“Ya somos el olvido que seremos”

Jorge Luis Borges

Hay un tiempo en la vida, siempre impreciso, en que el pasado comienza a ser borroso y los recuerdos se encuentran con fantasmas que no nos reconocen. Llega un tiempo en que la existencia comienza a adelgazarse, los paisajes van desapareciendo y un día descubrimos que somos invisibles al vagar por las calles de una ciudad que antes era nuestra; un tiempo en el que, aunque conservemos la mirada, ya no vemos a nadie y sobre todo ya nadie nos ve a nosotros aunque parezca mirarnos. Es en ese tiempo cuando comprendemos la trágica verdad de que empezamos a ser, y que ya somos, el olvido que seremos.

Es entonces cuando solemos acudir a la memoria y a la palabra para aliviar el vértigo de vivir y esa fragilidad inédita y cruel que nos invade. Ese es el tiempo, siempre impreciso, en que hombres y mujeres miran atrás con el temor de enfrentarnos a lo que fuimos y ya nunca seremos y a lo que pudo haber sido y no fue. Un tiempo de descarnado inventario vital, de cruda contabilidad de los trabajos y los días que nos hicieron o nos negaron lo que somos: el tiempo, en definitiva, de escribir ese género especular que suele denominarse autobiografía o memorias.

¿ Podríamos afirmar que en el fondo de ese proyecto de escritura subyace cierta aspiración de inmortalidad o que, por el contrario, impera en él la humilde aceptación del polvo que seremos (y no necesariamente polvo enamorado)? En cualquier caso, la gran diversidad de enfoques que este tipo de escritos nos brinda es tal que puede cubrir la gama más variada : confesiones íntimas, crónica de un tiempo, ajuste de cuentas familiares, celebración de la vida, reconciliación con el presente, catarsis ácida y/o balsámica pero, ante todo y siempre, la recuperación de tiempos y espacios perdidos para elevarlos a la categoría de inmortales . De ese modo, pensamos, no seremos el olvido que seremos porque la palabra nos protege al hilar otra vida más allá de la muerte, ese milagro tantas veces invocado por la religión y canonizado por la literatura.

Sabemos que empezamos a ser el olvido que seremos cuando la nostalgia empapa muchos días, demasiados días, con esa sensación de que hemos sido excluidos del presente sin previo aviso. Es entonces cuando comenzamos a buscar con avidez testimonios de una vida pasada que combata nuestra fragilidad inédita y cruel abriendo un álbum de fotos polvoriento, unos vinilos silenciados durante años, unas cartas de juventud y otros fetiches que parecen devolvernos un tiempo que fue y ya no es. Pero esa foto, esa canción, esa carta, o aquel papel amarillento ya ilegible solo cobran vida durante un instante- mezcla inefable de dolor y gozo- y de nuevo se escapan por el túnel del tiempo. Por eso en un momento de la vida, generalmente en ese territorio vasto e indefinible de la madurez/ vejez, a todos nos asaltan ansias de la inmortalidad que otorga compartir con otros el relato de lo que fuimos y vivimos y de este modo ser y vivir más veces. Y para ello nos esforzamos en fingir que recordamos lo que fuimos, o tratar de hacerlo con precisión imposible, o imaginar la vida que nunca ocurrió, o descifrar lo que entonces no entendimos, o retornar al universo sensorial de  la infancia, o exorcizar molestos compañeros de viaje, o perdonar, condenar, amar de nuevo y todavía, ignorar esos bajos instintos, vengarnos al fin, alcanzar un momento de gloria, expiar las culpas, redimir a los nuestros, conquistar la pasión que el tiempo se llevó, enhebrar la ilusión, nombrar las miserias, dignificar los fracasos, descubrir penas y placeres ocultos, arrojarnos al vacío de la verdad desnuda, mentirnos y mentir con impunidad, manipular y profanar recuerdos, reconocernos en el cuerpo que somos y que antes no fuimos, llegar a ser héroes y villanos en nuestra propia historia….. Pero, por encima de todas las cosas, nos esforzamos en soñar que si alguien lee esas páginas algún día y (re)vive algo al hacerlo, al menos entonces no seremos el olvido que ya somos y que sabemos que seremos.

* Las imágenes han sido tomadas de greeneyes55.tumblr.com

 

Etiquetado en
Para seguir disfrutando de Inés Praga Terente
Los espacios de las mujeres
En 1929 Virginia Woolf reclamaba en ‘Una habitación propia’ un espacio personal...
Leer más
Participa en la conversación

5 Comentarios

  1. says: Gloria

    Llevo leyendo desde hace mucho tiempo numerosas reflexiones publicadas en esta web bajo el uso realmente maravilloso de la palabra. Literatura empapada de ironía que merece ser reconocida y admirada en su trabajo.

    Continúe regalándonos textos como este, espléndido en mi opinión.

    No se si este comentario corresponde a la elocuencia de esta página, pero merecía la pena expresarme en ella, al fin.

  2. says: ines praga

    Gracias a ti, Mr. Reivaj, por tus palabras. Te recomiendo la lectura de Hypérbole, siempre estimulante y muy variada. Saludos cordiales

Leave a comment
Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *