La eterna cosecha de Neil Young

Con su melena despeinada cada vez más blanca y un físico robusto, carcomido por la edad y los excesos, el casi setentón Neil Young sigue subiéndose a los escenarios de todo el mundo con la desenvoltura de quien ha cabalgado la ola del rock durante cuatro décadas. Aunque aparentemente su aspecto difiera mucho de aquel chico larguirucho que en los setenta entró de manera incuestionable en la historia del rock, su espíritu sigue siendo el mismo. El cow-boy solitario del rock n’roll sigue desprendiendo esa concentración de energía y de modernidad que a lo largo de estos años lo han consagrado hasta convertirlo en punto de referencia de la generación punk y, posteriormente, del movimiento grunge. Hasta el punto de que quizá el mayor icono de este ultimo movimiento, Kurt Cobain, en su último mensaje antes del suicidio, citó una de las frases de Hey Hey, My My, la mítica canción de Young: “Es mejor quemarse que consumirse lentamente”. Y si muchas estrellas, como Cobain, se han quemado de manera precoz y dolorosa, y otros gloriosos carcamales del rock parecen empeñados en oscurecer su legado exhibiendo una pálida imágen de lo que fueron, Neil Young parece que aún tiene algo que decir, llevando consigo el germen de una vitalidad desbordante.

Uno de los discos fetiche de mi formación musical es el maravilloso Harvest, refinado  cancionero bucólico que en el 1972 consagró el éxito mundial de Neil Young. Un disco marcado por el amor del cantautor por el lirismo íntimo y por aquellas atmósferas country que caracterizaron el inicio de su carrera. Recuerdo que tenía alrededor de 15 años la primera vez que, aventurándome como siempre en la estantería repleta de discos de mi hermano, me topé con la portada de Harvest. Quizá fue su simplicidad lo que me atrajo de inmediato; un fondo de color trigo, un gran sol que parecía esconderse en un atardecer naranja, un título en elegantes letras negras: Harvest. Harvest significa cosecha, recolección, un canto al disfrute de las atmósferas bucólicas además de a la vida on the road, todo ello acompañado de la dulzura de las baladas acústicas ligadas a la tradición folk y country. Enseguida pude averiguar que a la simplicidad de la portada, se opone una complejidad sonora increíble que hace de Harvest uno de los discos más recomendables de siempre, considerado por Rolling Stones como uno de los 100 mejores álbumes de todos los tiempos.

La “cosecha” de Neil Young se abre con una preciosa balada acústica, acompañada por el dulce sonido de una armónica, Out on the weekend, una de aquellas canciones perfectas para escuchar conduciendo en un radiante día de verano, soñando con la idea perversa y seductora de tomar una nueva dirección que  descubra nuevos horizontes. El tema central es la melancolía de amor, en donde Neil introduce uno de sus personajes predilectos, el del looner, aquél lobo solitario casi siempre perdedor que recoge sus cosas y se marcha en busca de nuevas metas : “Creo que voy a hacer las maletas y a comprar un pick-up, lo llevaré a Los Angeles. Encontraré un sitio solo para mí, trataré de arreglarlo y de empezar un nuevo día”, canta con voz plácida y suave, en un clima melódico que es un oasis de serenidad.

La atmosfera melancólica continua en la siguiente canción, Harvest, suave balada country en la que Neil canta a una metafórica cosecha de amor: “Te veré ofrecerme más de lo que puedo tomar? O recolectaré solo algo?” (Will I see you give me more than I can take? Will I only harvest some?). La palabra “recolección” consigue así su intensidad temática; la cosecha de Neil Young adquiere una dimensión metafórica y se deja ver como un acto de amor, de busqueda emocional, de recolección afectiva después de una paciente siembra: “¿Como los días pasan volando, perderemos nuestro sentido? ¿O se fundirá en el sol?” (As the days fly past will we lose our grasp? Or fuse it in the sun?) continua el cantante. Recolección y sol, los dos temas centrales de este lado A del disco (en términos de 33 RPM), los mismos que encontramos en la portada, solitarios sobre un fondo neutro; un sol caliente que llega para fundir y soldar los vínculos más importantes de la vida, los que se siembran con cuidado y se dejan madurar para seguir más adelante con una recolección que siempre se espera llena de frutos.

Y luego la búsqueda, otro leitmotiv del cancionero de Young, siempre asociada a una profunda melancolía. La búsqueda, ya sea de amor, de si mismo o de sentido vital, siempre es para Neil un acto doloroso, que se consigue con el sudor de la frente y cuya incertidumbre a menudo da miedo, como una cosecha atormentada por el mal tiempo, dudosa, o la siempre peligrosa bajada a las profundidades de una mina donde uno no sabe lo que se encontrará tras la oscuridad. “He sido un minero por un corazón de oro” canta en la preciosa Heart of gold, y aunque esta frase pueda dar cabida a muchas interpretaciones parece que Neil estuviera cantando su desilusión después de haber intentado con ahínco dar un sentido a la vida, excavando un largo tiempo en la mina del mundo a la búsqueda del “corazón de oro” dela humanidad. Hollywood y Redwood (ciudad del Norte de América donde al final del siglo XX los buscadores de oro causaron la destrucción del bosque y la población de los Nativos Americanos), nombradas en la canción, pueden ser consideradas como alegorías del mal humano, relacionadas con el egoísmo, la falta de escrúpulos y la supremacía de las apariencias.

La búsqueda es difícil y a menudo decepcionante, Young afirma estar envejeciendo pero también reafirma su intención de seguir buscando, a pesar de la disilusión y del cinismo que avanza. Es una incitación a no ceder, a no darse por vencido: “I want to live, I want to give” (“Quiero vivir, quiero dar”) canta, porque hay una diferencia substancial entre coger ávidamente de la vida y al mismo tiempo dar algo a cambio, es una cuestión de corazón, de “corazón de oro”.

Y una cuestión de corazón para Neil Young es también la guerra. Espíritu pacifista, el cantante hace una llamada a la vez irónica y macabra en las estrofas de Are you ready for the country  a su país, que suena como una reflexión amarga después de la guerra del Vietnam: “Estás listo para el país? Porque es el hora de irse. He hablado con el predicador, dijo que Dios estaba de mi lado. Entonces corrí al verdugo, dijo que “es tiempo de morir” (“Are you ready for the country? Because is time to go. I was talking with the preacher; said God was on my side. Then I ran to the hangman, he said “it’s time to die”).

A las temáticas íntimas y sentimentales vemos que se le van uniendo letras comprometidas que se inscriben en la línea de protesta que en los años sesenta había marcado de manera profunda la vida cultural y artística americana. El rock comprometido adquiere a través de la voz de Neil Youngun tono razonable, reposado y elegante que parece modelarse dentro del espíritu del presidente Kennedy. Es con este tono que Neil Young pone al descubierto el corazón sangrante del disco en Alabama, una canción que es una invectiva antirracista afligida y dolorida: “Alabama ves el peso sobre tus hombros, está rompiendo tu espalda. Tu Cadillac tiene una rueda en la cuneta y una rueda en la pista” (Alabama, you go the weight on your shoulders that’s breaking your back. Your Cadillac Has got a wheel in the ditch and a wheel on the track) canta Neil con voz trémula. La imágen del Cadillac, típico coche Americano, atascada entre la cuneta y la pista, parece simbolizar un país aún bloqueado por sus estereotipos, siempre al borde del abismo, en continua lucha entre el progreso y su mentalidad cerrada. “Oh, Alabama, los banjos están jugando a través de los cristales rotos” (Oh, Alabama banjos are playing through the broken glass) continúa. Detrás de las ventanas cerradas y polvorientas de las casas americanas, resuena el eco de los banjos, típico instrumento africano integrado desde hace mucho tiempo en la tradición musical norteamericana, metáfora de la que se sirve Neil, para descubrir la existencia de una cultura compartida, aunque a menudo olvidada. No muchos saben que esta canción suscitó el resentimiento del grupo Lynyrd Skynyrd que con su famosa Sweet home Alabama quisieron defender su país de las acusaciones de Young: “Bueno, he leído al señor Young cantando sobre ella. Bueno, he oído al viejo Neil menospreciandola. Bueno, espero que Neil Young recuerde: un hombre del sur no lo necesita alrededor de ninguna manera” (Well I read Mr. Young sings about her. Well, I heard ol’ Neil put her down. Well, I hope Neil Young will remember a southern man don’t need him around anyhow) cantan con ardor patriótico.

No solo guerra y racismo, Neil afronta en Harvest otro tema espinoso, íntimamente ligado a él, el problema de la droga, temática central de la famosa The Needle And The Damage Done, pieza emotiva escrita por un amigo toxicómano, el guitarrista Danny Whitten, muerto por sobredosis algunos meses después. “Canto la canción porque amo al hombre. Sé que alguno de vosotros no entienden…pero cada drogado es como una puesta de sol” (I sing the song because I love the man. I know that some of you do not understand. But every junkie’s like a setting sun) canta Neil sufriendo por el amigo, y es un dolor íntimo y desgarrador que Young transformará en epitafio del dolor universal en el disco Tonight’s The Night (1975), lamento fúnebre de toda una generación, una amarga reflexión sobre las contradicciones y las cicatrices del rock n’roll, sobre el vicio siempre atractivo de la autodestrucción, de estar continuamente al borde del precipicio, de la cara negra del éxito que en demasiadas ocasiones seducen tanto a principiantes como a grandes estrellas del rock.

Con Harvest, Neil Young pone las bases de un rock social, meditativo, que no grita groseramente sino que invita a la reflexión. Una reflexión que nos pone en la tesitura de ver el presumible fracaso de la ideología imperante, una ideología en la que en algún momento él también había creído. Quizá sea esta la razón del increíble éxito de Harvest, album mas vendido en 1972, el año de su publicación, por delante de titanes de la música como Deep Purple y Jethro Tull.

Con elegancia y sabiduría Young acierta a combinar temas de marcado carácter social con un gran elenco de matices musicales, que van desde los suaves sonidos acústicos hasta la energía de los timbres eléctricos, empapado todo ello de la mejor tradición folk y country y, a veces, incluso, acompañada con sofisticados arreglos como los de la London Symphony Orchestra.  Pero es cuando Neil Young se acaricia la melena, se pone una de sus camisas desgastadas de leñador  y se sube en soledad al escenario, cuando su guitarra y sus melodías cobran su máxima intensidad. Es allí, con el sonido limpio y cortante de su armónica y su voz apacible, cuando descubre sus cartas y uno percibe de buena tinta su verdadera alma de “looner”, aquella que tanto se ha empeñado en reflejar en su discografía.

Neil Young, en sus canciones bucea en los múltiples claroscuros del rock, creando un cancionero atemporal, profundo y algo psicodenso, que penetra en los entresijos del mal de la condición humana y disecciona nuestra sociedad con una mirada crítica y muy personal. A través de sus dolientes baladas y de sus estallidos roqueros, Young ha representado los anhelos y los sueños rotos de toda una generación marcada por el estallido hippie y sus incoherencias.

Hoy, en su cara arrugada, en su aspecto algo desaliñado, se puede ver el reflejo de una vida de altibajos marcada por una lucha continua en multitud batallas: contra la droga y el alcohol, contra la neurosis que trae consigo la búsqueda y el ocaso del ser, contra el dolor por la muerte de los amigos y la enfermedad de sus hijos (dos padecen parálisis cerebral y su tercera hija sufre de epilepsia como el mismo Young). La música se convierte entonces en una vía de escape, en una manera de superar aquellos problemas de la existencia que a menudo son tan difíciles de localizar y digerir. Y el rock se transforma por consiguiente en uno de los más potente instrumentos para comunicar, reflexionar, gritar y compartir los miedos y las angustias que nos ahogan.

En este sentido, y sin ninguna duda, no nos queda más remedio que cantar con él hasta quedarnos afónicos : “Rock n’roll can’t never die”.

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 L’eterno “raccolto” di Neil Young

Con la sua chioma spettinata, ormai completamente bianca, e un fisico robusto appesantito dall’età e dagli eccessi, l’ormai quasi settantenne Neil Young continua a calcare i palcoscenici di mezzo mondo con la disinvoltura di chi l’onda del rock la cavalca da ormai quattro decenni. Nonostante il suo aspetto abbia ormai poco o niente dell’allampanato ragazzone che negli anni ’70 portò un contributo indelebile alla storia del rock, il suo spirito è ancora lo stesso. Il cow-boy solitario del rock n’roll si rivela tutt’oggi un concentrato di energia e modernità, le stesse che in tutti questi anni lo hanno consacrato come punto di riferimento prima della generazione punk e in seguito dal movimento grunge. È senza dubbio significativo che la grande icona del grunge, Kurt Cobain, nel suo ultimo messaggio prima del suicidio, abbia citato proprio una frase di Hey Hey, My My, mitico pezzo di Young: “Meglio bruciare in fretta che spegnersi lentamente”. E se molte stelle, come Cobain, sono bruciate precocemente e dolorosamente, ed altre gloriose cariatidi del rock sembrano svanire continuando a proporre una pallida immagine di ciò che erano, Neil Young sembra avere ancora qualcosa da dire, portando in sé il germe di una vitalità inestinguibile.

Nella mia formazione musicale, uno dei dischi più memorabili è sicuramente lo splendido Harvest,raffinato canzoniere bucolico che nel 1972 consacrò il successo mondiale di Neil Young. Un album che sottolinea l’amore del cantautore per il lirismo intimo e per quelle atmosfere country che determinarono gli inizi della sua carriera. Avevo all’incirca quindici anni la prima volta che, avventurandomi come sempre nell’affollato scaffale di dischi di mio fratello, mi ritrovai davanti la copertina di Harvest. Fui subito attratta dalla sua semplicità: lo sfondo del colore del grano, il grande sole che sembra tramontare dietro la titolazione elegante, del resto Harvest significa letteralmente raccolto, mietitura, a voler celebrare il piacere delle atmosfere bucoliche oltre che della vita on the road, il tutto accompagnato dalla dolcezza delle ballate acustiche legate alla tradizione folk e country. Ma alla semplicità della copertina si contrappone una complessità sonora incredibile, che fa di Harvest uno degli album più apprezzati di sempre, nominato da Rolling Stone tra i cento più belli di tutti i tempi.

Il “raccolto” di Neil Young si apre con una splendida ballata acustica, accompagnata dal dolce suono dell’armonica, Out on the Weekend, una di quelle canzoni perfette da ascoltare guidando in un giorno assolato d’estate, fantasticando di prendere una svolta diversa e di raggiungere nuovi orizzonti. Il tema è la malinconia d’amore, Neil introduce uno dei suoi soggetti prediletti, quello del looner, del solitario che raccoglie le sue cose e parte verso nuove mete: “ Credo che farò fagotto e mi comprerò un pick up, lo porterò a Los Angeles, troverò un posto tutto mio e cercherò di sistemarlo. Ed iniziare un nuovo giorno” canta con voce calda e pacata, in un clima melodico che è un’ondata di serenità.

La linea dell’amore malinconico è continuata dalla traccia successiva, Harvest, morbida ballata country in cui Neil canta un metaforico raccolto amoroso: “Ti vedrò offrirmi più di quello che posso prendere? O raccoglierò solo qualcosa?”. Ecco che la parola “raccolto” acquisisce tutta la sua profondità tematica. Il raccolto di Neil Young acquista spessore e si connota come un atto d’amore, di ricerca affettiva, di mietitura sentimentale dopo una paziente semina:“Mentre i giorni voleranno via si perderà il nostro senso? Oppure si fonderà nel sole?” continua il cantante. Raccolto e sole, due temi centrali del lato A del disco (in termini di 33 giri), gli stessi che ritroviamo sulla copertina, nudi su uno sfondo neutro, un sole caldo che arriva per fondere e saldare i legami importanti della vita, quelli che si seminano con dedizione e si lasciano maturare per poi procedere ad un raccolto che si auspica ricco di frutti.

E poi la ricerca, altro leitmotiv del canzoniere “younghiano”, sempre associata ad una sostanziale malinconia, sia che si tratti di ricerca amorosa, personale, o di senso. È un’attività che richiede il sudore della fronte, come un raccolto incerto, minacciato dalle intemperie, o una pericolosa discesa nell’oscurità di una miniera, senza sapere ciò che ci attende. “Sono stato un minatore per un cuore d’oro” canta nella meravigliosa Heart of gold, e per quante interpretazioni si possano dare, sembra che Neil stia cantando la propria disillusione dopo aver tanto cercato di dare un senso alla vita, e dopo aver a lungo scavato nella miniera del mondo alla ricerca del “cuore d’oro” dell’umanità. Hollywood e Redwood (cittadina del Nord America dove alla fine del ‘900 i cercatori d’oro causarono la distruzione della foresta e della popolazione dei Nativi Americani), nominate nella canzone, possono essere intese come simulacri del male umano, quali l’egoismo, la sovranità dell’apparenza e la mancanza di scrupoli. La ricerca è faticosa e a volte deludente, Young afferma di stare invecchiando ma di voler continuare a cercare, nonostante le cocenti delusioni ed il cinismo che avanza, è uno spronarsi a non mollare, a non darsi per vinto: “I want to live, I want to give”, “voglio vivere, voglio dare” canta, perché c’è una sostanziale differenza tra prendere dalla vita avidamente e dare invece qualcosa indietro, è una questione di cuore, di “cuore d’oro”.

E una questione di cuore per Neil Young è anche la guerra. Spirito pacifista, il cantante lancia un macabro ma insieme ironico appello nelle strofe di Are you ready for the country, il quale suona come una riflessione amara e scottante dopo la guerra del Vietnam: “Sei pronto a servire il paese? Perché ormai è tempo di partire. Ho parlato con il predicatore mi ha detto che Dio è dalla mia parte. Poi mi sono imbattuto nel boia, mi ha detto “è tempo di morire”. Non solo tematiche amorose ed intime dunque, ma anche soggetti impegnati che si inscrivono in quella vena di protesta che dagli anni ’60 aveva profondamente segnato la vita culturale ed artistica americana. Il rock impegnato prende attraverso la voce di Neil Young un tono moderato e ragionevole, che sembra modellarsi sullo spirito del presidente Kennedy. È questa la tonalità con cui Neil mette a nudo in Alabama il cuore sanguinante del disco, in un’invettiva antirazziale accorata ed afflitta verso uno stato macchiato dal razzismo: “Alabama hai sulle spalle un peso che ti spezza la schiena. La tua Cadillac ha una ruota nel fosso e una sulla strada” canta con voce tremula. L’immagine della Cadillac, tipica automobile americana, impantanata tra il fosso e la strada, sembra simboleggiare un paese ancora bloccato nei suoi stereotipi, costantemente in bilico tra il progresso e la persistente chiusura mentale. “Oh, Alabama, suonano i banjo dietro i vetri rotti”continua, dietro le finestre sprangate delle case americane risuonano gli echi dei banjo, tipici strumenti africani ormai entrati nella tradizione musicale nordamericana, metafora che sottolinea la presenza di una tradizione comune, benché spesso dimenticata. Non molti sanno che questo pezzo suscitò in quegli anni il risentimento dei celebri Lynyrd Skynyrd che con la loro Sweet Home Alabama vollero difendere il loro paese dalle accuse di Young: “Beh ho sentito Mr Young cantare di lei. Ho sentito il vecchio Neil umiliarla. Bene, spero che Neil Young si ricorderà che un uomo del sud non ha bisogno di lui in ogni caso”, cantano con ardore patriottico.

Alla guerra ed al razzismo si aggiunge un altro tema spinoso, particolarmente caro per il cantante, quello della droga, al centro della famosa The Needle and The Damage Done, pezzo doloroso dedicato all’amico chitarrista Danny Whitten che morirà mesi dopo di overdose. “Canto questa canzone perché amo l’uomo, so che alcuni di voi non capiscono….ma ogni drogato è come un sole al tramonto” canta soffrendo per l’amico tossicodipendente, un dolore straziante ed intimo che Neil Young trasformerà in epitaffio del dolore universale con il disco Tonight’s the Night del 1975, lamento funebre di un’intera generazione, amara riflessione sulle contraddizioni e le piaghe del rock’n roll, sul percorso ripido lungo l’abisso della follia e dell’autodistruzione accumunante numerose rockstar. Con Harvest Neil Young inizia a gettare le basi per un rock impegnato e meditativo, che non grida in modo scomposto ma parla ed invita alla riflessione, è un percorso musicale lungo una vita in cui Young scandaglia le mille facce del dolore della storia del rock, portando allo scoperto le contraddizioni e le falle di un’ideologia in cui lui stesso aveva creduto.

È forse in questo che risiede il successo clamoroso di Harvest, album più venduto nel 1972, anno della pubblicazione, sbaragliando la concorrenza di giganti come Jethro Tull e Deep Purple.

Con sapienza ed eleganza Neil Young riesce a dosare temi impegnati e grande musicalità, che scivola dall’elettrico all’acustico, imbevuta nella tradizione folk e country e talvolta accompagnata da sofisticate orchestrazioni, come quella della London Symphony Orchestra. Ma è solo quando escono dalla sua chitarra solitaria che le canzoni di Neil acquistano tutta la loro intensità, brani che lui stesso sembra aver concepito per essere raccontati al pubblico in un intenso ed intimo faccia a faccia, dove le carte si scoprono e può emergere la vera anima del lupo solitario del rock.

Neil Young, imbracciando la sua chitarra, ha dato vita negli anni ad un canzoniere universale incredibilmente intimo e psicodenso che penetra gli abissi del male di vivere umano e racconta la società con occhio critico e personale. Con le sue ballate sofferenti e le sue cavalcate elettriche ha dato voce alle nevrosi di un’epoca intera, sempre in bilico tra scariche rabbiose e pause rigeneranti, una dicotomia che ha caratterizzato tutta la vita dell’artista e che si ritrova profondamente in Harvest.

Anche oggi, sul suo viso solcato dalle rughe, si legge il passaggio di una vita difficile, fatta di numerose battaglie, contro l’alcool e la droga, contro le nevrosi di una vita intera, contro il dolore della perdita degli amici e la malattia dei figli (due sono affetti da paralisi celebrale e la terza figlia soffre di epilessia come lo stesso Young). La musica si connota quindi come una via di fuga, come mezzo per esorcizzare un’esistenza impervia e dolorosa i cui meccanismi sono spesso incomprensibili. Il rock diventa uno strumento per comunicare, per riflettere, per gridare anche, per scaricare e condividere le sofferenze che ci soffocano.

In questo senso, senza dubbio, non ci rimane che cantare con lui a squarciagola: “Rock n’roll can’t never die”.

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