Al inicio de los 2000´s, época desdichada del filósofo sin empleo, trabajé durante unos meses en el madrileño corte inglés de Castellana, precisamente en la función acusica de atrapar cacos de pocas aspiraciones y menor cuantía, de esos que no pasan de los dos tarros de crema como los afanados en un terrible desliz por Cristina Cifuentes hace ya siete años. Yo iba vestido de paisano, haciéndome pasar por un cliente más, como una especie de Robín Hood al revés, puesto que hacía por cazar ladrones de menudencias para proteger el gran capital y la pringosa reputación de los famosos grandes almacenes (digo “pringosa” sobre todo por lo que pagan a sus dependientes, que es de juzgado de guardia). Como único uniforme de trabajo, sólo llevaba conmigo un bolsa típica del establecimiento en la que se escondía un walkie-talkie, aparato ante-stevejobsiano con el que coordinábamos la vigilancia y acaso la persecución de tan peligrosos amigos de lo ajeno. Existía todo un argot entre mis compañeros sabuesos entre el que se contaba hablar del objeto material del hurto como el “tema”, y del que se había hecho con él a fin de salir impune por la puerta de la calle como ese o aquel que podían “triunfar” magníficamente si fracasábamos en nuestra misión conjunta de Grandes Hermanos y Policías del Pensamiento del comercio. Clientas habituales con el mismo look pijo de Cris que “triunfaban” a diario hasta que un mal día conseguían trincarlas había unas cuantas, y es que, pensaban ellas, no hay placer más delicuescente que la cleptomanía (al fin y al cabo… ¿para qué tanta exhibición de productos y artículos tentadores, tanto más apetitosos cuanto más gratuitos?), ni mejor camuflaje que ir vestidas justamente de esa clase social que parecería no necesitarlo nunca. A Cifu aquella vez la cogieron, pero seguro que había conseguido “triunfar” en muchas otras ocasiones, y, como una Al Capone del Chicago pepero de Madrid -se recordará que al gran Al lo enchironaron por no pagar impuestos-, ha caído definitivamente por eso, en vez de por crímenes públicos verdaderamente graves como Canal, Lezo, Púnica o el Máster de Juan Tamariz, que lo mismo aparece que desaparece y que a quién le importa porque todos tienen truco…
Cifu llevaba “tema”, la pobre, como una Kim Kardashian española del chonismo nacional, antes de que Owen Jones nos enseñara que es muy de derechas descalificar a las chonis por su clase social desfavorecida. A mí, personalmente, y sin querer extender mi mal gusto hacia nadie, me cae en gracia esta tendencia populachera de Cifu, y encima tratándose de cremas anti-envejecimiento, con lo que debe humillar que sepan eso de ti. Cristina Cifuentes debió de ser bastante guapa de joven, y realmente no hay derecho a que tu carrera política pueda peligrar porque los colegas de partido no te encuentren lo suficientemente atractiva. De hecho, parece que ha caído por eso, por no contar con los suficientes valedores, por ser una Bonnie sin su Clyde y por robar en solitario, en vez de hacerlo en comandita y donde y cuando el capo de la banda señale. Encuentro de estimable talla ética y política la postura de Podemos, que ha condenado con justicia el aspecto cutre y arrabalero de la manera de quitarse de en medio a Cris, pero no lo comparto enteramente. Yo entiendo que la gente normal está demasiado acostumbrada a que Canal, Lezo, Púnica o el Máster de birlibirloque sean cosas habituales de políticos y personillas encumbradas como ellos, pero eso de mangar en el Eroski es de chorizo familiar, un tipo de manejo turbio y de escasa honra que las señoras del barrio de Vallecas temen que algún día les pueda ocurrir a sus hijos o hijas adolescentes. Ya sabemos que la honradez de los políticos es algo tan relativo como un día de primavera en Londres, pero pasar tamaña vergüenza ante el segurata de un súper es algo que cualquier hijo de vecino sabe que está feo, luce mal y merece cuanto poco inmediata dimisión.
No conseguí pillar a nadie en mi temporada de policía secreto de El corte inglés, así que quisieron degradarme a las filas de los chicos que cuidan las puertas de acceso, a los que llaman “chaquetas rojas”. Encima nos acusaron a todos los chicos de paisano del robo del móvil de un compañero, de modo que me fui. Pero si llego a cobrarme una pieza como la Winona Cifu seguro que me hubieran ascendido…
Pero que bien te explicas majo, igual pienso yo. Gran articulo.