El toque Armani

Nacido en 1934, un 11 de julio en Piacenza, en pleno auge de la Italia mussoliniana, Giorgio Armani, fallecido en Milán el 4 de septiembre, era el pequeño de tres hermanos de una familia de clase media, que se debatió con los problemas materiales propios de la postguerra y de la reconstrucción italiana en unos instantes de gran influencia en la vida social del imaginario cinematográfico como metáfora de otros mundos posibles. Puede decirse que más allá de la mitología del Neorrealismo –un mundo apenas coloreado y matizado de blancos, negros y grises: “desde su juventud se quedaba fascinado con los trajes austeros de las películas neorrealistas” – italiano. Un monocromatismo, similar al desplegado cuarenta años antes por Coco Chanel –otra maestra en la simplificación de la elegancia sobria–, en su centralidad del Blanco-Negro como proceso de simplificación formal, que desaparece en 1971; justo cuando Armani comienza su recorrido empresarial. 

De ese Monocromatismo, han dicho Carlos Primo, Leticia García y Patricia Rodríguez en su trabajo de recapitulación del Mondo Armani de El País del 4 de septiembre de 2025:La conocidísima secuencia en que Richard Gere elige su vestuario en ‘American Gigolo’ es en sí misma una lección magistral para entender su noción del color. En una época en que lo habitual era combinar prendas por contraste, el italiano puso de moda lucir colores muy cercanos, pero no idénticos, en una búsqueda de una cierta naturalidad sobria y contenida. Combinaba varios tonos de marrón, gris o azul, y prefería siempre los colores intermedios, como vestigio de una época en que los diseñadores competían entre sí por dar con una paleta cromática propia y diferenciada. La de Armani fue siempre sutil y enormemente equilibrada, y el tiempo le dio la razón. No en vano sus últimas colecciones, presentadas en Milán, recuperaban su combinación cromática más popular: camisa, chaqueta, corbata y pantalón en tonos y estampados muy similares, una forma de dar protagonismo a la silueta y a los tejidos. También su afición por la fotografía en blanco y negro, en gran parte debida al talento de su colaborador Aldo Fallai, privilegiaba esta paleta de grises y sombras que lo haría reconocible al instante.

La otra mirada de peso en la formación sentimental de Armani bebía de los altares cromáticos del cine de Hollywood: fantasía de color, vidas en varias dimensiones y principios de contención formal frente a la tendencia a ciertos excesos visuales que ocurrirían en el mundo del Fashion y de las pasarelas que aún no eran rojas. Creció, por ello y desde ello, fascinado por la elegancia de las estrellas de cine de Hollywood y por su desenvoltura ante la cámara en lo que no dejaba de ser una representación del mundo aspiracional de la gran pantalla. Esa referencia queda subrayada por la elegancia simple de Cary Grant –llevaba sus trajes cortados perfectos, con una elegante indolencia del pret á porter y una sutil ligereza, como se visualiza en la secuencia polvorienta del maizal de North by northwest, (1959)–, haciendo visible la quietud de la forma elegante frente a la aceleración de tantos horrores. 

En este aspecto, el paralelismo temporal de Armani coincide con la otra gran trasformadora británica de la moda Pop, Mary Quant, en sus preocupaciones por los valores circundantes del momento de esplendor de los años sesenta: “Mary no solo podía ver cómo estaba cambiando la vida social después de la guerra, sino que también era –y quería ser– parte de la gente cool de Londres, que estaba deseando olvidar los días de plomo y metralla, y por ello, estaba más interesada en salir y divertirse. Años del ICA londinense y sus exposiciones como la celebrada en 1956, de This is tomorrow; años de la Angry generation y de su manifiesto de 1956, del Free cinema de los Richardson, Clayton y Reisz; años de Sight and Sound y el manifiesto de 1955 de Penélope Houston, Un país sin descubrir; años del teatro de John Osborne y de los textos de Ciryll Conolly, Kingsley Amis y Evelyn Waugh; años del despertar arquitectónico con Alison y Peter Smithson, y Reyner Banham”.

La centralidad del cine como una de las claves del desarrollo posterior de Armani, es analizada también en el trabajo citado de  Carlos Primo, Leticia García y Patricia Rodríguez: “Giorgio Armani ha firmado piezas de vestuario de numerosas películas, de ‘Batman’ a ‘Los intocables’ y, por supuesto, esas películas que representaban al llamado ‘yuppie’ de los noventa: Patrick Bateman (‘American Psycho’) o Jordan Belfort (‘El Lobo de Wall Street’) coleccionaban trajes de Armani casi idénticos. Cuando Armani, la marca, solo tenía cinco años de vida, se le encargó vestir a Richard Gere en ‘American Gigolo’. Y el resto es historia: aquellos trajes desestructurados, fáciles de llevar, le convirtieron en un referente más allá de los confines italianos. “Esa película fue un hito en mi carrera, y la he visto en infinidad de ocasiones, casi cada año”, cuenta en su autobiografía, ‘Per amore’ (Rizzoli)”.

Una recurrencia del cine visible –tras sus paso por Nino Cerrutti desde 1960, donde se foguea y profundiza en sus intereses formales y materiales– cuando fundó su propia marca de moda, en 1975. Casi coetáneo la aparición de Armani como diseñador y modisto, con la película de Melvin Frank de 1973, Un toque de distinción, con  Glenda Jackson y George Segal. Para componer lo que podríamos llamar el Toque Armanicomo una elegancia lenta. Visible en muchas ocasiones memorables, como acontece con la ceremonia de los premios Oscar. Donde Armani ha sido el diseñador que más actores ha vestido para recoger sus premios Oscar. El primer look icónico y memorable que lo consagró como referente en los galardones más importantes de la industria cinematográfica, fue el elegido por Diane Keaton en 1978 para recoger su estatuilla por Annie Hall.  

Por lo que puede decirse que el Toque Armani –al igual que se decía del Toque Lubitsch en la comedia cinematográfica de los años 30 y 40, compone un dedo mágico e invisible de satisfacción y magisterio–  inspirando tanto su propuesta para hombre como para mujer, como en las propuestas añadidas para un mundo en cambio acelerado. Como se hace visible en el desarrollo de los últimos años, con propuestas de hoteles, gastronomía, perfumería y con las líneas Armani/Casa, Armani/Libri, Armani/Dolci en una pretensión de un Mundo total diseñado, que haga soportable y llevadero el ruido del tiempo furioso. 

Un look clásico, cómodo y poderoso, perfecto para una nueva generación, la de los ochenta, construido no sólo sobre los valores del éxito y el dinero, sino con otros principios morales. Frente a valores como sostenibilidad y contención de producción  se esgrimen los llamados, en 2022, por el mismo Armani como Valores Armani, cuenta Patricia Rodríguez: “Él lo llama ‘los valores Armani’, y lo define como “una visión fiel, una opinión que debe informar sobre todo lo que hacemos, del diseño a la distribución. Para mí no hay estilo sin ética” concluye de forma tajante. “La sociedad. La moda es un reflejo de nuestro tiempo. Y siempre me he acercado a ella como una herramienta para poder expresar lo que las personas buscan. Unas veces ha sido confianza, otras ligereza y comodidad, otra empoderamiento… eso sí, siempre a través de elementos pensados para durar”.

Para seguir disfrutando de José Rivero Serrano
Brazo del tiempo
Hay coincidencias –¿o no son tales? y son, solamente, evidencias y certezas–...
Leer más
Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.