Co-Living: la nueva era de compartir piso

¿En qué se parece un patio de vecindad a los espacios de co-living? En realidad, en muchas cosas. Pero pasa como siempre, que lo nombrado con anglicismos siempre parece más moderno. Me topé hace poco con esta palabra en internet. Como todo aquél que ha vivido en una gran ciudad, llevaba ya tiempo familiarizada con el concepto de coworking (lugares de trabajo compartido o en cooperación para diferentes profesionales o pequeñas empresas en un mismo local). ¿De qué trataba, entonces, eso del co-living?

Parece ser que las primeras referencias a este concepto arquitectónico de vivienda proceden de Dinamarca en los años 70. Sættedammen y Skråplanet son dos comunidades o “urbanizaciones” con casas particulares, pero que comparten espacios libres comunes y que disponen de un centro comunitario que centraliza servicios como lavandería, cocinas o salas de juego para los niños. Sería algo así como una residencia universitaria a nivel urbano, pero en la que viven personas de diferentes edades y con un mismo sentimiento de “comunidad”. Esta forma de vivir, también llamada cohousing en inglés, es un modelo todavía hoy vivo en Dinamarca y sigue haciendo hincapié en los beneficios sociales, sobre todo para niños y ancianos, en contra de la soledad en las ciudades.

Las primeras referencias a este concepto arquitectónico de vivienda proceden de Dinamarca en los años 70.

El co-living tiene también un poco que ver con no sentirse solo, pero también con la tendencia económica actual. En todas las grandes ciudades europeas y también a nivel mundial, el precio de los alquileres (y, por no decir, el de la compra) se ha incrementado mucho en los últimos años. Por ejemplo en Múnich, alquilar en una zona central un pequeño apartamento de unos cuarenta metros cuadrados en el que vivir solo o en pareja, cuesta de media más de mil euros sin gastos. Comprarlo costaría de media siete mil cien euros por metro cuadrado. Esto significa que para muchos estudiantes, recién titulados o jóvenes familias, la opción de compartir sea muy atractiva. De esto se han dado naturalmente cuenta algunos empresarios y han nacido así “residencias” como Roam , Welive o Urban campus, con edificios en zonas centrales de la ciudad y que se venden de cara al público como espacios de co-living.

He vivido muchos años en un Colegio Mayor y en pisos de estudiantes y, estos lugares, se me antojan, por comparación, como una residencia universitaria mejorada o la versión idealista (y limpia) de un piso compartido. Se pueden alquilar desde habitaciones, hasta pequeños pisos con varios dormitorios. Todo está decorado con muebles modernos y cosas cuquis, como si fueran los espacios de inspiración que se ven en la web de Ikea. Interioristas se encargan de organizar y decorar los espacios comunes y habitaciones, a menudo a modo de hotel boutique (donde cada habitación tiene estilo distinto) y, en general, con un carácter de algún modo relacionado con la ciudad (plantas y colores pastel para Miami, textura de metal visto para Nueva York…). Aquí no hay nada de muebles baratos y austeros como en las residencias universitarias, sino que todo luce como en la revista Architectural Digest. Y no existen, claro, esas habitaciones totalmente personalizadas y cada cual diferente de mi época de Colegio Mayor: pósters, cosas de la calle, las toallas de repuesto de tu madre, objetos absurdos, fotos con tus amigos…etc.

Pero la idea de co-living de Roam, Welive, Urban campus y otras empresas similares va aún más lejos. En éstas existen residence gurus, cuya misión es que cada cual conecte con la gente afín. También disponen de aplicaciones para el móvil para conocer a otros residentes o para informar sobre actividades que se llevan a cabo, lo mismo que ofrecen las redes sociales, aunque a otra escala. Esta idea de “socialización” de estas nuevas residencias-viviendas, sin embargo, poco tiene que ver con la de los clásicos pisos compartidos, con su conocido (o desconocido), pero siempre debatido, calendario de limpieza. Pero, en verdad, ¿qué cosas querríamos compartir al vivir con otras personas? Naturalmente mejor una agradable charla, una cena, pero no los platos sin lavar. En este sentido, esta moderna opción de compartir y socializar sin compromisos (y no tanto por ahorrar) es una idea que encaja mucho con los tiempos actuales y, seguramente, tendrá éxito.

Es una moderna opción de compartir y socializar sin compromisos.

Cuando veo las fotos de estos amplios asépticos espacios de cómodos sofás, galerías desde las que observar el piso de abajo, no dejo de pensar, sin embargo, en que quizás nuestros abuelos vivieron con otras familias un concepto habitacional parecido (corralas, patios de vecinos…) y que ahora es, de nuevo, la mar de moderno.

Etiquetado en
Para seguir disfrutando de Alicia Galán Álvarez
Lo fantástico siempre es permisible
Actualmente, cuando lo que pugna es la especialización, el humanismo bien podría...
Leer más
Participa en la conversación

2 Comentarios

  1. says: Óscar S.

    Yo lo había oído más relacionado con la soledad de los mayores, pero, claro, también tiene sentido con el escaso poder adquisitivo de los más jóvenes. No sólo aquí (https://elpais.com/sociedad/2019/04/20/actualidad/1555761718_539199.html), sino porque ya he llegado a una edad, según parece, en que te lo empiezan a proponer. Es casi un honor que te inviten a un patio de vecindad/comuna informal, pero, en efecto, una amiga nos hizo llegar a unos cuantos hace uno o dos años un proyecto de convivencia viejuna. Estaba muy bien pensado, como corresponde a una filósofa por otra parte bastante sensata y práctica. La idea motriz era que las pensiones se nos van a acabar, de modo que la mejor reacción es unirse en la precariedad. Pero también había mucho de pasar tus últimos años rodeado de tus amigos de toda la vida. Yo tengo mis dudas de que el jardín de Epicuro funcione bien con el trato diario, pero yo soy un capullo individualista…

    Qué siglo, el XXI: por un lado nos colocan grandes promesas de ciencia ficción para el futuro, por otro nos susurran que vamos a terminar más solos y pobres de lo que empezamos. Teniendo en cuenta que mi padre no tenía estudios, en casa nos sobraba más o menos el dinero con un solo sueldo, y ahora goza de una excelente jubilación, alguien hoy se lo debe estar pasando muy bien (y frotándose las manos a la vista de los beneficios…) con todo esto. Excelente y oportuno artículo.

  2. says: Lola

    Si a este concepto de vivienda se le añade la necesidad de respetar el medio ambiente (uso de energías alternativas, un buen sistema de reciclaje, un consumo colectivo y responsable,…), un modelo de solidaridad económica, que pase por el compromiso de gastos compartidos pero no divididos aritméticamente sino en función de los ingresos y/o necesidades básicas personales, y un sistema de usufructo y no de propiedad privada del espacio habitacional, la propuesta deja de ser rentable para las empresas y empieza a resultar, en mi opinión, muy interesante para personas a las que nos gustaría plantear un nuevo modelo social basado en la cooperación.

Leave a comment
Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *