Erase una vez un planeta llamado Covilandia…
La vida en este planeta, además de virulencias y desmesuras, está plagada de anécdotas y curiosidades. Estas forman parte del universo menor de cada persona, familia o grupo, ramonean distraídas entre la datafrenia infotóxica que a todos y todas nos abruma.
Por ejemplo, este año, los cambios de hora de primavera y otoño han pasado casi desapercibidos, con la de tinta que otros años gastamos tontamente. Otras menudencias, subtipo cambio climático, pateras transmediterráneas o catalanización informativa, también aminoran su presencia mediática. Por no hablar de los frivolidades de la monarquía decorativa.
Otro ejemplo interesante es eso que acabo de hacer dos párrafos más arriba, caer en la trampa entre el género y el sexo en el uso del español, entre el masculino y la femenina, polémica tan manida en política como resuelta en Academia. Esto también afloja sus tensiones, parece que a los y las del muchos y muchas se les olvida fatigar la ortografía con tamaña irreverencia.
En fin, son naderías que este observador anota en su agenda del móvil, para luego escribir breverías que le quiten algo de acero a la pandemia.
Pero con el asunto COVID siempre me asalta esa duda, ¿qué es mejor, decirlo en masculino o en femenino? Casi seguro que tanto monta, pues al cabo tanto hiere y tanto mata sea cual sea el género del apelativo, y, que se sepa, los virus no tienen sexo.
Pero, pensemos un poco en ello, distraídamente.
En los medios siempre dicen “la COVID”, que, Fundeu dixit, es correcto, pues es el acrónimo de Coronavirus Disease (la enfermedad del Coronavirus). El inglés, idioma más ahorrativo que el nuestro, no deja dudas: ¡femenino! Eso implica que cuando decimos la COVID hablamos de un asunto de salud y enfermedad, y por lo tanto deberíamos dejarlo en manos de los sanitarios. De hecho, se comprueba que, pese a los disparates sociales y políticos, la evolución de los resultados sanitarios no es tan mala como la magnitud creciente de la pandemia. Si uno superpone las curvas estadísticas de infectados en España, o el mundo, a la de ingresos y muertos desde el principio de la pandemia hasta ahora, se comprueba que aunque se infectan muchas más personas, proporcionalmente ingresan y mueren muchas menos de las esperables a tenor de las tasas observadas en la primera oleada. Y menos mal, y ojalá que no tenga que desdecirme.
Ahora bien, pongámoslo en masculino, manteniendo la ayuda del inglés. Se me ocurren dos opciones para “el COVID”. Una sería el Coronavirus Disorder (el desorden, o el trastorno, como se suele traducir en psicopatología, del Coronavirus). Desorden y trastorno es lo que está ocurriendo socialmente, un enorme desbarajuste que nadie entiende, normas aleatorias y cambiantes, acciones y reacciones disparatadas, intromisiones de periodistas, seudocientíficos, opinadores (me autocritico), en un terreno pantanoso entre la salud y la sociología, entre la epidemiología y la legislación, en fin un disparate social con consecuencias sanitarias, laborales, económicas, etc. Eso es masculino claramente, y así nos va. La domesticidad de la casa y del mundo es mejor si la conducen ellas, en el COVID, ya desde los primeros meses se evidenciaron datos indicativos de que los países con gobiernos liderados por mujeres se enfrentaron mejor a la pandemia.
Pero se me ocurre en inglés otro masculino aun peor para el COVID, el Coronavirus Disaster (el desastre del Coronavirus) que es lo que está ocurriendo en el mundo: un desastre sanitario, laboral, económico, político…, y detrás de ello, ya sea culposo, negligente o simplemente ignorante, está el tejemaneje de los políticos, y no solo de los Trump del mundo, sino de los gobernantes de muchos otros países, entre ellos los que desgobiernan este barrio de Covilandia que todavía llamamos España.
Siento caer en la falacia de que los políticos siempre tienen la culpa de todo, pues no es eso lo que pienso ni predico, pero en este tema, cuando los sanitarios hemos intentado hacer nuestro trabajo, desde el principio hasta ahora, hemos comprobado que las medidas, soluciones, disposiciones, etc. adoptadas desde las instituciones gobernantes del país y las autonomías, han atinado poco o nada, y casi siempre han sido más inconvenientes que facilidades. En la primera oleada se comprobó claramente, en la segunda parecía que ya deberían haber aprendido, pero que va… ya lo ven, al final, son medidas y normas tomadas como al disparate, dispares e inestables, y si además les sumamos la desvergüenza de los espectáculos hemicircenses, que conllevan la pérdida de autoridad política y moral de los gobernantes, se comprende que el populacho salga a las calles a quemar contenedores, ya Cataluña, ya Gamonal y, por resonancia, por acá y allá sin control y con evidente peligro. En mi opinión, todo esto se debe al desastre en la gobernanza política de este pequeño barrio de Covilandia que aun solemos llamar España.
Pero aunque soy de natural criticón pero no pesimista, creo que cabría una conciliación que nos ayudaría a encontrar mejores soluciones.
Veamos, podríamos usar “el COVID” y “la COVID”, cada uno para su propio ámbito, sin caer en conflictos verbales atolondrados, sino para dejar al Cesar lo suyo en masculino y a los currantes de la salud lo nuestro en femenino. Claro que eso requeriría la colaboración inteligente y generosa entre investigadores, epidemiólogos, sanitarios y gestores de la salud por una parte y, por la otra, que las instituciones y personas políticas se dejaran de beligerancias partitocráticas y razias autonomistas y se pusieran a trabajar coordinada e inteligentemente, lo cual, me temo, va a ser bastante más difícil de conseguir.
Pero, en fin, ya lo dije al principio, no lo tomen muy en serio, pues esta bagatela pretende ser tan solo una distracción contra los daños que la pandemia y la infodemia, produce a tantas personas tantos días, semanas, meses…
Yo lo que digo a mis alumnos es que la peña confunde la enfermedad con el virus. El virus se llama SARS-Cov-2, y no solamente no tiene sexo, sino que de por sí es neutro, no maligno -de hecho, se supone que provenimos biológicamente de virus y bacterias. La enfermedad que nos produce, en cambio, es la COVID 19, femenina como “la” gripe, y que se debe escribir todo mayúscula o todo minúscula. Los medios, en cambio, pese a que no hablan de otra cosa, no se han enterado aún de nada de esto, y lo que todavía llama más la atención: nuestro flamante presidente también utiliza el masculino tranquilamente…
Muy original y entretenido, como siempre, aunque a mi sí me gusta esta gobernanza central de la pandemia, y no creo que la otra ala del hemiciclo hubiese aprobado ertes, sueldos mínimos ni ayudas europeas (hoy, además, rescata aerolíneas). Bueno, no es que no lo crea, es que todos sabemos de cierto que no…
Gracias y sigue ayudando a la gente, ojalá los demás pudiéramos hacer algo tan valioso.
Oscar, muchas gracias… Y que te conste que a ni los de la otra ala del hemiciclo no me caen nada bien.
Salud.
Jovenes, guapos, preparados, eticos, pero bolivarianos, qué se le va a hacer…
Creo que te he entendido mal. Retiro mi comentario tontirónico y continuo calladito mis andanzas docentes en covilandia.