El sueño de carbono de Oscar Pistorius
porEl pequeño Oscar tenía once meses cuando los médicos fruncieron el ceño. Algo no iba bien. Sin haber vuelto todavía por completo las doce hojas de un calendario de pared, aquel mico que braceaba y lloraba a partes iguales, pataleando también, tenía que pasar por el quirófano para corregir una malformación ósea que con el tiempo hubiera degenerado de mala manera. Y la única forma de corregir era amputar. Así, sin haber bajado apenas de la cuna, el pequeño pretoriano se enfrentó, sin saberlo, a un momento que iba a cambiar su vida al principio del otoño de 1987. El pequeño Pistorius entró al quirófano con una malformación ósea y salió sin ella, pero pagó un precio elevado: le amputaron, de la rodilla hacia abajo, sus dos piernas.