Julio Antonio, escultor de raza.

Centenario, cifra redonda que nos hace cambiar hasta de siglo, se ofrece como periodo de tiempo idóneo para examinar efemérides, y tras su hallazgo, se convierte en excusa perfecta para dedicar algo de nuestro presente. Así que comencemos por el final y cuadremos la cifra. En 1919 fallece en Madrid el escultor tarraconense Julio Antonio Rodríguez Hernández a la edad de treinta años. Acompañando al finado hasta el camposanto se encontraban: Menéndez Pidal, Ignacio Zuloaga, José Ortega y Gasset, Pérez de Ayala, Gregorio Marañón, los hermanos Álvarez Quintero, Luis Araquistain, Julio Camba, José Bergamín, Bagaria, Goyanes, Gómez de la Serna, Lázaro Galdiano, Madariaga, Baroja, Albéniz, Azaña, Julio Romero de Torres… Dime con quién andas, y te diré quién eres, lapida el refranero.

José Gutiérrez Solana pinta un año mas tarde (1920) la obra que a la postre será la más popular en su haber: “La tertulia del café de Pombo”. En nuestra particular visión iconográfica del cuadro se nos antoja pensar que la silla central ocupada por abrigo y sombrero parece estar reservada en recuerdo y homenaje a Julio Antonio, a titulo de haber sido uno de los primeros participantes en la famosa Tertulia de la Cripta del Pombo, fundada en 1915 por Gómez de la Serna, quien retrata como sigue a su amigo escultor:

Aparece a veces con su cara de cantaor flamenco, con su mirada tosca y renegrida, y su manos de cachetero, de matarife, manos que accionan en el aire como si llenas de barro hurgasen en el barro, el dedo índice siempre “palillo” del escultor que modela lo que dice… Cada vez habla mas por señas como un mudo, y se hunde mas en el limo de su barro, mientras crece su prestigio como uno de esos altos chopos de Segovia…“(Salcedo Miliani, Antonio: Julio Antonio. Escultor. 1889 – 1919)

Julio Antonio es un ejemplo mas de aquellos artistas que cautivaban, bien por su don de gentes o por su obra. Leasé el caso apuntado por el escultor Sebastián Miranda quien nos relata como se inició la amistad del tarraconense con el doctor Marañón. La siempre frágil salud del escultor le llevó hacia 1910 a la consulta del célebre médico. En la espera de ser atendido aprovechó para adelantar uno de los dibujos que realizaba en el Círculo de Bellas Artes por medio de un enfermo que tenía el turno, y la misiva hizo su efecto. El doctor salió de su consulta para conocer al autor.

Julio Antonio (cuenta Marañón) fue uno de mis grandes amigos, le conocí en el hospital como enfermo. Era un hombre de una figura arrogante. Cuando me vino a ver estaba derribado sobre un banco en el pasillo del hospital, y todas la mujeres estaban alrededor, pendientes de el. Eso le pasó hasta su muerte. Creo que es un destino paralelo al de García Lorca, como tremenda personalidad, como sentido de atracción de la humanidad que tenía alrededor, sobre todo mujeres.

No he tratado nunca ningún ser humano que me haya dado la impresión de genialidad disparada, a veces desorbitante, de aquel joven pálido, delgado, encorvado hacia adelante, con un aspecto tan especial -a veces parecía un torero-, que se divertía como un niño; y, después, de golpe, al hablar de sus esculturas, se transfiguraba y le brotaba la luz en su mirada, en los gestos febriles y en la palabra ungida de inacabable inspiración.

Y siguiendo con los apuntes del doctor podemos conocer que durante un tiempo vivió en una caseta de madera en un desmonte de la parte alta de Lista (Madrid). “Yo entonces siempre que iba a una visita y pasaba cerca del solar me acercaba a verle. Vivía con Bagaria, que estaba casado y eran cinco de familia. -Luis Bagaria considerado a la postre como uno de los principales caricaturistas e ilustradores españoles-. Han sido verdaderamente los últimos grandes bohemios que ha habido en España. Una nochebuena  un enfermo me regaló un pavo, y yo, pensando que quizá no tuviesen nada que cenar aquella noche, se lo llevé.”Transcurridos unos días Marañón volvió por allí y se encontró a Julio Antonio dando capotazos al ave.

Antes de vivir en Madrid, Julio Antonio recorrió buena parte de nuestra geografía dibujando, dibujando y dibujando. También viajó a Italia (1909) pensionado por la Diputación de Tarragona, visitó  Nápoles, Roma y Florencia. Este contacto fue vital para su ejercicio, pues allí conoció de primera mano la obra de Miguel Angel y Donatello, fuentes principales en las que bebe su arte conjugando con todos aquellos tipos populares retratados en Castilla.

En su regreso a España se dirige a Almadén, localidad que ya fue morada en su adolescencia siguiendo los pasos de su tío Ricardo Díaz (interventor de una empresa minera). Será entonces cuando comience la serie escultórica conocida como “los bustos de la raza”. Los estudios realizados  a las obras muestran el germen “noventaiochista” tan presente en el escultor, con el que pretendía capturar y difundir el espíritu mas castizo de los pueblos personificado en sus habitantes. Parece que de cada uno de estos pueblos se llevara un montón de esculturas indígenas, que parecía haber desenterrado haciendo profundas excavaciones… como si de la mina de la raza sacara sus esculturas…escribió De la Serna.

En esta serie realizada entre los años 1909 y 1910 se inscriben las obras: Minera de Puertollano, Mujer de Castilla, El ventero de Peñalsordo, El hombre de la Mancha, El minero de Almadén, Rosa María, Lasso de la Vega, los niños Dario y Piedad. Y como toda gran obra tiene su sobresaliente prólogo, María, la gitana, querida que fue del Pernales, sería su correspondiente prefacio.

De igual manera que otros muchos autores como Isidre Nonell, Miquel Viladrich o Romero de Torres tuvieron fijación por modelos gitanos, Julio Antonio también tuvo admiración por ellos siendo el busto realizado a María, igualmente conocida como “la negra”, un celebre ejemplo. Su consecución técnica atiende a un perfil geométrico bien definido que transmite quietud y sosiego, refrendado aún mas por la postura prácticamente simétrica que adopta, ahondado con semejante tratamiento en los pliegues del mantón con que se atavía la vieja matriarca. Evidente que el carácter sosegado también está en el rostro, pero aquí se transmite un paso mas, donde se comprueba la pasta del escultor, eso que los griegos llamaban el pathos, la carga psicológica que transmite su rostro parece ser la personificación del popular refrán “sabe mas el diablo por viejo, que por diablo”. Y cual dama de alta alcurnia renacentista muestra al espectador su joya mas preciada, pinzada delicadamente con su largos dedos ante su pecho. Regalo, tal vez, de aquel que fue su amante y desalmado para con su madre, mujer e hijas, Francisco Ríos González “el Pernales”.

La serie escultórica pretendida por el autor debía alcanzar toda la geografía española, pero su efímera vida y la cantidad de proyectos la redujeron principalmente a los modelos captados en ambas mesetas. A las obras ya mencionados debemos sumar otra partida realizada fundamentalmente entre 1914 y 1918: Julián Cañedo, Castor Cañedo, Jimena Menéndez-Pidal, El novicio, Moza de Aldea del Rey, Cabrero de tierras de Zamora, Ávila de los Caballeros y Mujer de la Mantilla (esta de 1912). Los privilegiados en contemplar la serie completa por vez primera fueron los asistentes a la exposición póstuma a su muerte, celebrada en el Teatro Real, bajo el título “Exposición Bustos de la Raza”, de la cual se toma e institucionaliza la nomenclatura de la serie.

Santo Torroella ya identificó en la biografía realizada al escultor una tendencia estética nueva, en clara referencia respecto a los cánones establecidos en Madrid por la tríada: Querol, Blay y Benllure, provenientes del gusto “Restauracionista”. -Como ya apuntara Manuel Campoy, si el retorno a la armonía mediterránea queda reflejado en Maillol y posteriormente continuado con Josep Clará, la escultura de Julio Antonio sería el retorno al orden italo-castellano.- Y fue precisamente en el taller de Miquel Blay donde comenzó Julio Antonio su andadura en la capital, pero pronto se jactó del eclipse en que podía vivir si permanecía mas del tiempo necesario tras el consagrado maestro. Por otra parte, la simpatía hacia la obra de esta triada no provocaba en el tarraconense especial devoción. En una carta enviada a su padres, escribe al respecto:

son muy inferiores a mi temperamento, y os lo digo que los considero a todos como mezquinos constructores de bibelots. A Blay es el único que respeto en cuanto a dominar la materia en cuanto a dar calidades pero en cuanto a considerarlo artista y escultor os diré que es un poco mejor que las demás calamidades, pero nada mas que un poco mejor.

Acabemos por el principio, que es el final de la corta vida del escultor de la que podríamos llenar muchas líneas con las impresiones dejadas por sus amigos al respecto de su obra y vida. El parte médico determinó muerte por meningitis tuberculosa, pero entre las referidas opiniones de sus amigos se hace unánime la ya vislumbrada mas arriba en las palabras de Dr. Marañón.

.”..lo mataron sus amigas, hundiéndolo en una perversión salvaje; yo le avisaba, con el deseo que construyera, como Mestrowitc, un templo laico a esta raza nuestra.Eugenio Noel.

Se puso malo, porque el pobre Julio Antonio se entregaba mucho a la vida… estúpida. Era demasiado sensual. No tenía sentido económico de la organización, era generoso.” Victorio Macho.

Viéndose fuerte, dinámico y alegre, el escultor se había entregado desenfrenadamente a los placeres más intensos de su juventud. …no se cohibía delante de las mujeres, no pocas le habían inducido a quemar en desgaste y fatiga todos sus impulsos eróticos.” Bernardino de Pantorba.

Era un artista original e innovador; quizás no hubiera encontrado rosas en su camino. Pero la vida se le acabó pronto. Se extinguió como una estrella que corre un momento en la oscuridad de la noche por el cielo sereno.” Azorín

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1 Comment

  1. says: Ramón González Correales

    Es muy interesante observar como en esa época (1919) estaba de introducida en la medicina y la cultura social españolas las doctrinas médicas higienistas que habían comenzado ya en el siglo XVIII tratando de controlar las enfermedades de transmisión sexual (La sífilis, sobre todo) que tanto inquietaban en las ciudades industriales. Se suponía que la actividad sexual fuera de la función puramente reproductiva debilitaba y predisponía a todo tipo de enfermedades. Benjamin Russ quizá el médico más significativo del siglo XVIII en EE.UU decía: “la indulgencia descuidada en el sexo puede conducir a todo, desde la impotencia a la epilepsia y la muerte”. Cosas parecidas profetizaba a Samuel Auguste Tissot 1728-1797) respecto a la masturbación en su libro ”L’Onanisme”. Esa pérdida de de energía por el sexo no reproductivo podía dar lugar a “a resfriados, fiebre y al consumo (tuberculosis); dolores fuertes de cabeza, dolores reumáticos y entumecimiento doloroso; granos en la cara y otras supuraciones; debilidad del poder de generación por impotencia, ulceración de cuello uterino, ictericia incurable o histeria.”

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