Cuando lo personal es (inevitablemente) político

Cuando lo personal es (inevitablemente) político

por Ramón González Correales

 

A veces hay anécdotas que revelan una época, una personalidad o las pretensiones de un individuo mucho más elocuentemente que los análisis racionales o los relatos históricos, más sesudos, que puedan hacerse después sobre ellos. Me viene a la cabeza, ahora que se ha muerto Tom Wolfe y se habla de “nuevo periodismo”, aquel artículo de Capote sobre Brando donde lo deja desnudo describiendo los detalles de lo que hacía, durante la entrevista en su hotel de lujo, con su “pandilla de empleados” (que incluía un maquillador privado), mientras musitaba todo tipo de morralla ideológica, bastante barata, sobre el mundo, la interpretación o su exquisita sensibilidad tan atormentada por las condiciones que le imponía la vida (“La única razón por la que estoy aquí (en Hollywood) es porque carezco de valor moral para rechazar el dinero”, decía, mientras comía pastelillos exquisitos que lo hacían engordar o montaba en cólera, de vez en cuando, por cualquier cosilla sin importancia).

Hay gente que está deseando que le toque la lotería, pero yo siempre he pensado  que hay que ser prudentes y que ese suceso puede ser una de las formas en que los dioses pueden ponernos a prueba y revelar nuestros verdaderos límites o la estética de nuestro temperamento y de nuestros verdaderos sueños, que ya no podremos ocultar nunca tras el burladero de la falta de medios para darles forma. Y esa revelación de lo que podemos ser, haciendo lo que queremos hacer, no tiene que ser necesariamente tan alentadora como habíamos imaginado. A Irene, una psicóloga que hacía el doctorado y trabajaba en una tienda de electrodomésticos ( “Le monde” dixit) y a Pablo, un prometedor profesor de Políticas con sueldo millennial, ambos esforzados militantes en la causa de cambiar el mundo, luchando contra el sistema capitalista, les tocó la lotería hace unos pocos años y, lo que ahora les ocurre, es producto de ese fantástico acontecimiento.

 

 

Casi se ha olvidado que en este país hubo una crisis económica que primero se negaba con “brotes verdes” y luego cayó por su peso, con el estruendo que solo producen los hechos sólidos cuando nos impactan de verdad, por mucho que ahora nos quieran convencer que no existen y solo cuentan las construcciones de esa realidad mediadas por el lenguaje. De pronto el paro aumentó hasta niveles asombrosos y la prima de riesgo nos apretaba la soga al cuello cada día,  a la vez que la onda expansiva de la burbuja inmobiliaria dejaba a mucha gente aturdida y literalmente en la calle. Entre las clases medias se instauró el miedo de volver a descender a los infiernos y la economía del país fue, “de facto”, intervenida con todo tipo de recortes sobre el precario estado del bienestar. Tras el miedo vino la indignación y las búsquedas de chivos expiatorios, cosa sencilla cuando el país estaba gestionado por una clase política que chapoteaba en la corrupción y en un clientelismo mediocre que había liquidado casi totalmente cualquier forma de meritocracia en todos los niveles laborales.

El movimiento del 15 M fue uno de los resultados de la frustración de  mucha gente, sobre todo jóvenes,  que veían en peligro sus expectativas de progreso social. De súbito, ya no podían aspirar a vivir mejor o incluso a seguir viviendo como vivían (a menudo bastante bien) y eso comenzó a concretarse en el combustible que nutre cualquier revuelta social: la rabia, el resentimiento, incluso la envidia a los privilegiados a los que no afectaba la crisis, que eran percibidos casi como culpables de haberla producido.

 

 

En esas aguas revueltas fue donde supieron pescar algunos que se creían, y probablemente eran de verdad, revolucionarios profesionales, con una receta que ya había funcionado algunas veces en la historia. Hay dudas fundamentadas de que la ideología marxista- leninista procure sociedades donde merezca la pena vivir pero ninguna de que es una receta sumamente eficaz para la toma del poder por una vanguardia de iluminados si están mínimamente dotados para ello. Y Pablo y sus amigos sin duda lo estaban. Eran anticapitalistas convencidos (todavía pueden leerse los artículos en “Rebelión” de aquellos años y ver multitud de vídeos en Youtube) y trataron de adaptar la fórmula a los tiempos actuales cambiando el lenguaje y añadiendo al coctel distintas cantidades de la teoría del discurso de Foucault, del deconstruccionismo de Derrida (y las posibilidades de utilizar afiladamente el concepto de lo “políticamente correcto“), del  populismo sudamericano, que ya tenía influjos de Laclau y Carl Schmitt,  del feminismo de la tercera ola y del multiculturalismo. Estaban organizados, eran jóvenes e inteligentes, sabían utilizar las nuevas redes sociales,  tenían un plan y lo pusieron en práctica.  Entonces les toco “la Primitiva” y pasaron, en meses, del pisillo de Vallecas a lucir la coleta, el uniforme del desaliño y los usos de “la auténtica gente” en el Parlamento. El milagro se había producido, el miedo había cambiado de bando y el cielo parecía poder asaltarse de verdad a corto plazo.

El resto es historia, sobre todo de la estrategia de desgaste y confrontación con ataques moralistas a la “casta”, que incluía a cualquier defensor de cualquier color del “régimen nacido de la Transición”, pero que cada vez podía ser definida como conviniera, no solo por el nivel económico o el estatus social sino, sobre todo, por opiniones o conductas, públicas o privadas, pasadas o presentes, que podían ser juzgadas y descalificadas de inmediato con un perfecto mecanismo de la sospecha, amplificado por las redes sociales,  para inmovilizar o castigar a los que pusieran cualquier objeción, levantando una nueva versión de intento de control social por medio de la cultura del escándalo.

 

 

Los mantras del nuevo puritanismo se sucedieron y pueden leerse abundantemente en internet.  Muchos de ellos giraban sobre la crueldad de los desahucios por no poder pagar hipotecas y sobre el escándalo de los sueldos altos (en 2.000 euros se estableció aproximadamente el máximo tolerable), sobre todo de los políticos pero también por extensión de cualquier ciudadano. Ganar más de eso, como la propiedad para Proudhon, constituía un robo a la “gente” y una traición a la sociedad igualitaria que se pretendía. También desde la vertiente feminista se criticaron los contextos tradicionales de la familia y su legitimación por el amor romántico que, la misma Irene, calificó de “opresor,  patriarcal y tóxico”. Por supuesto su relación con Pablo estaba basada en otra cosa (Miro en “La transformación de la intimidad” de Anthony Giddens en qué modelo de relación podemos incluirlos).

Los hechos sin embargo son de nuevo atronadores. Esa pareja feliz no unida por ideales románticos tiene, a día de hoy, todo el poder en Podemos, incluso con la posibilidad de sucederse la una al otro, comunican que van a tener mellizos con un lenguaje almibarado que no desentonaría en una película de Doris Day y, por fin, declaran que se van a comprar un chalet en la sierra de 600.000 euros porque tienen una herencia que les avala y quieren tener intimidad y una escuela ecológica al lado, lo que supone que tienen la pretensión de mantener el nivel económico, que ahora les da la política, los próximos treinta años. Y pretenden que todo el mundo los comprenda cuando llevan años haciendo declaraciones descalificando lo que ahora hacen. Y lo peor: deciden hacer un referéndum para que sean las bases las que decidan, con una pistola en el pecho, algo que solo es responsabilidad suya.

Con lo bonito que hubiera sido que hubiera fraguado, partiendo de la mejor energía del 15 M, un cambio de clase política en este país que, por un lado, hubiera profundizado en la igualdad de oportunidades y la mejora del estado del bienestar y, por otro, que hubiera legislado para poner a los poderosos felones en su sitio; que hubiera exigido a los bancos las ayudas que les dio el erario público; que hubiera estimulado de verdad la igualdad en la diferencia, la solidaridad, la ciudadanía, el esfuerzo, el talento, la educación, la ciencia y la cultura; que hubiera propiciado segundas oportunidades y la posibilidad de ganarse honestamente y vivir bien la buena vida,  según los gustos privados y las posibilidades, siempre distintas, de cada uno.

Pero ellos querían transformar el sistema entero. Por ahora solo van a tener mellizos, un chalet en Galapagar con una larga hipoteca y algunas contradicciones que resolver.

 

 

 

El pisito (de Pablito…)

por Óscar Sánchez Vadillo

 

El ser humano es el único animal para el cual el verbo “vivir” es equivalente a su matización con adverbio “vivir bien”. La nueva cortina de humo con la que los medios nos distraen de las miserias del gobierno que padecemos consiste en poner en duda que esta máxima, que me acabo de inventar, pero que tengo por válida, sea de aplicación también para la pareja política y reproductora Pablo Iglesias/Irene Montero. Parece que la izquierda debe identificarse necesariamente con la santidad, a la manera del Pablo Iglesias original o de José Mújica, que descansen ambos en sus respectivas paces, y por tanto cualquier desviación de ese modelo de vida ascético y franciscano es considerada una infracción moral intolerable. Pero la moral, entendida en su exaltación heroica, es pésima consejera de la política. Nadie en su sano juicio desearía un santo o un héroe al frente de su país: el primero emplearía el poder en erigirse como patrón de medida de la virtud de sus súbditos y camarilla, y el segundo exigiría de los demás el mismo arrojo que él pone en la promoción de la grandeza de su nación. Sólo Robespierre era la Virtud en Francia, y entonces la guillotina, el Terror, no paró durante años de trabajar; sólo Napoleón era el Héroe máximo, y entonces tenía que traicionar la Revolución Francesa y hacerse Emperador. En mi opinión -y no sólo en la mía: recuerdo, por ejemplo, que así es como termina el estudio cultural de Rüdiger Safranski sobre el Romanticismo alemán-, es un error enfocar la cuestión de la política de un modo sentimental y personalista. La política debería ser, de acuerdo, la gestión racional de la moral colectiva, pero no, en modo alguno, la imposición de la virtud irrestricta o del Ideal más hinchado. Aquellos que votaron a Pablo Iglesias no deberían esperar de él sobre todo eso, un expediente inmaculado y unas intenciones elevadas, que, como el valor en los soldados, se dan por supuestas, sino únicamente una mejor manera estratégica de encarar los estragos del neoliberalismo occidental de nuestros días.

 

 

Personalmente, me da completamente igual qué hábitat vayan a escoger Iglesias y Montero para la crianza de sus hijos, así como de qué manera vayan a costearlo, siempre que sea honesto y legal. Por mí, como si organizan orgías fraternales a la manera del ágape paulino que tanto gusta a Giorgo Agamben, o reparten la llave del chalé entre los amigos como hacía Joaquín Sabina en su ático de Tirso de Molina. Nadie que lo piense bien desea un líder que esté resentido, amargado o descontento, porque terminará pensando con las tripas, en vez de con la cabeza. Es verdad que Marcelino Camacho antes y Julio Anguita (o Gerardo Iglesias) ahora se conformó el uno y se conforman los otros con un buen pasar modélico y austero, pero no creo que en ninguno de los tres, por admirables que resulten, se detenga la Historia de la Izquierda Mundial. El crimen del que estos días se acusa a la cúpula de Podemos está a años luz de las fechorías habituales del PP, que son de traca en cantidad y calidad, y el que no lo vea debería ser consecuente y subirse a una columna erigida al efecto en la Plaza Mayor de Madrid a predicar pureza al prójimo y dar ejemplo de privaciones materiales como Simeón el estilita

 

 

Hay que recordar que también Donald Trump es un cargo elegido por sus presuntas cualidades morales y personales, esas que el electorado americano ha confundido con patriotismo insobornable y repugnancia hacia las componendas del “sistema”. Pero el “sistema” democrático es así, se siente: una combinatoria precaria de componendas. Es por ello que existe la división de poderes y la repartición en facciones del Parlamento, porque no nos fiamos de las personas particulares que dicen velar por nuestros intereses mejor que nosotros mismos. Votar a Podemos, o a Ciudadanos, no significa que ese concreto partido nos represente personalmente, a la manera de un guiñol nuestro donde sublimamos nuestras aspiraciones más nobles y acendradas. La “representación” democrática no consiste en que yo delego mis ocasionales opiniones sobre la organización de la colectividad, que sólo forjo y pulo de cuando en cuando, en un señor o señora que las trasladan sin interferencias al Congreso de los Diputados. Muchos votaron a Podemos porque les pareció la mejor opción en términos de la oferta que teníamos entonces, y para expresar una protesta por las medidas que adoptaba el partido en el gobierno para estrangular las medidas sociales que demandaba la gestión de la crisis. De modo que le tocó a Pablo como le podía haber tocado a cualquier otro, simplemente porque él se había investido en la misión de decir lo que había que decir en aquellos momentos, pero si mañana lo dijese otro, incluso de otro partido donde se vistiera con traje y corbata, serviría lo mismo. Es ridículo ser fieles a un individuo o a un partido, como si la política fuese cuestión de vasallaje medieval o de secta religiosa. No obstante, no encuentro que comprarse una casa más bien grande sea obstáculo, óbice, valladar o cortapisa -como escribía el redicho de Ortega y Gasset- para determinar que Iglesias y Montero han abdicado de este recado social de dar voz a la alternativa a la tiranía de la economía pura, y de la promesa de dar guerra por nosotros a la corrupción de la mafia política española. ¿Qué son, después de todo, un poco pijos? Quien no aspire a remontar su condición animal y vivir bien, para sí mismo o para sus hijos -lo cual incluye, por cierto, pensar lo mejor que se pueda de sí mismo pese a la abundancia material que nos separa de la miseria, las enfermedades y las guerras atroces del Tercer Mundo-, que tire la primera piedra.

(Todo esto me recuerda, por cierto, una vieja anécdota de la política alemana. Cuando Helmut Kohl era el canciller de la República Federal Alemana, decidió construirse una piscinita de siete metros cerca del edificio gubernamental. El escándalo entre los alemanes fue mayúsculo: no entendían qué derecho tenía ese señor a gastarse el dinero público en una piscina tan solo para él. Como además los germanos son el pueblo más verde del planeta, encontraban inaceptable el gasto en agua de semejante instalación. Otra cosa era para ellos lo que Kohl pudiera tener en su patrimonio privado, que no es asunto de la ciudadanía. Pero con el dinero de todos no. Tenemos que empezar a pensar un poco a la europea…)

 

 

 

Triple teatro

por José Rivero Serrano

 

El 1 de septiembre de 2001, en las páginas de Babelia, Luis Fernández Galiano en su habitual sección de Arquitectura, escribía un artículo que denominaba Doble teatro del mundo. En el cual contraponía dos acontecimientos de naturaleza equivalente: arquitectura y escultura. Así la construcción en curso de la residencia, del aún Príncipe Felipe, en terrenos aledaños del palacio de la Zarzuela y la exposición del desaparecido Juan Muñoz, en la sala de turbinas de la Tate Gallery. Todo ello para contraponer sutilmente los “extremos escenográficos de una España escindida”. Casi como hoy mismo.

Ocasión aquella, incluso, aprovechada por el comentarista para censurar el tono arquitectónico de la casa principesca que entraba en conflicto con otros valores más actuales y con otros gestos más decididos. Toda vez que “La residencia de la Zarzuela, en contraste paradójico con la modernización monárquica que parece sugerir a desenfadada actitud matrimonial del Príncipe y las Infantas, refleja el más rancio y formal tradicionalismo…Disponiendo sus volúmenes con una inocente simetría más dieciochesca que beauxartiana, a la que se subordinan la pendiente cerámica de las cubiertas vernáculas, los huecos palaciegos recercados en piedra, las ventanas mesocráticas de los faldones…”.

 

 

Todo ello, todo ese pertinente correctivo formal y arquitectónico de Fernández Galiano, le llevaba a afirmar que era ésta “una ocasión perdida para discutir con qué género de lenguaje arquitectónico desean presentarse al mundo tanto una joven democracia como una vieja monarquía en trance de aggiornamiento”. Trazando un hilo invisible entre la modernización de una sociedad y sus instituciones, con las propuestas de sus arquitecturas renovadas y pedagógicas.

Todo esto, las relaciones de los lenguajes arquitectónicos con los discursos sociales de determinados momentos, recordé estos días con el vendaval, entre fundamentalista e insípido, levantado con la reciente adquisición de la residencia, no sé si principesca pero sí de boato excesivo, de la pareja dirigente de Podemos, Iglesias-Montero, en Galapagar, sobre una casa preexistente del serrazo madrileño.

 

 

Casa que, como un sueño, expresa todas las rutinas precoces y los anhelos señeros de la pequeña burguesía mesetaria. Que, además, como reflejo de su triunfo social y de su ascenso económico, esa burguesía recreativa y ornamental, lo plasma, como un señuelo amoroso, en piedra de Colmenar, en rejas de Torrelodones y en tejas de Talavera o de Almansa. Y expresa con ello, con esos movimientos materiales y figurativos, un pleonasmo monumental. Expresa, con cortedad de miras tanto su sueño alcanzado como el dibujo de la traza del perfil de su propio autorretrato.

La tolvanera de la residencia Iglesias-Montero, más allá de las tormentas económicas, hipotecarias, financieras y fiscales, lejos de los diluvios éticos y de los improperios políticos, debe ser rechazada y censurada desde sus propias esencias formales y desde su propia cortedad de miras arquitectónicas. Debe ser tenida como, básicamente, reaccionaria y atormentada en sus metas formales. Siendo como son ambos, y lo que dicen representar como gente nueva y no apegada a los señuelo de casta y rango, no se entiende el regreso a la esencias del pasado más apolvarado. No se entiende el anacoluto de las líneas formales de la figuración de la casa comprada, con su proyecto de regeneración política, social y ética. No se entiende el decalage.

Con la misma operación económica verificada, podían haber elegido entre los mejores arquitectos españoles del momento: desde Moneo a Llinás, desde Vázquez Consuegra a Navarro Baldeweg, para ofrecerles el encargo de levantar una casa que expresara esos Tiempos Nuevos, que ambos querían tutelar y liderar. O, en otro caso, haber invitado a jóvenes arquitectos recién acabados sus estudios, para contribuir a imaginar la España de mañana, diseñando la casa del que aspiraba a dirigirla. Pero han optado por el triple teatro y por bonanza de lo establecido. Han optado por la facilidad del tópico.

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10 Comentarios

  1. says: Óscar S.

    La oportuna – aunque exagerada para el caso, como corresponde a una broma – canción de Chávez es sugerencia de Lourdes Villagomez.

  2. says: Jesus de la gandara

    El asunto me trae a la memoria las famosas y llamativas declaraciones de bienes de nuestros políticos…
    Siempre me ha parecido que un político que con un sueldo medio tirando a alto, más dietas y gastos pagados, no sea capaz de ahorrar para comprar un piso bueno, una de dos, o es in inútil, o es un mentiroso, y la verdad no se que prefiero si al inútil o al mentiroso. En este caso son dos políticos, con dos sueldos buenos, más dietas y gastos pagados, que se compre un piso o dos me tiene al fresco, la verdad. Lo que me preocupa es hacer de esto política, por que eso conlleva los dos defectos, la inutilidad y la falsedad, la falta de tino y la carencia de veracidad, y eso siempre acaba con una perversion de principios y fines, o, con frecuencia, en cualquiera de las maneras de ejercer las corruptelas y corrupciones que tan típicamente nos definen y asolan.

  3. says: Óscar S.

    Cuando escribí mi parte en esto aun los protagonistas nos se habían descargado del problema echándoselo a la conciencia de otros. Pero ahora, tras pasar media mañana escuchando a otras cabezas del partido aportando tan agudas razones del por qué el remedio es todavía peor que la enfermedad, creo que ha sido, aún involuntariamente y por vía del martirologio, una buena decisión. Ya que la verdadera pregunta que se traslada a las bases va a ser, tácitamente : “estáis de acuerdo en que nuestras señas de identidad de hace unos años eran propias de cierta adolescencia política, y nos seguiréis en el proceso de maduración que consiste en ser la verdadera izquierda de este país abandonando las poses?” Y es que sucede que a mucho podemita tanto bosque de ideología de libro apenas les permite ver ni un sólo y humilde árbol de verdad. O sea, claro que hay incoherencia, pero para mejor…

  4. says: JOSE RIVERO

    Encuentro argumentos similares a los desplegados en el texto de Triple teatro, en Jose Ramon Hernández Correa y su blog personal. Destacamos ambos que la mayor incoherencia del tamden Iglesias/Montero es fundamentalmente de raíz arquitectónica. ¿Como permitir a dirigentes con hambre de futuro, el tan retardarario artefacto edilicio de Galapagar? Quiza pueda parecer un argumento oblicuo, pero retrata bien cierta sinrazón esencial de esta historia de enredo y de villanos.

  5. says: Ramón González Correales

    Se ha celebrado por fín la consulta sobre el chalet de Iglesias/Montero con los resultados que pueden verse aquí: https://politica.elpais.com/politica/2018/05/27/actualidad/1527441453_921527.html

    Evidentemente una cuestión personal no solo se ha convertido en política sino que se ha hecho política con ella, porque el gran lider amenazó con dimitir y dejar al movimiento literalmente descabezado si las bases no aprobaban la compra que había hecho o si la participación era demasiado baja. La revolución de la gente estaba en peligro si se desairaban sus gustos porque el partido está montado en función de él aunque se guarden formas asamblearias. Un tercio de los que votaron no estaban de acuerdo con la compra del chalet pero el 60% la han aprobado (y a todos les ha parecido que la consulta era pertinente o se han asustado). Un asunto de moral y estética personal se ha pretendido ventilar con una consulta popular por internet con multiples posibilidades de manipulación. Un peligroso precedente.

    ¿Que más habrá que poner a refendro de las bases o del pais entero, en el futuro, si este el partido llega al poder o si los demás adoptan el mismo sistema? ¿Se intentará establecer con ello una moral obligatoria sobre aspectos personales que afecte a los líderes o a todos los ciudadanos por extensión? Da escalofríos pensar en ello

  6. says: Óscar S.

    Tienes razón en tus preguntas y tu conclusión, pero, de hecho, jamás ese partido gobernará y desde luego ningún otro (en ciertos aspectos, para vergüenza de ellos) adoptará su mecánica. No obstante, lo que Habermas viene defendiendo como “democracia deliberativa” no veo cómo sería muy distinto de esto…

  7. says: Raul

    Los Espanoles se definen como inteligentes, y este es un caso que da exactamente la medida de cuan Ingenuos y Tontos son..Como es possible que le permitieron a este Lobo disfrazado de Abejita una consulta “””Con el equipo de su partido Podemos””””despues que se compro esa Mansion,”, porque le aceptaron eso…La consulta se la tenian que hacer al “””””Conjunto de todos los Espanoles””” y estoy Seguro que no aceptarian que este tipejo siguiera dirigiendo un partido politico en defense de los pobres

  8. says: Santiago

    El caso es generador del bochorno mas absoluto, sin duda. Pero no por la palmaria mediocridad intelectual y moral de los interfectos, sino por la obscena falta de capacidad analítica del pueblo ignorante que les siguió, literalmente a ciegas. Porque hace falta estar ciego, para no darse cuenta de que alguien que en pleno s.XXI sigue asociando una coleta a la rebeldía y la trangresión, no es de fiar. Hace falta estar ciego para no ver que alguien que regala al Rey la serie completa de “Juego de Tronos”, no resulta tanto provocador, como falto de criterio artístico; y quien carece de criterio artístico, es bien sabido, que normalmente carece a su vez de criterio vital. Hace falta estar ciego para no ver que la impostura permanente de un tono y un timbre, no denotan otra cosa que inseguridad en el discurso. Hace falta estar ciego para seguir creyendo que el argumentario político que necesita el país ha de seguir partiendo de postulados universitarios de los años setenta.
    En definitiva, los dos ínclitos, no son mas que el comprensible reflejo y resultado, de una sociedad adormecida, sumisa, y falta de la mas mínima capacidad de análisis e incluso de intuición. Una socieda abúlica e infantil irremediablemente dispuesta a no asumir sus propias responsabilidades, poniendo en manos de los charlatanes sus mas profundos anhelos y necesidades. Es triste pero así es, y por muchos años me temo.

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