Podría exagerarlo todo y decir que me paso las noches masturbándome con el filo de la luna.
Si se deja.
Cuando la muy oscura se levanta la falda y asoma el agujerito de luz inalcanzable,
me repliego en sombras aterciopeladas,
me bebo la piel a escalofríos,
me lleno la garganta de estrellas,
de aristas que compenso haciéndome redondita la letra;
más vientre de mariposa, más sed de zarza quejumbrosa.
Pero si amaso rosas con la lengua contra el paladar, la tinta me responde escupiendo espinas.
Eternamente acumuladas en vértices de la noche opalescente.