Frank Lloyd Wright, casa Walker en Carmel Point, 1952

La Casa Walker compone una obra tardía de Lloyd Wright, situada por la historiadora Kathryn Smith en su trabajo sobre el arquitecto americano, en el tramo final de su obra, que sitúa entre los años 1948 y 1959. Cuando Wright asume el trabajo tiene ya, nada menos, que 84 años. Circunstancia que no se transparenta en el resultado final, que bien podría ser obra de un impetuoso arquitecto treintañero más que de un venerable anciano.

La estructura de la casa fue diseñada en 1948 y se completó alrededor de 1951, para la señora Clinton Walker, en unos terrenos próximos al océano Pacífico sobre la península de Monterrey. Terrenos que habían sido adquiridos previamente por la hermana de la encargante en 1918, Willis J. Walker, que junto a su marido en 1918, compraron 216 acres de tierra en lo que ahora es el suroeste de la esquina de Carmel, por 150.000 dólares a John Martin, de Mission Ranch.

 

 

La propiedad en la que se construyó la casa que comentamos fue cedida a la señora Clinton Della Walker por su hermana. Clinton Della Walker, viuda en ese momento, y que mantenía una larga y antigua amistad con Wright, en el que pensó de manera directa para que realizara su encargo de construir esa casa en el esquinazo de la costa. Walker le dijo al arquitecto Frank Lloyd Wright que quería una casa “tan duradera como las rocas y tan transparente como las olas”. Estableciendo con esa dualidad de piedra y agua, casi un mandato evangélico y un programa funcional y constructivo. Al que añadió el otro mandato temporal, ‘Hazla despacio’, como si quisiera contraponer la lentitud exigible de la construcción con la propia génesis de las rocas.

 

Frank Lloyd Wright

Un mandato ajeno al programa funcional, que poco o muy poco preocupaba a Clinton. Más interesada en otras cuestiones del paisaje y de las vistas exteriores, que de las estrictamente programáticas. Incluso interesada más por cierto carácter marinero del lugar y del enclave, donde se puntean también las influencias, tan queridas por Wright, de la arquitectura japonesa, tanto en disposiciones como en el empleo de materiales. Por ello, a veces, la casa ha sido denominada como un Camarote en la roca, dadas las reducidas dimensiones que presenta, en relación a otros programas de casas de vacaciones que aparecen coetáneamente en muchos otros casos de la costa oeste de Estados Unidos.

 

 

Aparentemente inspirado por la solicitud concreta de su amiga, Wright diseñó la cabaña en las rocas para ella, en exclusiva y de manera excluyente, aunque hubiera alguna idea recurrente, ensayada con anterioridad por Wright, como fuera la relativa a la de la disposición planimétrica del hexágono. Donde elude, conscientemente, cualquier esquina trazada a 90 grados y configura, por ello, una planta susceptible de desarrollos orgánicos y adiciones sucesivas. Forma y fórmula capaces para diferentes desarrollos y articulaciones espaciales. Forma que en algunos casos anteriores Wright había ensayado en algunas de las conocidas como Casas de la Pradera. Con la salvedad de que en estas casas, las vistas exteriores y la apertura consiguiente al exterior, aparecen subordinadas a cierta inclusión reflexiva del espacio interno.

 

 

Ahora la pretensión de Clinton Della Walker demandaba casi lo contrario. Una imagen predecible y visualizable desde fuera más que desde dentro. En realidad, la casa Walker aparece como la proa de un barco, varado o anclado permanentemente en la esquina de Scenic Drive y de Ocean View Avenue en Carmel Point, donde se extiende la imaginería del mar con la pieza escultórica de La Sirena, en la que se involucró la misma Della Walker, y que emerge como un tótem marinero y femenino. A veces, por ello y desde esa singularidad del mar y de la mujer de bronce como mascarón del barco, se habla de la configuración de la casa misma como de El puente de mando del barco.

 

 

La casa, de 115 metros cuadrados, es una estructura menor de una sola planta. Construida sobre mampuestos y bloques de roca de granito con una base triangular hecha de piedra de Carmel, que es una especie de arenisca disponible en el entorno, que se dispone como basamento y como baluarte. Otras características formales incluyen un amplio techo con acabado de cobre bajo cubierta con tejas de esmalte, vitrificadas de color azul verdoso. Obviamente elegida esta coloración para hacerla coincidir con el color del mar y el cielo. Cubierta que está soportada, en parte, en el interior por una chimenea masiva trazada desde el suelo al techo. Todo ello, encerrado en una planimetría hexagonal, como la de la Casa Hanna en el campus de la Universidad de Stanford en Palo Alto, marca compositiva ensayada por Wright en otras ocasiones.

 

 

Todo ello recorrido por líneas horizontales, aparentemente sin romper y que se prolongan tanto en el exterior como en el encuentro con las ventanas abatibles que miran hacia el océano y en las cornisas que rematan la cubierta. El despiece de las carpinterías de acero, pintadas de rojo Cherokee prolongan las líneas de cornisas que aparecen coloreadas de igual tono. Casi todas las habitaciones tienen vistas al océano, incluido el dormitorio principal que se agregó en 1956.

La casa Walker fue elegida como lugar del rodaje de la película de Delmer Daves A summer place en 1959, casi recién concluida su construcción. Parte del éxito de la película, basada en la novela de Sloan Wilson, estuvo impulsado por la banda musical de Max Steiner, cuyo tema principal alcanzó gran popularidad. Los personajes principales (Ken y Sylvia) de la película, afirman que Frank Lloyd Wright diseñó un hogar para ellos en la playa. Y aunque la película está ambientada en la costa este, muestra vistas dispersas del interior y del exterior, desde el patio de la casa Walker en Carmel.

 

 

 

Circunstancia esta que, más allá, de las diferentes denominaciones obtenidas por la película (Los amantes de 20 años, En una isla tranquila al Sur o Escándalo al sol) emparenta a Wrigth con Delmer Daves y con Max Steiner. De la misma forma que pasara con la casa Malaparte, ya vista en Hypérbole, y el rodaje en ella de la película Le Mépris de Godard y el texto de Moravia. Como si, a veces, el cine diera otra oportunidad a la arquitectura.

 

 

 

 

 


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