¿Qué nos fue concedido y por qué? Esta tarde he leído un ratito algunos poemas de William Blake, a pesar de que sospecho que la traducción hecha para Orbis Fabri por Elena Valenti no es maravillosa, y tengo que reconocer que aunque el tipo envuelve todo en un halo de tartita fantástica, me ha dejado algunos latigazos [flojitos] frutos de su “Canto de experiencia”. Lo que más me molesta es esa cosita tan típica de los poetas de finales del XVIII y principios del XIX que pone todo en manos de un hado misterioso y puñeteramente adjunto a cierto de sometimiento incomprensible del más allá. Me jode un punto ese “lo que nos ha sido concedido”, aunque me encanta que Blake fuera uno de los precursores del pensamiento de Nietzsche y que siguiera con empeño las revoluciones francesa y norteamericana: “¿Es esto cosa de ver / en una tierra rica y fértil, / los niños sumidos en la miseria, / alimentados con mano usurera y fría? // ¿Es acaso una canción este grito tembloroso? / ¿Podrá esto ser un cantar de alegría? / ¿Y con tantos niños pobres? ¡Estamos en una tierra de pobreza! // Y su sol nunca brilla, y sus campos están yertos, y sus caminos están llenos de espinas, siempre es invierno. // Porque donde el sol reluce / y donde cae la lluvia / los niños no pasan hambre / ni la pobreza es espanto de la mente.”
Es estupendo encontrarse esta ternura terrenal entre tanta referencia a dioses, a mitos y a lugares bíblicos, entre tanto paraíso dado, entre tanto vacío. Por eso me gusta Blake, porque alumbra en un tiempo de poetas olímpicos cosas de los poetas que pisan la calle.