Farrell y McNamara: un Pritzker irlandés en 2020

El otorgamiento del Premio Pritzker 2020 al estudio de las arquitectas irlandesas conocido como Grafton Architects, Yvonne Farrell (1951) y Shelley McNamara (1952), ha tenido diversas reacciones llamativas, cosa que cada vez es más usual en estos premios anuales, que aparecen revestidos de polémica y de sorpresa a partes iguales, como ocurre con sus equivalentes de los Nobel de Literatura.

La primera de ellas es que las premiadas, Farrel y McNamara, han escapado a las quinielas de pronósticos y barruntos, como los realizados por la revista británica Dezeen daily; aunque, obvio es decirlo, la revista británica barrería para casa y preferiría a un premiado casero como el candidato Peter Cook, en el año del Brexit, como aporte vitamínico. Donde además, no se puede esconder la dificultad de señalar magisterios propios en la isla menor de la República de Irlanda, frente al peso material y conceptual del Reino Unido y su viejo Imperio. La segunda de las reacciones advertidas, una vez conocido el premio, ha consistido en desvelar y reforzar el carácter feminista de este premio, que por cuarta vez premia a mujeres arquitectas, tras Hadid, Sejima y Pigem, como ha proclamado Anatxu Zabalbescoa en El País, donde hace constar en los Premios Pritzker la prevalencia de lo masculino premiado (43) frente a lo femenino postergado (4); cuando ciertamente esa no es la cuestión que debatir. Zabalbescoa incluso amplía su sospecha –pese al premio feminista por partida doble–, al advertir: “Y sin discutir la necesidad de premiar a arquitectas valiosas–e incluso la oportunidad de reconocer a las primeras irlandesas con un Brexit recién estrenado– es obligatorio plantear si Farrel y MacNamara son las mejores arquitectas del mundo hoy”.

Facultad de Medicina, 2014. Limerik (Irlanda)

Cuestión que, obviamente, se puede formular cualquier año y con cualquier premiado. Baste recordar los últimos reconocimientos practicados, con Arata Isozaki ya rememorativo y tardío (2019); con Balkrishna Doshi (2018) y el premio al continente asiático, en un ejercicio geoestratégico notable; con los españoles RCR (2017) que aportaban un notable grado de desconocimiento internacional y de hermetismo local; o con el más imprevisible del joven y lejano Aravena (2016).

Y la tercera y no menos previsible de las reacciones, ha sido el premiar a unas arquitectas que, paradójicamente, adquirieron más visibilidad por su comisariado de la Bienal de Arquitectura de Venecia de 2018, que por su sólida obra construida desde 1980, en Irlanda y en otros países. Y ello da una muestra de cómo se adquiere visibilidad hoy en el campo del reconocimiento arquitectónico, más proclive a pasarelas, sets de rodaje, revistas cuchés y premios brillantes, que a la hondura de un trabajo sordo y profundo. Sin cuestionar, por ello, la propuesta del trabajo desarrollado en Venecia por Farrel y McNamara, que no sólo sirvió como rampa de promoción y lanzamiento de su trabajo anterior, sino como reflexión colectiva que propusieron bajo el eslogan Freespace. Y aquí quiero destacar las maquetas o modelos tridimensionales de sus trabajos, que presentadas en el Arsenal veneciano, comportaban un elevado valor reflexivo y un decidido gesto artístico. De la misma manera que su comisariado fue más contenido y centrado que el de convocatorias anteriores.

Temple bar visto desde el oeste

Tituladas en Arquitectura por el University College de Dublín (UCD) en 1974, decidieron asociarse en 1978, dando nombre a su estudio con el nombre de la calle donde éste se ubicaba, a fin de anteponer la idea de la existencia del lugar de su trabajo sobre la identidad de los individuos protagonistas. Y este gesto, no menor, de diluir la autoría y la visibilidad autoral, da cuenta de un carácter anti divo. Y ésta es –en palabras de Freddy Masad en su texto de ABCla concepción característica que reviste el discurso proyectual que describe su práctica profesional. Definiendo la arquitectura como “una estructura para la vida urbana, que nos arraiga y nos conecta al mundo de una manera en la que ninguna otra disciplina creadora de espacio puede hacerlo”. Activas en la docencia del Instituto de Arquitectura del UCD entre 1976 y 2002, han prolongado sus tareas como profesoras visitantes, en Lausana (2010-2011), Harvard (2010) y Yale (2011). Miembros del RIAI, miembros de honor del RIBA (premiadas con la medalla de oro en 2019) y miembros electas del Aosdaná (Irish Arts Organisation). Su obra construida fundamentalmente en Irlanda (Dublín, Navan, Limerick), se ha ampliado con incursiones a Italia, Francia, Inglaterra y Perú, recorriendo diversas escalas y temas tipológicos, que se resuelven con gran fluidez formal y compositiva.

UTEC, 1970. Lima

Farrell y McNamara, insisten en que un esfuerzo constante de su arquitectura ha sido el de tratar de introducir en su trabajo valores como el humanismo, la artesanía, la generosidad y el hecho de conectar culturalmente con cada lugar y contexto. Y estas cuestiones que ellas destacan de su trabajo, han sido capturadas en la nota del jurado, al señalar “la capacidad de Farrell y McNamara para crear espacios innovadores a la vez que considerados con la historia y con la tradición”. A la vez que ponen de manifiesto en la nota justificativa del Premio concedido: “un sólido dominio de la artesanía constructiva y del entorno urbano, fruto esto último de una profunda comprensión del «espíritu del lugar» que deriva de su trabajo de investigación, firme capacidad de observación y de la curiosidad y apertura con que exploran, así como de su constante respeto a la cultura y el contexto de éste”. Y ese carácter reflexivo y meditativo, de mirada atrás y mirada adelante, se visibiliza en la facultad de Toulouse, en las piezas del Trinity College o en la Facultad de Limerick. De tal suerte que puede decirse que “Sus edificios son ‘buenos vecinos’ que quieren aportar algo más allá de los límites de lo construido y contribuir a hacer de la ciudad un lugar mejor. Equilibrando fuerza y delicadeza, sus edificios académicos, cívicos y culturales, así como sus bloques de viviendas, son obras modernas e impactantes que nunca repiten ni imitan, y son sin duda alguna expresión de su propia voz arquitectónica”. Voz que viene de Irlanda, sin más matices que su calidad.

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