala de invitados.

 

En la Casa de verano se pueden descubrir muchos elementos centrales de la obra de Aalto. El patio interior es un buen ejemplo de la manera con la que el arquitecto funde el espacio interior y exterior. Desde la vivienda se disfruta del panorama ofrecido por el lago. Aalto, al igual que Le Corbusier, siempre se sintió atraído por el mundo clásico de la antigua Grecia, y tras su viaje de 1952 por España, Italia y Marruecos, decidió construir en el clima nórdico una modesta casa patio, sin duda producto de la fascinación al observar la riqueza de los espacios intermedios de la cuenca mediterránea. En la casa de Muuratsalo, como en la casa mediterránea, el patio es el centro del hogar y del habitar, es la habitación donde observar el cielo y meditar, el espacio fundamental en torno al que se articulan los demás; y en su centro un lugar para el cuidado del fuego, símbolo de continuidad.

 

 

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