Sobre el talento nunca se sabe nada previamente. Es inútil preguntarse por él, agobiarse por si se tiene o no se tiene, como un requisito previo a ponerse a escribir. No reside en una sensación personal de tenerlo o no tenerlo. O sólo en la medida en que puede convertirse en una profecía autocumplidora.
Ha habido grandes escritores que nunca creyeron poseerlo y que terminaron escribiendo lo que otros, en algún momento, creyeron una obra maestra. Ha habido, en cambio, escritores muy seguros de sus posibilidades que nunca consiguieron despertar el más mínimo interés o fue muy pasajero o se los considera de poco valor a pesar de que vendieran muchos ejemplares.
Pero ni siquiera el reconocimiento de los lectores o de la crítica de un tiempo concreto significa nada. Probablemente hay obras olvidadas, de escritores que no conoce nadie, mucho más valiosas que otras que permanecen de generación en generación. Y nadie puede decir exactamente por qué. Se pueden dar muchas razones más o menos elocuentes pero no hay un sistema de medida exacto e infalible. Nadie nunca puede estar seguro del todo. Ni los propios autores de las obras.
Así que probablemente es verdad que haya gente más dotada que otra, que que tengan un gran talento para escribir en algún momento de su vida pero ¿en qué consiste exactamente eso que, a veces, creemos reconocer de forma tan neta? ¿qué capta?, ¿qué promueve?
Dejemos hablar a Proust …
“ Las cosas bellas que escribiremos si tenemos talento están en nosotros, indistintas, como el recuerdo de una tonada, que nos encanta sin que podamos hallar el contorno, tararearlo, ni tan siquiera dar una impresión cuantitativa, decir si hay pausas, o sucesión de notas rápidas. A los que les obsesiona el recuerdo confuso de las verdades que nunca conocieron, son los hombres dotados. Pero si se contentan con decir que oyen un aire delicioso, no muestran nada a los demás, no tienen talento. El talento es como una especie de memoria que les permitirá llegar a acercarles a esa música confusa, oírla claramente, anotarla, reproducirla y cantarla.
Llega una edad en que el talento se debilita como la memoria, en que el músculo mental que acerca los recuerdos interiores y los exteriores carece ya de fuerza. Algunas veces esa edad dura toda la vida, por falta de ejercicio, por una satisfacción demasiado rápida de sí mismo. Y nadie dirá jamás, ni siquiera uno mismo, la tonadilla que le perseguía con su ritmo inaprensible y delicioso.”
MARCEL PROUST “Contra Saint-Beuve”
“Les belles choses que nous écrirons si nous avons du talent sont en nous, indistinctes, comme le souvenir d’un air, qui nous charme sans que nous puissions en retrouver le contour, le fredonner, ni même en donner un dessin quantitatif, dire s’il y a des pauses, des suites de notes ra- pides. Ceux qui sont hantés de ce souvenir confus des véri- tés qu’ils n’ont jamais connues sont les hommes qui sont doués. Mais s’ils se contentent de dire qu’ils entendent un air délicieux, ils n’indiquent rien aux autres, ils n’ont pas de talent. Le talent est comme une sorte de mémoire qui leur permettra de finir par rapprocher d’eux cette musique confuse, de l’entendre clairement, de la noter, de la repro- duire, de la chanter. Il arrive un âge où le talent faiblit comme la mémoire, où le muscle mental qui approche les souvenirs intérieurs comme les extérieurs n’a plus de force. Quelquefois cet âge dure toute la vie, par manque d’exer- cice, par trop rapide satisfaction de soi-même. Et personne ne saura jamais, pas même soi-même, l’air qui vous pour- suivait de son rythme insaisissable et délicieux.”
MARCEL PROUST “Contre Saint-Beuve”