¿Y tú no estás harto de Martín-Santos?

Centenario del nacimiento de Luis Martín Santos

No hay gran literatura que no se haya escrito contra la literatura

Diarios 3 y 4. Rafael Chirbes.

Buena parte del debate del centenario de Luis Martín Santos (Larache, 1924- Vitoria, 1964) está presidido por la valoración –controvertida pese a todo, como demuestra la pieza de Jordi Amat, Tiempo de inéditos en el centenario de Martín-Santos, El País, 20 de enero 2024, o el bloque de escritos de El Cultural, acogido a Tiempo de Martín-Santos, 15-21 de marzo 2024, con colaboración es de Nuria Azancot y Epícteto Díaz Navarro– de su primera novela Tiempo de silencio (1962) y de otras ponderaciones más, en torno a su papel como psiquiatra, como aprendiz de político, como escritor revelación y, finalmente, por todo lo que su prematura muerte dejó aparcado.

Esas son las trazas que componen, por otra parte, la ya clásica biografía de José Lázaro, Vidas y muertes de Luís Martín Santos (2009), donde hilvana un proceso biográfico verificando un recorrido zigzagueante por esas parcelas separadas –si es que las cosas pudieran fragmentarse y parcelarse para mejor ser entendidas y expuestas– que componen una vida: el hombre, el psiquiatra, el socialista, el escritor y el nudo familiar, son los tramos desbrozados por Lázaro en su trabajo biográfico tras ese complejo enunciado de ‘vidas y muertes’, así en plural, como lo llama. Donde ha dado reunión a múltiples compañeros, amigos, testigos y confidentes –como resulta ser Josefa Rezola, prometida matrimonialmente, tras enviudar LMS y tenedora última de sus papeles personales, conocidos y desconocidos– que recuerdan, cuentan y opinan sobre LMS. Donde a falta de los citados después como testigos nucleares y máximos, se advierte la importancia de los testimonios de la citada Rezola, de Juan Goytisolo, de Antón Eceiza y de Pepín Vidal Beneyto, por diferentes razones. Eceiza por la fratría y la amistad próxima de San Sebastián; Vidal Beneyto por la catoblepa madrileña de los cincuenta; y, finalmente, Goytisolo por los juicios literarios vertidos y por las aclaraciones sobre la propiedad del título perseguido por ambos, como fuera La destrucción de la España sagrada. Título pretendido –derivado remotamente de algún pasaje de Luis Cernuda– para las trilogías de ambos escritores: LMS para su unión no verificada de Tiempo de silencio, Tiempo de destrucción y el improbable Tiempo de amanecer; y Goytisolo para su fusión de las obras Señas de identidad (1966), La reivindicación del conde don Julián (1970) y Juan sin Tierra (1975). Además de la afirmación de JG, de que “Tiempo de silencio supuso la verdadera entrada de la literatura española, en el siglo XX”. Coincidencia de título previsto y coincidencia del “rechazo a la tradición cultural española” en ambos escritores, según mantiene Lázaro.

Tramos vitales, los analizados que, finalmente, no disuelven ni resuelven las dudas que van surgiendo de hecho a lo largo de su lectura y con dos importantes mojones –por lo que significaron en esos años de formación aún–. Me refiero al relevante papel desempeñado por Carlos Castilla del Pino –compañero de formación psiquiátrica y testigo de aspectos singulares que emergen, sobre todo en el segundo tomo de sus memorias, Casa del olivo (2004), y persona designada, finalmente, por Josefa Rezola para editar los textos psiquiátricos de LMS– y por Juan Benet, compañero de farras nocturnas, inspirador –según algunos observadores coetáneos, desmentidos finalmente por Blanca Andreu en el listado de testimonios capturados por José Lázaro– del Matías de Tiempo de silencio, y prontamente distanciados por razones diferentes, a pesar de ser autores de un conjunto de cuentos y textos cortos desiguales y desparejos, que permanecieron inéditos largos años, y publicados finalmente como El amanecer podrido (2020) por Galaxia Gutenberg. Donde se echa en falta el relato benetiano Cemento, que toma nombre –sólo el nombre y comprensible desde la formación en curso de JB, como ingeniero de caminos– de la pieza 1925 de Fiodor Gladnov y tenida como estandarte del realismo socialista; tan denostado por ambos autores, ya en ese entorno de los años cincuenta en que ensayan titulaciones aproximadas, como la de Bajorealismo.

Con su mujer Rocio Laffon. Colección aprticular de Josefa Rezola

Textos cortos y entremezclados, a los que JB alude en su rara pieza –por la aversión sostenida a los textos memorialísticos y autobiográficos por JB–, Breve biographia literaria (1977): “A lo largo de tres o cuatro años escribí dos novelas y relatos y cuentos. Logré reunir un volumen de estos en colaboración con Luís Martín-Santos, quien se convirtió en una sobresaliente figura de la escena literaria antes de su muerte en 1963”. Donde JB, anticipa –como veremos luego– la incertidumbre temporal como motor de su propia escritura. Incertidumbre tanto en lo propio: “A lo largo de tres o cuatro años”, como en la fecha citada de 1963. Que no se sabe si está referida al eco literario obtenido por LMS o, ya, finalmente, a la fecha de su muerte, acaecida en 1964.

Castilla del Pino en sus anotaciones, tanto de Pretérito imperfecto (1997) como de Casa del olivo (2004), se vuelca más en los perfiles psiquiátricos de LMS que en los estrictamente literarios, cosa hasta cierto punto razonable. En la medida en que, en el tiempo rememorado LMS era más psiquiatra que escritor; incluso CCP anota la extrañeza, entre otras cosas, que le produjo el descubrimiento de la militancia política de LMS. CCP lo ignoraba, nos confirma extrañado más tarde, igual que LMS ignoraba las ideas políticas de CCP. Por ello, es lógico lo afirmado después: “No es que me encontrara del todo cómodo con Luís: era una persona inteligente, brillante, con la que el intercambio de ideas y la discusión resultaba enriquecedora. Pero en la relación interpersonal tenía dificultades, ante todo por su compulsiva necesidad de autoafirmación”. Por más que en el momento de su escritura memorialística –escritura postergada, que se quiere objetivar y enfriar al máximo, cuando puntualmente alude CCP a sus diarios, Tagebuch, de 1960– el papel de LMS sea más reconocido como escritor que como psiquiatra. En una demostración de CCP, tanto de su conocimiento del alemán –donde se diferencian los Tagebücher, como Diarios, de los Merkbücher como Agendas y hasta de los Aufzeizchnungen como Apuntes–, como de su posición de hermano mayor o de hermano tutelar de LMS, dada su diferencia de edad en favor de CCP: del año 1921 de éste frente al 1924 de LMS. CCP, tras bordear diferentes anotaciones con presencia visible de LMS –particularmente, las oposiciones de la catedra de Psiquiatría de la Universidad de Salamanca, de 1955, donde expresa, la sorpresa por la detención de LMS, por sus ideas políticas que CCP ignoraba, igual que LMS ignoraba las suyas como ya dijimos antes–, llega a decir en paralelo a la parte final de la amistad, que llega asumir el encargo de la familia de LMS de dar forma y conclusión a los escritos psiquiátricos de LMS desperdigados y casi abandonados en su estudio; de igual forma que se traslada a JB el encargo de hacer frente a los papeles literarios de LMS. En ese particular reparto de papeles y de identidades entre dos personajes supervivientes a LMS y con los que tuvo una relación singular y estrecha.

El día de su boda con Juan Benet. 1952

El retrato de JB que verifica CCP resulta tan exigente y critico como el realizado páginas antes sobre LMS. De este llega a decir (página 265): “Conmigo nunca mostró esta actitud, quizá porque sabía que yo conocía sus puntos flacos en el orden intelectual (se había incorporado a la psiquiatría cinco años después que yo, sus estudios médicos hechos por libre en Salamanca, la Salamanca de entonces, eran necesariamente muy endebles; ignoraba por completo la neurología y en la exploración neurológica, se movía con gran torpeza). Sin duda, esas reacciones escondían su vulnerabilidad”. Mientras que de JB plasma la nota siguiente (página 268): “Este tenía una imperiosa necesidad de exhibir su displicencia, su estar por encima de todos y de todo, de que ni tan siquiera las cosas que interesaban a los demás valían la pena para él…Se advertía el rango defensivo de su actitud de desdén”.

Y esa objetivación y enfriamiento de la memoria que nos ofrece el metódico Tagebücher, arroja una curiosidad añadida entre los dos testimonios relevantes señalados de CCP y de JB. CCP en Pretérito imperfecto (1997), al hablar de LMS da comienzo –muy avanzado el trayecto, en la página 490 y habiendo anticipado el conocimiento temporal de Rocío Laffón al del propio LMS– con la anotación de: “Martín-Santos, de familia acomodada, vivía en una pensión estupenda de la calle Barquillo”. Subrayando el carácter mesocrático, y aún más, de LMS y su pensión copetuda de la calle Barquillo. Por su parte JB, el más joven de los tres –había nacido en 1927 y tercer vértice de este triangulo– anota con detalle preciso, en su trabajo Luís Martin Santos, un memento (1987), esa secuencia del inquilinato y el pupilaje. Y da comienzo a su recuento con: “Durante su estancia en Madrid a lo largo de seis o siete años, LMS residía en una pensión de la calle del Barquillo, nº 22, esquina a la calle Prim, un inmueble contiguo al teatro Infanta Isabel que, dedicado en aquellos años a las comedias de Adolfo Torrado, Leandro Navarro y, posteriormente Alfonso Paso, no honramos nunca con nuestra presencia”. La nota recordatoria de JB –pese a no contar con el apoyo y auxilio explícito de ningún Tagebücher, como si hace CCP – es de una precisión espacial enorme en el detalle y en las circunstancias laterales, estando escrita diez años antes que la nota de CCP. Pero frente a la precisión espacial del recuerdo, JB elude –como ya vimos antes– la precisión del detalle temporal con ese difuso “a lo largo de seis o siete años”; igual que antes formulaba los años de su formación literaria en ese impreciso “A lo largo de tres o cuatro años. Circunstancia –de la incertidumbre temporal en JB– que vuelve a repetirse en otras referencias próximas, como la de las cartas recibidas de LMS, desde Ciudad Real. Datadas en 1950 en el membrete, y que JB, en el mismo texto Luís Martin Santos, un memento (1987), titubea en su ubicación temporal. “Se presentó en forma de unas oposiciones a la dirección del Hospital Psiquiátrico –o como se llamara– de Ciudad Real, que preparó con sumo cuidado y que naturalmente ganó sin grandes dificultades, hacia 1950 o 1952, las fechas me bailan en la cabeza”.

Luis Martín Santos con un grupo de amigos

El texto compartido y al alimón, del ya mencionado El amanecer podrido (2020) redactado en esos momentos referidos de forma imprecisa: “a comienzos de los cincuenta, cuando estudiaba ingeniera en Madrid, empecé a escribir literatura de ficción”, con la conclusión citada antes de las anotaciones de Breve biographia literaria (1977), tiene la doble particularidad de su ‘largo silencio editorial’ y de la tajamar en la amistad entre LMS y JB. Tras la muerte de LMS, su hermano Leandro escribe a JB el 12 de abril de 1964, haciéndole saber que “han aparecido los cuentos que hicisteis juntos en Madrid y es probable que sean publicados por Barral”. Escrito de Leandro Martín-Santos, que recibe respuesta de JB el 31 de mayo, disculpándose por el retraso en la respuesta y por la ausencia en el funeral –“aún cuando el retraso con que me llegó la noticia me hubiera impedido asistir al entierro”, estableciendo, paralelamente, algunas cuestiones relevantes para lo que vamos siguiendo. JB comenta que: “vi a Luís por última vez el sábado 18 de enero, en Madrid, que nos encontramos casualmente por la calle, y nos fuimos a cenar juntos, con amigos comunes” … “posteriormente me apercibí de lo significativo y duro que es –y se trata de un reproche que revierte sobre uno mismo y que no admite solución–enterarse por los diarios de la muerte de un amigo como Luís”. El dolor señalado por las circunstancias imprevistas de su desaparición no impide señalar la citada tajamar advertida en la amistad. “Si a la hora de su muerte esa amistad no estaba en el punto más alto de su carrera, ni mucho menos…No nos escribíamos nunca, nos veíamos dos o tres veces al año, a lo largo de unas horas, y muchos de los gustos e inclinaciones que fueron comunes durante los años cincuenta habían tomado un sesgo diferente para cada uno…en nuestras breves entrevistas nos cuidamos de poner de manifiesto las nuevas discrepancias que de mantener un culto pacato a aquella intimidad que –así lo creo yo– tan sugestiva fue para los dos”. Vaticinando incluso un futuro probable –pero ya imposible y sin respuesta alternativa–: “No te puedo ocultar mi creencia de que seguramente a lo largo del tiempo, nuestras discrepancias hubieran ido en aumento”. Parece claro que, a la altura de 1964 –incluso, aun antes, por lo señalado– se habían abierto desavenencias entre los colegas de “comienzos de los cincuenta”: entre los ejercicios de las oposiciones de Ciudad Real (1949) y de San Sebastián (1951). Años, por demás, en que LMS realiza estancias profesionales en Heidelberg en 1950, y JB en Helsinki en 1953, y que van introduciendo el veneno de la distancia en las relaciones habidas desde 1947. De esos años son las cartas incorporadas en El amanecer podrido (2020). Cartas, del 22 de marzo de 1950, desde Ciudad Real; del 12 de febrero desde San Sebastián y la tardía del 9 de abril de 1961, también desde San Sebastián. Y la más reveladora de la repetida tajamar de la amistad entre LMS y JB, toda vez que LMS valora –no quiere adoptar la posición de crítico, según señala– el libro remitido por JB, Nunca llegaras a nada (1961). Del cual dice. “Tu nebulosa es de gran calidad estética; la fluencia de la frase, el ritmo, el vocabulario, las metáforas, todo ello indica que tienes una categoría de escritor de importancia, personal, aunque faulkneriano”. Para cerrar, finalmente, con: “Tu nebulosa es quizá demasiado nebulosa. Haría falta –siempre según mi concepto– un tramo argumental más claro y un dibujo más preciso de los protagonistas”.

Y aquí y desde aquí, puede que se acumularan las diferencias entre ambos, basadas no solo en el aceptación en 1961 por Barral del manuscrito –presentado al premio Baroja de novela de 1961, y declarado desierto por desavenencias del jurado– de Tiempo de silencio; el rechazo del mismo editor de Volverás a Región, –primera novela de JB, que se elabora entre 1961 y 1965, años de residencia profesional y constructiva en Ponferrada, El Bierzo y Oviedo–, el debate de los modelos literarios de Joyce versus Faulkner y la rivalidad personal ya sostenida y percibida. La posterior entrevista de Triunfo de 1975 que le hiciera Eduardo Chamorro, donde JB pontifica sobre el valor de Joyce –“es un escritor de segunda fila” y sobre la valoración de los juicios analíticos y los juicios sintéticos, como verdadera literatura–, compone una de las piezas de reflexión global del valor de posición literaria de Joyce, junto al extenso texto de 1970, James Joyce: una separación –recogida en el libro Una biografía literaria, editado por Mauricio Jalón en 2007, retomando textos dispersos de JB–. La revisión de juicio sobre Joyce –hay quien ha leído Tiempo de silencio, como una visión exclusiva de Joyce a la madrileña; escenarios de Baroja con desarrollos formales del irlandés–, junto a la ponderación de esa novela-emblema, realizada ya en 1986, en la pieza benetiana La literatura durante el periodo 1939-1975, deja las cosas aclaradas. “La novela de Martín-Santos abunda en los temas castizos (casa de pensión, ambientes estudiantiles, sucesos de barrio) con una logomaquia culta y técnicas narrativas extraídas de un novela irlandesa de más de cuarenta años de edad”.

Diferencias visibles y plasmadas, claramente, en las posteriores aportaciones de JB, toda vez que LMS no pudo reflexionar en el mismo sentido y dar respuesta, desde su dramática y temprana desaparición. Recogidas estas diferencias por CCP, en Casa del olivo (2004), página 269, al citar que: “el éxito de Martín-Santos, había cogido a Benet con el pie cambiado”. Que es una de las razones esgrimidas sobre las diferencias finales entre ambos amigos: lo mal que había digerido JB el éxito de LMS y las dificultades propias para editar su obra. Todo ello a pesar de los juicios literarios de uno sobre otro. Así, la misma Rezola lo señala en el trabajo de Lázaro: “Yo siempre le había oído decir a Luís que Benet escribía mucho mejor que él” (página 382); de igual forma que JB se hace eco del trayecto literario formativo de LMS: “Fue una de las personas más inteligentes, lucidas, simples y abiertas entre las que he tratado en mi vida…Lo recuerdo en Madrid en 1948, hablándome de sus lecturas de entonces…Yo tenía ediciones francesas y argentinas [de Faulkner] de gran parte de su obra. Luís Martín-Santos las devoró, y en menos de seis meses, su perspectiva literaria, sus gustos literarios, se habían transformado radicalmente” (Triunfo, 22 agosto de 1970, Entrevista con Eduardo G. Rico). Haciendo patente como el menor de los amigos, estaba capacitado para influir en el mayor, en sus criterios literarios.

Carlos Castilla del Pino y Luis Martín Santos

Más allá de todo ello, CCP agrandaba la herida del enfrentamiento: “JB, tras la muerte de Luís, había escrito en Triunfo [se refiere a la entrevista de 1970 citada antes] una columna en que manifestaba su desdén hacia su obra, lo que molestó a Pepa Rezola, y Pradera y yo la comentamos como inoportuna y cruel”. Esos apuntes de CCP, llegan a establecer –entre 1964, momento de la muerte de LMS y 1966, fecha de la carta de JB dirigida al psiquiatra tras el accidente de coche del 6 de septiembre– el enunciado problemático que da pie a estas líneas: “Oye, y ¿tu no estás ya harto de Martín-Santos?”. Olvidando la fratría que recoge la portada de El amanecer podrido (2020). Cuya portada deja ver a ambos autores, y amigos entonces, en la boda, justamente, de LMS con Rocío Laffón en 1952. En un posado incomprensible y ya enigmático. LMS, con estallante flor en el ojal, mira al objetivo de la cámara y no comparte espacio con el próximo JB, que mira con fijeza su pequeña copa de cristal en una suerte de brindis paralizado e inexistente. Por más que “Por detrás –pero siempre por delante de ellos– veo ahora a Martín-Santos, con su traje cruzado de color tabaco, volver la espalda a sus numerosos comentaristas como para preguntar: ¿adónde me llevan?”.

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