El título proviene de una frase que escuché por la radio a Juan José Millás. Tenía toda la razón. La Navidad es como un gran estómago caliente que nos guarece a todos -también, parcialmente, a los que viven en la miseria- durante cosa de un mes, un estómago que se finge hogar y que está repleto de objetos pequeños y reflectantes imposibles de digerir. Ahí quedan, destinados a formar piedras en el riñón el resto del año, piedras pequeñitas y reflectantes que ni de broma podrás excretar a tiempo para la operación bikini del verano. Todo se vuelve interior entrañable en Navidad, incluso los comercios, las tiendas y las grandes superficies, que emiten música metálica y tranquilizante para estimular la compra, compulsiva por mandato astrológico tradicional. La Navidad es una disciplina, casi una autodisciplina, que intima a salir de vez en cuando al frío exterior solo para sentir con más fuerza el calor interior, un calor de establo con mula y buey. El personal entero se vuelve un poco mula y buey en Navidad, resoplando por los ollares mientras carga con los regalos, oliendo a pelo y a chotuno al retornar -¡por fin!- a casa.
Una vez, siendo niño, presencié una escena inaudita. Estaba esperando con mis padres la cola de una caja de un supermercado, y la cajera comenzó a discutir a gritos con un cliente por algún asuntillo de precios. Ambos daban voces, y la cola, repleta, se impacientaba. Entonces, un señor bastante imponente, moreno de piel y de mediana edad, se interpuso en la reyerta con la mejor intención, recordándoles que estábamos en Navidad y no era momento de peleas y discusiones. Debía reinar la paz entre los hombres de buena voluntad, según decía. A mí me pareció admirable su intervención, y de hecho logró detener la tangana, pero recuerdo que todos le miramos como al bicho más raro que había parido madre desde el propio Jesucristo. Se salió con la suya, pero los circunstantes sintieron cierta vergüenza ajena. ¿Cómo se pueden decir esas cosas en serio, si todos sabemos de qué va la cosa, cuál es el “verdadero significado” de la Navidad? Recuerdo que pensé que este hombre no era español, que tenía que provenir de tierras más ingenuas. Fue un auténtico héroe, sin duda, pero un héroe del ridículo.
La Navidad es el coto privado sobre todo de la televisión. Es a través de las pantallas que nos tragamos la píldora de que durante unas semanas vivimos en un tiempo fuera del tiempo, una atmósfera recogida propia de infantes o abuelos. La televisión es más televisión que nunca en Navidad, es la época del año en que realiza plenamente su esencia espectacular. Hace ya cincuenta años que Guy Debord publicó La sociedad del espectáculo, y entre sus páginas no había ninguna referencia especial a la Navidad. Sin embargo, el espectáculo reina en Navidad, un espectáculo, ya digo, para extremos de edad y mentalidad: niños y abuelos. La Navidad supera la ficción porque a nadie en particular se le podría haber ocurrido el teatro tecnológico completo de la Navidad tal como hoy la conocemos, ni siquiera a un Charles Dickens contratado por una compañía de telefonía o por Google, y por fuerza se trata de algo cuyos embarazosos detalles hemos ido rumiando durante décadas. Desmontar a gran escala un tinglado como la Navidad sería más difícil que comenzar la Revolución en las Torres Kio.
La Navidad es como un gran estómago caliente que nos guarece y nos deglute a todos: para cuando nos quiera defecar, aún chapotearemos desvalidos y atontados en las Rebajas de Enero…
Hace años, cuando era demasiado viejo, cada navidad publicaba un artículo en un diario local bajo el título NAVIDUMBRES. Como puedes comprender no era ni muy alegre ni muy condescendiente con las hipertontunas navideñas, y era bastante compasivo con los carentes y necesitados.
Ahora que ya soy suficientemente joven he decidido que para llenar le mundo con tristezas y soledumbres ya se basta la vida misma. Así que mejor dejarse mecer por la alegría, aunque sea un poco artificiosa… al fin y al cabo el artificio es lo más natural de los seres humanos. Felices fiestas de natividades invernales y próspero año nuevo.
Lo mismo digo, Mr. Benjamin Button…