Fotos casuales

No sé si hay fotos casuales, o todas las fotos contienen un espacio de tremenda ambigüedad y de incertidumbre. Incluso las piezas que se quieren fijas e inamovibles, como quería Roland Barthes cuando hablaba del punctum de la fotografía. También las fotografías que se pretenden erigir en un documento severo del tiempo acaban revoloteando –como aves incontroladas, como pajarería en la tarde crepuscular– con cierta dejadez que uno cuestiona y se despeñan por otras interpretaciones imposibles para el ojo que congeló ese momento. También hay fotografías que sin ser nuestras o de uno mismo, pueden acabar hablando de asuntos que a uno le afectan y le conciernen. Pero ese es otro misterio inexplicable. La foto de Maria Moreno que se ubica en 1985, delante de los cines Alphaville de Madrid, no parece de ese tiempo. Tampoco parece una foto propia o referida a uno.

Dos jóvenes de edad difusa, aunque menores de veinte años, sentadas sobre el bordillo del acerado y provistas de zapato plano–como si hubieran venido andando desde lejos y llevaran, por ello, zapatos cómodos para andar grandes distancias–, despliegan sus dedos y los mueven en un rezo extraño –apenas se perciben las cuentas del rosario–, y como muestra de su protesta ante la exhibición de la película de Godard ‘Je vous salue Marie’. Película considerada blasfema por sectores integristas del catolicismo y de buena parte de la jerarquía eclesiástica, al cuestionarse la virginidad de María, y al desplazar el dogma de la Inmaculada Concepción al lateral mismo de la historia sagrada: una ocurrencia de evangelistas disparados y disparatados. Puede que la primera reacción de denuncia y oposición a las tesis cinematográficas de Godard–que no había pensado nunca en una reacción similar, que probablemente mejoró los resultados en taquilla–, procedieran del cogollo francés: en este caso del ultramontano Monseñor Lefevbre.

Por lo que la reacción española, al producirse el estreno de ‘Je vous salue Marie’ fue rogar a la feligresía que no fueran a ver la película blasfema, y que, en la medida de sus posibilidades, organizaran concentraciones fervorosas ante las salas en las que se fuera a proyectar el pecado filmado. Por ello, se requerían concentraciones para publicitar el rechazo a la película. Rechazo que iría acompañado del rezo del Santo Rosario, como desagravio a la agraviada Virgen María, tan cuestionada ahora frente a la dogmática secular.

Vestidas de verano, como corrobora el paseante sorprendido que se mueve ajeno –a las rezadoras y a las carteleras– por el acerado próximo o por la figura de otra joven que visualiza el programa sobre las vitrinas. El espacio que ocupan en el bordillo es el resto libre que han dejado dos vehículos aparcados en cordón. Los dos coches blancos o casi blancos; los dos con matrículas de Madrid, cosa lógica por otra parte; los dos de marca SEAT, aunque con matriculación de sistemas de numeración diferentes. El de la izquierda, obviamente el más antiguo, aunque podría haber sido al revés, es un Seat 850 con la matriculación lejana de los 6 dígitos y con sus paragolpes con protectores de goma negra. El de la derecha ya exhibe la matriculación novedosa del momento, que combinaba cuatro dígitos y una o dos letras, según la potencia del parque automovilístico provincial. Este es un Seat 127, con su morro simplificado y la calandra señalada en horizontal. Sus faros cuadrados contrastan con la redondez de las luces traseras del 850 y con el silencio del rezo juvenil aposentado en el bordillo.

¿Por qué me intrigó la foto? Quizás por una obviedad inconsecuente y ajena al cine y al petardazo de ‘Je vous salue Marie’. Ya que esos dos coches y en ese orden, fueron los primeros que tuve y conduje. Primero un Seat 850 Especial, luego un Seat 127; ambos dos blancos y análogos a los de la foto y en un lapso breve de tiempo a lo largo de 1978. Quiere decir ello que el primero, el 850, fue comprado de segunda mano y sólo aguantó unos meses a mi servicio, mientras que adquiría soltura en la conducción; no así el 127 que se adquirió nuevo en el concesionario.

En ese año el ‘ocho y medio’, como decían algunos aficionados, contaba ya con una larga tradición en las fábricas de Martorell. Donde había salido a la calle el 16 de abril de 1966 y aguantó el tirón hasta 1974 en que fue sustituido por el modelo Seat 133. En ese intervalo de la vida del 850, en abril de 1972 vio la calle el primer Seat 127 español, clonado del hermano italiano Fiat. El 127 aguantaría hasta 1983 en que fue sustituido por un reciclaje llamado Fura y con más pretensiones de atraer a gente joven al volante de la máquina.

‘Je vous salue Marie’ es una película de 1984 y debió de estrenarse en España al año siguiente, que es el año de la foto de Maria Moreno publicada en el diario El País. También hay aquí una extraña coincidencia. El nombre de los cines en que se estrenó ‘Je vous salue Marie’, es un homenaje explícito a otra película del mismo director, aunque ahora fuera de 1965. Me refiero a Lemmy Caution contra Alphaville, donde Godard elabora una historia propia de comic y de novela negra, con un trasfondo político. Que se llega a subtitular como Une étrange aventure de Lemmy Caution, y que en otros lugares se quedó simplemente como Alphaville, nombre de Alpha 60. Una estructura irónica-filosófica, filmada en blanco y negro, para dar salida a una parodia del héroe contra el villano, a la manera de la saga de 007. Esto es de Lemmy Caution contra Alphaville, cual Bond contra el Doctor No.  Godard nos lleva en esta película a un mundo futurista gobernado por un artificio mecánico que responde al nombre de Alpha 60, de aquí la denominación de Alphaville como ciudad donde mora Alpha 60. Con un detective vestido como Dick Tracy y con comportamientos a la vieja usanza (Eddie Constanine), propio de las reglas impuestas por el cine negro clásico, nos adentramos en una sociedad del futuro en la que los sentimientos han sido desterrados por los dictados de un científico apellidado von Braun, en favor de una lógica y de una dictadura científica totalmente desalmada, como una Ciberdictadura.

Aunque hay quien ve, por ello, en Lemmy Caution contra Alphaville una historia de ficción filosófica, al estilo de otras obras maestras de la anticipación futurista, como es el caso de Blade Runner o como 2001, una odisea del espacio, por citar solo dos de las más conocidas y relevantes. Las palabras de Paul Eluard y los conceptos de Jorge Luis Borges, son claves importantes en la construcción simbólica de esta película. Que camina hacia la esencia de las imágenes posibles, como demuestra ese plano descompuestos de elementos primarios. Y que establece posibles caminos de salvación, aún hoy y mañana, a través de la lectura, de las palabras, del sentimiento, de las lágrimas y de la alegría. No es posible el conocimiento sin la emoción, es uno de los planteamientos de Lemmy Caution contra Alphaville que apuesta por el ser humano por mantener y cultivar lo que nos convierte precisamente en eso, y advirtiendo de los peligros de los totalitarismos uniformados y uniformadores. La palabra, las ideas, los ideales, las utopías terminan por derribar todos los muros.

Y todo ello, todo lo que anuncian las carteleras, está en la contraimagen de las chicas sentadas rezando el rosario.

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