Trampillo (coplilla para trovas de juglares y burlas de bufones)

Fotografía: Eugenio Recuenco

 

Neologismo español, contracción de tramposo y pillo, subclase apocopada de tramposillo. Equivalente a “trumpillo” en inglés y alemán.

Dícese del golfillo pícaro y travieso, que aparenta tanta ligereza como vivacidad.  Son hábiles tramoyistas de la vida que mezclan la gracia del tunante con la astucia de fullero y te enredan en sus señuelos y trampantojos. Tahúres de gesto amable, embaucadores de verbo ágil, sablistas con chispa de jaraneros. Granujas astutos y engañadores arteros, que ocultan un rufián bajo el ala del sombrero. Son cucos sagaces, pájaros esquivos, galopines pilluelos. Los hay malos y peores, pero nunca buenos. Los peores son bellacos amables, perillanes de temperamento inquieto, que te alistan a sus fechorías sin que te sientas víctima ni bandolero. Malandrines falaces, burladores lisonjeros, que consiguen que los hombres sonrían cómplices bajo su sombra y las mujeres se acomoden a su vera cual floreros.

 

Fotografía: Eugenio Recuenco

 

Cuidan su apariencia con esmero, la primera impresión – que es la que cuenta – les va en ello. En su aparente elegancia eligen lo que les parece eficaz para triunfar en el ocio y los negocios. Su semblante es peculiar, adecuado a su modo de ser, siempre con un punto cínico, nunca neutros. Se muestran naturales en su esmerada artificiosidad, impresionan de veraces en su solapada añagaza, espontáneos en su entrenada astucia. Para eso entrenan el verbo con pericia, y enredan al personal en sus requiebros.

 

Fotografía: Eugenio Recuenco

 

No dudan en mentir para conseguir engañar, en engañar para conseguir adhesiones, en seducir para lograr admiradores, en persuadir para conseguir afiliados.

Sus fines son más fuertes que sus principios, y sus objetivos no pasan de ser subjetivos. En su idioma personal y familiar no viene el verbo perder, solo ganar, triunfar, dominar.

 

Fotografía: Eugenio Recuenco

 

Así son esos curiosos especímenes humanos, tan atractivos y admirados como peligrosos y molestos. Personas que viven sometidos a sus propios personajes, bajo los cuales adoptan papeles de resonancia social, ya sea en el mundo de los negocios, la farándula, los deportes o la política.

Aparecen y desaparecen a lo largo de la historia, son transitorios y mortales, pero siempre hay alguno que se manifiesta acá o allá, una mezcla de inmortal Judío Errante y Saint Germain eterno.

Ante ellos la mitad del mundo se deja engatusar, y la otra mitad hierve ofendida, pues sus aciertos enriquecen a medio mundo, pero sus errores los paga el otro medio.

 

Fotografía: Eugenio Recuenco

 

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