A cierta edad se puede tener tendencia a pensar, cada vez con más frecuencia, que la vida entera solo ha sido una preparación, bastante inútil, para soportar la devastación de la vejez. O que la vida activa ha sido solo un prólogo, demasiado rápido, a otra vida en la oscuridad donde ya parece haber desaparecido todo lo significativo o agradable y solo queda sobrevivir a un horizonte de sucesos donde el dolor o la pérdida de facultades en todos los sistemas orgánicos es lo único que puede esperarse. Las religiones han jugado a recordar justamente esa realidad que nunca se cree del todo cuando se es joven y parece que la fiesta no va a terminar nunca. Pero en algún momento comienza a despertarse la consciencia de que se camina efectivamente por un campo de minas que explotan de verdad alrededor de muchas maneras diferentes, haciendo desaparecer gente que simplemente se conoce o se ama o produciendo heridas en el cuerpo que ya no van a curarse.
Con los años, por mucho que nos empeñemos, se agudiza la desigualdad biológica esencial de los seres humanos. Hay personas que a los cincuenta son ya viejas con muchas limitaciones y enfermedades crónicas; otras a los ochenta parecen tener una década menos o incluso a los noventa pueden llevar todavía una vida razonable y disfrutar de la agilidad suficiente para seguir teniendo algún tipo de proyectos o moverse de alguna manera amable por el mundo. Aunque, desde luego, es difícil que puedan domar a un caballo salvaje o dormir en el suelo bajo las estrellas o que los mire con deseo una mujer desconocida y hermosa. Tampoco suelen estar para los trotes de un viaje muy largo en un territorio caluroso e inhóspito. La verdad es que Eastwood se conserva bien para su edad, parece tener aún la cabeza en su sitio y una mirada profunda que brilla todavía en un cuerpo ya muy consumido. Es muy probable que esté en el mundo, que le queden esas convicciones de la gente que va por libre y que piense conservarlas hasta el final haciendo lo que le gusta: películas que, tantas veces, han sido tan buenas.
Pero llama la atención que se haya embarcado en un guion tan frágil, tan difícil de creer, donde todo parece impostado hasta lo que sería salvable en otras condiciones o en una historia diferente. Quizá en la película haya vislumbrado la posibilidad de reivindicar ser, hasta el final, un hombre sin edad; de morir con las botas puestas; de conquistar alguna forma de serenidad volviendo a los orígenes, donde parecería reinar lo auténtico, lo que merece la pena realmente, lo que es precioso aunque parezca pobre y fuera del mundo. Donde se pueda recordar y tener vivencias valiosas que haya que conquistar practicando valores puros: la lealtad, el agradecimiento, la solidaridad, la falta de interés material. El retorno a esa espiritualidad que suele producir sentirse ya un poco por encima de todo, sin casi nada que perder, ya no demasiado seguros de lo que se pensó o se hizo en otros tiempos donde quizá se cometieron demasiados errores o se tuvo mala suerte o se bebió demasiado. Donde también es fácil mecerse en la superstición o levantar los pies del suelo.
Cry Macho es una road movie que pretende una doble redención. La del muchacho malquerido a punto de perderse en la delincuencia y la del viejo vaquero al que ya no le queda casi nada, salvo un amigo algo turbio que resulta ser el padre del muchacho y algunas convicciones personales. El gallo parece ser el símbolo de esa valentía que sigue siendo necesaria para conseguir algunas cosas valiosas en la vida, a cualquier edad, para defender la independencia personal en medio de un mundo incierto y a veces hostil. También para soportar desdichas y mantenerse en pie con los propios medios, porque no hay que olvidar que Eastwood siempre se ha manifestado próximo a los presupuestos del Partido Libertario y probablemente a esa ética radicalmente individualista que defendía Ayn Rand. La banda sonora de Mark Mancina junto con algunas imágenes que recuerdan a los mejores westers es lo mejor de la película. Los actores no resulta creíbles salvo, a veces, el propio Eastwood y Natalia Traven que encarna una cierta fantasía maternal de bondad que representa muy bien.
Aunque quizá lo más interesante de la película es tener la oportunidad de contemplar y poder pensar sobre la vejez, ese territorio lleno de héroes verdaderos con frecuencia muy inhóspito, que nos espera al final de la vida si es que llegamos a él, donde nos pueden ocurrir todo tipo de calamidades y donde perdemos casi todas las cualidades para afrontarlas. Donde quizá se pueda conseguir una dulce serenidad o una gran lucidez y se tenga la suerte de tener una muerte rápida y no demasiado dolorosa. O donde los últimos años puedan convertirse en una terrible tortura sobre la que no tenemos demasiados recursos para hacerla más llevadera. Tras cuarenta años en la medicina no he visto demasiados avances para mitigar los malestares de la vejez: la soledad, el dolor, la angustia, la tristeza, el deterioro cognitivo, el delirio o las alucinaciones que aparecen con tanta facilidad. Sé que damos fármacos que a veces funcionan pero no lo hacen muchas veces y sobre todo no tenemos nada (porque probablemente no se investigue con la suficiente intensidad) para devolver un poco de sensación de bienestar a esos cuerpos devastados que tan a menudo gritan en silencio y hacen que nos tapemos los ojos. Porque necesitamos olvidar para seguir viviendo.
Quizá por eso la necesidad de Eastwood de rodar una fantasía como Cry Macho, aunque sea algo fallida. Soñar que todo lo esencial puede seguir siendo posible allá en la frontera, donde espera una posibilidad de comunidad con todo lo necesario. Con niños que miran a los ojos y acarician la mano y una mujer hermosa que sabe cocinar y no se cansa de bailar “Sabor a ti”, como si todo estuviera a punto de comenzar o no se fuera a terminar nunca.
Yo creo que lo de Eastwood, igual que lo de Allen, no sólo es ya incapacidad para aceptar el retiro, sino que hay mucho de narcisismo. En cuanto a la vejez, lo que dices explica porque los antiguos consideraban el suicidio como una virtud moral admirable, más no obstante no hay por qué seguir a los antiguos en todo…
jgandara47: No la he visto
Pero estoy muy de acuerdo con tu texto
Estoy pensando en escribir algo sobre esa especie de INFANTILISMO SOCIAL GENERALIZADO que domina nuestra sociedad…: Infancias y adolescencias prolongadisimas dan paso a una juventud hipomadura y esta a una madurez lúdico… Para llegar a la vejez infantilizada… De viajes balnearios y negación de la vejez.
¿”Partido libertario” no es una contradicción en los términos? XD