Salud, belleza y buen humor

Fotografía de Jacques-Henry Lartigue

Cada año esperamos que el verano nos traiga de regalo unas buenas vacaciones. Creemos que eso será bueno para nuestra salud vital, que es a la vez salud mental, física y social. Lo ansiamos con fruición, incluso nos programamos para hacer cosas tan absurdas como desconectar, como si fuéramos enchufables, o recargar pilas, como si funcionáramos con baterías. Creemos que durante la presuntamente larga tregua vacacional tendremos tiempo para cambiar nuestras agobiadas y agotadas vidas. Pero resulta que cuando apenas acabamos de percibir que hemos empezado a descansar, ya estamos en el último tramo de las vacaciones y empezamos a pensar con abatimiento en el temido regreso a la realidad. Al final, la fábula vacacional resulta que realmente era ficción. Plantearse así las vacaciones solo sirve para que cuando se acaba el verano volvamos a estar tan mal o peor que antes de empezarlo.  

Por eso voy a hacer una propuesta acorde con el título, para que el verano nos aproveche con la menor fatiga y la máxima alegría posibles. No plantearé tareas, sino reflexiones, para lo cual, lo único que necesitamos es tener un breve espacio-tiempo para reflexionar sobre las palabras del título, pero antes lo haremos sobre una pequeña y sencilla palabra, que se siente muy fatigada de tanto como la usamos: “nada”. 

Nada: A veces, sentarse a ver crecer la hierba es la tarea más provechosa posible. En ocasiones, decidir voluntariamente, proactivamente ponerse a “hacer nada” es la mejor actividad posible. Dedicar cada día de sus vacaciones un rato a hacer nada. Pero ¡ojo!, eso no consiste en el “no-hacer-nada” negativo, pasivo, enfadado, sino en todo lo contrario, sentarse debajo de una palmera, olivo o limonero, si se puede, o si no, debajo de una humilde sombrilla a hacer una cosa que se llama “nada”. Esta es una actividad muy placentera y conveniente. Pero no debe ser algo pasivo sino activo, decidido y ejecutado por tu propia voluntad. Insisto, empecemos por “hacer nada” para poder reflexionar sobre los tres componentes de este artículo: salud, belleza y buen humor. Veámoslo. 

Fotografía de Jacques-Henry Lartigue

Salud: Si le prestas atención a tu salud antes de perderla, después tendrás menos problemas para recuperarla; esa es la premisa esencial para no llegar al verano con la salud hecha polvo, y no tener tiempo para desempolvarla.  

Belleza: Si aprecias la estética que forma parte del cosmos y la conviertes en cosmética en tu vida, no será necesario esperar al verano para lograr embellecer todo lo posible, conveniente y adecuado para ti, según sea tu propia persona y tu vida. 

Buen humor: Si cultivas el buen humor como una de las bellas artes de la vida, tus humores no se amargarán en los meses invernales, ni necesitaras llegar al verano para endulzarlos.  

Para lograr que esas tres cosas acaben encajadas en tu vida como si fuera un lema con su acrónimo, “SByBH”, hay que aprender y repetir. Aprender a ser animosos con las actitudes preventivas, a ser tenaces con las disciplinas físicas y mentales, y a ser atentos con nuestro diario de cada día y con las personas que nos rodean. Repetir esos compromisos hasta que se conviertan en hábitos, que es la única manera de robustecerlos sin tener que acudir a la fuerza de la voluntad, que es la más débil y fatigosa que tenemos los seres humanos. 

Fotografía de Jacques-Henry Lartigue

Todo eso se puede lograr si repites cada día un esquema sencillo de recordar y al punto provechoso: Mover los pies, que consiste en hacer un poco de ejercicio, por poco que sea; mover las manos, que es hacer algo bonito o diferente de lo habitual, de acuerdo con tus habilidades manuales; y mover la lengua, que consiste en usar el lenguaje, para hablar, escuchar, leer o escribir.  

Si activas y repites este esquema, lo aprenderás y lo repetirás muchas veces. Y si le añades un poco de ganas, de energía, de chispa y grano de sal, te sentirás más fuerte, fecunda y fortunada cada día. Y si te sientes así, serás una persona más segura, serena y satisfecha de ti misma. Según algunos, en eso consiste la felicidad; en cultivar las tres “efes” para cosechar las tres “eses”. Pero eso hay que hacerlo antes del verano, para poder disfrutarlo en éste. De esa manera no necesitaras desconectar, ni cargar pilas, sencillamente al dulce pastel veraniego bastará con que le pongas la guinda, la que a ti te guste, no la que los otros te sugiramos o tratemos de inculcar, y así tu verano acabará mejor que empezó, y tu retorno será un regreso y no un retroceso. 

Con estas sencillas palabras, van mis de deseos de salud, belleza y buen humor para todas las lectoras y lectores de buena voluntad.  

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