Porque Antonio Skármeta es chileno, que si no a mí me hubiese parecido mucho más acertado escoger a Benedetti que a Neruda como Cyrano de su famoso cartero enamorado. Pablo Neruda es muy grande, pero gusta demasiado de emplear un lenguaje que ya suena a poético antes de que él lo engarce, para ponerlo al servicio de temas demasiado ampulosos u oscuros. Es decir, que si uno escribe “esquirla” u “osamenta” o, yo qué sé, “constelación”, se diría que ya está siendo poeta aposta, aún antes de enhebrar un solo verso, como si hubiera metido la mano en el cofre léxico de la poesía cósmica y obtenido estrellas de mar líricas. Esos mismos términos, por ejemplo, podrían estar en una novelita de Henry Miller, a fin de impresionar al lector juvenil. Mario Benedetti, cuyo centenario se celebra hoy, en cambio, recurre mucho más al lenguaje ordinario, y menos a los efectos del ilusionista verbal. Sus poemas son completamente llanos, más tributarios del ingenio que del hallazgo simbólico, y creo que hubieran cumplido mucho más eficazmente la función del cortejo que los dolores telúricos de Neruda. Un ejemplo sencillísimo, casi cursi, que tengo en la cabeza hace años: Porque el cielo de tenerte / me parece fantasía. Así de fácil, así de directo. Pero, insisto, también puede ser muy ingenioso, puro juego de palabras, sin que la construcción verbal deje de ser un verdadero poema, no un texto en prosa puesto en vertical:
Che 1997
Lo han cubierto de afiches /de pancartas
de voces en los muros
de agravios retroactivos
de honores a destiempo
lo han transformado en pieza de consumo
en memoria trivial
en ayer sin retorno
en rabia embalsamada
han decidido usarlo como epilogo
como última thule de la inocencia vana
como anejo arquetipo de santo o satanás
y quizás han resuelto que la única forma
de desprenderse de él
o dejarlo al garete
es vaciarlo de lumbre
convertirlo en un héroe
de mármol o de yeso
y por lo tanto inmóvil
o mejor como mito
o silueta o fantasma
del pasado pisado
sin embargo los ojos incerrables del che
miran como si no pudieran no mirar
asombrados tal vez de que el mando no entienda
que treinta años después sigue bregando
dulce y tenaz por la dicha del hombre
Benedetti fue el poeta más democrático del mundo, cualquiera lo entendería. Ni Borges le aventaja en esto. Juan Gelman, que era argentino en vez de uruguayo, es casi igual de accesible, pero trata temas un poco más escabrosos. No es de extrañar, por tanto, que Benedetti fuera tan prolífico, puesto que no buscaba su inspiración en vetas demasiado profundas o enigmáticas. Y todo lo que hizo está bien y da gusto leerlo. Pedro y el capitán, de asunto, este sí, escabroso, es una obra de teatro que todos veríamos con gusto aun sufriéndola un poco. Sales de la función emocionado, sin que hayas visto un Ibsen, y con mucho de que hablar, sin que te hayan atizado una conferencia. Gracias por el fuego, la única novela suya que he leído (pero estoy seguro de que las demás son igual de buenas) es un regalo que todo el mundo debería leer al llegar a la veintena. Lo tiene todo: es conmovedora, política, personal, ágil, dulce y trágica. Yo diría que es el arquetipo de novela que debería imperar en el s. XXI, ahora que hemos dejado definitivamente atrás los grandes experimentos narrativos del s. XX. Para que la novela no muera, ni se confunda con el cine o con las series, tiene que ser hoy como Gracias por el fuego, y las librerías nunca cerrarían. También recuerdo haber leído el poema largo, de esos que ya no se escriben porque asustarían en su formato de novela corta, El cumpleaños de Juan Ángel, también político, también agradable en lo desagradable, terso y poroso, que lleva de la mano al lector de principio a fin y sin obstáculos. Benedetti como el poeta del sentir común, del guiño al lector culto y abrazo al lector nuevo, el tipo que se recitaba a sí mismo en alemán (creo que también recita a Rilke, que fue el poeta opuesto a él) en el burdel de El lado oscuro del corazón, esa película divertidísima y entrañable de 1992 que doró nuestra juventud pedantuela y callejera y que no se sabe realmente si homenajea o parodia el Rayuela de Julio Cortázar –supongo que las dos cosas:
Lo bueno de Benedetti, ahora que lo pienso, es que incluso cuando se ponía triste o reivindicativo parecía alegre. Ese era su tono fundamental, su clave musical inalterable. Hasta Gracias por el fuego, que termina como termina, se recuerda con calidez y alegría. En muchos poemas y cuentos Benedetti jugaba a la ausencia de Dios, a que nada tenga sentido, a que la injusticia venza, a que sentir sea absurdo, pero lo decía de una manera pequeña en la que se notaba que no se lo creía ni él. A mí me parece de agradecer…
Currículum
El cuento es muy sencillo
usted nace
contempla atribulado
el rojo azul del cielo
el pájaro que emigra
el torpe escarabajo
que su zapato aplastará
valiente
usted sufre
reclama por comida
y por costumbre
por obligación
llora limpio de culpas
extenuado
hasta que el sueño lo descalifica
usted ama
se transfigura y ama
por una eternidad tan provisoria
que hasta el orgullo se le vuelve tierno
y el corazón profético
se convierte en escombros
usted aprende
y usa lo aprendido
para volverse lentamente sabio
para saber que al fin el mundo es esto
en su mejor momento una nostalgia
en su peor momento un desamparo
y siempre siempre
un lío
entonces
usted muere.
Pienso en Benedetti al que no vi directamente nunca, siquiera en alguna conferencia, y sobre todo siento que era un buen tipo, alguien con buen talante, no sectario ni lleno de resentimiento, a pesar de que tenía las ideas políticas muy claras por la experiencia de su propia biografía y motivos de sobra. Alguien que fácilmente podía ser transversal, llegar con sus versos a gente muy diversa e incluso muy alejada de la cultura porque escribía con palabras sencillas, describía emociones comunes a la mayoría de los humanos y trataba de dar calor y esperanza, a pesar de todo, e incluso se permitía glosar la alegría y pedir defenderla hasta de la propia obligación de estar alegres pero también de las ausencias transitorias y las definitivas.
Sin embargo releo ahora algunos poemas y pocos me emocionan, pocos versos quiero aprenderme de memoria, al contrario de lo que me sigue ocurriendo con algunos de Neruda o de Lorca que parecen siempre brillantes como si fueran recién escritos por un genio verdadero. Incluso algunos de los más famosos me parecen que se han desgastado con el tiempo, al menos para mi, aunque quizá sean sugestivos para otros que los lean de nuevo y conecte con ellos porque necesiten sus palabras y comiencen a partir de ahí a disfrutar de la poesía. Lo que es un logro más que estimable para un poeta.
Magnífico recuerdo.
Gracias por el fuego…
Benedetti es un poeta sencillo en el mejor sentido de la palabra. Sencillo y profundo a un tiempo, que es lo difícil. En estos días leo con placer una recopilación de sus poemas amorosos, “El amor, las mujeres y la vida”. Allí toma como punto de partida una cita de un pesimista vital, Shopenhauer , “El amor es la compensación de la muerte, su correlativo esencial”. Estoy completamente de acuerdo con esa visión de poeta que incluso triste transmite alegría, su poesía podría hacer buena la definición que Leonard Cohen clavó sobre la melancolía como la alegría de estar triste. Otro aspecto insoslayable de su experiencia poética es el gusto por los juegos de palabras. Con él hemos “volado gaviotamente sobre las fobias”, también conjugamos el precioso verbo “nostalgiar”, o nos sentimos abandonados por un abandoneón. Completo tu estupenda reseña recomendando su delicioso libro de haikus, y destacando un relato suyo que me dejó directamente con la boca abierta, “Jules y Jim”. La atmósfera de tensión que recrea sencillamente corta el aliento, sin necesidad de recurrir a muchos elementos narrrativos. Un cuento áspero y sobrio a la manera del maestro Carver, de los mejores que he leído en mi vida.
En definitiva, un buen tipo, nada pretencioso y todo corazón, que para el que esto escribe siempre ha sido y seguirá siendo una inspiración a la hora de escribir poesía.
Me pongo a buscar ese Truffaut uruguayo. Gracias.
La entrevistas de A fondo son excelentes, pero tienen la mala fortuna de sacar de los autores su peor cara, sin duda la que también tenían. Está de Benedetti es una excepción. La persona gana mucho con el trato. Voy a leer más novelas.
La otra entrevista también es formidable. Me encanta este Dead man…