Otras formas de rebelarse

Lo inquietante no es sólo contemplar la corrupción o la incompetencia de algunos políticos sino observar su estética, sus argumentos falaces, la forma en que verbalizan lo poco que aciertan a decir y, a partir de ahí, meditar sobre el ambiente social en el que ha podido prosperar gente así, en los tiempos en los que no había crisis y el bienestar parecía garantizado. El reflejo que representan de sus votantes, de todos nosotros que quizá los hemos alentado o no hemos sabido ponerles límites y que sin embargo somos tan diferentes como ellos mismos y podríamos contribuir a cambiarlos, negándonos a ser el público descerebrado de unos tertulianos vociferantes y estúpidos.

La generalización, el tremendismo y la inferencia arbitraria son unas muy frecuentes distorsiones cognitivas en los seres humanos que se alientan conscientemente desde el lenguaje político convertidas en armas de propaganda que tratan de influir directamente en las emociones de las personas, entorpeciendo muy seriamente la posibilidad del pensamiento racional. Todo se simplifica y se convierte en lenguaje valorativo que bloquea cualquier acercamiento racional a los problemas, convirtiéndonos en inútiles despotricadores alentados por el resentimiento, la codicia o el miedo. Otra forma de que ganen los malos y quizá de manera más profunda que robando nuestro dinero.

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Por eso quizá hay muchas formas de rebelarse a lo que esta pasando. Por ejemplo concentrandose en no exagerar, en ser ponderados, en hablar en voz baja, en no sacar conclusiones injustificadas, en poner a trabajar todo el conocimiento que podamos tener para aplicarlo en nuestra vida cotidiana y hacer razonablemente bien lo que nos toca, aprendiendo de nuestros errores y concentrándonos en tener la inteligencia de negarnos a ser tratados como si no la tuviéramos, aunque corramos algún riesgo.

Practicar la honestidad con las cuestiones a nuestro alcance, la comunicación adecuada con los otros y también perseguir la alegría de vivir a pesar de todo o el coraje de ejercer la libertad que tenemos para decir no o decir sí, con una mentalidad independiente y científica, basada en hechos y no en falacias, negándonos a jugar sucio porque hemos aprendido que los medios forman ya parte de los fines, pero eludiendo con la mayor firmeza cualquier intento de manipulación que simplifique lo complejo y prometa paraísos al alcance de la mano.

Lo peor no es lo que hacen algunos felones sino la abdicación de renunciar a hacerles frente viviendo justo como queremos vivir en nuestro circulo de influencia, construyendo con conductas cotidianas una forma de ciudadanía exigente y lúcida, ilustrada, dispuesta a pensar la complejidad y a estimular una sociedad progresivamente más justa, donde individuos muy distintos puedan desarrollar su proyecto de vida y pensar libremente. Algo que no es sencillo, que cuesta mucho esfuerzo, que siempre está en peligro, para lo que hay que crear una cultura y una estética que siempre se basa en la buena educación que tenemos que cultivar cada día como una forma de esperanza.

Como decía el viejo Russell en 1930 …

“Uno de los defectos de la educación superior moderna es que se ha convertido en un puro entrenamiento para adquirir ciertas habilidades y cada vez se preocupa menos de ensanchar la mente y el corazón mediante el examen imparcial del mundo.

Supongamos que estamos metidos en una campaña política y trabajamos con todas nuestras fuerzas por la victoria de nuestro partido. Hasta aquí, bien. Pero a lo largo de la campaña puede ocurrir que se presente alguna oportunidad de victoria que conlleve utilizar métodos calculados para fomentar el odio, la violencia y la desconfianza. Por ejemplo, se nos puede ocurrir que la mejor táctica para ganar sea insultar a una nación extranjera. Si nuestro alcance mental solo abarca el presente, o si hemos asimilado la doctrina de que lo único que importa es lo que se llama eficiencia, adoptaremos esos métodos tan turbios. Puede que gracias a ellos logremos nuestros propósitos inmediatos, pero las consecuencias a largo plazo pueden ser desastrosas.

En cambio, si nuestro bagaje mental incluye las épocas pasadas de la humanidad, su lenta y parcial salida de la barbarie y la brevedad de toda su historia en comparación con los períodos astronómicos, si estas ideas han moldeado nuestros sentimientos habituales, nos daremos cuenta de que la batalla momentánea en que estamos empeñados no puede ser tan importante como para arriesgarse a dar un paso atrás, retrocediendo hacia las tinieblas de las que tan lentamente hemos ido saliendo. Es más: si salimos derrotados en nuestro objetivo inmediato, nos servirá de sostén ese mismo sentido de lo momentáneo que nos hizo rechazar el uso de métodos degradantes.

Más allá de nuestras actividades inmediatas, tendremos objetivos a largo plazo, que irán cobrando forma poco a poco, en los que uno no será un individuo aislado sino parte del gran ejército de los que han guiado a la humanidad hacia una existencia civilizada. A quien haya adoptado este modo de pensar no le abandonará nunca cierta felicidad de fondo, sea cual fuere su suerte personal. La vida se convertirá en una comunión con los grandes de todas las épocas, y la muerte personal no será más que un incidente sin importancia.”

BERTRAND RUSSELL “La conquista de la felicidad”

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