Inteligencia artificial y empleo

¡La IA va a quitarte tu puesto de trabajo! ¡El paro estructural que generará la automatización será insostenible! Quizá la primera voz de alarma se dio con el famoso informe de Frey y Osborne, de la Universidad de Oxford, en donde se decía, entre otras cosas, que el 47% de los empleos en Norteamérica estaba en peligro de extinción. Desde The National Bureau of Economic Reasearch, Daron Acemoglu y Pascual Restrepo estudiaron el mercado estadounidense durante el periodo de 1990 a 2007, llegando a la conclusión de que introducir un robot más por cada mil trabajadores reduce la relación empleo-población en aproximadamente 0,18-0,34 puntos porcentuales y los salarios en 0,25-0,5%. En España, los datos no eran mucho mejores. La OCDE hizo un informe en 2017 en donde estimaba que el 11,7% de los empleos era muy susceptible de ser automatizado. Recientemente publicó otro nuevo titulado How’s life in the digital age en donde los datos son aún más desalentadores: España sube a un 52% su empleo en riesgo.

Si estas estimaciones fueran ciertas, se avecinarían tiempos oscuros. Ningún país puede sobrevivir a índices de paro estructural que superen el 40%, lo cual provocaría un colapso económico y social sin precedentes en la historia de Occidente. Así, ha sido común escuchar al CEO de la think tank REX, Jerry Michalski, decir que “La automatización es Voldemort”, o al profesor de Harvard Justin Reich pronosticar, sin ambages, el hundimiento de la clase media. Además, muchos analistas muestran gran preocupación porque no se están sabiendo proponer soluciones claras o viables ni, a nivel más general, ningún modelo alternativo actual. Da la impresión de que la catástrofe se acerca de una forma completamente inevitable.
Sin embargo, no todos los datos son tan negativos. El Observatorio ADEI, impulsado por Google y AFI, realizó un informe titulado El trabajo del futuro en donde afirmaban que el PIB per cápita podría elevarse desde los 24.000 euros actuales hasta los 33.000 euros en 2030, debido a un aumento medio anual de la productividad del trabajo del 1,3%. Además, el balance entre la creación y la pérdida de empleo sería muy positivo, ya que la IA crearía en torno a ella unos 3,2 millones de empleos y solo causaría una pérdida de 1,4. En 2030 la tasa estructural de paro rondaría el 7%. Igualmente, el McKinsey Global Institute publicó otro informe titulado A future that works: Automation, employment, and productivity en el que sostiene que menos del 5% de los empleos es susceptible de ser automatizado en su totalidad. Solo alrededor del 60% de las profesiones tienen, a lo sumo, un 30% del total de sus quehaceres laborales automatizables. El PIB mundial podría subir de un 0,4 a un 1,8% anualmente.

Si miramos al pasado, en todas las épocas en las que se ha dado un aumento de la productividad (algunos como los analistas de Accenture, hablan de un aumento que podría llegar al 40%), el empleo no solo no se ha destruido, sino que no ha parado de crecer. Desde finales del siglo XIX la productividad ha crecido de entre 15 a 20 veces por hora trabajada, a la vez que el empleo ha crecido de entre el 30 al 50% en los países desarrollados. La automatización, al contrario que pensaban los ludistas, no ha supuesto una destrucción de empleo sino todo lo contrario, al menos, mirándolo a largo plazo. Desde el enfoque económico liberal se denomina “destrucción creativa” a la pérdida de viejos puestos de trabajo que van quedando obsoletos y que son sustituidos por nuevos. Empleos como sereno, afilador, telefonista, farolero, aguador, etc. ya no existen y quizá aparecerán nuevos como experto en banca digital y criptomoneda, impresor de alimentos en 3D, piloto de drones, desarrollador de realidad aumentada, etc. Este proceso es enteramente saludable, ya que es síntoma claro de una economía que se moderniza y avanza tecnológicamente. Así que, en vez de preocuparse, casi habría que celebrar que la IA destruya empleos.

Entonces, ¿quién tiene razón? El Pew Research Center hizo una encuesta a 1.986 investigadores y expertos relevantes en el campo, y los resultados expresaron una gran polaridad: un 48% mostraba una gran preocupación, mientras que el 52% restante se mostraba optimista. Desde nuestra perspectiva hay que tener en cuenta dos factores principales:

1). Una cosa es que algo funcione muy bien en un laboratorio del MIT, y otra, muy diferente, que llegue a ser un producto viable que termine por incorporarse con naturalidad en el mercado y en nuestros entornos laborales o sociales. Que una tarea sea susceptible de ser automatizable no quiere decir que, necesariamente, vaya a automatizarse debido a múltiples devenires históricos, sociales o económicos. El desarrollo de la IA se da juntamente con el desarrollo de todo lo demás, es decir, que todos los demás factores que influyen en la volatilidad de los mercados también influirán en él, y nadie sabe cómo saldrán las cosas. Si es muy posible que gran parte de las modas de consumo actuales hayan desaparecido en menos de un año, ¿cómo saber qué ocurrirá dentro de décadas? Pensar en un desarrollo tecnológico-económico lineal partiendo de la premisa de que lo que hoy va bien seguirá yéndolo en los próximos años, es de una ingenuidad pasmosa. Hay un optimismo exagerado en las posibilidades de la IA que obedece, en la mayoría de los casos, a puro y duro marketing. Como afirma el ingeniero del MIT, David Clark, la IA no será tan autónoma en la próxima década. Estamos muy de acuerdo: con cierta seguridad, los plazos de los que se habla serán mucho más alargados.

2). Si mantenemos una postura equilibrada, parece razonable pensar que no estaremos ante el fin del mundo ni llegaremos a tasas de paro del 40%, sin embargo, tampoco parece que la “destrucción creativa” de la perspectiva liberal vaya a ser suficiente para generar tantos empleos como los que vayan a destruirse. Lo que sí parece muy posible es la llegada de un periodo de desajuste en el que la rápida implementación de tareas automáticas elimine más empleo que crea, incrementando la tasa de paro hasta llegar a índices poco saludables. Llegados a este escenario sí que existen posibles soluciones que evitarán, sin duda, males mayores. Un hecho en el que muchos economistas insisten en que los aumentos de productividad dados por avances tecnológicos a lo largo de la historia no han destruido empleo porque han ido siempre acompañados de reducciones de la jornada laboral. En España, por ejemplo, el 74% de los trabajadores tenía en 1914 una jornada de 60 horas semanales, algo más de 3.000 anuales frente a las 1.600 actuales. Entonces, una magnífica solución sería promulgar leyes que redujeran significativamente la jornada laboral. Imaginemos jornadas de tres horas de trabajo diarios ¡Sería el paraíso keynesiano! Otras soluciones que se están barajando sería introducir una “tasa robótica” que podría utilizarse para paliar económicamente esta destrucción de empleo. Así lo propuso la socialista luxemburguesa Mady Delvaux en el parlamento europeo, recibiendo un rotundo no por parte de la eurocámara. Penalizar fiscalmente la innovación en robótica supondría frenar una ventaja competitiva de la Unión Europea sobre China, ya que la ventaja con la que contaba la superpotencia asiática siempre ha sido una mano de obra muy barata. Con la IA, se pierden los beneficios competitivos de la explotación laboral. Así, suena muy complicado gravar la robotización, ya que supondría quedarse atrás en el futuro de la innovación tecnológica. Otra solución es la famosa renta básica universal que, aunque sus resultados han sido cuestionables (o, como mínimo, controvertidos) en los proyectos piloto realizados en Finlandia u Holanda, se postula, en el peor de los casos, como el último recurso que salvaría el colapso social. También existen más alternativas que pasarían por la clásica economía horizontal y cooperativa, o por formas de mercado social basado en la potenciación de la sociedad civil. En el peor de los escenarios, el sistema debería reconvertirse, lo que puede verse como una gran oportunidad para, al fin, corregir los males endémicos del propio capitalismo.

Conclusión: ni van a quitarte el puesto de trabajo tan rápido, ni quizá siquiera lo perderás porque te sustituirá un robot, sino por muchas otras posibles causas. Y, en el hipotético caso en el que se cumplieran los pronósticos más agoreros, existen muchas formas de abordarlos que, incluso, podrían llevar consecuencias bastante positivas para nuestro mundo.

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1 Comment

  1. says: Óscar S.

    Es “luditas”, hay una errata en “ludistas”.

    Un texto tan comprimido como bien informado, qué bueno. Sólo no entiendo la conclusión: eso de que, en el peor de los casos, todavía podríamos estar en el mejor de los casos. Demasiada cabriola para mi, es como lo de Dios escribe derecho con renglones torcidos. Suena esperanzador, excepto si eres un renglón…

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