Las coordenadas de nuestro tiempo

Cada época tuvo sus temas, sus problemas irresolubles, sus atormentadoras preocupaciones. Desde luego que hay temas universales, propios de nuestra extraña condición, como la muerte, Dios o el sinsentido de nuestra nimia existencia; pero aparte, existen otros que se dan con las peculiaridades de cada generación. Además, la nuestra, tiene una serie de características que la distinguen mucho de sus predecesoras, y no es por el chauvinismo propio de cada momento, que siempre se cree privilegiado, sino porque, verdaderamente, estamos en un momento diferente.

¿Cuál es el tema de nuestro tiempo? Sin duda, el cambio tecnológico ¿Por qué? Porque en esta época se van a lograr, al menos, dos conquistas que van a poner todo patas arriba. Por un lado, la bioingeniería va a perimir modificar nuestra propia naturaleza. En un tiempo muy breve vamos a poder diseñar personas antes de su nacimiento. La pregunta que urgirá será: ¿hacia dónde queremos modificarnos? Y será la pregunta más importante que nos hemos hecho desde que surgimos como especie de las sabanas africanas hace más de doscientos mil años, porque ella implicará redefinir nuestra naturaleza y decidir nuestra finalidad. El viejo ¿Qué es el hombre? va a sustituirse por ¿Qué será el hombre? o, si mantenemos cierto control en la historia, ¿Qué quiere o debe ser el hombre?

 

 

Y, por otro lado, los avances en inteligencia artificial van a llevarnos a otro hito histórico sin parangón. Nuestra especie se encuentra sola en su rama filogenética. Nuestros más cercanos compañeros de viaje, los neandertales, hace mucho que se extinguieron, y lo más próximo que nos ha quedado son los chimpancés, que distan de los sapiens unos seis millones de años: demasiado tiempo para tener lo suficiente en común. Sin embargo, esta soledad puede desvanecerse por la vía de lo artificial. Vamos a ser nosotros los que creemos unos nuevos compañeros: las máquinas. No sabemos cuándo llegarán, pero hay indicios suficientes para pensar que no tardarán demasiado. Y, de nuevo, tendremos que decidir hacia dónde ir con ellas porque la inteligencia artificial promete muchísimo y no a pocos les da bastante miedo. Si bien hay mucho marketing y demasiada sci-fi en todo el asunto, sí que parece razonable comenzar a reflexionar seriamente en, como mínimo, cómo orientar esta tecnología hacia algo beneficioso, para que luego no digamos que nos ha pillado el toro.

 

 

En cuestiones de tecnología, y ésta es otra peculiaridad de nuestro tiempo, siempre nos pilla el toro, porque la velocidad del cambio tecnológico es altísima en comparación con el tiempo geológico al que parecen funcionar las instituciones políticas. Ya nos está pasando con el comercio en internet, con la piratería o con la protección de datos… la tecnología crea vacíos legales complicados de tratar, para los que las legislaciones llegan tarde y mal. Muchas veces es debido a intereses creados o a la mediocre ineptitud de la clase política, pero otras es porque, sencillamente, es, imposible adelantarse a la velocidad del cambio. Por eso urge pensar, y urge mucho.

 

 

Pero para pensar hay que hacerlo desde algún lugar, hay, como suele decirse, que posicionarse ¿Dónde hacerlo en estos tiempos convulsos? Coordenadas pretende ser una orientación, una pequeña brújula que marca alguna directriz, algún camino que seguir. Desgraciadamente, una parte importante de mi gremio está en otros lugares, pensando (o más bien pseudopensando) sobre el sexo de los ángeles o sobre los noventa y nueve nombres de Dios. Por eso, insisto, urge pensar, y urgen unas buenas coordenadas para hacerlo.

 

 

¿Y qué coordenadas ofrece Coordenadas? Entre todo el maremágnum de conocimiento esparcido por doquier en la, a veces mal llamada, sociedad de la información, hay que tener un agudo sentido crítico para diferenciar el grano de la infinita cantidad de paja. Pero tenemos buenos puntos de partida: uno de ellos, sin duda, es la teoría de la evolución darwiniana. No me canso de decir que, a más de un siglo y medio del Origen de las especies, todavía no hemos comprendido en su amplitud la enorme revolución que significa el darwinismo: una inversión radical del platonismo, la filosofía que ha dominado occidente durante más de dos mil años. Darwin es, como diría Nietzsche, la inversión de todos los valores.

 

Charles Darwin

Otro lugar está en las neurociencias. Si queríamos estudiar la mente teníamos que, o bien confiar en el discurso de pacientes por introspección, o bien estudiar su conducta, pero no podríamos entrar en la mente de nadie. Siempre se habló de que a tu mundo interior solo tenías acceso tú… ¿Seguro? Los nuevos descubrimientos en neurociencias prometen, y ya hacen en cierta medida, leer nuestra mente. Esta mejor comprensión del cerebro a partir de las nuevas técnicas de observación está suponiendo un avance brutal a todos los niveles. El cerebro, el objeto más complejo del universo conocido, está, por primera vez, al alcance de nuestra mano.

¿Y qué decir del resto de las llamadas ciencias cognitivas? La psicología evolucionista, la filosofía analítica, la teoría de la información, la lógica matemática, las ciencias de la computación, las redes neuronales artificiales… ¡Grandísimas coordenadas para comenzar la singladura!

 

 

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