Ser un escritor. Un ciudadano escritor, para ser más precisos. Eso es lo que dice querer Antonio Muñoz Molina, alguien que escribe cada día porque es lo que más le apetece. Simplemente. Y lo dice con la misma naturalidad con la que podemos imaginarle eligiendo mandarinas de postre o mientras coloca el pedal con el pie antes de darle el primer impulso a su querida bicicleta en cualquier cuesta abajo. Una elección consciente y responsable. Pero también un oficio, con toda la carga de aprendizaje, práctica y de trabajo artesano que incluye esta palabra.
Muñoz Molina cumple hoy 60 años y parece seguir buscando con el mismo ahínco al lector desconocido mientras enlaza artículos, ensayos e historias cuyos comienzos siguen siendo inesperados para él. Esta fecha es una buena excusa para ver el documental que le dedica el programa ‘Imprescindibles’ de RTVE, durante el que conversa con su pareja, Elvira Lindo, con uno de sus hijos, con amigos… Junto a ellos recuerda todas las vidas que parece haber disfrutado en estos años, de forma directa y a través de sus libros; se muestra convencido de que las humanidades son parte del equipaje para vivir mejor, para conocer el mundo; se siente agradecido por cómo le reciben en su tierra, aunque ya conozcamos ese dicho tan español; confiesa lo poco que le gusta el boato o las reuniones con los que se dicen escritores…
Podemos celebrar hoy este cumpleaños con él mientras nos acercamos a nuestra estantería y cogemos uno de sus libros para darnos cuenta de que releer sus páginas a través del tiempo es también una manera de comprobar cómo hemos cambiado nosotros mismos en las sucesivas lecturas. Pero también es una oportunidad para disfrutar de la manera en la que ha ido soltando lastre con el paso de los años en cada descripción. Para él, un momento fundamental para un escritor llega cuando podemos relacionarnos de manera natural con la escritura. No vale forzar, ni mostrar todo lo que sabes, ni contarlo todo. Sólo elegir algún detalle. “Hay un cierto punto en el que lo demás debe ponerlo el lector, su imaginación dice basta si aportamos demasiados datos”, dice. Y hace tiempo que él ya encontró ese punto justo.
Pero además de lo que le agradezco como lectora haberme puesto delante ‘La noche de los tiempos’, conectarme más con Pla o con Montaigne, o descubrirme a Alice Munro o James Salter, Muñoz Molina me empuja a escribir, me mete en raíles. Crea una atmósfera en la que lo natural es seguir mirando alrededor y elegir cómo mirar y qué contar de lo que veo. Como si conversase con el espacio o el objeto sobre el que mis ojos se apoyan.
Al final, se ha acabado convirtiendo en una compañía constante, alguien a quien recurrir para buscar sosiego u otros mundos que también pueden empezar en cualquier esquina, en cualquier cuadro, en cualquier solo de jazz…
Feliz cumpleaños, AMM.