Llevaba tiempo pensando en escribir sobre “los gemelos de Money” o “el caso John/Joane” como lo llamó él, John Money, cuando lo publicó para la comunidad científica en 1975, anunciando que había sido un éxito. Contemplar el asunto con perspectiva desde distintos puntos de vista, ver su implicación actual, parecía sumamente interesante en un momento en que el género, un concepto que él puso en circulación en 1953, se ha convertido un elemento crucial en el debate social y político. Pero me di cuenta que el asunto era costoso y yo estaba en otras cosas. Tenía que meterme en revisar asuntos fisiológicos, buscar artículos fiables sobre el caso (y muchos eran claramente tendenciosos), analizar las derivaciones que ha tenido, cómo ha influido en la comunidad científica o en la opinión pública, cómo es utilizado por distintos grupos ideológicos para arrimar el “ascua a su sardina”.
Pero ha ocurrido que estos días ha saltado a la opinión pública el asunto del autobús de “Hazte oír” y me ha llamado la atención la calidad de las reacciones de unos y otros. Todo el mundo parecía rasgarse las vestiduras, pero nadie aprovechaba el suceso para argumentar apelando al conocimiento, a ideas que pudieran ser contrastadas con hechos, a lo que realmente se sabe (y por tanto a lo mucho que no se sabe todavía) del asunto de la transexualidad o los llamados estados intersexuales y sobre las implicaciones que ello tiene para el conocimiento de la sexualidad humana en general, lo que sin duda es importante para la manera de relacionarnos o de interpretarnos, en un terreno crucial para el ser humano, pero que históricamente ha estado marcado por el desconocimiento, la irracionalidad y la crueldad más estúpida. Un recorrido histórico por esta historia puede hacerse en este libro de la Universidad Humboldt de Berlín.
Ocurre además que debates como éste, sobre cuestiones tan significativas y complejas, se producen actualmente en un ambiente social enrarecido (redes sociales y medios de comunicación) marcado por el constructivismo social y lo que podrían llamarse discursos postmodernos en el sentido en que Kenneth Westhues lo argumenta en este artículo, donde las posiciones ideológicas y personales se consideran estrechamente relacionadas y es fácil que las personas o los grupos recurran a “sentirse ofendidos” y a intentar silenciar las opiniones de los otros achacándoles cualquier calificativo moralista o denigratorio en vez de argumentar racionalmente apoyándose en hechos verificables. Eduardo Zugasti aquí y Fernando Savater aquí escriben sobre este escenario cultural donde puede producirse la paradoja de que, coincidiendo en el tiempo y con argumentos parecidos se estuviera exigiendo, desde posiciones de izquierda, prohibir circular un autobús de un grupo conservador pro-vida y desde posiciones de derecha se clamara contra un carnaval en Canarias donde una “drag queen” (que al parecer quiere ser profesor de religión) había ganado el primer premio disfrazándose de una provocativa virgen maría.
Así que era la oportunidad para volver sobre “el caso de los gemelos de Money”, de intentar explicar el estado de la cuestión en estos temas y también para mostrar los riesgos que se producen cuando se simplifican demasiado las cosas, cuando los sesgos ideológicos (incluso los mejor intencionados) ocultan la visión de la realidad de los hechos casi literalmente y terminan generando errores que quizá podrían haberse evitado si se hubiera aplicado el método científico con más rigor. Pero, primero, para entender un poco mejor todo, no viene mal un pequeño recuerdo de lo que actualmente se sabe del desarrollo sexual. Me ha sorprendido que no es fácil encontrar un buen resumen asequible y fiable en los “buscadores” habituales de internet, lo que quizá explica algunas cosas de lo que también sucede actualmente: hay acceso a mucha información pero es fácil perderse en ese bosque, saber diferenciar, si no se es experto en el tema en concreto (y aún así), lo verdadero de lo falso, las voces fiables de los gritos de los charlatanes.
Hoy parece evidente que la reproducción depende de la unión de un óvulo con 22 (X) y un espermatozoide con 22 (X o Y) cromosomas y que según el azar de la combinación surgirá un embrión genéticamente femenino (XX) o masculino (XY). No siempre fue así. El asunto es tan reciente como que hasta el siglo XIX no se comprendió con claridad el proceso reproductor y muchos, todavía a esas alturas, sustentaban la teoría del homúnculo. Para entender mejor lo que se refiere a continuación conviene conocer algunos conceptos básicos de la fisiología de la diferenciación sexual y de las anomalías que pueden producirse. De forma cronológica primero se establece el sexo cromosómico que posteriormente a partir de la quinta semana controla el desarrollo de las gónadas primordiales las cuales determinan el medio hormonal embrionario y el desarrollo de los órganos genitales internos y externos. Aquí puede leerse un resumen comprensible de este proceso y aquí el manejo actual de las Anomalías de la diferenciación sexual que como se verá es sumamente complejo.
John Money nació en 1921 en una familia evangélica de una zona rural de Nueva Zelanda al parecer bastante puritana. Su padre murió cuando él tenía 8 años. En 1944 se graduó en la Universidad Victoria de Wellington con una maestría en Psicología y otra en Educación. Trabajó en la Universidad de Otago en Dunedin, pero en 1947 emigró a los Estados Unidos para estudiar Psiquiatría en la Universidad de Pittsburgh. En 1952 terminó su doctorado en la Universidad de Harvard con una tesis sobre hermafroditismo pero ya desde 1951 había comenzado a trabajar en la Universidad Johns Hopkins donde se acababa de inaugurar un centro de estudios intersexuales. Trabajó en esa universidad toda su vida donde fue profesor de Pediatría y Psicología médica.
Fue pionero en el estudio de las repercusiones emocionales de nacer con genitales ambiguos sin que el sexo de asignación estuviese claro. En 1955 publicó con el matrimonio Hampson un artículo que ha marcado, durante mucho tiempo, la ortodoxia médica en el manejo de estos problemas. En él describían que más del 95% de los niños y adultos intersexuales que habían estudiado se encontraban psicológicamente bien con independencia de que hubieran sido educados como niños o como niñas, a veces contradictoriamente con su sexo genético, lo que interpretó como una prueba de que la identidad sexual depende más de la educación que de la biología. Consideró que los bebés intersexuales nacían psicosexualmente indiferenciados y eran moldeables educacionalmente en un periodo ventana que se cerraba entre los 18 y los 24 meses y también que el sexo de asignación depende, sobre todo, de la apariencia de los genitales externos lo que lo llevó a recomendar que era preferible asignar el sexo rápidamente, incluso recurriendo a la cirugía, antes que mantener una identidad sexual ambigua que creía que era perjudicial para los padres y para los niños. Esto proporcionó un fundamento psicológico aparentemente sólido para sustentar la actuación médica en situaciones bastante difíciles de manejar y sobre las que no había conocimiento que apoyara una actuación concreta. En general si el pene no estaba suficientemente desarrollado para ser potencialmente funcional, dado el desarrollo de la cirugía reconstructiva en ese momento, se prefería reasignar hacia mujer aunque el sexo cromosómico fuera XYPero Money se atrevió a dar un paso más y en el mismo año, en otro artículo, generalizó sus conclusiones en intersexuales a los niños con diferenciación sexual normal. Así concluyó que “A la luz de la experiencia hermafrodita ya no es posible atribuir la masculinidad o la feminidad a orígenes cromosómicos, gonadales u hormonales…la evidencia del hermafroditismo presta apoyo a que, psicológicamente, la sexualidad está indiferenciada al nacer y que se diferencia en masculina y femenina en el curso de las diversas experiencias del crecer.” Es decir, según él, la crianza pesaría más que la naturaleza para decidir la identidad y los roles de género, términos que él ya había acuñado por esa época.
El prestigio de Money ascendió muy rápidamente y se convirtió en un referente fundamental en estados intersexuales dentro de la medicina, la psicología y la sexología. Además era un militante muy activo de la llamada revolución sexual de los años sesenta del siglo XX y sus teorías sirvieron de inspiración tanto al movimiento feminista como al movimiento homosexual que precisaban resaltar la importancia crucial de la cultura (algo potencialmente modificable) en la sexualidad humana. Ideas muy desarrolladas después por muchos estudios de orientación construccionista dentro de las ciencias sociales. Se pueden leer aspectos personales de su biografía en el artículo de John Colapinto, en el blog de su familia y en el obituario de Richard Green.
Milton Diamond, en aquel tiempo un joven endocrinólogo, que trabajaba en Kansas con ratones en experimentos sobre el efecto de las hormonas en diversos momentos del desarrollo embrionario y su posterior influencia en el comportamiento sexual, no estuvo de acuerdo desde el principio con los planteamientos de Money. En 1965 publicó un artículo en The Quartely Review of Biology en el que cuestionó que los hallazgos en niños intersexuales pudieran generalizarse a niños normales. Señaló que suponiendo que eso fuera así podría ser porque existía una alteración genética o un desequilibrio hormonal que, en el desarrollo intrauterino, habían llevado a las células cerebrales del embrión a una ambigüedad de diferenciación similar a las de sus genitales. Resaltó que no se había presentado ningún caso en que un varón con desarrollo normal inequívoco hubiera sido criado con éxito como una mujer por lo que para el planteamiento de Money era solo una hipótesis que estaba lejos de estar confirmada. Había comenzado una pugna entre dos investigadores que duró décadas como más adelante veremos.
Ese mismo año, el 22 de Agosto de 1965, Frank y Linda Reimer tuvieron unos gemelos univitelinos varones en la ciudad de Winnipeg, en Manitoba (Canadá), a los que les pusieron el nombre de Bruce y Brian. Cuando tenían unos 7 meses fueron diagnosticados de fimosis y les fue recomendada una circuncisión que se les realizó el 27 de Abril de 1966. Pero algo no salió bien. Uno de los gemelos, Bruce, sufrió graves quemaduras en el pene por un accidente con el bisturí eléctrico que lo dejó muy dañado funcionalmente, a pesar de los cuidados que le procuraron en los siguientes meses incluso en la Clínica Mayo de Rochester. La familia estaba traumatizada y sin saber muy bien qué hacer hasta que una tarde de Diciembre de 1966 el Dr. Money apareció en un programa de televisión explicando su teoría de la neutralidad de género y los tratamientos de cambio de sexo en transexuales que habían comenzado a hacer en la Clínica Johns Hopkins. Entonces decidieron mandarle una carta que fue rápidamente respondida. Para los padres el posible tratamiento suponía una gran esperanza, para Money la gran oportunidad de demostrar su teoría con el caso-control de un gemelo univitelino.
Los Reimer acudieron a verlo a principios de 1967 y se encontraron a una persona muy segura de sí misma que les propuso con mucha elocuencia la solución a su problema: una reasignación de sexo. Lo que suponía, de inmediato, realizar a Brian una extirpación de testículos y una reconstrucción de genitales externos que se completaría, cuando comenzara la adolescencia, con la terapia hormonal con estrógenos. Además tenía que ser tratado y educado de una forma consistente como una niña y nunca decirle nada que lo hiciera dudar de su nuevo género. Los padres lo pensaron un tiempo y cuando el niño tenía 22 meses, el 3 de Julio de 1967, fue operado y pasó a ser llamado Brenda. El experimento había comenzado.
A partir de ese momento fue vestido como una niña, tratado como una niña y sus padres intentaron de seguir a rajatabla las instrucciones que les dieron. Tenían que ir al Hospital cada año para Brenda fuera evaluada junto con su hermano y tenían que mandar algunos informes escritos de como evolucionaba. Pero, a partir de los cuatro años, los padres comenzaron a darse cuenta de que no todo iba como deseaban. Aparentemente su aspecto era femenino pero comenzó a tener comportamientos, gestos y gustos más parecidos a los de su hermano. Se quitaba los vestidos, prefería jugar con juguetes o a juegos de chico y en la escuela era objeto de burlas (tanto de chicos como de chicas) porque tenía un comportamiento distinto al esperado, lo que afectó su rendimiento escolar y a su estado emocional. Todo eso fue comunicado por sus padres en las sucesivas visitas pero en Diciembre de 1972 Money, en una reunión de la “Asociación americana para el avance de la ciencia”, dio a conocer por primera vez “El caso John/ Joan” al que calificó como un éxito. También publicó un libro (“Man Woman, Boy Girl”) con su colega, el Dr. Anke Ehrhardt, donde describía lo femenina que era Joan según lo que manifestaba su madre: “ Jamás he visto una niña tan pulcra y tan ordenada cuando ella quiere serlo cuando quiere… ”, destacando su interés por las muñecas y otros juegos femeninos frente al interés de su hermano por los coches, las herramientas y los juegos bélicos. No hacía ninguna mención a los problemas que ya habían detectado los padres y los maestros. Los textos tuvieron amplia repercusión pública y fueron una gran apoyo para el movimiento feminista, entonces en auge, y también para legitimar la reasignación sexual como el tratamiento habitual de los estados intersexuales. Se calcula que en los Estados Unidos se realizaron, en los siguientes 25 años, unas 15.000 reasignaciones de sexo.
Lo que ocurrió en las siguientes visitas puede leerse detenidamente en la narración de Colapinto y narrado por los propios actores en el vídeo de la BBC que aparece en este artículo. Al parecer los gemelos cada vez se resistían más a ir a las revisiones, les molestaba ser explorados y Brenda rechazó desde el principio la posibilidad de la cirugía de reconstrucción cuando comenzaron a planteársela, a la vez que fue creciendo en ella la convicción de que no era una niña. Sin embargo en su informe de 1975 publicado en Archives of Sexual Behavior Money solo hablaba del éxito de la terapia, de cómo Brenda había desarrollado una identidad de género femenina en contraste con su hermano y en cómo era esperable que con tratamiento hormonal tuviera una apariencia de mujer normal e incluso pudiera ser madre por adopción.
Sin embargo en otoño de 1976, cuando entró en su nueva escuela, los problemas de adaptación de Brenda aumentaron y también su ansiedad lo que hizo que su padres lo llevaran a un psiquiatra, el Dr. Keith Sigmundson que desde el primer momento fue consciente de que Brenda tenía un aspecto y un comportamiento más bien masculino y que ella misma se veía y se sentía como un niño. Preocupado, contactó con Money, que reconoció los temores de Brenda a la cirugía y al tratamiento hormonal pero que lo animó a que la ayudara a superarlos porque consideraba esencial ese tratamiento ahora que se acercaba la adolescencia. Por fin, en el verano de 1977, con 12 años, Brenda accedió de muy mala gana a iniciar un tratamiento hormonal de estrógenos. En 1978 apareció otro informe de Money afirmando que todo iba bien (“ahora en la época prepuberal la niña tiene una identidad y un rol de género femenina y claramente diferentes de los de su hermano”). Sin embargo, en Agosto de ese año, en la que sería la última visita a la clínica, Brenda se sintió muy incómoda y salió huyendo presa del pánico. Al parecer, les dijo a sus padres que jamás volvería allí y se suicidaría si la obligaban.
En 1979 Money pasó por su casa, pero la visita fue igualmente infructuosa. Brenda se hizo cada vez más rebelde y sus conductas eran cada vez más claramente masculinas, incluido el orinar de pie. A final de 1979 manifestó claramente al endocrinólogo y al psiquiatra que entonces la trataban que no se sentía una chica y que no quería ser una chica. Al fin sus padres le contaron toda la verdad de la historia que él recibió con una mezcla de irritación y alivio. Dejó de tomar estrógenos, se operó los pechos, comenzó a ponerse testosterona y lo volvieron a operar, cuando tenía 21 años, para tratar de construirle un pene. Inició su vida de varón y se cambió el nombre a David.
Aunque sus primeras experiencias con chicas no fueron muy afortunadas (la relación una de ellas le indujo a un intento de suicidio), a través de su hermano conoció a los 26 años una mujer de 29 con tres hijos y con la que se casó encontrando trabajo y pudiendo llevar una vida relativamente normal. Además había recibido una indemnización por lo que le había ocurrido, lo que le hizo tener solucionados los problemas económicos por un tiempo.
Mientras Diamond no había dejado de intentar seguir el caso de los gemelos y comenzó a poner anuncios en el congreso anual de la APA anunciando que quería conocer al psiquiatra que hubiera tratado a los gemelos de Money. Por fin alguien le dio una información que le permitió llegar a Sigmundson. Diamond era ahora profesor en la Universidad de Hawai y todos estos años había estado investigando sobre sexualidad. Sus estudios le habían convencido de que la teoría de neutralidad de género no era cierta ni para estados intersexuales. Juntos contactaron con el matrimonio Reimer y a través de ellos pudieron hablar con David que se enteró entonces de que su caso era publicado como un éxito en la literatura médica. David decidió hablar con ellos y dar a conocer públicamente lo que realmente había ocurrido con él para tratar de que a otros no les ocurriera lo mismo.
En 1997 Diamond y Sigmundson publicaron un artículo en Archives of Pediatrics and Adolescent Medicine donde contaban lo que habían descubierto sobre el caso “clásico” John/Joan y cuestionaban las dos premisas en las que se basaba la reasignación de sexo. Para ellos el caso de David, y otros estudios que referían, demostraba que los individuos no somos psicosexualmente neutros al nacer y que el desarrollo psicosexual saludable no tiene por qué estar relacionado solo con la apariencia de los genitales externos lo que cuestionaba radicalmente el posicionamiento médico, en aquel momento muy influido por las teorías de Money. En ese mismo año John Colapinto también publicó su artículo en Rolling Stone. El debate tuvo amplio eco en medios generales animado también por pacientes que habían sido reasignados en un sentido o en otro y que cuestionaban su tratamiento, como Cheryl Chase que fundó la Intersex Society of North America, sociedad que se disolvió en 2008, pero que aún mantiene su web con un material sumamente interesante incluyendo sentencias muy bien fundamentadas sobre casos que terminaban en los tribunales.
La sociedad había cambiado y los individuos con anomalías en el desarrollo sexual salían a la luz y reivindicaban su propia singularidad, la posibilidad de vivir la vida desde su propio cuerpo y su propia experiencia no dejándose someter por los prejuicios sociales que en el fondo habían sido los causantes de las reasignaciones precoces ya que tras ellas latía la convicción de que era más fácil cambiar un cuerpo que cambiar las convenciones culturales que podrían destruir a una persona con un cuerpo diferente. Alice Dreger expone en este artículo lo que ha cambiado en las últimas décadas en el abordaje de las personas con anomalías de la diferenciación sexual. En él se refiere al caso de David Reimer y a lo que supuso su suicidio en 2004 en el debate sobre los tratamientos que se habían aplicado y el daño que podrían haber hecho a algunas personas. Por supuesto había otras variables implicadas pero sin duda la reasignación que sufrió fue una de ellas. John Colapinto volvió a resaltarlo en un obituario que escribió entonces.
Tengo en mis manos el libro de John Money (“Desarrollo de la sexualidad humana”) que leí en 1989 (la edición española es de 1982). En ese hipervínculo pueden leerse algunas de sus páginas, su prólogo a la edición española, donde trata de su subrayar su teoría de la interacción entre biología y medio ambiente especialmente crucial en determinados periodos críticos, lo que consideraba su gran aportación junto al concepto de género. Repaso mis subrayados, el lenguaje tan farragoso del libro pero a la vez tan aparentemente riguroso desde el punto de vista científico. Leo en la página 121 su versión del caso cuando ya debería haber sabido que las cosas no iban demasiado bien. Cuesta trabajo imaginar cómo no supo rectificar a tiempo, qué lo pudo llevar a describir cosas distintas a las que, al parecer, sucedían, cuando por otro lado su obra científica es tan amplia y ha aportado tantas cosas en este campo. Juan Lejárraga lo refiere en su blog en una entrada que es un capítulo de su tesina de licenciatura y que ha sido fundamental para la realización de este artículo. En él comenta la reacción de Money, fundamentalmente defensiva, y achacando el tratamiento mediático a maniobras del movimiento conservador que trata de que retornen a los antiguos paradigmas que legitimaban los tradicionales roles de género. Un debate especialmente enconado y virulento en Estados Unidos.
“Money ha rechazado comentar el caso John/Joan, incluso tras la muerte de David, citando leyes de confidencialidad. Sin embargo, afirma que el tratamiento mediático ha reflejado un sesgo conservador y es parte de un movimiento antifeminista, que enfatiza la importancia de los genes en la masculinidad y la femineidad con el propósito de volver a los roles sexuales tradicionales. A Colapinto le contó sus dudas acerca del posible fracaso de los padres en educar a David para ser una mujer y aceptarse como tal. Respecto a la moratoria quirúrgica en los niños intersexuales, es categórico: “No se puede ser de sexo neutro (You cannot be an it)” Ante la sugerencia de realizar algún cambio, con vistas a una segunda edición de su libro Desarrollo de la sexualidad humana, donde relata el caso John/Joan como una comprobación exitosa de su teoría, contesta: “Para entonces estaré muerto”(Colapinto, 1997).”
“Los niños tienen pene. Las niñas tienen vulva. Que no te engañen: si naces hombre eres hombre, si eres mujer, seguirás siéndolo.” Antes que a la naturaleza se apelaba a Dios para legitimar los destinos de hombres y mujeres en la sociedad. Todavía hay muchos que pretenden seguir haciéndolo, a veces apelando a la noción de naturaleza para que opere de la misma forma y sirva para justificar un determinismo en los destinos sociales que pretenden que no pueda cuestionarse. Esto es probablemente lo que hay detrás de la campaña de “Hazte oír”, algo muy antiguo y que ha ocurrido muchas veces en Occidente desde que en la Ilustración algunas verdades absolutas se cuestionaron para siempre. Probablemente los que tiran piedras a su autobús, a su vez, objetan que haya un orden natural inalterable, impuesto durante mucho tiempo, que marque los comportamientos personales y los papeles sociales. Prefieren pensar que es la cultura lo que marca las diferencias. Algo que podría ser modificable a voluntad con la evolución de las preferencias de los individuos que pueden cambiar, y han cambiado a lo largo de la historia.
El dilema naturaleza/cultura que sigue utilizándose para legitimar posturas políticas y se vuelve tan a menudo pendular, tensando peligrosamente los debates, cuando ya hay datos de que no puede plantearse así. No todos los niños tienen pene o vulva. Algunos no se sabe lo que tienen o pueden tenerlos y que eso no coincida con su sexo genético. Todas las variaciones que se pueden leer aquí. Y esto aún no marcará del todo la masculinidad o feminidad de un individuo en concreto. Habrá muchos más factores biológicos y sociales que intervendrán de forma más o menos crucial en algunos momentos, en ciertas circunstancias, en distintas culturas de diferentes momentos históricos. Y aun así todos los individuos serán distintos. Tendrán distintas formas de ajustarse al terreno de juego que marca la biología y podrán expresar de formas diferentes sus conductas, su sentimentalidad, su sexualidad. “La naturaleza quiere variedad. Y esa es la forma en que avanza”, dice el propio Milton Diamond en una entrevista.
En vez de piedras, conocimiento. Intentar saber lo que se sabe y también los límites de lo que se sabe previendo incluso lo que no se sabe que no se sabe. Aprender de los errores históricos, también del de Money, sin mirar el pasado con ojos de presente, olvidando los contextos de ese momento. Aprender de los sesgos que dan lugar a errores que tan frecuentemente se han cometido y se seguirán cometiendo en medicina. Saber que aunque no se sepa del todo, en una sociedad abierta y libre, hay que tratar de respetar las preferencias de las personas sin que paguen un precio muy alto por ser diferentes. Si se lee lo que actualmente se sabe de la diferenciación sexual las letras de ese autobús se diluyen como lágrimas en la lluvia. Creo que nadie puede prohibirles decir lo que dicen pero deberían saber que en una sociedad alfabetizada cualquier escolar podría explicarles que el planteamiento en sí mismo es falso y que la dicotomía naturaleza crianza es tan problemática como preguntarse qué parte de la música es producto del instrumento o del músico que la interpreta. Probablemente la clave es la interacción. La naturaleza de las interacciones, de una extraordinaria complejidad entre el acervo genético, los factores externos, los contextos sociales y culturales y la propia percepción consciente del individuo en el momento presente. Un proceso de sexuación continuo probablemente con periodos críticos que va construyendo los individuos a lo largo de toda la vida que todavía no está ni mucho menos aclarado. Efigenio Amezúa en España ha tratado dar coherencia teórica a lo que denomina el hecho sexual humano.
El caso de los gemelos de Money es una magnífica oportunidad para vislumbrarlo desde distintas perspectivas y también para analizar las dificultades de pasar de la teoría a la práctica y de aplicar el método científico en condiciones reales. Los sesgos y las presiones, la posibilidad de no haber tenido en cuenta factores fundamentales, la dificultad de medir o de ponderar. La importancia del seguimiento a largo plazo o también los riesgos que se corren cuando hay que tomar decisiones sin los resultados de ese seguimiento. También para darse cuenta de las paradojas que surgen cuando se trata de utilizar conceptos como naturaleza y crianza para sustentar o demoler ideologías sociales. Se puede utilizar la naturaleza para sustituir la voluntad de Dios pero también para reivindicar que una orientación sexual distinta a la mayoritaria no es un vicio ni una enfermedad sino una variación de la normalidad a la que el sujeto no puede sustraerse y que no puede cambiar voluntariamente, que tiene un sustrato anatómico y funcional en el cerebro. Lo que Simon LeVay describe en esta entrevista pero que probablemente no compartirían los que suscriben la teoría queer.
Ideas que están en el aire, que se expresan en relatos, a veces demasiado simples, que mueven emociones, que identifican a grupos o personas, que aportan referencias para rebelarse o para afirmarse, que están en el núcleo de conflictos y cambios sociales ineludibles, pero que siempre hay que poner a prueba con el debate racional y la investigación más rigurosa, con cierta distancia, desvelando los enfoques tendenciosos, sin rasgarse las vestiduras ni tirarse piedras mutuamente.
Mi conclusión de este lamentable caso (que no sólo mató, sino que antes malogró la vida de alguien nacido en un país que potencialmente te asegura un colchón de bienestar mínimo) es que el pensamiento occidental, lo que muchos llamamos la “metafísica”, ha devenido ya totalmente loco. Esa dicotomía ya perversa entre una naturaleza concebida a la griega como identidad consigo misma, y por tanto inmutable, y una educación o crianza entendida a través del espiritualismo cristiano, a la manera de una tabula rasa absoluta, da lugar a una esquizofrenia alucinante. Pero como mucha gente, esos que llamas constructivistas, están escribiendo sobre ello para mal defender sus propias -y, por qué no, nobles- causas, la cosa tiene mal solución. Hay que pensarlo todo de nuevo, como ya se ha dicho muchas veces…
Excelente (y muy documentada) exposición.
http://elpais.com/elpais/2017/05/03/ciencia/1493804671_272020.html