Roppongi Hills

Tokyo, vasto océano urbanizado que presenta Japón como capital, es dentro del país un mundo aparte. La superficie ocupada por esta ciudad es tan grande que el visitante puede trasladar su lugar de alojamiento dentro de ella y explorar ampliamente nuevos barrios sin llegar a pisar de nuevo una sola calle de su anterior zona. En ella se intercalan típicos barrios de casas pequeñas y de poca altura, escondidas en intrincados cruces de callejones estrechos, muchos de los cuales ni siquiera aparecen en los planos; con majestuosos cúmulos de edificaciones innovadoras que albergan una agitada vida empresarial y el conocido festín de carteles luminosos. Entre medias, queda todavía espacio para zonas verdes tan extensas y tupidas que consiguen aislar en su interior el ruido que las rodea.

Toda la línea unitaria de identidad nipona que conforman las demás ciudades se ve en Tokyo agigantada y exagerada, desbordada y por momentos casi irreal. Aquellos detalles que a este lado del mundo nos llaman más la atención y nos resultan inexplicables pueden encontrarse por todo el territorio japonés, pero allí son aún más pronunciados e inefables. En cualquier rincón puedes tropezarte con elementos y acontecimientos de lo más curioso.

Uno de ellos sucedió (supongo que sigue haciéndolo, cada día), en una esquina del barrio de Roppongi Hills, uno de los más modernos de la ciudad, de carácter comercial, aunque se encuentra menos superpoblado que otros más famosos de su tipo como Shinjuku, Shibuya o Ginza. Allí, algo alejado de la Torre Mori, centro neurálgico de la zona, se halla instalado en una pared un enorme reloj digital, que resulta sumamente goloso para los devaneos fotográficos. Allí las personas somos un perfil contra la cifra, produciendo entre ambos un contraste que, descontextualizado y en abstracto, es muy atractivo. Por ello se explica que este grupo de jóvenes, jugando también con unos conos de tráfico que eventualmente reposaban allí, decidieran jugar con las posibilidades de ese contraste mientras, haciendo lo propio, mi ojo indiscreto reinterpretaba su juego desde lejos.

Nota: La serie fotográfica “Roppongi Hills” obtuvo el premio a la mejor serie en el Certamen de Colegios Mayores de Madrid, en el año 2011.

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