En nuestra ciencia y en nuestra cultura, el homicidio y el suicidio son considerados dos fenómenos diferentes que tiene diferentes causas y que, por tanto, se estudian por separado con fondos que provienen de diferentes instituciones, los criminólogos por un lado y los suicidólogos por otro. En este artículo voy a exponer que existen datos que sugieren que existe un solapamiento entre el homicidio y el suicidio y que no son realidades totalmente distintas. Luego voy a resumir una tradición de pensamiento que ha considerado al homicidio y al suicidio como distintas expresiones de un mismo fenómeno y en concreto una teoría integradora de ambos.
Vamos a ver primero algunos hechos que sugieren que existe por lo menos un cierto solapamiento entre el homicidio y el suicidio. Por ejemplo, cierto número de suicidios van asociados a homicidios. Se les llama de diversas maneras pero una etiqueta bastante extendida es la de “suicidios ampliados”. Son casos en los que la persona que se suicida decide matar antes a otras personas, con mucha frecuencia otros miembros de la familia, como los hijos. Ocurre en el caso de personas con depresión que consideran que los seres queridos que dejarían atrás al suicidarse ellos van a ser unos infelices y van a sufrir y deciden ahorrarles ese sufrimiento. También podríamos incluir aquí los familicidios, que están considerados un tipo de suicidio (Frei e Ilic,2020)
Existen, por otro lado, homicidios que acaban luego en suicidio, el fenómeno del homicidio-suicidio. En el caso de los homicidios de pareja, las cifras varían según las muestras pero un porcentaje significativo de los homicidios, alrededor del 30%, son homicidios-suicidios (Campbell y cols, 2007) (datos de España) También está descrito que la suicidalidad (ideación de suicidio, amenaza de suicidio, intentos de suicidio previos…) es un factor de riesgo para el homicidio de pareja (López-Ossorio y cols, 2020; Sherman y cols, 2017).
Hay que decir que existe un desacuerdo entre los expertos con respecto a la clasificación del homicidio-suicidio. Para algunos, como Thomas Joiner, se trata de un tipo de suicidio, para otros es un tipo de homicidio y para otros se trataría de un fenómeno distinto de ambos.
Fuera del contexto de la pareja o de la familia, muchos casos de asesinatos en masa acaban en suicidio o el sujeto sabe que va a ser abatido, lo que se ha denominado suicidio por la policía o suicide by cop (Hutson y cols, 1998). Algunos expertos consideran este tipo de homicidio-suicidio como un suicidio en esencia (Koerth,2019).
Además de todo lo anterior, existe un tipo de suicidio que ha recibido diversos nombres: suicidio con intención hostil (Preti, 2006), suicidio sansónico (Jeffreys, 1952) o suicidio agresivo (Manning, 2015) que ocuparía un lugar intermedio ente el suicidio y el homicidio. Se trataría de una especie de “morir matando”, de suicidios por venganza con la intención de perjudicar a alguien que nos ha ofendido o humillado, daño que en ciertas culturas puede llegar a la muerte de esta persona, ejecutada por otros miembros de la familia o del grupo. Es decir, el suicida no agrede directamente a la persona que le ha perjudicado pero su suicidio es una acusación pública que tendrá consecuencias para esa persona.
Una variante de estos suicidios agresivos con espíritu de venganza y de infligir una gran culpa en la persona causante del sufrimiento es lo que Manning llama suicidio por confrontación, (confrontational suicides), que consiste en hacer que la persona que nos ha agraviado presencie el suicidio. Voy a copiar aquí alguno de sus ejemplos:
“Por ejemplo, un joven tuvo una disputa con su novia en su propia residencia. Más tarde, esa noche fue a casa de su novia (mientras ella estaba en otro lugar) y se colgó del techo de su porche.”
“En la descripción de un caso se dice que “el difunto tuvo un altercado verbal con su novia que vivía en la casa, durante el cual sacó una pistola de 9 mm y se disparó en la cabeza delante de ella y de su padre”.
“Otro caso involucraba a un hombre que, según su novia, estaba muy celoso de ella:
Esa mañana discutieron sobre su asistencia al funeral de su ex suegro. A pesar de sus objeciones ella asistió al funeral y luego regresó. A su regreso, hablaron durante unos 30 minutos, durante los cuales el difunto no pareció molesto ni enfadado. Ella le preguntó qué quería para cenar y él murmuró algo que no pudo entender cuando salió por la puerta trasera. Ella le preguntó qué le había dicho y él respondió: “Te lo mostraré”. Tomó una pistola de su bolsillo y la puso en su propia cabeza. Ella le gritó que se detuviera pero él apretó el gatillo.”
“El difunto fue a la oficina de la seguridad social para reunirse con un representante de reclamaciones. Había presentado una solicitud de incapacidad, pero fue rechazada por la oficina de Baltimore. Fue a la oficina local y pidió al representante que reconsiderara su reclamación, declarando que no podía trabajar y que su esposa tenía que trabajar y pagar sus facturas médicas. El representante le aconsejó que podía tomar la información y entregarla a otra sucursal para que se encargara de ella y que esta sucursal le daría una cita para una entrevista. El difunto preguntó cuánto tiempo sería, y el representante dijo que 2-3 meses y el difunto dijo que sería demasiado tiempo. El representante dijo que no sabía qué más podía hacer y el difunto dijo “sí sé”, sacó una pistola del bolsillo de su pantalón y se disparó en la cabeza frente al representante, 58 empleados y otros tantos clientes…”
Para ilustrar esta proximidad entre el suicidio y el homicidio, voy a copiar aquí alguno de los casos que comenta Manning en su artículo sobre el suicidio agresivo en los que el autor duda entre el suicidio y el homicidio-suicidio:
“Un hombre recientemente desempleado se suicidó y dejó una nota revelando que estaba enamorado de su compañera de cuarto y estaba molesto porque ella no compartía sus sentimientos: “Te amo. Sé que nunca seremos una pareja y no deseo vivir otro día sin alguien que me ame… fuiste enviada a mí para ser mi ángel y nunca te has detenido a escucharme”. Incluso menciona haber tenido un breve impulso de “matarte y tomar y reemplazar tus píldoras para el corazón con cualquier cosa que se parezca a las que debes tomar”. Sin embargo, unas pocas líneas más tarde afirma: “Para quienquiera que lea esto, mi compañera de cuarto NO es el responsable de mis acciones, yo James Riley elegí mi propio destino, y yo James Riley elijo la muerte en lugar de vivir [con] el hecho de que nunca estaré con la persona que realmente amé!”
“Katie,
Tal vez seas feliz ahora. Pensé en llevarte conmigo (es decir, cometer un homicidio-suicidio) pero no creo que valga la pena porque no creo que Dios te deje vivir tanto tiempo. Para ti no sirve de nada. Cuida de (la hija). No veo cómo podría volver a amarte. No puedo entender por qué te fuiste para allá, seguro porque había nadie más; si lo hubiera, yo no haría esto. Dile a esa muñeca que la amo y que siempre sea buena. Quería hablar con ella pero me hiciste enfadar tanto que me puse a llorar. He estado aquí y he llorado durante una hora. Espero que seas feliz. No veo cómo puedes soportar vivir…”
En estos dos últimos casos hay una consideración explícita de cometer homicidio-suicidio y al final se inclinan por el suicidio, pero en alguno de los casos referidos más arriba -por ejemplo en el del hombre que no quería que su novia fuera al funeral o en el del hombre que acude a la oficina de la seguridad social en Baltimore- no es difícil imaginar que el autor, dados sus sentimientos de ira y venganza, habría podido disparar primero contra su novia o contra los empleados de la oficina y luego suicidarse. ¿Qué es lo que hace que una persona decida al final elegir entre el suicidio, el homicidio o el homicidio seguido de suicidio? Manning ofrece una respuesta a esta pregunta con base en la Sociología Pura, de Donald Black, pero aquí vamos a ver otra explicación: la Teoría de la Corriente de la violencia letal. Aunque expresadas con lenguajes muy diferentes, ambas teorías tienen mucho puntos en común ya que ambas son teorías sociológicas.
Desde el punto de vista biológico también tenemos evidencia de solapamiento. Por un lado, tenemos ciertos datos con respecto al papel de la serotonina en el suicidio y en la conducta agresiva en general, sobre todo la impulsiva. Sabemos que bajos niveles del metabolismo de la serotonina 5-HIAA en líquido cefaloraquídeo se asocian a conducta suicida. Pero también a conducta agresiva en general y a homicidio (Lidberg y cols, 1985; Zalsman y Apter, 2002; Stanley y cols., 2000)
Por otro lado, en el aspecto clínico, este estudio de seguimiento de sujetos que han cometido homicidio en Suecia encuentra un alto riesgo de suicidio a corto plazo que persiste toda la edad adulta (Jokinen y cols 2009). Los autores concluyen: “El homicidio es un fuerte predictor de futuros suicidios y mecanismos biológicos similares pueden estar involucrados en la criminalidad violenta y el comportamiento suicida.”
La teoría de la corriente de la violencia letal
Breve introducción histórica
Aunque, como decía más arriba, la visión predominante actualmente es que el suicidio es un problema de salud pública relacionado con los trastornos mentales y el homicidio como un delito y una ofensa contra la sociedad, la realidad es que existe una larga tradición teórica que se remonta al siglo XIX con Enrico Ferri y Enrico Morselli, que considera que el suicidio y el homicidio son dos formas alternativas de expresar la agresión o la violencia. Esta visión desaparece durante décadas para reaparecer en el libro Suicide and Homicide, de Henry y Short, de 1954, un clásico de la criminología. Posteriormente, esta concepción desaparece de nuevo para resurgir en el libro de Unnithan y cols. de 1994 que recomiendo a los interesados en el tema y del que tomo este repaso histórico.
Retrocediendo más en el tiempo, podríamos encontrar la idea de que el suicidio y el homicidio son dos expresiones del mismo fenómeno en San Agustín, en la Ciudad de Dios, donde considera que el suicido es matarse a sí mismo y el mandato divino es no matarás. Por ello, el suicidio está tan prohibido como matar al vecino. En lengua inglesa, antes de que el término suicidio entrara en circulación en 1662, se hablaba de self-murder o auto-homicidio y se catalogaba dentro del felonius homicide. El suicidio se diferenciaba de otros homicidios solamente porque la víctima era también el perpetrador. Resumiendo mucho, la visión del homicidio y el suicidio era moral, ética y legalmente equivalente.
En el siglo XIX, en los años 1820-1830, una serie de autores franceses como Gerry de Champneuf empiezan a observar que en los departamentos franceses del norte de Francia hay pocos asesinatos y delitos contra las personas pero hay muchos suicidios, mientras que en los departamentos del sur ocurre lo contrario. Otros autores realizan observaciones similares en otras regiones y se va extendiendo la idea de un antagonismo entre el suicidio y el homicidio. Se observa, por ejemplo que el homicidio es más frecuente en las regiones del sur de Europa y el suicidio más frecuente en las regiones del norte. Hacia 1880 destacan dos autores, Enrico Morselli y Enrico Ferri, que dan forma a la “ley doble”: las tendencias al suicidio y al homicidio son antagónicas entre sí en el cuerpo social pero son paralelas dentro del individuo, donde nacen y se desarrollan bajo la influencia de las mismas causas.
Observan que el suicidio aumenta con el nivel educativo mientras que el homicidio se asocia al analfabetismo. Con respecto a la religión, el suicidio es más frecuente entre protestantes y el homicidio entre católicos. Y con respecto a las clases sociales, el suicidio es más frecuente en clases altas y el homicidio en clases bajas. Para Ferri y Morselli, las causas del homicidio y del suicidio serían las mismas y el impulso básico es a matar a alguien pero las condiciones del ambiente llevarían a que se expresara de una forma u otra. En sociedades más pacíficas, que repudian la violencia (o en clases sociales altas), ese impulso se volvería hacia adentro dando lugar al suicidio.
Durkheim aceptó por un lado que Ferri y Morselli estaban en lo cierto y que hay una relación inversa entre el suicidio y le homicidio pero también se observó que había excepciones y, a veces, ambos podían aumentar -como en situaciones de catástrofe económica- o disminuir .como en las guerras. Parece que fue Durkheim el que usó, para referirse a la teoría de Ferri y Morselli, la analogía que compara la violencia en una sociedad con una corriente de agua que puede circular por dos canales, de manera que si el agua va hacia un canal disminuye la cantidad de agua que circula por el otro.
Henry y Short en 1954 introducen el avance en la teoría de que existen una fuerzas de producción de la corriente de violencia y unas fuerzas de dirección. Las fuerzas de producción son las que determinan la fuerza o el caudal de la corriente. Si el caudal de la violencia no aumenta, entonces si se expresa como suicidio, disminuye la tasa de homicidios, y viceversa. Pero si en una sociedad los factores de producción de la corriente aumentan, entonces tanto suicidio como homicidio pueden aumentar a la vez. La causa última de la violencia sería la frustración, la incapacidad de la personas para conseguir sus objetivos. Pero la frustración puede expresarse como suicidio o como homicidio dependiendo de otros factores. Henry y Short identifican dos factores fundamentales: el estatus y la fuerza/intimidad de la relación. Sugieren que el estatus está relacionado positivamente y la fuerza de la relación negativamente con la tendencia a elegir suicidio sobre el homicidio. También plantean que las prácticas de la crianza pueden hacer que los niños aprendan a encauzar la frustración de una u otra manera.
Y en este breve recorrido histórico no podemos olvidarnos de Freud. Para Freud, el suicidio es el impulso a cometer homicidio vuelto hacia el propio sujeto, el suicidio resulta del bloqueo del deseo de cometer homicidio. La agresión contra el yo se asume que tiene lugar cuando las características del objeto amado son introyectadas en el yo. El odio estaría dirigido originalmente hacia objetos externos pero estos objetos pueden ser dotados de amor y simbólicamente incorporados en el yo. Al incorporar el objeto, el sujeto introyecta el odio original junto con el amor. Resumiendo, el suicidio sería un homicidio desplazado.
El Modelo Integrado de la Violencia Letal
Describo por fin brevemente el Modelo Integrado del Homicidio y del Suicidio desarrollado por Unnithan y cols en su libro que integra las aportaciones de los autores que he comentado previamente así como algunas otras que no he abordado por limitaciones de espacio.
- El homicidio y el suicidio so dos canales alternativos dentro de una misma corriente de violencia letal
- Hay dos tipos de factores causales diferentes que generan las variaciones en las tasas de homicidio y suicidio: 1) Fuerzas de producción 2) Fuerzas de dirección.
- Las fuerzas de producción son las responsables de la variación en el volumen total de violencia letal
- Las fuerzas de dirección son responsables del desvío de la violencia letal hacia el canal del suicidio o el canal del homicidio.
- Las fuerzas de producción tendríamos que buscarlas en patrones sociales de frustración, estrés, sucesos negativos, desigualdades económicas, anomia, etc.
- Las fuerzas de dirección serían patrones culturales y estructurales de atribución de la culpa por esta frustración. Si la culpa se atribuye al yo, el agua se desvía hacia el canal del suicidio. Si la culpa se atribuye a los otros, el agua va al canal del homicidio.
- En este sentido, el suicidio tiene que ver con la emoción de la depresión y el homicidio más con las emociones de la ira, la venganza y la paranoia (recordemos esos suicidios agresivos de los que hemos hablado más arriba y que ocuparían una lugar más cercano al homicidio).
- A este esquema le podríamos añadir un tercer canal: la violencia colectiva. Existen datos, como hemos comentado antes, de que cuando aumenta la violencia colectiva (guerras, revueltas…) disminuyen los suicidios y los homicidios individuales.
Este sería el esquema general y dentro de él podemos encajar algunas cosas que hemos comentado antes. Por ejemplo, el suicidio aumenta y el homicidio disminuye con el desarrollo económico y la industrialización con respecto a sociedades agrarias. Esto lo podríamos entender en el sentido de que el desarrollo aumenta el control de la sociedad sobre el entorno aumentando la sensación de que la gente es más responsable de su propio destino (menor probabilidad de echar la culpa fuera). De la misma manera, las capas altas de la sociedad tienen mayor control del entorno y por lo tanto pueden atribuir menos la culpa a otros, al contrario que en las capas bajas. Dentro de Estados Unidos, hay mayores tasas de homicidio y menores de suicidio en el sur que en el norte. Esto se debería a patrones culturales de atribución de la violencia hacia el exterior en el sur.
Por supuesto, esta teoría no ofrece todas las respuestas y los autores no defienden que haya que abandonar la investigación psicológica, biológica y a otros niveles del homicidio y del suicidio cono fenómenos individuales. Pero sí apuntan que esas investigaciones pueden beneficiarse de un enfoque global con respecto a toda la violencia letal. Adoptar este enfoque integrado puede ayudar a contemplar el suicidio y el homicidio con una luz diferente. El enfoque tradicional y el integrado no serían excluyentes sino complementarios.
Referencias:
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Jokinen J, Forslund K, Nordström A-L, Lindqvist P & Nordström P (2009) Suicide Risk After Homicide in Sweden, Archives of Suicide Research, 13:3, 297-301,
López-Ossorio, J. J., González-Álvarez, J. L., Loinaz, I., Martínez-Martínez, A., and Pineda, D. (2020). Intimate Partner Homicide Risk Assessment by Police in Spain: The Dual Protocol VPR5.0-H. Psychosocial Intervention , Ahead of print.
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Stanley B, Molcho A, Stanley M, Winchel R, Gameroff MJ, Parsons B, Mann JJ. Association of aggressive behavior with altered serotonergic function in patients who are not suicidal. Am J Psychiatry. 2000 Apr;157(4):609-14. doi: 10.1176/appi.ajp.157.4.609. PMID: 10739421.
Unnithan N.P., Huff-Corzine Lin, Corzine Jay y Whitt H.P. The Currents of Lethal Violence. An Integrated Model of Suicide and Homicide. State University of New York Press 1994.