El que ha sido declarado en alguna ocasión (pienso que siempre hay que seguir al dinero en estos oscuros rankings…) el “mejor actor vivo del mundo” ostenta una cierta cierta cara de caballo, pero es el porte equino más bello del cine actual. Aún más: Daniel Day-Lewis posee un rostro carismático, incluso bajo las barbas y la mueca distorsionada de Mi pie izquierdo, un rostro tan poderoso que es capaz de dar miedo, como en Gangs of New York o Pozos de ambición. Sin esa materia prima, no importa lo buen artesano de la actuación que seas, que no tienes nada que hacer. Day-Lewis, en cambio, estaba muy atractivo en En el nombre del padre, y encima interpretaba de maravilla. Todavía me creo, por ejemplo, el colocón que se coge en la cárcel con un tripi. O la bronca que le pega a su padre por haber sido no haber estado siempre de su parte, o sea, por ser un padre tan rígido, en fin. Ahora nos anuncia que se jubila, que se retira, y como es tan buen actor, también nos lo creemos. A mi incluso me admira que la persona se muestre tan íntegra como parecen ser sus personajes, de manera que parezca que él, como ellos, también tiene sus secretos, una especie de daimon invisible que sólo baila para él y que le advierte de cuando algo está bien y cuando, por el contrario, es caca, y en este momento estoy seguro de que entiende de verdad que seguir recibiendo ofertas de papeles que ya no le interesan es caca de la vaca.
Sin embargo, Daniel Day-Lewis no es Cary Grant, por ejemplo, no deja el oficio porque se haya vuelto demasiado mayor y prefiera inmortalizarse con una imagen más joven y todavía fresca. A Daniel Day-Lewis le ofrecen mañana hacer del Rey Lear, un suponer, en una buena producción con buenas y nuevas ideas (sombrías) sobre el personaje, al estilo del Macbeth de Michael Fassbender, y me parece que todavía consultaría a su daimon a ver qué opina. De hecho, ya se ha hecho de rogar, ya nos ha intimidado con un amago de espantada como este alguna vez anterior, y también nos lo habíamos creído tontamente. Day-Lewis es como ese otro inglés, Lawrence Olivier, con quien no por casualidad comparte el título de Sir: ha nacido para esto del fingimiento trágico y auténtico (anti-trágico e inauténtico el fingimiento burdo de los políticos) y lo sabe.
Así que si es cierto que abandona, que ya se ha cansado, hace bien en consagrarse a la vida anónima, doméstica o familiar. Pero si el daimon encuentra que después de todo se aburre un poco en casa y se pone travieso, que vuelva, haciendo una dolorosa excepción, e iremos a verle, haciendo del pobre y épico Rey Lear o de Keith Richards en su cachonda decadencia (es otra idea que se me ocurre por si alguien desea ponerse a escribirla) o, qué coño, de lo que quiera…
Esperemos no sea como el ínclito “Miguel Ríos”.
Miguel Ríos siempre me pareció un imitador de Bruce Springsteen, hasta tenía una canción de río y todo…
Bueno,no tanto,como el”mítico “Ramoncin”.
Ese, en cambio, iba más de Lou Reed…
En sus comienzos,pero luego tornó hacia”el sobrevalorado Boss”.Beleave me.
No puedo estar de acuerdo: el Boss será un triste, un pesado, lo que quieras, pero sobrevalorado ni de coña…