Es evidente que no a todo el mundo le place sentarse un día cualquiera en el sofá y ponerse a ver una película de Carl Theodor Dreyer, Bela Tarr o Ingmar Bergman, ni siquiera a los que, con un acervo cinematográfico más o menos extenso a nuestras espaldas, aún no nos hemos atrevido con nada suyo o tenemos que dosificarlo por nuestro propio bien. Menciono a estos tipos a cuento de un buen montón de gente que se llama a sí misma cinéfila o, por lo menos, aficionada al cine, y a la que no le suena ni siquiera el tercero de los nombres anteriores. Este buen montón de gente, para quienes normalmente el cine comenzó en 1977 con Star Wars (amén de algún que otro antecesor prehistórico suelto) y salvo casos aislados sólo procede de Estados Unidos, tiene en mente un nombre de referencia clarísimo y recurrente cuando hablamos de hoy en día: Christopher Nolan, un tipo que a principios de siglo irrumpió con un thriller inteligente de arquitectura perfecta (Memento), que le abrió las puertas para abordar proyectos más ambiciosos, siempre comerciales pero con seso.
A Nolan hemos de alabarle la ínclita voluntad de no vender su oficio al blockbuster de usar y tirar, toda esa bollería industrial que continuamente pasa por nuestras carteleras satisfaciendo, y lo que es peor, fomentando, la desconexión cerebral de la platea, pero, por su culpa, existe ese nutrido grupo de espectadores que creen que él es todo lo que puede dar de sí el cine, lo máximo a lo que se puede aspirar, cayendo rendidos ante todos y cada uno de sus trucos, y de eso entiende mucho Christopher, que no por casualidad rodó El truco final (El prestigio). Sostenía en aquella película que todo mago ha de guardarse siempre un truco maestro que anonade a todos, que sea la razón concluyente por la que merezca el prestigio. Y a ese código lleva ciñéndose desde que se hizo su hueco en la industria. De momento, no ha dejado de funcionarle. Su prestigio está intacto. Y no debería. Porque la rigidez que se impone a sí mismo para no saltarse sus propias reglas es lo que acaba lastrando, en mayor o menor medida, todas y cada una de sus películas (a excepción de la citada Memento).
Partamos de su última propuesta, Interstellar, epopeya de ciencia-ficción que ha sido posible gracias, por un lado, al buen funcionamiento de la trilogía Batman y al éxito rotundo de Gravity en 2013, y, por otro lado, a que Nolan dispone de carta blanca para rodar y montar como se le antoje. Es por eso que en esta ocasión prescinde de escenas de acción frenética y desenvuelve el nudo con moderado reposo durante casi tres horas, en aras de lograr la dimensión solemne y profunda que pretende. Su idea de partida es, como casi todo lo que se le ocurre, muy interesante: en un planeta Tierra que en una generación resultará inhabitable, científicos de la NASA (claro está que ningún otro país de la tierra a excepción del gigante norteamericano hace nada frente al problema, o no importa en absoluto) arriesgan su vida buscando otros mundos que puedan acogernos, jugando doblemente a contrarreloj, contra el tiempo tal y como transcurre aquí y tal y como las alteraciones de la relatividad lo modifican fuera.
En la película no se han tenido reparos a la hora de colocar a estrellas de primera fila (Matthew McConaughey, Anne Hathaway, Jessica Chastain, Michael Caine) intercambiando diálogos sobre conceptos físicos y muchas veces revestidos de trascendencia. Que no tengan rigor científico o haya situaciones imposibles de producirse en la realidad (como la de salir con vida y de una pieza de un agujero negro), es supuesto perdonable en tanto que esto es ficción, y sin ello no habría historia, por lo menos, no ésta. Lo que desequilibra todo el invento es que tengamos que presenciar cosas tan absurdas como que los asuntos del corazón y la preocupación por la familia tengan peso específico en las decisiones que toman los protagonistas, a quienes se les presupone profesionales muy conscientes de que su misión les exige dejar bien atrás esta clase de consideraciones a la hora de actuar. Para Nolan ésta es la manera de dar empaque a los personajes, de hacerlos humanos, pero lo que de verdad le mueve es el miedo a no descontentar a su público, que demanda trasfondos de este calibre para empatizar. Busca motivaciones fáciles y roles clásicos, que impulsen la trama sin descolocar al espectador poco exigente, siempre pretendiendo manejar conceptos morales asumibles. Tanto le preocupa que todo esté en su sitio, que necesita inventar un villano repentino (el Dr. Mann que interpreta Matt Damon), en un punto muy avanzado de la historia, cuando a ésta ya no le hacía ninguna falta.
Esta manía por no despegarse de los esquemas más manidos (amor y pérdida, familia, hogar, justicia, todo ello incluyendo, por supuesto, el happy ending de rigor), es lo que tira sustancialmente para atrás de las ideas iniciales que se despliegan. Nolan tiende en sus guiones a ir apilando muchas capas paralelas, que han de cerrarse “coherentemente” con una explicación que no contradiga la lógica interna de su propio argumento, y a ser posible, con algún giro ingenioso de guión (el truco final, el prestigio) que epate a la feligresía. Para ello, tira de los elementos presuntamente más fuertes de su narración, siempre los asociados a estos esquemas comunes. Ello conduce a patinazos tan notables como el que coloca al protagonista de Interstellar en un limbo espacio-temporal con forma de biblioteca (pobre defensa del poder del conocimiento), dictándole a su hija cómo ha de actuar para no perderla y a la vez para salvar al mundo, o a la bióloga maternal que interpreta Anne Hathaway en posesión de la intuición que habría resuelto el problema, motivada en última instancia por un impulso de amor. Aún si Nolan tuviera sobrado tino para manejar las emociones y el sentamentalismo, este tipo de situaciones tendrían cabida, pero no es éste precisamente su fuerte.
Algo parecido sucedía en Origen, donde el conflicto amoroso entre Leonardo diCaprio y Marion Cotillard terminaba acaparando gran parte del tercio final, o en El caballero oscuro: la leyenda renace, donde el discurso incendiario que se había gestado durante dos horas quedaba sepultado en los últimos tres cuartos de hora, que venían a decir que el orden establecido está muy bien como está y sólo así nuestra seguridad (que equivale en este caso a felicidad) queda garantizada. También en El prestigio, la sólida trama de enfrentamiento entre sus protagonistas se venía abajo en los compases finales por culpa de una explicación presuntamente rebuscada y sorprendente pero conformista y falta de garra. La única vez que Christopher Nolan no se ha plegado a conclusiones canónicas fue en su celebrada El caballero Oscuro, cinta ética y políticamente jugosa, que sin embargo, se perdía en un desarrollo tortuoso e interminable y en alguna que otra escena injustificable (como la de los barcos). En mi caso personal, sabiendo que la primera vez se me hizo tediosa, accedí a darle una segunda oportunidad, y se me hizo aún más pesada. Supongo que es problema mío. O no.
Porque la otra gran tara que arrastra Nolan es su forma neutra y funcional de dirigir. Nada hay que lo haga destacar especialmente, ningún sello personal. En sus cintas encontramos un buen número de planos cortos, medios y largos, generales y cercanos. Sabe montar escenas de cualquier clase (culminantes y de transición, épicas e íntimas) en las más variadas ambientaciones, con un ritmo generalmente constante. De todo un poco. A veces resulta ciertamente espectacular, pero nunca lo es por su forma de encuadrar o de resolver un plano, sino por el escenario en sí o porque nos encontremos en algún punto reseñable de guión. Nolan es un director eficaz pero nada sugerente. Sus mayores virtudes las atesora en la mano con la que escribe y no en la mirada con la que rueda.
Es una pena que a una persona que consigue hacer cine de masas sin que éste tenga como único objeto idiotizarlas y sacarles su dinero, acabe por no redondear ningún título precisamente porque, apuntando a muchas direcciones, a la hora de la verdad no puede dejar de supeditarse a los códigos (morales y formales) que manejan y satisfacen a esas masas. Y a juzgar por el veredicto de éstas, así ha de seguir siendo. Si algún día se arriesgara a dejar de lado a su cohorte de aduladores, quizás se acercara de verdad al olimpo de los grandes realizadores, quizás conseguiría rematar esa gran película que no deja de buscar, y sólo el éxito masivo le está impidiendo encontrar.
Totalmente de acuerdo. Además has sido bastante respetuoso en tu crítica.
Muy recomendable en cambio “Following”, en la que se reconoce la técnica con la que luego nos deslumbraría en “Memento”; mucho mejor que El caballero oscuro, que me decepcionó sobremanera.
Hola
He leído varias críticas sobre la película y ésta es bastante mala.
Ni siquiera está argumentada, pues con darse un paseo por wikipedia , basta para darse cuenta de los conceptos científicos que se manejan en la película. A raíz de la cual han surgido artículos científicos, y se han hecho simulaciones por ordenador que la ciencia misma no podría haberse costeado.
En fín… los críticos, siempre igual.
Cómo se puede decir que hay una historia sentimental en la película, puesta ahí para empatizar con el público. Cuando el mismo director se refiere a su película como una historia de amor.
Poniendo al amor, como motor que motiva el ingenio de la ciencia, que cuando no puede avanzar más, es a veces el amor quien le da un empujoncito, lo cual es el mensaje de la pelícual.
El amor como una dimensión más, expuesto desde un punto de vista filosófico y de sueño, que sólo se puede alcanzar con películas TAN bien filmadas como ésta.
Película, sí, porque está filmado en película. Con una técnica y un resultado no alcanzado hasta la fecha.
Si filma bien Nolan? filma muy bien. Y ningún crítico con “criterio” podría decir lo contrario.
mu mal…
Creo, que se toman demasiado en serio, algo que ha sido creado para entretener, la película cumple su rol a la perfección, tomando temas tan complejos como la teoría de la relatividad, los agujeros negros, la Familia (un tema muy complejo, incluso en el cine arte)… etc. La encontré muy entretenida, de gran calidad visual. Soy un fanático del SCI-FI, desde que vi BLADE RUNNER en 1985 (Padre y Madre del cine moderno). El Cine, como el circo, los video juegos, los juegos de mesa, los deportes extremos, etc. esta para entretener, no debe ser muy complejo y necesita ser comercial para sustentarse… En fin, como consejo, si buscan algo mas complejo, estudien física cuántica o lean algún libro engorroso y catatonico. Para satisfacer su amargura.
El argumento vale al revés: si sólo es cuestión de entretenerse, sin criterio de calidad, no sé por qué habría que ver Blade Runner, existiendo La que se avecina…
Contestando a la vez a pablo y a DARKO, yo estoy del lado de Oscar. El cine es entretenimiento y espectáculo, sí, pero también es arte. Y no se puede menospreciar ninguna de las dos caras. Hay muchísimo cine comercial de usar y tirar, pero también lo hay muy conseguido, del que evade y hace pasar el rato, pero sin considerar plano el cerebro del espectador. Igualmente hay cine pretendidamente elevado y difícil inaguantable, engañoso. Pero también lo hay soberbio, y éste es el importante.
El problema de Christopher Nolan, como ya expongo en la crítica, es que pretende hacer cine del segundo tipo desde las características formales del primero. Como cine comercial, ya digo, el de Nolan es de primera categoría. Como cine más profundo, siempre se queda corto, precisamente por no prescindir de esas paradas obligatorias (amor, familia, acción) que demanda la mayoría de espectadores. Como también digo en la crítica, no me molestaría que tocara esos temas, incluso siendo centrales en la trama, si lo hiciera con tino. Pero carece de la precisión sentimental necesaria para no convertirlos en sensiblería. Y eso acaba mermando, y mucho, lo que podrían dar de sí los puntos de partida para sus películas.
Totalmente de acuerdo con que cierta parte de Interstellar no terminar de cerrar, hay una cuestión en las estructura de la historia del protagonista con la hija que es medio Armaggedon y por tanto deja chueca la peli… pero ¿Por qué en lugar de pagar bocha una entrada no van a los barrios a apoyar el trabajo artistico de tanta gente que a pulmon está innovando el “arte” y sin que se les de difusión? La industria del cine es una institución ya creada con sus propias reglas, salirse de ellas es salirse de esa industria de la que los cineastas pretenden vivir.
Interstellar como película para entretenerse y despejar la mente esta bastante bien lograda, incluso su historia esta bien fundamentada (a raiz de la misma se le dio luz a investigacionss cientificas referidas al tema de los agujeros de gusano como “portales” espacio-tiempo -http://axxon.com.ar/noticias/2015/01/en-teoria-la-via-lactea-podria-ser-un-sistema-de-transporte-galactico/-). Es simplemente un cine apuntado al “obrero que va de casa al trabajo y del trabajo a casa y que en su día libre sale”, por decir de una manera; apunta a la persona común que quiere ver una trama “humana” metida en el espacio (¿por qué sino hemos ido a verla siendo más barato ver Cosmos?)… Que sea profunda? hay mas de 2000 años de filosofía para leer si buscamos profundidad… y un siglo de semiología para poder hacer un analisis de la película sin caer en la critica que no sale de criticar.
Así como la película, la critica cae en partes: tomas como absolutas algunas apreciaciones tuyas cuando las mismas tecnicas para la argumentación, nutridas en parte por la epistemología, impiden dar algo por total, impiden decir “todo” “siempre” “nunca”. Decir que la película parte de un argumento interesante
siendo uno ya usado y no se si del todo pertinente bajo un analisis sociológico, es pifiarla. Creo que lo que hizo interesante a dicha película fue los viajes en el espacio-tiempo, lo demás está simplemente para justificar la superproducción que se llevó a cabo.
Si vamos a pretender que el olmo nos de peras entonces hay que meterse con su misma constitución genética y dejaria de ser olmo. En el caso de una pelicula sería hacer un analisis filo-socio-psico-semio y antropológico de la misma…. y deja de cumplir su función como película…. mejor leer un libro de Iain M Banks.
Realmente como fánatico de la ciencia ficción que buscaba ver el espacio exterior y sus vicisitudes bien gráficados en la pantalla, la película es un gol de media cancha.
Se podrá hacer toda la critica coherente que se quiera pero mejor aplaudir a todos los trabajadores por el laburo que se mandaron y tratar uno de superarlo, porque por lo que veo la figura de Nolan está bastante bien parada como para que se merezca esta crítica. Es alguien a ver y a superar (cada creación artística posee una estructura en cuanto a imagen e historia, sea una pintura, una canción o una película), que esa sea la critica en todo caso.
Creo que si Nolan buscara profundidad filmaria una pared blanca e invitaría al espectador a una exploración personal.
Es cine, es arte, y si no nos gusta la “subjetividad” de un autor, buscamos otro o hacemos lo que nos gustaría ver dando vueltas por ahí.
Pehuen, hacer un análisis filo-socio-psico-semio y antropológico de una película no hace que deje de cumplir su función como película, antes al contrario, debería dar idea de la dimensión temática que se puede alcanzar por medio del arte del cine. Una gran película, como toda gran obra, puede dar lugar a interpretaciones desde miles de prismas sin que se altere nada la película “en sí”. Alguien que quiera disfrutarla sin mayores pretensiones podrá hacerlo en cualquier caso.
Obviamente, cuando cito al inicio de la crítica a gente como Bergman o Dreyer no pretendo, ni mucho menos, menospreciar a Nolan por no estar a su altura, muy pocos lo están, y además ni de lejos es lo que busca. Pretendo cargar en cierto modo contra la gente que sin conocer este otro tipo de cine considera a Christopher el no va más. Y no se puede negar que Nolan intenta hacer algo más que buen cine comercial, pretende que sus películas no sean mera evasión. De lo contrario, no necesitaría montarse historias alrededor de la relatividad y los agujeros negros. Por eso mismo, hemos de exigirle mucho más que lo que exigiríamos a películas menos pretenciosas. Y ahí es donde Nolan no da la talla, por mucho que sea visualmente consistente.
Al margen de eso, la industria del cine es un ente muy rígido, sí, pero hay miles de realizadores al margen de la industria que, mal que bien, también consiguen salir adelante. Y están esos otros directores que han sabido facturar auténticas joyas (también en sentidos extracinematográficos) jugando con las reglas de la propia industria. Nolan podría ser uno de ellos, pero (por utilizar tus mismas palabras) de algún modo casi siempre la pifia.
Acabo de verla, mucho tiempo después de vosotros. Aún estando de acuerdo con tu veredicto -y conste que me parece una película impresionante- creo que no valoras adecuadamente el aspecto sentimental de la historia. Como, por tu edad, no serás padre, no entiendes esa parte de la trama. Pero es muy real, en mi opinión, porque ¿de qué sirve transmitir la progenie humana si en ella no están tus hijos? Es muy americano, desde luego, pero muy universal también, ya lo comprenderás. Al tiempo… (que es relativamente relativo ;-P)