Para los artistas del siglo XX, la ciudad tiene un fuerte poder de atracción estética. Disciplinas como la pintura, la literatura o el cine han encontrado en la metrópolis un tema privilegiado de inspiración.
La urbe que nace de la Revolución Industrial guarda entre los edificios una atmósfera plomiza de humo y suciedad. Se llena de fábricas, ruido y una multitud desorientada que se aleja cada vez más de sus raíces naturales. ¿Es esta impersonalidad la que atrae tanto a los artistas?
Lo extraordinario es que la metrópolis, pese a sus feos edificios, su bullicio y todas las otras cosas que se le pueden reprochar, continúa siendo un milagro de belleza y de poesía, una fábula, la más multiforme y variopinta, jamás narrada por un poeta, una patria, una madre, que cotidianamente colma a sus hijos de alegrías siempre nuevas.
August Endell. La belleza de la metrópolis (1908)
Frans Masereel es uno de los artistas del siglo XX que le otorga a la ciudad el papel protagonista de sus creaciones. La cité (La ciudad) se publica en Francia y Alemania en 1925. Es una novela sin palabras de 100 xilografías o grabados en madera. Masereel nos pasea por una urbe moderna y nos descubre toda clase de personajes y escenas.
Convierte la metrópolis en un deambulatorio urbano donde conviven los gustos burgueses con la pobreza y la marginalidad. Óperas, cafés, circos, pero también fábricas, burdeles, manifestaciones y asesinatos.
¡Pintemos lo que está cerca de nosotros, nuestro mundo urbano…Las calles tumultuosas, la elegancia de los puentes colgantes de hierro, los gasómetros, que cuelgan entre blancas montañas de nubes […] las arlequinadas de las columnas publicitarias y por último la noche, la noche de la gran ciudad!
Ludwig Meidner. Instrucciones para pintar la gran ciudad (1914)
El último grabado de La ciudad es un cielo estrellado y un personaje que, desde la ventana de una buhardilla, lo observa sorprendido. Es la noche la que devuelve a la ciudad la belleza, la vuelve somnolienta y la duerme. Descansa para empezar dentro de unas horas la próxima jornada.
La editorial Nórdica Libros ha rescatado esta obra a la que muchos consideran el germen de la novela gráfica. Otro título que podemos encontrar de Frans Masereel es El libro de las horas, en la misma editorial.