El olvido de los guionistas

Vi “los Goyas” a ratos, aburriéndome y sintiendo alguna vergüenza ajena con esos agradecimientos tan sentidos, tan “auténticos”, tan histéricos, tan disonantes con los que debería ser capaz de pronunciar un profesional con un mínimo de inteligencia y sentido de la estética, incluso del espectáculo. Contemplé a los nuevos ídolos embutidos en sus trajes de fiesta y vislumbré la melancolía de los que se saben envejecer con un talento probablemente menguante a pesar de la fama de otros tiempos. Y luego lo olvidé todo, como siempre, hasta el año que viene.

Días después apareció el artículo de Cinemanía en que sugería que los guionistas de la película triunfadora no habían sido invitados a la gala y ni siquiera habían sido nombrados por ninguno de sus compañeros que sí habían estado minutos interminables agradeciendo el premio al último gato del estudio. Vale, quizá no fueron invitados porque no estaban nominados a ninguno de los premios al mejor guión y quizá hay pocas butacas para todos, pero no deja de ser curioso que nadie mencione a los guionistas de una película que ha ganado bastantes Goyas y ha sido la que más dinero ha recaudado en este año. Cuando además es una película donde el guión, los diálogos cómicos, por ejemplo,  eran fundamentales.

 

Goya

 

Y eso me recordó algo que había leído de Chandler, sus quejas como escritor respecto al sistema de Hollywood, las intromisiones de los productores y el poder omnímodo de los directores que, en último término, podía cambiarlo todo. Sus reproches y su sensación de falta de reconocimiento, a pesar de que no le fue mal del todo y de que algunos productores fueron benignos y pacientes con sus defectos, como ocurrió con La Dalia azul.

En este sentido, la anécdota sigue siendo significativa. Quizá todo el mundo acepta que los guionistas son importantes, que sin los guionistas no hay historias interesantes y que sin ellos quizá no habría películas. Pero nadie recuerda el nombre de un guionista a no ser que sean además directores o actores. Nunca son estrellas, no tienen demasiado reconocimiento, en general no deben ganar demasiado dinero o desde luego mucho menos que los actores o los directores. Y eso quizá crea una relación de poder en la industria de la que salen perdedores.

Aunque no sé si éste es un debate superado fuera de España, después del éxito de los guionistas en las series de la HBO o en las series en general. El género donde quizá se está haciendo el mejor cine y que sin duda más precisa gente que sepa contar historias, crear dilemas, sorprender, aportar matices a los personajes o las situaciones. Buenos escritores en suma…

 Chandler y Wilder

“(…)El arte básico del cine es el guión; es el fundamental, sin él no hay nada…Pero en Hollywood el guión lo escribe un escritor asalariado bajo la supervisión del productor; es decir un empleado sin poder de decisión sobre el producto de su trabajo, sin derecho de propiedad sobre ello y que, por muy extravagante que sea su paga, apenas recibe honores por ello…
 
No me interesan las razones por las que existe y persiste el sistema de Hollywood , ni quiero enterarme de las durísimas luchas por el prestigio que lo hicieron surgir, ni de la cantidad de dinero que se saca haciendo buenas películas. Lo único que me interesa es el hecho de que, como resultado de todo ello, no existe nada que se pueda considerar el arte de escribir guiones, ni lo habrá mientras perdure el sistema, pues la esencia del sistema consiste en pretender explotar un talento sin concederle derecho a ser un talento. Y eso no se puede hacer; lo único que se consigue hacer así es destruir el talento, y eso es exactamente lo que sucede …cuando hay algún talento que destruir.”
 
“(…) Para mí lo interesante de los guionistas de Hollywood con talento no es que sean muchos o pocos, sino el poco provecho que se le saca a su talento.  Resulta curioso, aunque no sorprendente, una vez que aceptas la premisa de que a los escritores se les contrata para escribir guiones siguiendo la teoría de que, puesto que son escritores, estarán particularmente dotados y preparados para el trabajo, y luego se les impide realizarlo con un mínimo de independencia o intención, siguiendo la teoría de que, puesto que sólo son escritores no saben nada sobre hacer peliculas, y, por supuesto, si no saben cómo se hacen las películas, no pueden saber cómo se escriben. Hace falta un productor para explicárselo.”
 
Faulkner en Hollywood
“(…) Para mi argumentación las cualidades personales del productor no vienen al caso. Algunos son humanos y capaces, y otros son individuos abyectos, con la moralidad de una cabra, la integridad artística de una máquina tragaperras y los modales de un jefe de plantilla con delirios de grandeza. Sin embargo, en lo que respecta a la escritura del guión,  el productor es el jefe; o el guionista se adapta a él y a sus ideas (si es que tiene ideas) o se larga. Eso implica una subordinación personal y artística, y ningún escritor de calidad puede aceptarlo mucho tiempo sin renunciar a lo que hizo de él un escritor de calidad, sin embotar el borde afilado de su mente, sin dejar de ser un creador para convertirse, poco a poco, en un conformista, un asalariado moldeable y dócil, y no un artesano con ideas originales.”
 
“(…) En Hollywood ni siquiera se intenta explotar al escritor como artista que significa algo para el público que compra entradas; se intenta por todos los medios mantener al público desinformado acerca de su vital contribución al contenido artístico que pueda tener la película. En los carteles y los anuncios de prensa, su nombre siempre será más pequeño que el del último actor secundario que haya logrado aparecer en el cartel: será el primero en desaparecer cuando el tamaño del anuncio se va reduciendo a los pocos días; será el último en mencionarse, o el menos mencionado, en cualquier promoción oral o radiofónica. “

RAYMOND CHANDLER “Escritores en Hollywood. 1945” dentro de “A mis mejores amigos no los he visto nunca” Ed. Debolsillo, 2013.

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