El instinto número 9

Instintos víricos

“A partir de ese momento, se puede decir que la peste fue nuestro único asunto. Hasta entonces, a pesar de la sorpresa y la inquietud que habían causado aquellos acontecimientos singulares, cada uno de nuestros conciudadanos había continuado sus ocupaciones, como había podido, en su puesto habitual. Y, sin duda, esto debía continuar. Pero una vez cerradas las puertas, se dieron cuenta de que estaban, y el narrador también, cogidos en la misma red y que había que arreglárselas.”

La peste. A. Camus

Los virus tienen sus propios instintos. De hecho, podría decirse que son puro instinto. Su único objetivo es vivir lo suficiente para reproducirse y perpetuarse. Ese es el instinto más básico de la naturaleza. Lo llamaremos instinto 0. A veces ese instinto los hace convertirse en malignos, en asesinos, pero su instinto primordial no es matar, es vivir.

Los seres humanos también tenemos instintos básicos, como el 0, que compartimos con los virus, pero tenemos otros, también muy primarios, pero más complejos. Por ejemplo, el que podríamos llamar instinto 1, que es aprender.

Nacemos inmaduros, cegatos, lerdos, y rápidamente tenemos que aprender a sobrevivir. Aprender o morir. Ese es nuestro instinto más primario, en lo que superamos a los virus. Ellos pueden mutar, y nosotros también, pueden cambiar de apariencia, y nosotros también, pero no pueden aprender, nosotros sí.

Fotografía Garry Winogrand

Nosotros, como los virus, tampoco tenemos instintos asesinos, pero a veces, para sobrevivir, hemos de anteponer y preterir, yo o tú, nosotros o ellos, y entonces viene otro instinto, el de la agresividad, que en si no es mala pero que a veces los humanos lo sofisticamos en violencia, que ya no es buena. Llamémosle instinto X, como las que se cruzan o cruces que castigan. He aquí como un instinto necesario para sobrevivir, lo podemos convertir en dañino para la vida. Nuestros instintos más básicos son así, se parecen mucho a los de los virus.

Instinto 0, instinto 1, instinto X, son leyes de la vida, útiles para la supervivencia del individuo y de la especie, aunque a veces, por ejemplo, en tiempos de crisis, de alarma y pánico, los convertimos en “leyes del oeste”, en “sálvese quien pueda”, o en “la mejor defensa en un buen ataque”. Virtudes instintivas convertidas en vicios de conducta, pulsiones y tendencias, que cuando se desbordan, como ahora puede suceder exigen, prohibiciones y penitencias.

Fotografía Garry Winogrand

Instintos humanos

Como hemos dicho, los humanos también tenemos instintos animales básicos, como comer, sexuar o defendernos de las amenazas. Obedecen a pautas de conducta impresas en nuestros genes, y su función primordial es promover las pulsiones básicas de la vida: nutrición, reproducción y relación.

Pero además hemos desarrollado módulos de conducta mucho más sofisticados, que se han instalado en el acervo hereditario de la especie, comportamientos que combinan pautas genéticas y pautas culturales. Son módulos aprendidos que con el tiempo han grabado en nuestros genes (herencia biológica) y nuestros memes, que son como los genes culturales que vamos pasando de generación en generación. El más extraordinario y admirable es el instinto del lenguaje, que tan magníficamente ha estudiado el reputado científico Steven Pinker1. Viene a decir que todo ser humano nace con un módulo lingüístico en su cerebro, que le lleva a desarrollar, quiera o no, incluso si la criatura se cría sin contacto con otros seres humanos, un lenguaje interior y un enlace con los lenguajes exteriores, y ese módulo es la base de la comunicación simbólica y emocional, sirve para incrementar la sabiduría individual y colectiva, para mejorar las normas de convivencia y para crear ciencia y arte.

Fotografía Garry Winogrand

Al hilo de ese instinto, Pinker ha desarrollado una interesante propuesta, que, controversias aparte, podríamos definir como “teoría de los altos instintos humanos”. La idea básica es que, además de los instintos básicos que antes examinamos, los humanos somos capaces de desarrollar sofisticados instintos culturales, en forma de módulos de conducta que, aprendiendo, enseñando y perfeccionando, nos han llevado a estar donde estamos, en la cúspide de la pirámide, en el mejor de los mundos posibles. Unos y otros, instintos básicos y elevados, conforman una especie de catálogo, que, apoyándose en aportaciones de otros autores, Pinker ha reunido en la siguiente lista, muy resumida:

Módulos o Familias de Instintos Humanos

1. Mecánica intuitiva.

2. Biología intuitiva.

3. Número.

4. Mapas mentales.

5. Selección de hábitats.

6. Percepción de peligros.

7. Aumentación, ingesta.

8. Contaminación, suciedad.

9. Control y vigilancia del bienestar.

10. Psicología intuitiva.

11. Contabilidad social.

12. Autoconcepto.

13. Justicia.

14. Parentesco.

15. Emparejamiento sexual.

Al socaire de los acontecimientos actuales, tres de ellos son los que deberíamos tomar en consideración para hacer un análisis más profundo de la conducta humana en tiempos de crisis, el 6, el 8 y el 9. Pero lo dejaremos para otro momento, ahora nos centraremos solo en uno de ellos, el que vamos a denominar “Instinto 9”, ¡con mayúscula!

Fotografía Garry Winogrand

El instinto 9

El módulo 9, o Instinto 9, es un conjunto de conductas y comportamientos muy sofisticado, que está dirigido al Control y vigilancia del bienestar, incluyendo emociones de felicidad y tristeza, y estados de satisfacción e inquietud”.

Todos tenemos una tendencia instintiva hacia la búsqueda y posesión de lo benéfico, lo seguro, lo satisfactorio, lo alegre. Ese impulso innato, esa tendencia, gobierna potentemente nuestras vidas, posiblemente con más intensidad y constancia que ningún otro instinto. Tendemos a lo bueno, a lo grato, a lo seguro y lo fácil, aunque para conseguirlo con frecuencia nos metamos en conflictos quiméricos.

En este texto vamos a analizar, brevemente, el concepto de Instinto 9 como módulo de conducta humana universal,que tiene muchas formas de expresarse y configurarse, muchos componentes y muchas peculiaridades individuales, y que, genéricamente, se viene denominando felicidad. Así pues, convendremos que esa palabra, tan fácil de pronunciar como difícil de sostener, consiste en la búsqueda, posesión y desarrollo del Instinto 9, ese impulso básico que todas las personas llevamos de serie en nuestros genes y memes, pero que cada uno expresa a su manera. Algunas personas lo poseen, potencian y muestran fácilmente. No hay más que verlas sonreír satisfechas, seguras y alegres desde su más tierna infancia. Pero a otras nos cuesta desarrollarlo, sostenerlo y expresarlo. Pero lo que a todos nos une es su búsqueda incesante, su disfrute gozoso y, también, la percepción quejumbrosa de su carencia.

Fotografía Garry Winogrand

Esa tendencia ha pasado de los módulos básicos de conducta a la cultura, se ha incorporado a los memes sociales. Para ello hemos utilizado el instinto1, el de aprender,que, aunque antes no lo expresé, realmente se extiende siempre hasta el enseñar, es un instinto 1+. Podría decirse que todos los seres humanos tenemos un instinto de aprender y de enseñar. Los animales también enseñan a sus crías, instintivamente, pero nosotros hemos desarrollado una pauta de conducta tan sofisticada y admirable como el lenguaje, que hemos convertido en códigos morales y éticos, en sistemas obligatorios de docencia, y en leyes académicas. Este módulo no se cita expresamente en la lista de Pinker, pero está implícitamente presente en todos los demás. Los seres humanos somos especiales en esto, no sabemos estar quietos, siempre estamos aprendiendo y siempre enseñando, buscamos ser y estar mejor, y que nuestros congéneres también lo sean y estén, aunque a veces protagonizamos o padecemos desviaciones gravísimas de esos módulos, y convertimos lenguajes y enseñanzas en babelismos y dictaduras. Pero ese es otro asunto, al que otro día dedicaremos atención.

Fotografía Garry Winogrand

Luego, resumiendo, en los humanos, el instinto 0, más el instinto 1+… convergen hacia el desarrollo máximo del instinto 9, el del bienestar, la seguridad, la satisfacción y la alegría. Sensu lato, felicidad.

Entre los buscadores desasosegados del Instinto 9,han descollado muchos filósofos, místicos, artistas, científicos… personas de enorme prestigio y sabiduría, que, dotadas de un potente Instinto 1+,se aplicaron a aprenderlo y enseñarlo, desarrollando cada uno su propia fórmula magistral.

De todos ellos, de los sufridores y de los buscadores, de los exitosos y de los fracasados, he aprendido que no hay ninguna fórmula perfecta para desarrollar plenamente el Instinto 9, pero sí las hay para evitar los sufrimientos y esquivar las adversidades de la vida. Esa pretensión sí es realista y factible, se puede aprender y disfrutar.

Fotografía Garry Winogrand

La fórmula 3

Permítanme que, en los siguientes párrafos, aun a riesgo de parecer un listillo, y desde luego con más ánimo reflexivo que didáctico, exponga una idea personal, que he desarrollado a lo largo de años de trabajo y profesión al servicio de personas enfermas y discapacitadas en grado diverso, desde las afectadas por molestias superficiales a las arrasadas por patologías gravísimas. Ya traté de ella en un artículo antiguo en esta revista y en un libro (El reto de la felicidad, Ed. Siglantana).

Se trata de una fórmula, o si me permiten, una receta, muy sencilla de formular, aunque compleja de desarrollar. Consiste en poseer y ejercer tres facultades (3F) esenciales para la naturaleza humana: fortaleza, fertilidad y fortuna. El ejercicio de ellas como método para enfrentarse a los avatares de la vida da como resultado tres estados del ser humano que son, en esencia, los objetivos del Instinto 9: seguridad, satisfacción y alegría.

Fotografía Garry Winogrand

Si te sientes en posesión de las tres primeras y disfrute de las tres últimas, para qué te molestas en leer esto, lo que tienes que hacer es enseñarnos a los demás. Pero si tú eres como cualquiera de nosotros, un poco débil, un poco ramplón y un poco cenizo, más te vale seguir leyendo.

La fortaleza es una virtud física (fuerza y resistencia) y también mental (seguridad y solvencia). Ambas se pueden disminuir o aumentar, ambas se pueden aprender y perfeccionar. En estos tiempos tan aciagos ambas son especialmente necesarias. Y todos podemos hacer algo por mejorarlas, con cosas sencillas, como hacer ejercicio físico todos los días, o mantener la higiene del cuerpo y de la mente. Para esto hay que curiosear, informarse, leer, estudiar, aprender… y sobre todo buscar en tu interior lo que de verdad te interesa y gusta, lo que mejor te sale y menos te cuesta, pues con ello puedes hacer que tu fortaleza mental crezca, y puedes enseñarlo a otras personas. Pero además de en tu interior, puedes buscar y ofrecer apoyos psíquicos objetivos y subjetivos, intelectuales y emocionales, que, en tiempos tan difíciles como estos, son tan importantes o más que los puramente físicos y materiales. Esto es especialmente necesario para las personas más necesitadas, vulnerables, aisladas, con más debilidades instintivas y más pulsiones agrestes o incontrolables.

Fotografía Garry Winogrand

La fortaleza promueve la seguridad, y esta es el mejor antídoto contra el miedo y la angustia, la mejor receta para la serenidad.

La fertilidad es la suma de procreación y creación. Consiste en dejar en el mundo más seres humanos de los que éramos, como sucedió en el baby-boom tras la Segunda Guerra Mundial (pensaremos sobre ello en otro post…), y en aumentar las posesiones y habilidades de la especie humana. Para ello hay que hacer todo lo posible para que la vida de cada uno sea fructífera, para dejar en el mundo alguien y algo más de lo que hemos recibido. Aplicado a la situación actual, el objetivo es que cuando todo esto que ahora nos asola y extermina acabe, el mundo haya mejorado. Eso es lo que hacen las personas que denominamos genéricamente autores, las personas más creativas, los científicos, los artistas, ellos aumentan la vida. Pero también es lo que podemos hacer cada uno de nosotros en nuestra sencilla ley de vida, mejorando cosas simples, tu propia tortilla de patatas, o las croquetas de mamá. O haciendo algo ingenioso y alegre, y compartiéndolo… como estamos viendo que sabe hacer, maravillosamente, esa inteligencia tan típicamente española que es el ingenio. Curiosidad, ingenio, y creatividad. Y no olvidemos la procreación… que, aunque cuesta pensarlo y ponerse a ello, en tiempos de cóleras malignas, tampoco es tan fatigoso ni tan desagradable.

La fertilidad es la esencia de la satisfacción, si cada día haces algo fructífero, seguro que duermes bien.

Fotografía Garry Winogrand

La tercera efe es la fortuna, consiste en tener riquezas, bienes, y en tener suerte (azar). En estos días, semanas, meses, puede que sea el factor más crítico, que la parca pase por tu puerta y no entre… Pero eso depende de tener una buena puerta y de tenerla bien cerrada. Que la teja no te caiga en la cabeza depende de la suerte y de la atención. La fortuna es, por lo tanto, suma de azar y cuidado. Es especialmente necesaria en tiempos aciagos, pero, en buena ley, los recursos asistenciales, científicos y sociales, deberían conseguir que no lo fuera. Pero, desafortunadamente (nunca mejor traído a colación), que el virus no te pille es a veces, quizá demasiadas, una cuestión de suerte, de azar. Los seres humanos recurrimos al azar buscando riquezas y felicidades, y a la suerte buscando protección y salud, pero no deberíamos hacerlo, dejar esas cosas en manos de las diosas casquivanas (la Fortuna romana, o la Tiqué griega), es una temeridad. Debemos limitar el azar en la vida al máximo posible, usarlo solo como entretenimiento, como juego, no apostar a ello la bolsa y la vida. Para ello contamos con la preparación y la atención, con el cuidado y la prevención. Eso en ciencia y en filosofía se llama serendipia, que consiste, como dirían Heráclito y Walpole, en estar preparado para percibir las cosas cuando pasan por delante de nuestras narices. Dicho a lo moderno es estar al loro, o más españolamente, estar al quite. Eso, en estos tiempos, se llama mascarilla, desinfectante, aislamiento, etc. Son prevenciones contra el azar vírico. Tener esas cosas no depende siempre de uno mismo, pero lo que si depende de ti es ponértelas. Si te pones a ello, la suerte se pondrá de tu parte. La vida no conviene dejarla en manos del azar, hay que ponerla en brazos de la serendipia.

La fortuna es la esencia de la riqueza y de la suerte, cuando la diosa te bendice con su generosidad, te sientes alegre.

Fotografía Garry Winogrand

Suma y sigue

Hemos sumado fortaleza con seguridad, fertilidad con satisfacción y fortuna con alegría. El resultado es, magnífico. Hay acaso algo más para sentirse feliz en la vida. Personalmente me conformaría con poseerlas. Y es que la vida siempre es suma y sigue, lo contrario es la muerte.

Pero esas facultades y estados del ser no debemos concebirlas como una aspiración abstracta y etérea, esas virtudes nunca vienen del cielo, suben desde la tierra, como un árbol que plantas y crece, y te da frutos y buena sombra. Un árbol para sentarse bajo él, con un libro y un hijo, y compartir cobijo, amor y sabiduría.

En los tiempos que corren la mejor fórmula para conseguirlo es extraordinariamente sencilla: aprender del pasado, reflexionar sobre el presente y preparamos para el futuro. ¡Ahí es ná!

Para eso sirven los instintos más básicos, como el instinto 0 y el instinto 1+, para sobrevivir, adaptarnos y salir adelante en la vida. Pero los seres humanos vamos aún más lejos. Cuando ponemos esos instintos elementales en acción nos aproximamos al gran Instinto 9, el de la seguridad, la satisfacción y la alegría, lo que genéricamente llamamos felicidad, esa cosa que ahora nos parece casquivana y etérea.

Fotografía Garry Winogrand

Pero, además, poseer y ejercer todas esas potencias y actos es la esencia de eso que tan orgullosamente denominamos dignidad humana. Esta no consiste en ser depositarios de grandes derechos, sino de grandes deberes. No se basa en esgrimirla y exigirla, sino en ejercerla y cuidarla. Esa es una gran palabra que siempre me ha intrigado, su origen, su nacencia, su trascendencia. Ni siquiera mis queridas etimologías me han resuelto esa gran incógnita. Por eso recurro a mi propia metáfora. La contemplo como la cuerda de un funambulista, que fuera desde el pasado hasta el futuro. Es la cuerda de tu vida, es tu cuerda y tú la vas recorriendo, de ti depende que la cuerda este tensa y también tu equilibrio al recorrerla. Tensión y equilibrio que tú debes cuidar o de lo contrario caerás al abismo.

La dignidad, como la felicidad, se ponen a prueba en periodos de crisis como el actual, y mantenerlas requiere tensión y atención, no flojera ni miedo. Si nos lo tomamos en serio, con determinación y constancia, lo conseguiremos, y puede que así, tras esta pandemia, usted y yo, y todos, y el mundo, seamos mejores, y puede que hasta más, pero de esto hablaremos otro día.

1 Steven Pinker: The language Instinct. How the Mind creates languages. William Morrow and Company, 1994. Ed. En español: El instinto del lenguaje. Alianza Editorial, 2012.

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