Octubre 2024

Diario de un Savonarola

9 de OCTUBRE

Leo en «Mundolibro» que César Antonio Molina hace un elogio de la poética de José Ángel Valente tildando a las nuevas voces españolas de «perezosas», armando sus argumentos en que Valente supo estudiar idiomas para indagar en las voces de su tiempo, y todo para vender una edición sobre José Ángel de «Galaxia Gutemberg». Y el colega fue ‘Director’ del Instituto Cervantes. Juan Gelman, en el mismo artículo, sin embargo, se ciñe a hablar del autor en clave positiva y contando la relación poética  que existió entre ambos: «Siempre nos preocupó, por razones distintas, el misticismo, la cábala, lo sufí y la sensación de la preocupación ausente de lo amado … Siempre transcurre por la búsqueda del amor y la palabra como pasado que va a ocurrir. Él habla de la ceguera y de los ojos acostumbrados a no ver nada, el deseo de poseer es  la negación del ser, decía Valente, siempre siguiendo la razón del corazón». Y uno, pobre payaso, casi «último mono» –como bien escribió un día Lorenzo Oliván– tiene que aguantarse la risa de ver a los poetas políticos lanzando elogios por comparación al poeta muerto, pero no por una comparación normal, sino por una de esas comparaciones genéricas tan parecidas a esa de Gila que decía «alguien ha matao a alguien». Yo, sinceramente, cada día entiendo menos que para que una multinacional se hinche a vender libros tenga que salir el poetita oficial que vive del dinero de todos –y que hasta quizás «aprenda idiomas con él»– a poner su jodido dedo en los pobres ojos de los que no tenemos ni editor, ni pelas para aprender, ni poepolíticos para que nos soben el lomo por comparación. ¡Me cisco en todo lo que se mueve! Y mi respeto enterito para Juan Gelman, al que he admirado siempre y leo con verdadero placer.

Con bastante más placer que a José Ángel Valente, aunque quizás con menos vértigo. Y no se me sume ahora en la lista de los que denostan su poética, ¡por Dios!, no. Lo que sucede es que mi gusto estético no encaja tanto con la poesía intelectual y desnudada de palabras, aunque respeto esa concepción críptica del poema. Siempre he pensado que el conocimiento hay que democratizarlo, pues la orientación intelectual puede convivir perfectamente con la claridad. Vamos, que no entiendo esa historia de «conocer para esconder» que lleva a la poesía críptica buscando la dificultad. Tampoco la belleza está reñida con la claridad, faltaría más. Y no se me acuse ahora de defender una escritura que piense en el lector sobre todas las cosas, que no lo acepto. Solo pienso que la baja catadura intelectual y la pose propugnan la dificultad como escondite de las carencias, circunstancia que se patentiza en los textos oscurísimos de multitud de autores. Repito que respeto el hermetismo, la cábala o el retorcimiento, pero no comulgo con esa forma de ofrecer sin querer dar. En todo caso, dejo uno de los mejores poemas de César Antonio Molina, editado por la Agencia EFE como titular de una de sus noticias: «Un buen gestor nunca se preocupa del dinero, y yo me considero un buen gestor». Pues yo tampoco; aunque mi pena es de euros que no me dejan viajar a París, a Viena, a New York, a Madagascar, a Oslo… Ni siquiera a  Barcelona para intentar quitarme esa «pereza» poética de la que habla en voz alta Cesarín. ¡Caixo en Soria! Oye, y, por cierto, ¿cuánto habrá cobrado este César/Cervantes de las arcas de Galaxia Gutemberg por mordernos con la excusa de hablar de Valente? Lo mismo nada, como no le preocupa el dinero.

12 de OCTUBRE

Decía Carlitos Baudelaire de la democracia que “es absurda y débil”, y la definía como “náusea inmensa de carteles”, y en ambas afirmaciones me encuentro cómodo visto lo que vengo viendo. Lo malo es que acababa su diatriba con la siguiente frase: “Únicamente existen tres seres respetables: el sacerdote, el guerrero y el poeta. Saber, matar y crear”… Y aquí me incomodo francamente con el compañero Carlitos, pues desde mi primario punto de vista no dio ni una, ojo, ni una [sería que andaba desubicado por aquello de pisar a diario el siglo diecinueve].

Se lo perdono por sus “Flores del mal”, que si no…

Respiro un par de veces,  leo el poema ‘Encuentros’, de Czeslaw Milosz, y me quedo embobado: “Estuvimos paseando a través de los campos / en un vagón al amanecer. / Una herida rosa roja en la oscuridad. / Y de pronto una liebre atravesó la carretera. / Uno de nosotros la señaló con la mano. / Eso fue hace tiempo. // Hoy ninguno de ellos está vivo, / Ni la liebre, ni el hombre que hizo el ademán. / Oh, amor mío, ¿dónde están ellos, a dónde han ido? / El destello de una mano, la línea de un movimiento, / el susurro de los guijarros. / Pregunto no con tristeza, sino con asombro.”.

Nunca estuve tan cerca de este poeta como ahora. Ya cuando lo leí hace cinco o seis años me impresionó vivamente [dejé nota encendida de aquella primera lectura de descubrimiento en mi cuaderno de campo], pero no como ahora, pues yo siento que  fui quien señaló con la mano a aquella liebre que fue el tiempo y es la perdida razón de lo real difuminada en el recuerdo. Así estoy y así siento, asombrado y sin tristeza, vencido y añorando constantemente otro lugar, otra gente, otras circunstancias.

De todo ello me llega una extraña confusión que actúa como la adormidera, me detiene, me deja reposado mientras siento cómo me quedo rezagado del grupo en el que iba.

Otros ya se detuvieron y nunca he vuelto a verlos.

18 de OCTUBRE

Llegó el frío prometido y he tenido que desabrigar el armario para abrigarme yo. Han vuelto a ponerme apellido los forros polares, las bufandas, el chambergo de cuero, las camisetinas interiores, los calcetines gordos, las botas abrigadinas y mi palestina blanquinegra… Otra vez a lo gris mientras el campo ya pardea y la sierra empieza a pillar su tono más blanco. Y que estoy alegre, alegre de ponerme ropa sobre ropa, de sentir sobre mi rostro el frío cortante y la deliciosa sensación del agua helada que cae como una bendición. Han sido demasiados días sin lluvia para un lechuguino huertano como yo.

Y con el frío me llegan unas hermosas ganas de sentarme a escribir sobre, por ejemplo, por qué no sirven los muertos, sobre el arma que termina siendo la moral contra el hombre, sobre cuál es la mejor compañía de un solitario, sobre el estremecimiento del amor, sobre la opacidad de los días en blanco, sobre la fascinación de la necesidad del hombre de ser perverso, sobre el fastidio de la vejez y cómo obviarlo, sobre el valor del infinito en el terreno de los deseos, sobre el protagonismo femenino en la sociedad actual, sobre todas las patologías religiosas, sobre la mentira del arte, sobre la intensidad en todo, sobre la diferencia entre el tiempo poético y el tiempo social… Muchas ganas, ahora tengo muchas ganas.

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