Pauline à la plage

Ahora que llega el verano es el momento de comenzar a soñar con él. Con los veranos que tuvimos y con los que soñamos. Con aquellos donde vislumbramos playas que luego no existían y con los que nos sorprendieron con la alegría más inmediata, como el sabor de la sal en los labios o el calor del sol en la piel, tumbados en la arena, mientras sonaba aquella música. El verano siempre es una promesa de nueva adolescencia. Aquella que pierde su melancolía con el tiempo y es posible mirar con una sonrisa nueva, como una edad de la inocencia al fin un poco tranquila, refugiada en un pueblecito de la costa azul, donde la gente es benigna y tiene manga ancha y hay chicas con un pañuelo en el pelo que venden cacahuetes por la calle y tipos amables que caen en tentaciones no demasiado peligrosas. Lo que se puede fantasear viendo “Pauline à la plage” de Eric Rohmer un domingo cualquiera …


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