La Casa Wittgenstein, así llamada coloquialmente, también es conocida como Casa Stonborough-Wittgenstein, situada en el 18 de Parkgasse, en Viena, fue construida entre 1926 y 1929 por Ludwig Wittgenstein para su hermana Margaret, de casada Stonborough, junto con el arquitecto Paul Engelmann.
La casa que Ludwig Wittgenstein, junto a Paul Engelmann, levantara para su hermana en la Viena postimperial nos es más conocida por la confrontación interpretativa sobre la misma que por la casa en sí. Entre la casa ideal -que contuviera un espacio ideado para pensar- que un catedrático de Cambridge levantaba para su hermana en un claro de bosque en el texto ‘Corrección’ de Thomas Bernhard, y la casa que con sus formas cúbicas sustraídas parece un cajón vacío descrita por Claudio Magris en su viaje por ‘El Danubio’, se ha generado una imagen idealizada de casa inhabitable, en el límite entre una verdadera casa y la imposibilidad de la misma. Como cierto ‘Grado cero de la habitación’.
Esa delgada línea que separa el vacío de las arquitecturas representativas, de la imposibilidad de satisfacer lo meramente doméstico, queda aparentemente plasmada en este proyecto mediante la traducción físico-geométrica del complejísimo enunciado de la noción de realidad, explicitada secuencialmente por Ludwig Wittgenstein en el Tractactus Logico-Philosophicus. Esta serie de aseveraciones secuenciales se proyectan aparentemente en esta casa mediante unos principios compositivos muy similares a los iniciales del Movimiento Moderno: la arquitectura como volumen, predominio de la regularidad en la composición, y ausencia de decoración añadida. Estas evidencias superficiales han provocado la acusación postmoderna del origen moderno del palacete.
El proyecto que comienza con el encargo, en la Navidad de 1925, de un nuevo palacete, originalmente ubicado el proyecto dentro del Ring vienés y en un patio interior de manzana, fue iniciado por Paul Engelmann, arquitecto checoslovaco discípulo de Adolf Loos. Engelmann inicia una intensa labor preparatoria, entre los primeros días de 1926 y el mes mayo, comenzando por componer un palacete desubicado, de corte palladiana, muy en el señuelo de las villas wagnerianas que proliferaron en la Viena de cuarenta años atrás. El proyecto de Engelmann estaba casi terminado cuando Wittgenstein se hizo cargo del mismo, aunque la distribución original subsiste en el edificio final: un conjunto de formas cúbicas interpenetradas entre sí -la más alta de las cuales alcanza las tres plantas de altura- ocupa un solar despejado, en un barrio de Viena densamente construido. Wittgenstein adaptó la planta a sus personales teorías arquitectónicas.
Pero no todas las adaptaciones resultaron ser mejoras, de modo que en la intervención se perdieron ciertas sutilezas de la planta original de Engelmann. Por ejemplo, en la parte posterior de la casa, Wittgenstein introdujo un desacertado bloque a la manera de contrafuerte y con una cubierta inclinada de vidrio con el objetivo de ampliar las habitaciones privadas de su hermana, y reemplazó la discreta escalera loosiana de Engelmann por otra pieza bastante torpe, como torre de escalera y ascensor, totalmente acristalada.
Sin embargo y pese a todo ello, sus trabajadas alteraciones son fascinantes. Engelmann compuso los principales espacios de la planta baja -vestíbulo, sala de música, comedor y biblioteca- haciendo uso de las conocidas como proporciones armónicas, y siguiendo pautas de composición desde las leyes de la simetría. Pero Wittgenstein refinó estas características hasta un extremo obsesivo. Las juntas de las piezas de piedra artificial gris oscuro, se alinearon exactamente con puertas y ventanas, y se engrosó artificialmente el espesor de los muros en los lugares necesarios para conservar una simetría perfecta. Se proscribió el empleo de zócalos, molduras o tapajuntas, de manera que las entregas de los distintos elementos o de los diferentes materiales, tenían que ser escrupulosamente precisas.
Nadie parece haberse preocupado mucho por las plantas superiores, que fueron proyectadas más informalmente para el uso de los niños, el servicio y el señor Stonborough. Wittgenstein se había formado como ingeniero aeronáutico en Manchester, Reino Unido, y por lo tanto prestaba especial atención a todo lo relacionado con la mecánica y la electricidad. Así, diseñó los radiadores, las rejillas de aire, los interruptores eléctricos, los cercos de ventanas y tiradores de puertas. Incluso se implicó, como ya hemos comentado, en el desarrollo del mecanismo del ascensor, que sería claramente visible desde su torre de vidrio.
Se dotó, igualmente, a las ventanas y balconeras con persianas metálicas que subían desde una rendija en el pavimento, equilibradas con contrapesos. Las lámparas eran bombillas desnudas montadas cerca del techo y centradas con precisión. El efecto global es digno, pero resulta frío y duro, una sensación muy alejada de los confortables y suntuosos interiores de Loos.
En un momento de ese mismo año de 1926 y tras varios meses de trabajo de Engelmann, Ludwig Wittgenstein irrumpe en el proceso, autotitulándose como arquitecto y comenzando a modificar la planta pero respetando sus trazas fundamentales, según una visión previa de búsqueda de proporciones puras en sus espacios y volúmenes. Será por tanto Ludwig Wittgenstein el que acabe el proyecto ante un Engelmann retrotraído, e incluso desplazará la localización original del solar desde dentro del Ring hasta extramuros de la ciudad histórica. Desde este trabajo ya realizado, Wittgenstein puede desarrollar su actividad proyectiva concentrándose en los detalles; que suponen el incremento de alteraciones intencionadas en la casa, dentro de un margen de libertad creativa en el que la marca personal del autor puede permanecer.
El proyecto academicista originario de Engelmann, sobre el que se efectúan las transformaciones sucesivas de Wittgenstein -que posibilitaba acortar lo que a Wittgenstein le hubiera resultado un eterno ciclo de toma de decisiones sin final posible- hacen que la arquitectura de la casa permanezca actualizada permanentemente por su fijación en el tipo arquitectónico. La casa Wittgenstein se construye sobre mecanismos propios de la arquitectura, más allá de expresiones temporales: simetrías, material, estructura, función adaptable y escalada en sí misma, con una atención al detalle netamente postmoderna y constructivamente eficaz.
Desde este exterior referenciado, la abstracción interior –que provoca un espacio de tiempo y función indeterminados- es, junto con la abstracción exterior –con ese guiño al entorno que supone la proporción vertical de los huecos y su repetición no modulada- un complejo contrapunto que implica cierta supresión de las categorías de lo doméstico, que ha dejado de ser un interior contrapuesto a un exterior. Y ha pasado a ser un artificio de dos caras; artificio continuo que tendrá que acomodarse y metamorfosearse en una membrana presionada por ambos lados. Para pasar a ser esa piel que nos separa del “mundo exterior y temible” de Loos.
El forzado movimiento personal y escenográfico en el interior de la casa implica una continua composición geométrica del ojo, que activa la mirada en sucesivos enfoques al recorrer la planta principal. Mies proyectaba espacios nuevos, más allá del mero soporte de vida de la domesticidad, donde hombre y naturaleza se fundían en una unidad trascendente de materia y pensamiento, mientras que Wittgenstein deseaba una coherencia entre materia y pensamiento, y acaba proyectando un soporte que pone en evidencia la vida detrás de la superficie. Con ello, descubre que el proyecto de arquitectura no estará fundamentado en la precisión y en la exactitud del trayecto del papel a la realidad, sino también en aprehender conexiones, relaciones y analogías, aunque todo ello se realice en el marco físico producto de una civilización técnica lineal y positivista, como autoproyección del individuo moderno. Sin las acciones del habitar; las relaciones se objetualizan. Cuando Le Corbusier habla por primera vez del modulor en 1948, Wittgenstein hacía más de treinta años que había acabado su Tractatus y estaba terminando las Investigaciones Filosóficas, en el que ya se afirmaba que la medida depende de la unidad que se utilice como referencia: “Y cuando sostengo el metro contra la mesa, siempre mido la mesa, ¿No podría a veces estar comprobando el metro?”.
La casa es más una curiosidad filosófica, a juicio de algunos, que una obra maestra de la arquitectura vienesa de entreguerras. No obstante, y pese a sus defectos y a su autoría dividida, los críticos e historiadores vuelven a examinarla una y otra vez, en busca de claves a la obra de un gran genio de la filosofía. Ha sido interpretada incluso como una especie de puente filosófico construido entre el Tractatus y el posterior libro Investigaciones filosóficas. Hoy día alberga el Instituto Cultural Búlgaro.
Antes de todo esto, Wittgenstein había renunciado a su multimillonaria herencia a favor de esta hermana y las demás, de modo que trabajó en esta famosa casa a título de amateur talentudo… Yo creo que toda la vida de Ludwig fue una fuga genial de su destino de hijo rico y mimado, y desde luego lo consiguió, asimismo genialmente. Esta es una de las pruebas, que has descrito excelentemente (aunque, pregunto, ¿para cuando una exposición de las ideas de Heidegger en Bauen, Wohnen, Denken? Por favor, por favor…)
Heidegger más allá de su ‘Construir, habitar, pensar’ limita su capacidad constructiva a la famosa cabaña de la Selva Negra, tributaria sobre todo de las ideas de Tessenow, autor de una obra lateral y poco conocida como es ‘Artesanía y pequeña ciudad’. El magisterio de Tessenow se proyecta, entre otros, en un discípulo tan incomodo como fuera Albert Speer. Pero no hay duda del magnetismo de las imágenes construidas de Tessenow, que combate toda la fe moderna en la técnica. Es más difícil, por ello, que el mundo construido de ambos, Heidegger y Teseniw, figure en una serie tan visual como esta. Pero se puede realizar alguna captura.
Me miraré eso, gracias.