“Es muy difícil encontrar un gato negro en un cuarto oscuro, especialmente cuando no hay ningún gato”
Viejo proverbio
Stuart Firestein es profesor de Neurociencias y jefe del departamento de Biología de la Universidad de Columbia. Su área de investigación es el sistema olfativo de los mamíferos y, curiosamente, da un curso sobre Ignorancia en la Ciencia y ha escrito un libro, breve y ameno, Ignorance. How it Drives Science, donde plantea que lo que impulsa la ciencia es la ignorancia.
La gente puede tener la sensación de que el método científico consiste en una serie de reglas inmutables que se van aplicando para diseñar experimentos, y que así va aumentando el saber científico, un saber que en unos 500 años (15 generaciones desde Galileo, aproximadamente) ha conseguido más información acerca del Universo que en los últimos 5000 años. Firestein nos explica que esto es una fantasía. Se trata de gatos negros en habitaciones oscuras. Se prueba, se tantea, se palpa…y entonces se descubre el interruptor de la luz y todo el mundo dice: “¡Oh,mira, o sea que así es como es todo!”. Y entonces nos vamos a la siguiente habitación a buscar el siguiente gato. Los que no salen en los periódicos sensacionalistas ni en las revistas especializadas son los científicos que han dedicado su vida a un campo determinado y, al final, no han encontrado nada, porque no han dado con el interruptor, o porque allí no había ningún gato.
El origen de su curso sobre ignorancia, y de su libro, está en otro curso que daba previamente sobre “Neurociencia Celular y Molecular”. Era un curso de 25 conferencias de hora y media y seguían un libro de Eric Kandell y Tom Jessell, llamado Principles of Neural Science, de 1414 páginas y un peso dos veces el de un cerebro humano. El curso se daba en plan muy formal, con autoridad y seguridad y, al final del semestre, Firestein empezó a tener la sensación de que los estudiantes podían pensar que ya se sabía todo de Neurociencias. También, de que la ciencia es una acumulación de hechos, y para Firestein eso es una equivocación. Cuando él se sienta a hablar con los colegas no hablan de lo que saben, sino de lo desconocido, de lo que habría que hacer para saber eso que quieren descubrir, etc. Como decía Marie Curie: “Uno no nota lo que ha hecho, sólo ve lo que falta por hacer”.
Así que se le ocurrió la idea de hacer un curso sobre ignorancia, invitar a científicos para que hablaran de lo que no saben: lo que les gustaría saber, lo que creen que sería crítico conocer, qué habría que hacer, qué pasaría si se descubriera eso, qué pasaría si no se descubre…en resumen, hablar del estado actual de su ignorancia. Imaginaos también que sois uno de esos científicos y recibes una llamada de Firestein diciéndote: “hola, Fulano, estoy dando un curso sobre ignorancia y he pensado que tú serías perfecto para venir a hablar de ello”…igual te mosqueabas…Por supuesto eso no ha ocurrido y han pasado por su facultad astrónomos, físicos, químicos, matemáticos, neurobiológos, zoólogos, etc., para hablar de su ignorancia.
La ignorancia puede tener varias acepciones y, por supuesto, la ignorancia de la que habla Firestein no consiste en una estupidez voluntaria, ni en el desprecio de la lógica y los datos, ni en la devoción a la desinformación. La ignorancia de Firestein se refiere más a una falta de claridad o de comprensión de algo por ausencia de datos o de un conocimiento, y no se trata de ignorancia individual, sino colectiva. Es una ignorancia que limita también con la curiosidad y es en ese sentido en el que coincide con James Clerk Maxwell que decía que “ la ignorancia curiosa es el preludio de todo real avance en ciencia”
Pero Firestein va un poco más allá que Maxwell. Lo que él plantea no es sólo que la ignorancia precede a la ciencia, sino que la ciencia crea ignorancia, que la ignorancia es un resultado del conocimiento. Lo importante en ciencia son las preguntas. Las preguntas son más relevantes y más grandes que las respuestas. Una buena pregunta puede dar lugar a varias capas de respuestas, puede inspirar décadas de búsquedas de soluciones, puede generar campos de investigación. Las respuestas, por contra, son el final del proceso. Quizá a esto se refería George Bernard Shaw cuando le dijo a Einstein: “La ciencia siempre está equivocada, nunca soluciona un problema sin crear 10 más”. Y esto puede verse como un defecto o una virtud. La ciencia va creando más ignorancia, pero a la vez nos permite aprender cada vez más cosas. También es significativo que cuando se entregan los premios Nobel, se suelen dar a investigadores por algún descubrimiento concreto, un resultado, pero casi siempre se hace mención por el comité a que: “el científico en cuestión ha abierto un nuevo campo…o lo ha llevado en nuevas e inesperadas direcciones…”, todo lo cual quiere decir que ese descubrimiento ha creado más y mejor ignorancia.
A nivel individual esto puede ser desesperante porque a medida que aumenta el conocimiento nuestra ignorancia no hace más que crecer. Cada vez cada uno de nosotros conoce una fracción más pequeña del total de conocimiento y cada vez somos más conscientes de lo mucho que hay ahí afuera que nunca sabremos. Pero no solo los legos en materias científicas, sino los propios científicos, que se ven obligados a especializarse en campos cada vez más pequeños. Como dijo Marvin Minsky: “en ciencia uno puede aprender lo máximo estudiando lo mínimo”. Cada 10-12 años se dobla el número de artículos científicos. Es gracioso que ya Francis Bacon, padre del método científico, se quejaba a principios del siglo XVII de que la masa de conocimiento acumulado era inmanejable…¡qué diría el pobre si viviera ahora!
Descubrir: des-cubrir: quitar un velo a algo que está ahí escondido…Pero se trata de muchos velos. La labor científica es como sacar baldes de agua de un pozo sin fondo: sacas y sacas, y siempre queda otro cubo más…Firestein compara la ciencia con las ondas que hace una piedra cuando la tiramos al agua, una ondas que se hacen cada vez mayores en circunferencia. Lo que hay afuera de ese círculo creciente es la ignorancia y la ciencia tiene lugar precisamente en ese círculo expansivo que hace frontera con la ignorancia.
Es interesante que Firestein comenta que odia las hipótesis, le parece que aprisionan, que crean sesgos, y que discriminan. En la esfera pública de la ciencia parecen tomar vida propia. Los científicos se colocan detrás de una hipótesis como si fueran banderas, equipos de fútbol o religiones. Cuando un científico se adhiere a una hipótesis busca datos que la apoyen e ignora los que no son congruentes con ella. En este sentido, Firestein tiene razón y el amor a una hipótesis es un peligro y puede frenar el avance científico. Hay que ser humildes; como decía Thomas Huxley, muchas veces un feo dato te tumbará una bonita hipótesis. Hay que hacer el duelo y seguir adelante.
Para finalizar, y por si se da el caso de que os encontréis con un científico famoso, Firestein cuenta una anécdota muy graciosa. En una travesía del Atlántico coincidieron Chaim Weizmann, el primer presidente de Israel, y Albert Einstein y entonces acordaron que cada día iban a quedar dos horas en cubierta y allí Einstein le iría explicando la teoría de la relatividad a Weizmann. Al final del viaje, Weizmann concluyó que “ahora estoy convencido de que Einstein entiende la relatividad”. Por supuesto, Weizmann no era ni una pizca más sabio que antes de la travesía. A los científicos les gustan las preguntas. Lo que Weizmann tendría que haberle preguntado a Einstein es:”¿en qué estás pensando estos días?” “¿en qué problemas estás trabajando ahora?” “¿cuáles son las preguntas que se están plantando los físicos ahora que el universo es relativo, sea eso lo que sea?” Entonces Einstein le habría contado de los rompecabezas a los que se enfrentaban los físicos y le habría cotilleado lo que decía Bohr, etc., y la visión de Weizmann habría cambiado probablemente para siempre. Si le preguntas a un científico por resultados te va a contar cosas muy técnicas que no vas a entender.
Francis Crick decía que los científicos deberían trabajar sobre los temas de los que han hablado en la comida, porque eso es lo que de verdad les interesa. Así que una buena pregunta para un científico sería preguntarle de qué ha estado hablando con sus colegas en la comida. Firestein comenta que preguntas que han dado mucho juego en su curso son algunas como las siguientes: -¿Qué es lo que le gustaría conocer acerca de X? -¿Qué tema fundamental no ha conseguido entender hasta ahora? -¿Cree que hay cosas imposibles de conocer en su campo? ¿cuáles? -¿Cuáles son las limitaciones tecnológicas actuales en su trabajo? ¿puede ver soluciones? -¿En qué se encuentra actualmente atascado? -¿Cómo habla acerca de lo que no conoce? -¿Cómo era el estado de la ignorancia en su campo hace 10, 15, o 25 años, y como ha cambiado? -¿Hay datos de otros laboratorios que no concuerdan con los suyos? -¿Se sorprende con frecuencia? ¿Cuando? -¿Qué preguntas está generando actualmente? -¿Qué ignorancia está generando actualmente?
Así que ya lo sabéis: la ciencia avanza por el crecimiento de la ignorancia. Ser un científico requiere fe en la incertidumbre, encontrar placer en el misterio y aprender a cultivar la duda. ¡Olvida las respuestas, trabaja en las preguntas!
Referencias
Stuart Firestein. Ignorance How it drives Science. Oxford University Press 2012
Página web de Stuart Firestein y su curso
Nicolás de Cusa, De Docta Ignorantia. Nihil novum sub sole (vuelta al sistema olfativo de los mamíferos…)