Javier Ocaña, cine y otros vicios

Javier Ocaña (Martos, Jaén, 1971) se licenció en Derecho por la Universidad de Granada, pero viró hacia el periodismo por medio del Master de la Universidad Autónoma de Madrid / El País, diario para el que comenzó a trabajar en 1996. Aunque fue la revista Cinemanía la que acogió el grueso de su primera etapa profesional, desde 1997 y hasta marzo de 2006, hasta alcanzar el puesto de subdirector. Su dedicación actual compagina las críticas semanales para El País con numerosos talleres de cine y conferencias dentro y fuera de nuestras fronteras, desde el curso de Colegios Mayores de Madrid hasta la Cátedra de Cine de Valladolid, intercalando colaboraciones en diversos medios tanto de prensa como de radio. Su libro La vida a través del cine, editado por Punto de Lectura, fue prologado por Alejandro Amenábar. También es autor del guión de Buster Keaton, resignación en la mirada, documento sobre la figura humana y cinematográfica del director y actor americano, emitido por canales televisivos de pago en 2006. Estrenó twitter a mediados de 2013, bajo la apariencia de @ocanajavier. Nos recibe con un té en su casa luminosa, repleta de libros y películas con algún que otro condimento pictórico y artístico, todo cuidadosamente ordenado a pesar de los moradores infantiles.

Eres licenciado en Derecho pero nunca llegaste a ejercer. ¿Te interesan las películas judiciales?

Sí, claro, pero me interesan más las películas políticas. Bueno, es cierto que las películas políticas tienen mucho que ver con el derecho. De hecho, en la carrera hay dos asignaturas, que son Derecho Político I y II. Las dos las aprobé, aunque para eso hay que estudiar una serie de cosas tremenda y, para meter cosas de cine en el cerebro, he tenido que olvidarlas.

Entrando en tu dedicación profesional real: tu faceta más conocida es la de crítico de El País. Pero gran parte de tu actividad la desarrollas como profesor en cursos especializados por todo lo largo y ancho de España (e incluso fuera). ¿Cómo orientas tu labor en estos cursos y qué objetivos persigues?

Empezando por los objetivos -y esto lo digo siempre el primer día de clase, sobre todo en los cursos de los Colegios Mayores de la Universidad Complutense-, en un grupo heterogéneo, donde hay gente que sabe muchísimo de cine y que ha visto muchas películas, y otra gente que no sabe apenas nada -simplemente le gusta y ha visto cuatro o cinco obviedades-, el objetivo es que cada uno “suba un escalón” a final de curso. ¿Esto qué quiere decir? Pues que el que sabe mucho haya abierto un poco su mente a otra serie de cine que aún le queda por ver, analizar y reflexionar sobre él; y el que ha visto poco, que haya visto un poco más.

Entonces, en especial el curso patrocinado por la Universidad Complutense de Madrid para los estudiantes. ¿Crees que anima a ver y descubrir cine?

Yo estoy convencido de que sí. Se han dado muchos casos de este tipo. Por ejemplo, en el ejercicio final, donde que hay que hacer una crítica de la última película que se ve íntegra en la clase, yo valoro mucho más el trabajo que ha podido hacer alguien que, cuando empezó, dijo que su película favorita era Pretty woman -que es muy divertida, ¿eh?, pero igual no es la mejor película del mundo-, que el ejercicio de quien mencionó una película de Antonioni y al final se ha quedado en Antonioni y no es capaz de pasar a otro tipo de cine.

Al tratar de inculcar amor al cine, ya como medio de expresión artística, mucho más allá del mero entretenimiento, como padre de hijos pequeños, ¿cuál es la mejor forma de generar interés por el cine?¿Qué papel debe jugar el cine como factor educativo?

El factor educativo del cine no me interesa nada [risas], pero creo que cuanto más ímpetu se pone en educar a través del cine, de menos sirve. Yo creo que las películas que pretenden tener muchos valores educativos son menos emocionantes, en general. En este tema hay una teoría -que a mí es la que me gusta seguir, pero que no está bien valorada por el sector educativo- que es la llamada “Crítica de Pokémon a Dreyer” [risas]

Esto vas a tener que explicarlo…

Esto consiste en que hay que empezar por Pokémon, y después podemos ver Doraimon, y después Disney, después Miyazaki y desde ahí ya podemos pasar al cine infantil de los ochenta –La princesa prometida, E.T…- y así, sucesivamente, se van subiendo escalones. Hay otra teoría que dice, por ejemplo, que a cualquier niño de unos 8 ó 10 años le puedes poner El ladrón de bicicletas y que se emocione. A mí me parece que, sin pasar por determinadas cosas, esto puede ocurrir, pero también puede no ocurrir. Por tanto, creo que pasando antes por determinadas etapas, todo funciona mejor. Aún así, creo que mi hijo se está saltando etapas de dos en dos [risas], ¡pero creo que yo me las salté también!

Los hijos están para saltarse el guión.

Por supuesto. Si fuera un guión preestablecido, sería un peñazo; de hecho, yo estoy convencido de que, en el descubrimiento de las grandes películas de la vida de cada uno, influye o puede influir una persona mayor (un padre, un hermano…), pero, al final, las que terminan apasionándote más, son las que has descubierto por ti mismo. Esto siempre da un plus de emoción y cariño a una película.

Javier Ocaña, crítico de El País

Cambiando un poco de tema… dado que el cine es efectivamente equiparable a las demás artes, ¿qué relación crees que guarda con ellas?¿Cómo se complementan entre sí?

Es evidente que la raíz literaria del cine es la que más pesa, el hecho de contar una historia como se puede hacer en una novela o en un cuento. Pero, como compendio de todas las artes, el cine no tiene parangón. En el cine se pueden encontrar novelas, teatro o poesía, pero también puedes encontrar aspectos de la pintura o la música -que es importantísima- o incluso de la arquitectura o la escultura. En este sentido, creo que no hay otro arte que pueda englobar tantas cosas. Lo que pasa es que, a la vez, el cine es espectáculo y, como tal, a veces tiene poco de arte. De todas formas, las mejores películas son las que tienen muchos puntos de arte y muchos puntos de espectáculo.

Hay un equilibrio para todo.

Más o menos, pero en el cine las matemáticas no funcionan. No es 1 + 1 = 2, no es arte + espectáculo = perfección. Seguramente hay una película que no te cuenta absolutamente nada, que no tiene una narrativa convencional, que es simplemente arte y que acaba por emocionarte, porque te gusta esa forma de la historia. Y quizás hay otra película que es muy plana en su forma, pero tiene un fondo muy emocionante y te lleva a la lágrima o a la risa.

Durante la entrevista, nos hemos fijado que tu casa está llena de libros. De hecho, dicen que eres un lector constante, nunca se te ve sin compañía de un libro. ¿Cuál es tu relación con este campo, y cuáles son tus respectivas filias?

Voy siempre con un libro debajo del brazo, que es la consecuencia práctica de no tener coche y tener que ir en metro a todos los sitios. Lo mejor que se puede hacer en esa hora de metro es leer y aprovechar el tiempo, que siempre faltan horas en el día para hacer esas cosas que a uno le apetecen.

El tipo de lectura va por fases, incluso mis escritores preferidos van por fases también. Las novelas, sobre todo las que tienen un gran contenido histórico, no las suelo buscar, pues ya tengo bastante con la Historia que veo en el cine. Busco una prosa que me aporte algo por encima de la media. De otro modo, por mucho que me cuente una historia apasionante, no merece la pena, porque eso ya me lo da el cine, y leer una novela exige una cantidad de tiempo que yo prefiero dedicar a otras cosas. Por tanto, prefiero leer un ensayo, que me aportan conocimientos que no tenía, o bien novelas con un tipo de prosa “particular”. Mis escritores favoritos son Dostoievski, Paco Umbral, toda la generación del 98 (Valle Inclán, Baroja, Galdós…), Oscar Wilde o, incluso, Samuel Beckett.

Y ¿qué hay del mundo musical?

Intento estar al día. La música siempre me ha gustado muchísimo, de joven estaba muy al tanto. Luego tuve una época en la que estuve más apartado y apenas iba a conciertos, por una razón muy sencilla: los niños pequeños. Ahora que mis hijos ya son más grandes y un poco más independientes, he vuelto un poco a seguir las novedades. A la hora de trabajar, dos de mis herramientas básicas son Rockdelux y Spotify. La combinación de ambas, es decir, leer a gente que sabe mucho de música y que escribe muy bien, y acompañarlo con una prueba de qué es y a qué suena ese disco del que me están hablando, es fantástico. Yo escucho un par de canciones y o tres y, si veo que no es lo mío, paso a otra cosa. ¡Ahora es que salen cada mes un montón de discos!

¿Qué disco estás escuchando últimamente? o ¿cuál te ha sorprendido?

Suelo tener mala suerte con mis ídolos, porque tres de ellos se han suicidado. O soy un poco gafe o me los busco así. Mi ídolo musical era Eliott Smith, y se pegó una puñalada. Otro de mis ídolos literarios, que antes no he mencionado, es David Foster Wallace, que se ahorcó. Y uno de mis ídolos cinematográficos, Philip Seymour Hoffman, ya sabéis cómo acabó. Así que rezo por la salud de Paul Thomas Anderson. [risas]

Los últimos que he descubierto y que, además, tenían ya varios discos son The Sadies. Los estuve viendo hace poco aquí en Madrid. Y hace ocho o diez meses, descubrí también un grupo, The Handsome Family, que ahora se ha puesto muy de moda porque son los autores de la canción inicial de True Detective. A mis seguidores de twitter les recordé hace poco un tweet mío de verano en el que ya les animaba a escuchar este disco. <<Ya os lo decía yo…>>

Javier Ocaña, crítico de El País

Volviendo a tu trabajo como crítico. Escribes en un medio de tirada nacional. ¿Piensas que tus críticas deben llegar a todos los públicos, o, como diría David Simon, piensas que se joda el espectador medio’?

Me encanta la frase ‘que se joda el espectador medio’, eso es indiscutible [risas], pero yo creo que hay que tener en cuenta el medio para el que se trabaja. El lector de El País, es un lector muy heterogéneo: desde el absolutamente entregado al cine, estudioso y que lo sabe todo; hasta el simple lector que quiere saber qué ver el fin de semana. Y yo creo que hay que mantener un equilibrio entre los dos, aunque sin bajar el listón de la calidad. Por ejemplo, hoy he escrito la crítica de El desconocido del lago, una película buena y compleja, aunque no para todos los públicos; y en la crítica yo aviso de determinadas cosas, para que la gente luego no se lleve a engaño. Esas cosas me gusta avisarlas; y también, cuando se trata de algún director o directora desconocido, o cuya película tiene un ritmo especial (no hecho para el público medio), siempre hago un warning de distintas maneras.

Personalmente, ¿leerías una crítica antes o después de ver la película?

Desde hace muchos años, no leo nunca antes de ver una película, incluso antes de convertirme en profesional de la crítica. Si que solía leer información en general, sobre todo en mi etapa como crítico en Cinemanía. Cuando, después de diez años, dejé esta revista -en la que llevaba cinco de estos años siendo jefe de edición y, a su vez compatibilizando este trabajo con el de El País en los últimos tres años- me di cuenta de que llegaba al cine con una sobrecarga de información, sabiendo demasiadas cosas de la película, lo cual te condiciona para que te emocione más o menos. Por ello, desde hace tiempo intento leer lo mínimo antes de ver la película.

Hoy en día es posible encontrar en Internet todo tipo de críticas y comentarios (profesionales y no profesionales) en sitios de lo más variopinto. ¿Qué opinas de la proliferación de críticas o comentarios en blogs? ¿Cómo afecta esto a la difusión del cine?

Se trata de la famosa ‘democratización de la opinión’. Primeramente, decir que de la crítica de cine en este país solo vive Carlos Boyero, todos los demás tenemos que hacer otras cosas: Carlos Marañón tiene que dirigir una revista, Manuel Peñón tiene que trabajar en otra, yo tengo que dar clase, Jordi Costa tiene que comisariar exposiciones…cada uno diversifica su trabajo lo máximo posible. Lo que tenemos que intentar los profesionales de la crítica, los que pagamos la hipoteca y el colegio de los niños con las críticas de cine y la enseñanza en cine, es demostrar precisamente eso, que somos más profesionales que los demás.

Si alguien, leyendo un blog, extrae más información que de cualquier crítica mía, por ejemplo, será que no estoy haciendo suficientemente bien las cosas. Creo que, si el periódico El País lleva confiando en las críticas de Javier Ocaña durante once años cada viernes, será por algo. Yo, cada semana, tengo que demostrar que tengo más conocimientos de cine que los demás, que escribo mejor que los demás, que tengo más garra que los demás… si no lo hago, pues el periódico cualquier día tendrá que escoger a otra persona que lo haga mejor. Por tanto, es genial que existan un montón de plataformas distintas para democratizar esa opinión, pero lo que tenemos que ofrecer nosotros, los críticos, es un plus de conocimientos, profesionalidad, experiencia, etc.

Si escribieras en otro medio, ¿seguirías  una línea editorial diferente según qué plataforma?

Pienso que no. La gran ventaja de trabajar en un medio tan grande como es El País, es que el periódico está muy por encima de todo lo demás. Yo tengo absoluta libertad para escribir lo que me dé la gana y como me dé la gana, y nadie me dice nada, ni antes, ni después de escribir la crítica. Si tuviera algún tipo de cortapisas, quizás te respondería otra cosa, pero creo que no es mi caso.

¿Ni siquiera que te has pasado de palabra?

[risas] No, porque normalmente ya sabemos de antemano las que tenemos que escribir. Puede ocurrir que algún día haya que acortar una crítica porque en el último momento, porque cambie el planillo debido a alguna razón -no olvidemos que el periodismo es cambiante-. Entonces, hay unos editores que te cortan algunas palabras o bien se ponen en contacto contigo para que seas tú el que lo haga. Pero lo habitual es que yo mande las críticas y nadie les toque ni una coma.

Acerca de los nuevos talentos del mundo del cine: las redes sociales son también un medio muy directo para promocionarse. Pero ¿cómo llamar la atención de un público al que cada vez le sorprenden menos cosas?

Las redes sociales, en el fondo, magnifican cosas que luego no son tan grandes. Tienen una cierta tendencia, por naturaleza, a la exageración. Esto pasa con todo, desde el número de seguidores que pueda tener una persona, hasta la hipérbole de ciertos hechos. Pero es cierto que, a la hora de promocionar ciertas cosas, un tweet bien escrito, publicado en el momento oportuno y con el tono y la garra adecuados, pues es absolutamente eficaz, ya se trate de una película o de una determinada idea. Esto también es periodismo. Yo siempre digo que, en las críticas de un periódico como en el que yo trabajo, hay que saber mucho de cine y de muchísimas otras cosas, pero también hay que tener garra a la hora de escribir: empezar muy fuerte, terminar bien… si no, el lector pasa la página y el usuario de internet salta a otra cosa.

¿Crees que las redes sociales pueden ayudar a salir ahí afuera cuando no se tiene un nombre? ¿podrías poner algún ejemplo?

Puede ser, pero ha habido más fenómenos en la línea de magnificar cosas que luego no son para tanto. Recuerdo el caso concreto de Extraterrestre de Nacho Vigalondo. Nacho Vigalondo es una estrella del twitter, tiene miles de seguidores y, sin embargo, las cifras de su película no fueron extraordinarias. Digo yo que, si sigues a alguien en Twitter o en Facebook es porque te gusta; entonces, si hace una película -que es algo mucho más grande que un tweet- lo normal es que vayas a verla. Pero ya está demostrado que eso no es así, lo que no deja de ser sorprendente.

Creo que hay que valorar la importancia de las redes sociales, aunque con los pies en el suelo y teniendo mucha calma con determinadas cosas. Cuando no eres famoso, puedes empezar por hacer una buena película [risas], pero también puedes hacer una buena película y comértela con patatas si no sabes promocionarla, eso está claro. Por ejemplo, hoy hemos visto una película que se ha movido mucho por internet como producto trans-media, que se llama Purgatorio y, al final, el producto en sí tampoco era gran cosa. De lo que sí que hay muchos casos es de gente que se ha convertido en una estrella de las redes sociales, y eso puede ayudar a que, el producto ajeno a las redes sociales que quieren promocionar, sea mucho más fácil de hacer llegar a la gente.

Javier Ocaña, crítico de El País

Hablando de salir ahí fuera: el cine español. Hubo una época, entre los años 60 y 80, cuando el llamado Nuevo Cine Español, en que no había Festival Internacional que no contara en su Sección Oficial con algún título patrio. Pero hoy, el cine español difícilmente es seleccionado y difundido fuera de nuestras fronteras, y mucho menos premiado, exceptuando el ámbito del cortometraje. ¿Es peor la calidad de nuestras películas o es producto de una mala gestión?

Se trata de un cúmulo de cosas. Yo creo que, en los años 60 -cuando empieza el nuevo cine español- con Juan Antonio Bardem, Fernando Fernán Gómez y Luis García Berlanga, e incluso en los primeros años 70, hubo dos cosas que nos beneficiaron. Primeramente, se estaba haciendo un cine muy bueno (no en general, pero había una serie de autores que estaban haciendo unas películas estupendas). Y, por otra parte, ocurría otra cosa: España era un país del Segundo Mundo con una dictadura y con un cine muy interesante, que es algo como lo que puede suceder hoy en día con países como Irán o Rumanía. Es decir, es más fácil que un gran festival se fije en una gran obra de un país pequeño, con menor visibilidad. Ahora nosotros somos del primer mundo -aunque a veces lo dudo [risas]- y estamos realizando otro tipo de cine. El cine que se hacía durante la dictadura era muy metafórico, simbolista y sutil, no tanto porque a los autores les gustara así, sino porque “estaban obligados” a ello; y todo este esfuerzo porque no fueran las cosas explícitas dan pie a películas muy buenas. Actualmente, como digo, se está haciendo otro tipo de cine, muy profesional y con una factura impecable, pero al que creo que, en general, le falta algo de peso específico en el guión, casi siempre. Al margen de todo ello, siempre están las obras de vanguardia, unas más interesantes que otras, que son las únicas que se están colando en determinados festivales y recibiendo los halagos de la crítica. A mi, personalmente, hay algunas que no me gustan demasiado, como Historia de mi muerte, de Albert Serra, pero hay otras muy interesantes, como puede ser Gente en sitios. Creo que lo bueno que tiene el cine español es que se están haciendo muchas cosas muy distintas entre sí; pero nos faltan cuatro o cinco directores con un peso en la forma y en el fondo. Por ejemplo, a Pedro Almodóvar las películas le pueden salir mejor o peor, pero es evidente su fuerza. Hay otros países que también están un poco de capa caída en festivales, como puede ser Italia, sobre todo respecto a toda la historia del cine italiano. Sin embargo, en Italia sí que hay esos cuatro o cinco nombres con poderío: Matteo Garrone, Paolo Sorrentino, Luca Guadagnino, Nanni Moretti o Marco Tullio Giordana. A nosotros nos falta, por así decirlo, que Almodóvar no esté tan solo.

Queríamos hacerte también la pregunta  inevitable: ¿cómo ves el panorama cinematográfico en nuestro país con las últimas decisiones políticas? (el precio del cine, la falta de medios y ayudas…)

Que haya menos dinero en tiempos de crisis parece evidente, es la consecuencia más normal. Siendo sincero: me aburren todos estos temas económicos y de industria. No digo que no sean importantes, pero a mi, como profesional de la crítica, “del producto ya hecho”, y como espectador que se emociona con las películas, me da pereza todo eso de <<la culpa es del IVA, la culpa es de la piratería…>>. Intento analizar causas y consecuencias, pero el tema siempre es mucho más complejo de lo que la gente suele decir. Sí que es cierto que el 21% de IVA es una pasada, comparado con otras cosas, pero tampoco creo que esto sea la única causa de que haya menos gente que va al cine. Otro de estos temas, el de la piratería, me parece mal de cara a un autor cuya película la gente se puede descargar, aunque los autores españoles son de los que menos se pueden quejar. De la piratería, los que más se pueden quejar son los americanos o los que hacen dinero, porque la mayoría de las películas con reducida taquilla no son las que la gente se baja. Quizás personajes como Juan Antonio Bayona, Pedro Almodóvar o Alejandro Amenábar, que ya hacen dinero de por sí, sí que se vean más afectados por la piratería.

Sin embargo, hay iniciativas como las recientes Fiestas del Cine -celebradas en Octubre de 2013 y Abril de 2014- que parecen haber sido un auténtico éxito.

Eso es verdad, pero sólo si organizas una Fiesta del Cine cada ocho meses. Si se bajara el precio de la entrada a 2,90€ se necesitaría una cifra de entradas brutal para obtener la misma ganancia que la que actualmente se obtiene. Y si se organiza una Fiesta del Cine cada tres semanas, la afluencia de público va a ir decayendo, porque la gente se acostumbra. También hay que hacer los números de otra forma: si entre martes y miércoles la gente fue muchísimo al cine debido al precio de la entrada, eso significa que las películas que le interesaban ya las ha visto y probablemente se pasará las dos semanas siguientes sin ir al cine. En resumidas cuentas, que nada es tan fácil como parece.

A veces parece que, en los últimos años, el cine se ha convertido en un “plan caro” de fin de semana.

Yo creo que no hay un cine caro, sino películas concretas que son caras. Es decir, si vas a ver una película que luego te parece una mierda, seguramente pensarás que son 9€ y un par de horas tirados a la basura. Sin embargo, si la película te encanta, nunca será cara. Al final, ir a tomar unas cañas o una copa, te sale por un precio parecido. Depende de con qué comparemos las cosas. Hay una dinámica de opinión que se está dejando sentir en los últimos años, y es: ¿por qué tiene que costar lo mismo ver Nebraska o La gran belleza que ver una superproducción más o menos vulgar?. Os pongo otro ejemplo: yo suelo ir mucho al teatro. Hay muchas obras de teatro en las que actúan grandes estrellas y que te cuestan 30€, y, por el contrario, si vas a ver una obra de unos chavales que están empezando, te cuesta 10€. Este mismo caso quizás debería existir en el cine. Igual habría que estudiar que unas películas costaran menos que otras; de modo que ir a ver Gravity te cueste 10€, pero Stockholm, 2,50€.

Sería una forma de que, un determinado cine más marginal tuviera algo más de protagonismo.

Por ejemplo, hoy [4 de abril de 2014] estrenan dos películas grandes, Río 2 y Noé. Según lo que hemos dicho: Noé debería costar 10€, Río 2, 9€, Francesc Ha 6€ y El desconocido del lago, 5,50€. Y cada espectador que haga lo que quiera con su dinero, es una opción posible. El cine es el único espectáculo en el que el precio de las entradas es uniforme. Si vas al Nou Camp a ver al Barça te costará 100€, pero si vas a mi pueblo a ver al Martos, te costará 6€. Si vas a un concierto de los Rolling Stones, la entrada con 100€ y vas a ver a The Sadies te cuesta 15€. Pero esto en el cine no sucede.

Ya que empezamos la entrevista con una pequeña broma, para terminar te proponemos un juego. En tus cursos de la Universidad pides a los alumnos que te envíen sus 3 películas favoritas, para ponerles como ‘tarea’ ver otras 3, relacionadas de alguna manera, que sean mejores (si es posible) o vayan un paso más allá en cuanto a conocimiento cinematográfico. ¿Cuáles te enviarías a ti mismo y con cuáles te responderías?

Esto es algo realmente complicado. De las últimas que más me han gustado, me mandaría Nebraska, Her y El lobo de Wall Street. ¿Y con qué contrarrestaría cada una de ellas? Pues Nebraska probablemente con The last picture show (de Peter Bogdanovich) , El lobo de wall street con algo más clásico, con menos arrebato formal, pero que también tuviera la mafia económica como tema, algo así como Los violentos años 20 (de Raoul Walsh) y Her…es una película complicada, de amor ficticio, de nuevos modos de amar, sería difícil de contrarrestar.

¿Entonces Spike Jonze ha ganado la partida?

¡Pues quizás! Es una película bellísima y muy singular. Quizás, lo que acabaría mandando a un alumno es que viera la primera temporada de Black Mirror, concretamente el episodio 3. ¡También podría tener sentido leer Madame Bovary!

*Entrevista realizada por Santiago Galán y Alicia Galán Álvarez.

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