De los, así llamados, “tebeos” que leíamos en nuestra infancia posfranquista lo mejor fue aquello que imitaba a los cómics franceses para público juvenil, y lo peor lo que representaba la pura caspa española del periodo. Con dos excepciones, Manuel Vázquez, de cuya vida se ha hecho una magnífica película protagonizada por Santiago Segura, y Jan, Juan López, el creador de Superlópez, un dibujante realmente fabuloso y no mal guionista en sus inicios pero al que le han hecho una adaptación cinematográfica pésima. En la película sobre Vázquez, El gran Vázquez, se ve perfectamente el interior fabril y sobreexplotado de la factoría de tebeos de Bruguera, aunque no se pronuncie este nombre. Ya entonces sus pobres dibujantes lo denominaban la “oficina siniestra”, y se pintaban a sí mismos trabajando a golpe de látigo. En esas condiciones infrahumanas, no es de extrañar que repitiesen mil veces la misma historia, que abundasen los “negros” (sobre todo para Mortadelo y Filemón y Zipi y Zape), que se copiasen unos a otros y que copiasen también las excelencias foráneas. Por poner un ejemplo bien claro: El botones Sacarino era un calco del Spirou de Franquin, pero en mucho peor, en modo tercermundista. Los grandes álbumes de cómics para adultos eran franceses -piénsese en Enki Bilal o Moebius-, excepto por la irrupción del aerógrafo de Richard Corben. Hergé era belga, o sea, francófono (y algo nazi, además de racista en general), y también los cómics juveniles eran de grandísima calidad, entre los cuales el que destacaba por encima de todos era la serie de Astérix. Por aquel entonces, a todo chaval español por Reyes le caía un Scalextric, un Tintín, un Astérix y un libro de Los Cinco, lo cual no estaba nada mal, y era eso o el mundo se acababa y la tierra ibérica se abría bajo nuestros hispánicos pies.
Hoy ha muerto Albert Uderzo, a muy avanzada edad, y ya en Wikipedia podéis leer que no ha sido de coronavirus –nadie famoso ha muerto de coronavirus por el momento, y yo sospecho y a la vez espero que no va a ocurrir. Era un dibujante muy diestro, de trazo reconocible a un kilómetro, que dotaba de profundidad a las viñetas y capaz de plasmar el fuerte dinamismo que precisaban los guiones de René Goscinny. No obstante, Uderzo, en mi opinión, no hubiese traspasado fronteras de no ser por el gran humorismo de Goscinny, que murió el año del punk. Es verdad es que Goscinny fiaba mucho al gag fácil del trompazo y la violencia, como Francisco Ibáñez, pero en todo lo demás era de una finura genial. No tenía mucho sentido continuar con Astérix sin Goscinny, que era el alma de la saga, pero como los padres que compraban el álbum a sus hijos en Navidad sólo necesitaban reconocer la hábil pluma de Uderzo en portada nadie se atrevió a matar a la gallina de los huevos de oro. La mejor fase de Uderzo, a mi parecer, es la de Astérix y Cleopatra. Luego se tornó más vago, el dibujo de las figuras era más bastorro y como más grande, lo cual es de comprender cuando uno se ha pasado media vida trazando las mismas caras con diferentes muecas un millón de veces. Pero Astérix y los normandos era genial, y también Astérix en Hispania. A Goscinny le encantaba el juego anacrónico de trasladar a la Roma imperial (por cierto, no hay mejor Julio César que el de Uderzo) los vicios y peculiaridades tópicos de las nacionalidades europeas actuales, y Uderzo estaba de sobra a la altura de ese reto. Estos días de pandemia y confinamiento total -mi amigo Gabriel está en Qatar y también metido en casa: no penséis que el calor impide nada-, corría por los chats de guasap una página de Astérix modificada para hacer referencia a la situación actual. El que hizo el apaño tenía clarísimo que nadie podría dejar de saber qué cómic estaba siendo mixtificado, hasta ese punto ha calado el trabajo de Uderzo en el imaginario global.
Leo hoy que Albert Uderzo había nacido con dos dedos de más que le fueron extirpados, lástima de pianista de Gattaca que se ha perdido la humanidad. Pero, a cambio, ganamos a un gran dibujante, tan grande que sólo hay que ver qué mal quedan sus monigotes trasladados al cine. Yo es que soy de los que odian los mangas japoneses, e igual hasta soy el único. A los adolescentes les encantan, no tanto por el dibujo, que es prefrabricado y siempre el mismo, como por las historias, que son exactamente opuestas a las de Astérix. En Astérix lo que molaba es que los personajes no tenían vida interior, sino que eran todo exterioridad y aventura, excepto Abraracurcix, el jefe de la irreductible aldea gala, tan valiente que sólo temía que el cielo cayera sobre nuestras cabezas. En cambio, ahora que el cielo sí que cae sobre nuestras cabezas, y necesitamos a toda prisa una poción mágica, lo que tenemos son tebeos de japoneses siempre al borde del hundimiento porque sufren bullying. Quiero que vuelvan, por favor, Uderzo/Goscinny…
Dos cositas más:
-Me dicen que si ha caído algún famoso por el virus, Lorenzo Sanz y el Marqués de Griñón, en España, ambos de avanzada edad.
-Descubro esta mañana que Robe cita este título goscinniano como al final de La ley innata.