Cine hyperbólico de 2016

Esté artículo ha sido escrito por IreneVillarejo y Santiago Galán

 

Seguramente no sea de inmediata actualidad ofrecerles a estas alturas de enero un sumario cinematográfico de lo estrenado en España durante 2016, pero no queremos dejarles huérfanos de nuestra particular y siempre sugerente selección. En esta ocasión cambiamos además el formato, ya que en vez del clásico top 10 dos de nuestros redactores han elaborado una lista no jerárquica de catorce títulos que hemos disfrutado en pantalla grande.

De lo que hemos podido ver, nos quedamos con:

 

EL ABRAZO DE LA SERPIENTE (Ciro Guerra, 2015)

 

El abrazo de la serpiente

 

La selva como entidad mítica, morada de leyendas y dioses, ha fascinado a cineastas como Werner Herzog o Terrence Malick, por no hablar de Coppola (aunque, en su caso, más que fascinarlo lo torturó). Sin embargo, estamos menos habituados a explorarla de la mano de alguien “nativo”, por lo que la visión del colombiano Ciro Guerra aporta un plus de autenticidad. Como ya hiciera en la muy estimable Los Viajes del Viento, aunque esta vez de la mano de un nítido y más abstracto blanco y negro, Guerra estudia la relación hombre-naturaleza de forma que no siempre implique confrontación. Sabiamente planteada como una película de aventuras pero con un ritmo contemplativo, El Abrazo de la Serpiente saca partido de su ilustrativo contexto histórico para poner sus cartas sobre la mesa por medio de escenas magistralmente compuestas, pero donde se crece de verdad es en ese misterioso tramo final que obliga a repensarla mientras confirma su poder evocador.

 

 

NERUDA (Pablo Larraín, 2016)

 

 

Es de esas películas sobre las que cualquier sinopsis resulta inútil. Neruda, como biopic, es pobre: del poeta se nos enseña tan sólo su fama y su empeñosa huida. Como thriller no está mal, pero el desenlace resulta confuso, esto es, poco satisfactorio. Como retrato social es efectivo, aunque no tan meticuloso como lo era No (Pablo Larraín, 2012). Los devotos de Gael García Bernal se decepcionarán ante su poca presencia en pantalla y una actuación que consiste sobre todo en expresar perplejidad. Perplejidad, desconcierto, maravilla. Neruda replica cinematográficamente el truco del poeta. Larraín persigue al símbolo nacional hasta los confines nevados del Cono Sur, le hace a Luis Gnecco repetir “Podría escribir los versos más tristes esta noche” como una letanía, y se vale de la música de Mendelssohn para hechizarnos y convencernos de que la belleza siempre está en fuga y la nación es un motel vacío.

 

 

PATERSON (Jim Jarmusch, 2016)

 

 

El cine tiene la capacidad de poder ser profundamente poético, pero nunca antes habíamos visto en pantalla una película que establezca de forma tan prístina un diálogo/homenaje a la poesía “pura”, esto es: literaria, en papel. Paterson es un prodigioso cristal que refleja con absoluta transparencia el proceso creativo del poeta, donde la influencia del entorno y la transformación de la vivencia personal son las piezas clave. Estructurada de forma cíclica y poblada de personajes que vienen y van (100% Jarmusch), la película expone cómo una determinada manera de mirar y absorber el mundo cristaliza después en el poema como máximo destilado vital. Paterson contradice su estética hipster (condenada a caducar) con un sustrato perdurable y optimista totalmente alejado de los estándares imperantes, un agradecimiento bellísimo y sincero a la clase de bondad humana que hace existir la poesía. Cuenta además con el valor emergente de Adam Driver y con el perro como villano de excepción.

 

 

LA JUVENTUD (Paolo Sorrentino, 2015)

 

La juventud

 

Si La Gran Belleza era la Dolce Vita particular de Paolo Sorrentino, La Juventud es su Ocho y medio, no solo porque coloca a sus personajes en una casa de baños, sino también por el continuismo estético a una escala menos exuberante. Aunque lastrada puntualmente por algún momento de eclecticismo fuera de control, La Juventud es un hermoso retrato de los asideros vitales que permanecen en medio de la decadencia, una lúcida reflexión sobre la experiencia y la memoria como reguladores emocionales en diferentes edades, una defensa de la dedicación artística como fuente de serenidad a la vez que de permanentes desafíos que nos mantienen despiertos, con un guion que no necesita de diálogos prolijos para resultar sutil. La película ofrece además la posibilidad de ver juntos a Harvey Keitel y Jane Fonda en los que quizás sean sus últimos grandes papeles, aunque por encima de ellos sobresale un Michael Caine más allá del bien y del mal.

 

 

JULIETA (Pedro Almodóvar, 2016)

 

 

Poco vamos a añadir de esta película a lo que en su momento dijimos en el correspondiente artículo hyperbólico. Almodóvar toma consciencia de su momento creativo, lo que implica no tomar excesivos riesgos para sacar el máximo partido a lo que sabe hacer: urdir historias complejas de corte dramático que bajo su impostura formal transmitan veracidad emocional en diversas vertientes, hacerlo con actrices solventes y envolverlo todo en su genuino estilo. Julieta demuestra que figuras como la de Pedro son siempre capaces de reordenar sus ideas para seguir siendo pertinentes por mucho que su carrera parezca amortizada.

Crítica de Julieta en Hypérbole

 

 

CAROL (Todd Haynes, 2015)

 

Carol

 

El cine clásico de los años 50 sublimaba lo romántico bien como parte de una encantadora idealización, bien como riada sentimental en el núcleo mismo del melodrama. Los tiempos que corren demandan enfocar las historias de amor de un modo más panorámico e imperfecto, menos conclusivo aunque lógicamente más íntimo. Todd Haynes ya demostró en Lejos del Cielo que podía actualizar el cine de Douglas Sirk con una delicadeza ejemplar, pero en Carol va mucho más allá. Tomando el relevo a las formas exquisitas de Wong Kar-Wai en cuanto a planteamiento de secuencias y uso del color y el vestuario, Haynes hace una película que nos embebe en el cuerpo y mente de sus protagonistas, que nos lleva a respirar con ellas, oler sus fragancias, sentir su tacto, deshacernos en sus miradas. Sin la calidez de Rooney Mara y la inconmensurable Cate Blanchett no habría sido posible.
Critica en Hyperbole de Carol

 

 

ELLE (Paul Verhoeven, 2016)

 

 

Habría que preguntarse si Isabelle Huppert no ha ido incorporando físicamente todos los personajes interpretados a lo largo de su carrera. Me gusta la idea de que en la piel y la tenaz osamenta de la actriz francesa dialoguen la pianista de la película homónima de Michael Haneke y la protagonista del film de Verhoeven. Elle expone la historia de una agredida y su agresor evitando conscientemente el tono moralizante, lo que significa que vemos un cuento de sexo, poder y afecto que no podía ser producido por otro país que Francia. No hay buenos y malos en Elle, y tampoco locos y cuerdos, sino destruidos y supervivientes. Huppert vuelve a hacerse cargo de la historia de lo femenino occidental – ya saben, cómo domeñar a la femme fatale – para encarnar, por esta vez, su triunfo.

 

 

LA BRUJA (Robert Eggers, 2015)

 

 

Preciosa como un grabado, podría decirse que La bruja pertenece al género de terror histórico. La ambientación está diseñada al milímetro: los aperos de labranza, el fieltro de los sombreros, la cofia de la niña, la pronunciación inglesa de los primeros colonos. La cámara de Eggers pinta cada árbol del bosque de Nueva Inglaterra, la inquietud en los ojos de los animales, y mezcla hábilmente el terror del inmigrante ante un entorno nuevo y el miedo del puritano a los impulsos pecaminosos. El guión bebe de los cuentos de brujas de la época, pero es capaz de ofrecer simultáneamente una perspectiva contemporánea sobre el mito de la mujer endemoniada. El Mal siempre ha tenido un gran potencial liberador, tanto mayor cuanto más opresivos sean los métodos de quienes ostentan el Bien; tendrán que pasar muchos años hasta que esta vecindad entre la utopía y el aquelarre deje de inspirarnos temor.

 

 

EL EXTRAÑO (Na Hong-jin, 2016)

 


En El extraño el Mal aparece en un buen número de avatares, desde el extranjero hasta la mujer pasando por el Belcebú cristiano. El espíritu demoniaco se escurre entre los bosques coreanos y las pistas de Na Hong-jin dejando un reguero de locura y sangre. La tradición japonesa se alterna con la católica y la ciencia occidental sin que ninguna sepa hacerse cargo de lo que está sucediendo. El protagonista es un policía, no demasiado brillante, y padre entregado de una niña despierta y adorable. Puestas así las simpatías del espectador uno se imagina por dónde van a ir los tiros. Narrativamente vigoroso, Na Hong-jin nos lleva de la risa al horror en unos pocos minutos, enfrentándonos sin remilgos a lo absolutamente desconocido, a lo sagrado e incognoscible de lo que hablan las religiones y por eso mismo haciéndonos sufrir muy bien.

 

 

EL HIJO DE SAÚL (László Nemes, 2015)

 

 

SON OF SAUL

           

Partiendo de la idea de Auschwitz como infierno, László Nemes aborda las posibilidades de redención. La cámara persigue a Saul Ausländer (apellido que parece provenir de la palabra alemana para “extranjero”), miembro de un Sonderkommando: es decir, judío dedicado a recoger los cadáveres de las cámaras de gas, un prisionero que recibe privilegios a cambio de retirar los cuerpos entre los que algún día se encontrará. La redención de Saul debe venir a través de la misma comunidad a la que él está traicionando moralmente: así, la película de Nemes retrata el problema de las víctimas que se acercan al lado de los verdugos. Las imágenes enfocan su rostro contrapuesto a un marasmo de cuerpos desnudos, uniformes, voces indistinguibles en polaco y alemán. Si Primo Levi se salvó a través del trabajo como químico, Saul se salva luchando por darle un funeral judío a un niño. El bien, como la vida, se abre camino.

 

 

SPOTLIGHT (Thomas McCarthy, 2015)

 

SPOTLIGHT (Thomas McCarthy, 2015)

 

Ya hablamos por aquí de la magnífica El club (Pablo Larraín, 2015). Si en el film chileno se apostaba por mostrar cómo la política de la Iglesia católica retuerce el concepto de amor hasta hacerlo sinónimo del poder eclesiástico, el norteamericano McCarthy apuesta por entrometerse en las redes familiares y clientelares de Boston que encubrieron el sistemático abuso sexual infantil por parte de sacerdotes de dicha iglesia. Se nos olvida que el poder se ejerce en la distancia corta, conociendo a una parroquia, visitando las casas de las víctimas, convenciendo a los amigos de que lo mejor es guardar un silencio que sólo puede ser cómplice. Spotlight arroja luz sobre ese mecanismo social que otorga más valor a la reputación de un obispo que a la integridad de un niño. Escrita y dirigida con pericia, es ante todo una didáctica demostración de responsabilidad social.

 

 

LA GRAN APUESTA (Adam McKay, 2015)

 

LA GRAN APUESTA (Adam McKay, 2015)

 

Resultar incomprensible a fuerza de marear la perdiz pero no perder de vista lo fundamental: que el dinero se multiplique como un tumor y lo que pase después, ya veremos. Esto es grosso modo de lo que trataba la economía pre-crisis y de lo que intenta seguir tratando si nadie se lo impide. Se ha tildado a La Gran Apuesta de demasiado complicada para el común de los mortales, pero eso es precisamente lo que pretende reflejar: cómo un cúmulo de terminologías imposibles y permeabilidad jurídica permiten jugar en el gran casino del capitalismo sin que haya forma de investigar si lo que haces se sale de lo legal y cuánto, y cómo gente muy lista, a cambio de no dedicar su vida a otra cosa, sabe aprovechar los desmanes de los demás en beneficio propio. En forma de comedia con chulería, La Gran Apuesta ofrece una buena dosis de negrura que nadie con ganas de saber (no digamos ya de hacer) algo al respecto debería pasar por alto.

 

 

LOS ODIOSOS OCHO (Quentin Tarantino, 2015)

 

 

Por paradójico que resulte, los mejores westerns de Tarantino son películas no adscritas a dicho género. Hablamos de Kill Bill o Malditos Bastardos. Sin embargo, en sus dos incursiones en el oeste propiamente dicho, Tarantino ofrece una versión tan adulterada del mismo que podría hacernos pensar que lo que domina desde fuera no lo domina desde dentro. Pero lo cierto es que eso da absolutamente igual, porque ha sido capaz de encerrarse con sus propias claves y seguir resultando tan fardón y adictivo como siempre. En Los Odiosos Ocho tenemos todo lo que necesitamos: diálogos juguetones, escenas alargadas hasta lo impensable, saltos temporales, personajes cabrones, sangre en cantidades oceánicas, espíritu pulp, y Samuel L. Jackson. Ponemos la puntilla de Morricone y la broma del formato panorámico, y nos olvidarnos de si esto cumple o no como western, porque el disfrute no nos lo quita nadie.

 

Crítica en hypérbole

 

 

MAGGIE’S PLAN (Rebecca Miller, 2015)

 

 

Para que una comedia romántica aparezca en las enciclopedias cinéfilas tiene que haber sido dirigida por George Cukor o Woody Allen. Las demás son relegadas a películas “de género”, que coincide casualmente con películas “de chicas”. Y, como todo en esta vida, las comedias románticas se pueden hacer mejor o peor. Pueden ser cuentos de hadas chapuceramente actualizados o pueden tratar de la identidad y del amor y de (la ausencia de) destino. Parece que es fácil escribir sobre sentimientos porque todos los tenemos, y sin embargo precisamente por eso resulta tan difícil no caer en el cliché. En fin, que como nos cuenta Rebecca Miller y como le sucede a esta reseña, uno tiene unas certezas, uno hace planes, y luego suceden las cosas y así aprendemos quiénes somos. Miller es inteligente, cuenta la vida sin hacer muchos aspavientos y nos hace sonreír. No se la pierdan.

 

 

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3 Comentarios

  1. says: Óscar S.

    Hoy he visto una que echo de menos en esta lista crítica. Quizá no la habéis visto (normal: yo no he visto casi ninguna de las que mencionáis, aunque querría hacerlo), quizá no hay espacio para todo, quizá no os ha parecido reseñable. Esto último me costaría creerlo. Se trata de Captain Fastastic. Es una película muy contenida, que recuerda a Peter Weir, y que se ahorra un montón de ocasiones perfectas para poner la guinda de la típica americanada. Sin embargo, no lo hace, lo evita sabiamente, es la jodida austeridad filmada. El episodio que sirve de móvil es pequeño visto desde fuera, pero gigante tras terminar la película. Se convierte en casi sagrado: la pérdida insustituible de un personaje al que, en realidad, el espectador no ha conocido. Reconozco que me he pasado media película lagrimeando, lo cual no es nada habitual en mi. Y, al final, un minuto o dos de plano suspendido en una escena de vida cotidiana que es magistral, en mi opinión, y que viene a invitar a una lectura epilogal preciosa, en los dos sentidos del adjetivo: que la virtud, que el Bien, en su exceso, reinando indiscutible, incurre en una extralimitación respecto de su entorno que también necesita ser redimida.

    No me parece que sea una obra maestra, pero sí imprescindible, y desde luego uno de mis grandes hitos. (Y Viggo Mortenssen, qué tipo más bello, tanto como Paul Newman, pero sin su malicia).

  2. Aunque te cueste creerlo, yo sí la he visto, y no me parece reseñable.
    ‘Captain Fantastic’ pertenece a un tipo de cine hippie-guay (Hacia Rutas Salvajes, Bestias del Sur Salvaje) que no me agrada demasiado, porque por lo general está más ocupado en tener pose y creerse especial que en cuidar desarrollar los detalles de sus historias.
    Y eso mismo le pasa a esta película, que se quiere meter en aguas cenagosas y por conservar de algún modo el buen rollo las acaba evitando por medio de bandazos de guion no muy justificables.
    A Viggo Mortensen le va estupendamente el papel, pero eso no quita que a la película la hundan sus intenciones.

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